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Authors: Anne McCaffrey

La búsqueda del dragón (16 page)

BOOK: La búsqueda del dragón
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F'nor miró a su alrededor; a Brekke, a Mirrim; que esta vez no eludió sus ojos, a los demás caballeros

—¿Todos os criasteis en un Fuerte? No me había dado cuenta. De todos modos, cuando un hombre se convierte en un caballero, olvida que ha tenido otra filiación.

—Yo me crié en un Artesanado —dijo Brekke—, pero lo que ha dicho G'sel es tan válido para el Artesanado como para el Fuerte.

—Tal vez deberíamos convencer a T'bor para que dictara la orden de que el cuidado de los lagartos de fuego se ha convertido ahora en uno de los deberes del Weyr —sugirió F'nor, sonriendo maliciosamente a Brekke

—Sería una lección para Kylara —murmuró alguien en voz muy baja, desde el lugar en el que se encontraba Mirrim.

V

Media mañana en el Fuerte de Ruatha

Atardecer en el Weyr de Benden

El placer de Jaxom ante la perspectiva de montar en un dragón, por haber sido convocado al Weyr de Benden, estaba seriamente enturbiado por la ceñuda desaprobación de su tutor. Jaxom tenía que aprender aún que la irritación del Gobernador Lytol era provocada primordialmente por la preocupación que le inspiraba la desagradable costumbre de su pupilo de perderse en los peligrosos pasadizos en desuso del Fuerte de Ruatha. Entretanto, Jaxom se sentía muy deprimido. Él no se proponía irritar a Lyton, pero nunca parecía capaz de complacerle, por mucho que se esforzara. Había tal cantidad de cosas que él, Jaxom, Señor del Fuerte de Ruatha, debía saber, debía comprender, que se le iba la cabeza y tenía que echar a correr para encontrarse a solas, para pensar. Y en Ruatha los únicos lugares propicios para pensar, donde nadie le molestaba ni le interrumpía a uno, se encontraban en la parte posterior del acantilado semihueco que era el Fuerte de Ruatha. Y aunque podía, posiblemente, quedar perdido o atrapado detrás de un desprendimiento de rocas (no había existido ningún corrimiento de tierras en Ruatha en el recuerdo de hombre viviente ni en los Archivos del Fuerte hasta donde resultaban todavía legibles), Jaxom no se había visto nunca en dificultades ni en peligro. Conocía perfectamente el terreno que pisaba. ¿Quién sabe? Algún día, sus investigaciones podían salvar al Fuerte de Ruatha de otro invasor como Fax, su padre. Aquí, los pensamientos de Jaxom se extraviaban. Un padre al que nunca había visto, una madre que murió al darle a luz le habían hecho Señor de Ruatha, aunque su madre pertenecía al Fuerte de Crom y Fax, su padre, al de las Altas Extensiones. Lessa, ahora Dama del Weyr en Benden, había sido la última del Linaje ruathano. Esas eran contradicciones que Jaxom no comprendía, y que debía comprender.

Ahora había cambiado sus sucias ropas de a diario por sus mejores pantalones y su mejor túnica, con una sobretúnica de piel de wher y botas hasta la rodilla. No porque pudieran protegerle del terrible frío del inter. Jaxom se estremeció con una especie de terror agridulce. Era como estar suspendido de ninguna parte, hasta que se formaba un nudo en la garganta y otra docena de nudos en los intestinos, y uno se asustaba hasta el punto de creer que no volvería a ver la luz del día, o incluso la oscuridad de la noche, según la hora local del día en el lugar en el que uno debía surgir. Jaxom estaba muy celoso de Felessan, a pesar del hecho de que no era absolutamente seguro que su amigo se convertiría en un dragonero. Pero Felessan vivía en el Weyr de Benden, y tenía una madre y un padre, y dragoneros a su alrededor, y...

—¡Señor Jaxom!

La llamada de Lytol desde el Gran Patio penetró a través de la ensoñación del muchacho. Echó a correr, súbitamente temeroso de que se marcharan sin él.

