De Fiore creía que la historia debía estudiarse o bien desde la creación hasta el nacimiento de Jesús o bien desde el nacimiento de Jesús hasta su segunda venida, que él creía inminente. El monje llegó a esa conclusión después de razonar que ambos períodos históricos eran paralelos, duraban lo mismo y el uno se reflejaba en el otro. Como consecuencia, estudiando el primero se podría llegar a adivinar lo que sucedería en el segundo.
El jardín de las delicias
. Cerrado: «La creación».
Teniendo en cuenta esto, hay
dos formas de leer esta tabla
. Según el panel que se abra primero (o el lugar desde el cual se elija empezar a observar), la obra tiene diferentes significados:
• Si se empieza por la
izquierda
, se escoge el primer período, que el maestro Fovel llama «de la advertencia»: se asiste así al paraíso y a la creación de los «primeros padres», a la multiplicación de los hijos de Eva y a su corrupción; y, finalmente, se les advierte de su castigo, el infierno, en una tabla que es muy diferente a las otras dos.
• Si se empieza por la
derecha
, se escogerá el camino «de la profecía»: el primer panel (ese que antes creíamos que era el infierno) debe ser interpretado como el reino del Hijo. Es el mundo en el que vivimos hoy: un lugar sin naturaleza; sólo se representan cosas hechas por el hombre. El panel central, con su exuberancia vegetal y animal, indica lo que está por venir: una humanidad que se librará poco a poco de las cargas materiales. Ya no sería la representación de los pecados del hombre, sino un estadio evolutivo superior. Y de este modo, la tabla de la izquierda representaría el final de los días, cuando volveremos al paraíso de la mano de Jesucristo.
Según esta visión, al final de los tiempos dialogaremos directamente con Dios. La Iglesia y los Evangelios no serán necesarios. Las ideas controvertidas de De Fiore se difundieron secretamente por Europa hasta cristalizar, tres siglos después, en esta pintura, encargada al Bosco por alguien que desconocemos interesado en reflexionar sobre estas interpretaciones de la Historia.
Según la teoría de Wilhelm Fraenger (1890-1964), el tríptico no es sino una herramienta para que los
Hermanos del Espíritu Libre
puedan meditar sobre sus orígenes y su destino. También se los conoció como
adamitas
, un movimiento herético cuyos miembros practicaban sus ritos desnudos y en cavernas. Se consideraban hijos de Adán y sublimaban el cuerpo desnudo, despojándolo de toda intencionalidad erótica, y defendiendo el amor platónico. Para Fraenger, si el Bosco no fue adamita, sí tuvo un conocimiento directo de la secta, y probablemente la obra le fue encargada por un miembro poderoso y rico de ella. No sabemos quién fue, pero sí conocemos su rostro: en el
extremo inferior derecho del panel central
, aparecen un hombre y una mujer que salen de una especie de gruta: el hombre es el único que va vestido en todo ese panel y el único que mira al espectador. Se cree que podría ser el donante que encargó y pagó el cuadro. Además, sobre su hombro aparece un rostro desdibujado que se identificaría con el del Bosco. ¿Y a quién señala ese donante? A la «nueva Eva», que sostiene una manzana en la mano y se asoma al
umbral de una puerta
. Dama y puerta explican el significado del cuadro, que, según Fraenger, era utilizado por los devotos del Espíritu Libre como
herramienta
para acceder a un universo espiritual mediante la meditación, a través de la cual se sumergían en la obra. Se ha dicho que este viaje se realizaba cuando el adepto detenía la mirada en la
lechuza del panel izquierdo
que asoma en la «fuente de la vida». Las distintas lechuzas que figuran en el cuadro serían la llave para acceder a ese universo. ¿Y cuál es el medio? ¿La meditación? ¿Ciertas drogas? Lo desconocemos.
Estamos, pues, ante una obra-llave: un instrumento para aguijonear nuestra conciencia, una herramienta para acceder a otro estado espiritual. Felipe II lo sabía y se convirtió, pese a sus firmes convicciones católicas, en el mayor coleccionista de obras del Bosco.
E
P
IETER
B
RUEGHEL EL
V
IEJO
Sala 56a. Cat. P1393. Hacia 1562. Óleo sobre tabla. 117 cm × 162 cm
.
Esta sobrecogedora pintura puede verse como complementaria a
El jardín de las delicias
. Si la del Bosco bebe del primer libro de la Biblia, la de Brueghel lo hace del último, el Apocalipsis de san Juan; y ambas, además, esconden un mensaje secreto sólo descifrable para los que sepan qué código se ha de emplear.
