Read La cultura popular en la Edad Media y el Renacimiento Online
Authors: Mijail Bajtin
Recordemos los análisis de A. Dieterich en su
Pulcinella.
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El Mozart de Pochkine admite la risa y la parodia, mientras que el hosco aguafiestas Salieri no las comprende y las teme. He aquí el diálogo entre ellos después que escuchan tocar al violinista ciego:
Salieri:
¿Cómo puedes reírte?
Mozart:
¡Ah! ¡Salieri! ¿Por qué no ríes?
Salieri:
No.
Yo no río cuando un pintor lamentable
profana la Madonna de Rafael,
no río cuando un bufón miserable
mancilla a Alighieri con una parodia (...).
(
Mozart y Salieri,
esc. 1.)
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Naturalmente, no planteamos aquí el problema del romanticismo en toda su complejidad. Lo que nos interesa son los elementos que le permitieron descubrir y comprender (aunque parcialmente) a Rabelais, y al grotesco en general.
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Víctor Hugo,
William Shakespeare,
Librairie Internationale, 1867, págs. 59-62.
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William Shakespeare,
págs. 77-78.
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En esas épocas de transformación, la cultura popular, con su concepción de la existencia imperfecta y del tiempo feliz, influye poderosamente en la literatura; esto se manifiesta claramente en el Renacimiento.
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Obras de Francisco Rabelais,
edición crítica publicada por Abel Lefranc (Profesor del Colegio de Francia), Jacques Boulanger, Henri Clouzot, Paul Dorneaux, Jean Plattard y Lazare Sainéan (Primer tomo, 1912, quinto, 1931, Libro Tercero).
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Estos son los estudios biográficos de determinados períodos de la vida de Rabelais: Dubouchet:
Rabelais en Montpellier,
1887; A. Helhard:
Rabelais, sus viajes en Italia y su exilio en Metz,
1891; A. Bertrand,
Rabelais en Lyon,
1894; J. Plattard,
Adolescencia de Rabelais en Poitou,
1923.
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Pierre Daix:
«Siete siglos de novela»,
París, E. F. R., pág. 132.
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A. N. Vesselovski:
«Artículos selector»,
Goslitizdat, Leningrado, 1939.
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I. Fokht:
«Rabelais, su vida y su obra»,
1914. Hay que mencionar, aunque esto no tenga ningún contacto directo con la literatura rusa dedicada a Rabelais, que Jean Fleury, profesor de francés en la antigua universidad de San Petersburgo, había publicado en París en 1876-1877 una monografía copilativa en dos tomos, muy notables para la época.
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Ver selección de artículos en honor del académico Sovolevski, Leningrado, 1928.
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Véanse las notas científicas del Instituto pedagógico de Moscú, primer fascículo (cátedra de historia de la literatura mundial).
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Pinski había expuesto previamente su opinión en el artículo
«Lo cómico en Rabelais»
(Ver revista «Voprossy Litératoury», núm. 5, 1959).
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Obras,
Pléiade, pág. 523, Libro de Bolsillo, t. IV, pág. 71.
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Pushkin:
«Versos para una noche de insomnio».
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Cf.
Le Román de Fauvel
en
Histoire littéraire de la France,
XXXII, pág. 146: «Uno arrojaba inmundicias a la cara... El otro tiraba sal al pozo».
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Se encuentra, por ejemplo, en Hans Sachs un «Jeu de la merde» carnavalesco.
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Piezas bufonescas romanas.
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Oeuvres,
Pléiade, pág. 740; Livre de poche, vol. IV, pág. 591.p;
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Redacción ampliada y retocada de las
Grandes Crónicas,
que contiene numerosas imitaciones de
Pantagruel.
Publicada posiblemente en 1534 por Francois Gérault.
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Oeuvres,
Pléiade, pág. 367; Livre de poche, vol. III, pág. 213.