No era más que un verde, pensó Jaxom, decepcionado. Cabía esperar que enviaran a un pardo, como mínimo, para Lytol, Gobernador del Fuerte de Ruatha, en otro tiempo dragonero. Luego, Jaxom se sintió abrumado por el arrepentimiento. El dragón de Lytol había sido un pardo y era sabido que la mitad del alma de un hombre le abandonaba cuando su dragón moría y él permanecía entre los vivos.

El caballero del verde sonrió a Jaxom mientras el muchacho trepaba por la pata extendida.

—Buenos días, Jeralte —dijo Jaxom, ligeramente desconcertado porque había jugado con el joven en las Cuevas Inferiores hacía solamente dos Revoluciones. Ahora era un consumado caballero.

—J'ralt, por favor, Señor Jaxom —le corrigió Lytol.

—No importa, Jaxom —dijo J'ralt, colocando diestramente el cinturón de cabalgar alrededor de la cintura de Jaxom.

Jaxom deseó que se lo tragara la tierra: ¡ser corregido delante de Jer... de J'ralt, y no acordarse de utilizar la honorífica contracción! No disfrutó de la emoción de remontar el vuelo, a lomos de un dragón, por encima de las grandes torres del Fuerte de Ruatha, ni de contemplar el valle extendiéndose como una muralla colgando debajo del sinuoso cuello verde del dragón. Pero cuando volaron en círculo, Jaxom tuvo que apoyar las manos sobre los costados del dragón, inesperadamente suaves, para mantener el equilibrio, y el calor de aquel contacto pareció aliviar su aflicción. Luego vio la hilera de desyerbadores en los campos y supo que habrían interrumpido su tarea para alzar sus miradas hacia el dragón. ¿Sabían aquellos fanfarrones muchachos del Fuerte que él, Jaxom, Señor de Ruatha, viajaba a lomos de un dragón? Jaxom recobró la confianza en sí mismo.

Ser un dragonero era desde luego la cosa más maravillosa del mundo. Jaxom sintió que le inundaba una repentina oleada de compasión por Lytol, que había tenido esta dicha y... la había perdido, y ahora debía sufrir horrores al montar en el animal de otro. Jaxom contempló la rígida espalda delante de él, ya que estaba emparedado entre los dos hombres, y deseó con todas sus fuerzas haber podido consolar a su tutor. Lytol era siempre justo, y si esperaba que Jaxom fuera perfecto era porque Jaxom debía ser perfecto para ser el Señor del Fuerte de Ruatha. Lo cual era un gran honor, aunque significara no ser un dragonero.

Las reflexiones de Jaxom quedaron bruscamente interrumpidas cuando el dragón penetró en el inter.

Cuenta hasta tres lentamente, se dijo Jaxom con una especie de frenesí, mientras perdía toda sensación de vista y de sonido, de contacto, incluso de la suave piel del dragón debajo de sus manos. Trató de contar y no pudo. Su mente parecía haberse congelado, pero cuando estaba a punto de gritar surgieron sobre el Weyr de Benden a último hora de la tarde. Nunca le había parecido el Cuenco tan atractivo, con sus altas paredes suavizadas e iluminadas por el radiante sol. Los negros orificios de los Weyrs individuales, abiertos en la fachada de la pared interior, eran bocas sin voz, dándole una cordial bienvenida.

Mientras volaban en círculo, Jaxom localizó al bronce Mnementh, el dragón más enorme salido de huevo, holgazaneando en el saledizo del weyr de la reina. Ella estaba en la Sala de Eclosión, sabía Jaxom, ya que la nueva puesta estaba endureciéndose aún en las arenas calientes. Pronto habría otra Impresión. Y había un dorado huevo de reina en la reciente puesta. Jaxom había oído decir que otra muchacha ruathana había sido una de las elegidas en la Búsqueda. Otra Dama del Weyr ruathana, estaba convencido de ello. Su Fuerte era el que había dado más Damas a los Weyrs... Mardra desde luego, no era ni con mucho tan importante como Lessa o Moreta, pero había procedido de Ruatha. Y tenía algunas ideas realmente divertidas sobre el Fuerte. Siempre fastidiaba a Lytol. Jaxom sabía esto, porque el tic nervioso en la mejilla de su tutor se hacía más visible en presencia de Mardra. Cosa que no ocurría cuando Lessa les visitaba. Últimamente, sin embargo, Lessa había dejado de visitar el Fuerte de Ruatha.