Más allá de su obvia filiación con las pinturas llamadas «danzas macabras» o «de la muerte», típicas del medievo centroeuropeo, la obra es un ejemplo perfecto del ya perdido
arte de la memoria
, la capacidad de leer en imágenes que en el siglo
XVI
estaba entrando en decadencia. El arte de la memoria se empleó en los largos siglos que precedieron a la aparición de la imprenta para transmitir conocimientos de cualquier clase que, por las complicaciones evidentes que entrañaba su difusión, no podían ponerse por escrito, de modo que se asociaban a una imagen inusual: un icono, una expresión geométrica, arquitectónica o artística. Así, al reconocer esa imagen, de inmediato el «lector» (normalmente un intelectual, un noble instruido o un artista) la asociaba con una fórmula química, una narración o una idea de algún tipo. Esto se aprecia con claridad en la obra alquímica
Mutus Liber
, un importante tratado sin una sola palabra escrita, compuesto tan sólo de imágenes y emblemas exóticos que transmitían fórmulas, datos y procedimientos a otros alquimistas (y no olvidemos que todos los pintores tenían algo de alquimistas en su tratamiento de las texturas y los materiales). Así se comunicaba la información de forma ilegible para todo el que no estuviese iniciado en el saber, método que, tras la aparición de la imprenta, se siguió empleando para sugerir y transmitir mensajes peligrosos, fuera de la ortodoxia. Justo como ocurre en esta obra.
Fovel explicó a Sierra que Brueghel fue miembro de un culto secreto que esperaba la llegada inminente del fin de los tiempos, la
Familia Charitatis
(también llamada Familia del Amor), fundado por el comerciante holandés
Hendrik Niclaes
hacia 1540. ¿En qué creían estos
familistas
, como los llamaban sus enemigos? Esperaban la llegada de un inminente
fin del mundo
ante el que sólo Cristo podría salvar a la humanidad porque la Iglesia estaba corrupta. También creían que al principio de los tiempos el ser humano había sido uno con Dios, pero esa conexión se embruteció tras el pecado de Adán. Sin embargo, los familistas «sabían» que todos los humanos conservamos aún —latente, oculta— la capacidad de comunicarnos directamente con el Padre (idea sospechosa en su época, porque dejaba fuera a la Iglesia). Defendían, además, que todas las religiones del mundo se fusionarían en esta nueva fe de Niclaes, ya que todos pertenecemos a la estirpe de Adán (un punto, por cierto, que los conecta con los adamitas de
El jardín de las delicias
). Para Fovel es un hecho que Brueghel perteneció a esta secta, pues llegó incluso a ilustrar uno de los libros de Niclaes, el
Terra Pacis
. Además, en su viaje de formación por Europa, conoció a varios destacados miembros de esta secta, como el impresor más importante de su tiempo, Palatino, o a Arias Montano, futuro bibliotecario de Felipe II, que intentaba imprimir la
Biblia Regia
, una Biblia políglota.
Como
El triunfo de la muerte
fue el cuadro favorito de Brueghel, sería lógico pensar que éste es el relato de un apocalipsis que precede a otra nueva era, tal como defendían los
familistas
y las obras de Niclaes, prohibidas y perseguidas por la Inquisición.
Así se concluye que este cuadro a primera vista sin esperanza, esta muestra de la destrucción de la muerte, tiene en realidad un significado muy distinto. ¿Cuál es la clave? Según le explicó el maestro Fovel a Javier Sierra, ésta se esconde en el
Alfabeto de la Muerte
de
Hans Holbein el Joven
, una serie de veinticuatro letras mayúsculas para imprenta rodeadas de esqueletos diseñada hacia 1523. Para Fovel, Brueghel copió directamente algunos de esos tipos en su obra; así, la forma de los esqueletos en el cuadro remite de modo inequívoco a algunas de las letras del alfabeto de Holbein y deja un mensaje cifrado a los ojos de todos, pero sólo comprensible para los iniciados. ¿Dónde mirar para descubrirlo?
• La letra
A
del alfabeto de Holbein presenta a una pareja de esqueletos que tocan la trompeta y los timbales. A la derecha del cuadro, sobre el gran cajón en el que los esqueletos introducen a los desdichados hombres, se distingue a un esqueleto
tocando dos timbales
.
• En el centro de la composición, un esqueleto
jinete
sostiene una guadaña gigantesca, muy similar al motivo de la letra
V
.
• Debajo del caballo se aprecia a un personaje postrado que mira hacia el cielo
pidiendo clemencia
, que el maestro Fovel identifica con la letra
I
.
• En la parte inferior, hacia la derecha, otro esqueleto vierte unas
cantimploras metálicas
, motivo que Fovel relaciona con la letra
T
.