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En la literatura mundial, y especialmente en los relatos orales anónimos, encontramos múltiples ejemplos donde la agonía y la satisfacción de las necesidades naturales están mezcladas, y en las que el momento de la muerte coincide con el de la satisfacción de las necesidades naturales. Es uno de los procedimientos más difundidos de degradación de la muerte y del agonizante. Se podría darle el nombre de «tema de Malbrough». Dentro de la literatura, me limitaré a citar aquí la admirable sátira, auténticamente saturniana, de Séneca, «la metamorfosis del emperador Claudio en calabaza». El soberano muere precisamente en el momento en que satisface sus necesidades. En Rabelais, el «tema de Malbrough» existe también con diversas variaciones. Así, por ejemplo, los habitantes de la Isla de los Vientos mueren al lanzar gases, y su alma se escapa por el ano. Además, menciona el ejemplo de un romano que muere al emitir un determinado sonido en presencia del emperador. Imágenes de este tipo degradan no sólo al agonizante, sino que rebajan y materializan a la muerte misma, transformándola en alegre espantapájaros.
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Voltaire también tuvo una actitud despreciativa y condescendiente hacia Rabelais y su siglo, que ejemplifica la actitud general. Escribe en su
Sottisier:
«Admiramos a Marot, Amyot y Rabelais del mismo modo que elogiamos a los niños cuando por casualidad dicen algo cierto. Los toleramos porque despreciamos su siglo y aprobamos a los niños porque no esperamos nada de su edad» (
Oeuvres completes,
París, Garnier, 1880, t. 32, pág. 556). Estas frases son muy representativas de la actitud de los filósofos íluministas respecto al pasado y al siglo
XVI
en general. Por desgracia, estas mismas ideas se siguen repitiendo, actualmente, en diferentes formas. Creo que ya es hora de terminar para siempre con esos falsos conceptos sobre la ingenuidad del siglo
XVI
.
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Ver sobre este tema H. Clouzot:
L'anden théâtre en Poitou,
1900.
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La literatura recreativa estudiantil formaba parte, en gran proporción, de la cultura callejera, y se relacionaba, por su carácter social, con la cultura popular, con la que a veces incluso se confundía. Entre los autores anónimos del realismo grotesco (la parte escrita en latín sobre todo), había probablemente numerosos estudiantes o ex-estudiantes.
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La obra de Goethe aún progresaba, hasta cierto punto, en relación con las fechas de la feria de Frankfurt.
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El hecho de que una misma persona fuese un sabio erudito y un autor popular era típico de la época.
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La leyenda, por el contrario, nos describe a Rabelais como un personaje carnavalesco. Su vida abunda en mistificaciones, disfraces y novatadas. L. Moland calificó justamente al Rabelais de las leyendas como «Rabelais de carnestolendas».
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Œuvres,
Pléiade, pág. 933; Livre de poche, vol. V, pág. 615.
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En realidad Buckhardt no se refería tanto a las fiestas populares callejeras sino más bien a las fiestas cortesanas y oficiales.
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Œuvres,
Pléiade, pág, 77; Livre de poche, tomo II, pág. 209.
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Œuvre,
Pléiade, pág. 167; Livre de poche, t. I, pág. 39.
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Conocemos, por ejemplo, una receta de este tipo contra la calvicie, que data de comienzos de la Edad Media.
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La sífilis apareció en Europa en los últimos años del siglo
XV
; bajo el nombre de «enfermedad de Nápoles». Se la llamaba también vulgarmente «gorre» o «grand-gorre», lo que quiere decir lujo, pompa, suntuosidad y esplendor. En 1539 apareció un libro titulado
El triunfo de la altísima y poderosísima Señora Sífilis.
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Luciano era autor de una tragicomedia en verso,
La Tragapodagra,
cuyos héroes son Podagte, Podraga, un médico, un verdugo y coros; Foschart, joven contemporáneo de Rabelais, escribió a su vez
Podagrammisch Trostbüchlin,
en la que celebra irónicamente esa enfermedad, considerada como la secuela del ocio y la buena comida. La
celebración ambivalente de la enfermedad
(sobre todo gota y sífilis) era muy frecuente en la Edad Media.
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Œuvres, Pantraguel,
Pléiade, pág. 168; Poche, t. I, pág. 43.
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lbíd., Gargantúa,
cap. IV, pág. 15; Poche, t. II, pág. 55.
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Œuvres,
Pléiade, pág. 18; Poche, t. II, pág. 63.
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Œuvres,
pág. 170; Poche, t. II, pág. 45.