El joven Señor de Ruatha localizó ahora a Lessa, mientras volaban de nuevo en círculo acercándose al weyr de la reina. F'lar y ella estaban en el saledizo. El dragón verde emitió su llamada, contestada inmediatamente por el rugido de Mnementh, un rugido que resonó a través del Weyr. Ramoth, la reina, se habría enterado de su llegada.

Jaxom se sintió mucho mejor, particularmente cuando localizó también una pequeña figura corriendo a través del suelo del Cuenco hacia la escalera que conducía al weyr de la reina. Felessan. Su amigo. Hacía meses que no le había visto. Jaxom no deseaba que el vuelo terminara, pero al mismo tiempo experimentaba verdadera impaciencia por ver a Felessan.

Jaxom vio acrecentado su nerviosismo sintiéndose observado estrechamente por Lytol mientras presentaba sus respetos a la Dama y al Caudillo del Weyr. Había ensayado las palabras y la reverencia muy a menudo. Tendrían que haberle salido a la perfección, pero se oyó a sí mismo tartamudeando las palabras tradicionales y se sintió avergonzado.

—¡Has venido, has venido! Le dije a Ganidan que vendrías —gritó Felessan subiendo los peldaños de dos en dos. Casi derribó a Jaxom con sus cabriolas. Felessan era tres Revoluciones más joven que él, pero pertenecía a la dragonería, y aunque Lessa y F'lar habían entregado a su hijo a los cuidados de una madre adoptiva, sus modales tendrían que haber sido más correctos. Tal vez estaban justificadas las continuas quejas de Mardra afirmando que los modales de las modernas generaciones de los Weyrs dejaban mucho que desear.

En aquel momento, como si Felessan intuyera la desaprobación de su amigo, dominó sus impulsos y, sin dejar de sonreír, se inclinó graciosamente ante Lytol.

—Buenas tardes, Señor Gobernador Lytol. Y gracias por haber traído al Señor Jaxom. ¿Podemos retirarnos?

Antes de que cualquier adulto pudiera contestar, Felessan había agarrado a Jaxom de la mano y le conducía escaleras abajo.

—No cometas ningún estropicio, Jaxom —gritó Lytol detrás de ellos.

—Aquí pueden cometer muy pocos estropicios —rió Lessa.

—Esta mañana tuve que hacer registrar todo el Fuerte, para encontrarle al fin en las entrañas del propio Fuerte, donde un desprendimiento de rocas...

¿Por qué Lytol tenía que contárselo a Lessa?, pensó Jaxom, sintiendo renacer su anterior descontento.

—¿Encontraste algo? —preguntó Felessan cuando estuvo seguro de que los adultos no podían oírles.

—¿Si encontré algo?

—Sí, en las entrañas del Fuerte —dijo Felessan, ahuecando la voz y enarcando las cejas como Lytol.

Jaxom dio un puntapié a una piedra, complacido por la trayectoria y la distancia a que voló.

—Oh, habitaciones vacías, llenas de polvo y de escombros. Un viejo túnel que no conducía a ninguna parte... Nada importante.

—Vamos, Jax.

El tono misterioso de Felessan hizo que Jaxom le mirara fijamente.

—¿A dónde?

—Ya lo verás.

El muchacho del Weyr condujo a Jaxom a la Caverna Inferior, la cámara principal con un techo abovedado en la que el Weyr se reunía a la hora de la cena. Olía a carne hirviendo y a pan caliente. Los preparativos para la cena estaban muy avanzados, las mesas puestas, y mujeres y muchachas iban de un lado para otro atareadas y charlando en voz alta. Al pasar junto a una de las mesas, Felessan agarró un puñado de raíces crudas.

