La guía secreta del Prado (6 page)

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Authors: Javier Sierra

Tags: #Divulgación científica

BOOK: La guía secreta del Prado
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Jesús entre los doctores del templo
. Ambrogio Bergognone o escuela (inicio del siglo
XVI
). Basílica de San Ambrosio, Milán.

Además, en
La escuela de Atenas
de Rafael figuran no dos sino tres Jesús: uno representado como el niño inteligente que menciona Mateo, apoyado junto a la columna de la izquierda; otro como el niño de doce años que se transforma en el templo; y el tercero como Cristo, vestido de blanco y mirando al espectador, junto a Juan Evangelista, que le muestra un libro. Rafael también se representó a sí mismo, justo entre los dos primeros Jesús: es el niño que apoya la mano sobre el varón vestido de azul que sostiene un libro, en quien retrató a su maestro
Perugino
. Con esto, según Giudicissi, se nos indica que él conocía el secreto de los dos Jesús desde que entró a trabajar en el taller de su maestro.

La Virgen de las Rocas
. Leonardo da Vinci (1483).

Museo del Louvre, París
.

La Virgen de las Rocas
. Leonardo da Vinci (1497).

The National Gallery, Londres
.

Detalle de La escuela de Atenas
. Rafael Sanzio (1509). Museos Vaticanos, Roma. De izquierda a derecha, Jesús niño, Rafael niño, Perugino, Jesús a los doce años y, más adelante, en pie y mirándonos, Cristo.

La Gioconda

A
NÓNIMO

T
ALLER DE
L
EONARDO DA
V
INCI

Sala 49. Cat. P504. 1503-1516. Óleo sobre tabla. 76,3 cm × 57 cm
.

No hay duda de que el Prado está lleno de secretos por desvelar. El último en salir a la luz pública, con verdadera conmoción, fue el «descubrimiento» de la hoy llamada
Gioconda de Madrid
. Se trata de una versión del célebre retrato de Lisa Gherardini que fue pintada a la vez que el del Louvre, en el taller de Leonardo y seguramente bajo su supervisión. El maestro Fovel ya le había insinuado a Javier Sierra que el día en el que limpiasen ese cuadro alguien se llevaría una sorpresa, y sus palabras fueron proféticas.

Ya a principios del siglo
XX
la obra había estado envuelta en polémica: con el robo de la
Gioconda
del Louvre, la prensa volvió los ojos hacia esta poco considerada obra; un desconocido que firmaba como
The Spaniard
envió en 1911 una carta a
The New York Herald
aduciendo detalles técnicos que demostraban que el cuadro era un auténtico Leonardo. Según este anónimo, las descripciones que
Vasari
—el biógrafo de los principales artistas del Renacimiento, contemporáneo de ellos, y a quien debemos el título del cuadro— había hecho de la pintura de Leonardo se correspondían más con el cuadro del Prado que con el del Louvre.

Cuando un siglo después, a principios de 2011, se comprobó que el fondo negro de la obra era un añadido de 1750 y se procedió a retirarlo, apareció un paisaje idéntico al de la
Gioconda
de París. La noticia corrió alrededor del mundo con gran revuelo en los círculos artísticos y llamadas a la prudencia por parte de los responsables del museo.

Hay varias lagunas en torno a esta obra que son dignas de mención. La primera es su propia
procedencia
. La mención más antigua al cuadro de Madrid data de 1666 y se encuentra en el inventario de obras del Alcázar. La hipótesis de los expertos es que fue un regalo de
Diego Mesía
, gobernador de Milán y experto en arte, a la corte española. Otra hipótesis apunta a que quizá lo importó a España
Pompeo Leoni
, escultor de Felipe II, el mismo que había adquirido de Orazio —hijo de Melzi, heredero universal de Leonardo— los dos códices de Da Vinci que hoy se custodian en la Biblioteca Nacional.

El segundo enigma, sobre el que se han vertido ríos de tinta, se refiere a la
identidad
de la dama retratada. Vasari había descrito así la pintura: «En las cejas se apreciaba el modo en que los pelos salen de la carne, más o menos abundantes y, girados según los poros, no podían ser más reales». Curiosamente, la
Gioconda
de París no tiene cejas, y éstas no aparecen tampoco en las radiografías de la tabla, mientras que sí son bien visibles en la
Gioconda
de Madrid.

Existe también un boceto de
Rafael Sanzio
realizado en una de las visitas al taller de Leonardo, que muestra una dama más juvenil que la del Louvre flanqueada por dos columnas. Este elemento apenas se insinúa en la
Gioconda
francesa, pero sí destaca (y mucho) en la del Prado.

Javier Sierra ha encontrado otra pista en el
Trattato dell’arte della pittura
, escrito por un discípulo de Rafael llamado Giovanni Paolo Lomazzo, en donde dio con un encendido elogio a las obras de Leonardo; el autor las enumera y entre ellas alude a «la
Gioconda
y la
Mona Lisa
», es decir, ¡las cita como dos obras diferentes!

PLANTA 1

La Gloria

A
NÓNIMO

T
IZIANO
V
ECELLIO

Sala 24. Cat. P432. 1551-1554. Óleo sobre lienzo. 346 cm × 240 cm
.

Es, según explica el doctor Luis Fovel en
El maestro del Prado
, la primera de las obras del
arcanon
de este museo. El «canon de los secretos» del Prado o arcanon es una forma de clasificación que data de principios del siglo
XIX
y que discute qué pinturas de esta pinacoteca sirvieron a propósitos sobrenaturales, espirituales o trascendentes, más allá de los convencionalismos religiosos de su época.

Curiosamente,
La Gloria
de Tiziano es una obra ante la que muchos visitantes pasan de largo sin reparar que nos habla muy íntimamente de los deseos y miedos del emperador Carlos V, que dio instrucciones precisas sobre cómo quería que fuese el cuadro.

De hecho, fue la obra que eligió el emperador para que lo acompañase a su retiro y muerte en Yuste (como luego haría Felipe II en El Escorial con
El jardín de las delicias
, entre otras), y no es de extrañar. A fin de cuentas, representa el paraíso abriéndose al completo para recibir su alma. El emperador solicitó que Tiziano lo pintase vestido únicamente con un sudario blanco, sin corona ni alhajas; sólo él ante la muerte. Fray José de Sigüenza escribió que, cuando el rey sintió próximo su fin, pidió que le llevaran el cuadro, y meditó ante él. Estamos, pues, ante otra obra que funciona como
puerta
al más allá.

Carlos V en la batalla de Mühlberg

T
IZIANO
V
ECELLIO

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