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El destinatario multifacético es, en
primera instancia,
la muchedumbre de la feria que rodea los tablados de los saltimbanquis, el lector de múltiples rostros de las
Crónicas.
A él son dirigidos los elogios y las injurias: por cierto que algunos de sus lectores son representantes del mundo viejo y de las concepciones agonizantes, seres que no saben reír (aguafiestas), hipócritas, calumniadores y defensores de las tinieblas; en tanto que los otros encarnan el mundo nuevo, la luz, la risa y la verdad; en conjunto ambos constituyen la misma multitud,
el mismo pueblo que muere y se renueva; ese pueblo único que es a la vez elogiado y maldecido.
Pero más allá de la muchedumbre, detrás del pueblo,
está el mundo eternamente imperfecto e inacabado,
que muere al dar a luz y que nace para morir.
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Œuvres,
Pleiade, pág. 3; Poche, t. III, pág. 25.
↵
Ibid.,
Pléiade, pág. Poche, t, II, pág. 29.
↵
Ibid.,
Pléiade, pág. 6; Poche, t. II, pág. 31.
↵
Ibid.,
Pléiade, pág. 3; Poche, t. II, pág. 27.
↵
Œuvres,
Pléiade, pág. 4; Poche, t. II, pág. 29.
↵
Ibid.,
pág. 77; Poche, t. II, pág. 209.
↵
Œuvres,
Pléiade, pág. 6; Poche, t, II, pág. 303.
↵
Ibid.,
pág, 5; Poche, t. III, pág. 31.
↵
Ibid.,
pág. 319; Poche, vol. III, pág. 49.
↵
Nota Núm. 2, pág. 5, París, Champion, 1931.
↵
Œuvres,
Pléiade, pág. 129; Poche, t. III, pág. 67.
↵
Ibid.,
pág. 313; Poche, t. I, pág. 439.
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íbid.
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Œuvres,
Pléiade, pág. 324; Poche, t. III, pág. 57.
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Uno de esos grabados, tomados de una obra de 1534, es reproducido en la monografía de Jeorges Lote (ver
op. cit.,
págs. 164-165, fig. VI).
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Véase la obra de Alfred Franklin:
Vie privée d'autrefois.
1-.
L'Annonce et la Réclame,
París, 1887, que se refiere a los «gritos de París» en las diversas épocas. Cf. también J. G. Kastner,
Les Voix de París, essai d'une histoire littéraire el musicale des cris populaires,
París, 1857.
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Por ejemplo, durante el carnaval de Konigsberg en 1583, los salchicheros fabricaron una salchicha que pesaba 440 libras y que era llevaba por 90 de ellos. En 1601, llegó a pesar 900 libras. Incluso actualmente pueden verse salchichas y bollos gigantes (artificíales) en las vidrieras de las charcuterías y panaderías.
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Entre los especialistas, fue Lazare Sainéan quien comprendió mejor la importancia de los «pregones de París», en su notable y documentado libro. Sin embargo, no llega a captar toda su importancia y se limita a enumerar las alusiones directas a esos gritos en la obra de Rabelais (cf.
La langue de Rabelais,
t. I, 1922, pág. 275).
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Con respecto a las variaciones históricas de las reglas del lenguaje en relación a las obscenidades, véase Ferd. Brurnot,
Histoire de la langue francaise,
t. IV, cap. V: «L'honnêteté dans le langage».
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Œurres,
Pléiade, pág. 117; Poche, t. II, pág. 315.
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Proficiat:
donativo entregado a los obispos cuando llegaban a sus diócesis.
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Œuvres,
Pléiade, pág. 53; Poche, t. II, pág. 151.
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Rabelais se refiere a una leyenda, según la cual, dicho santo habría sido martirizado con manzanas fritas (imagen carnavalesca degradante).
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No se trata de una parodia total, sino de una simple alusión. Las alusiones peligrosas de ese tipo son corrientes en la literatura recreativa de los
jours gras
(días de carne), es decir, del realismo grotesco.
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Sainéan,
op. cit.,
t. II, 1923, pág. 472.
↵
Por lo demás, incluso en las epopeyas encontramos descripciones de batallas vistas como festines, por ejemplo, en
Le Dit de l'ost d'Igor,
ruso.
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