—¡Habrase visto! Ese cachorro de wher estropeará su cena —gritó una de las mujeres, amenazando a la pareja en retirada con su cucharón—. Y un buen día para ti, Señor Jaxom —añadió.

La actitud de la gente del Weyr hacia Felessan y hacia él mismo nunca dejaba de intrigar a Jaxom. Felessan era tan importante como el Señor de un Fuerte, pero no le vigilaban continuamente, como si pudiera romperse o derretirse.

—Tienes mucha suerte —suspiró Jaxom, mientras aceptaba su parte del botín de Felessan.

—¿Por qué? —preguntó el muchacho más joven, sorprendido.

—Estás... como estás, sencillamente.

Felessan se encogió de hombros, masticando con satisfacción una de las raíces dulces. Condujo a Jaxom fuera de la Caverna Principal y a otra interior, que no era realmente mucho más pequeña, aunque el techo era más bajo. Un ancho anaquel rodeaba la Caverna, a media longitud de dragón de distancia del suelo, dando acceso a los dormitorios individuales que rodeaban la altura. El suelo principal estaba dedicado a otras tareas domésticas. Nadie estaba trabajando ahora, desde luego, con los preparativos de la cena, y nadie se bañaba en la gran balsa situada en una de las esquinas de la Caverna, pero un grupo de muchachos de la edad de Felessan estaban reunidos junto al amplio círculo. Uno de los muchachos hizo una observación en voz alta, dedicada sin duda a los recién llegados, pero afortunadamente se perdió en medio de las carcajadas de los otros.

—Vamos, Jaxom. Antes de que uno de esos mequetrefes se decida a seguirnos —dijo Felessan.

—¿A dónde vamos?

Felessan se llevó un dedo a los labios, mirando rápidamente por encima de su hombro para comprobar si estaban siendo observados. Andaba muy de prisa, obligando a Jaxom a alargar el paso para no quedarse atrás.

—Hey, no quiero tener problemas también aquí —dijo, cuando se dio cuenta de que se adentraban todavía más en las cuevas. Para Jaxom, ser aventurero en el propio Fuerte era una cosa, e invadir la santidad de un Weyr otra muy distinta... Esto último era un sacrilegio o al menos así se lo había enseñado su ex dragonero tutor. Y aunque podía soportar el enojo de Lytol, por nada del mundo deseaba enojar a Lessa... ni a —su mente susurró el nombre— ¡F'lar!

—¿Problemas? Nadie nos verá. Todo el mundo está demasiado ocupado con la cena. Incluso yo hubiese tenido que ayudar si no hubieras venido tú... —y el muchacho sonrió maliciosamente—. ¡Vamos!

Habían llegado a una bifurcación del pasadizo: uno de los ramales conducía hacia la izquierda, hundiéndose más en el Weyr, y el otro giraba a la derecha. Este último estaba casi a oscuras, y Jaxom se detuvo. En los pasadizos que no se utilizan no hacen falta lámparas.

—¿Qué pasa? —inquirió Felessan, volviéndose hacia su compañero con el ceño fruncido—. No tendrás miedo, ¿verdad?

—¿Miedo? —Jaxom avanzó rápidamente hasta situarse al lado de Felessan—. No es una cuestión de miedo.

—Entonces vamos. Y no hables.

—¿Por qué? —Jaxom había bajado ya el tono de su voz.

—Ya lo verás. Limítate a callar, ¿eh? Y toma esto.

Felessan entregó a Jaxom una lámpara que sacó de un agujero de la pared y que brillaba débilmente. Sacó otra para él. Las objeciones que Jaxom podría haber formulado fueron acalladas por la expresión de desafío en los ojos de su compañero. De modo que le siguió en silencio a lo largo del pasadizo en sombras. Quedó algo más tranquilo al ver las huellas de pisadas en el polvo, todas en la misma dirección. Pero este lugar no era frecuentado por adultos. Todas las huellas de pisadas eran infantiles, no había un solo tacón de bota entre ellas. ¿A dónde conducían?

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