Ángel del Campo estudió incluso la prodigiosa luz del cuadro y, sabiendo exactamente en qué sala fue pintado —en la esquina sudeste de la planta baja del antiguo Alcázar de Madrid—, pudo averiguar qué día y qué hora representa: el
23 de diciembre de 1656
, a las 17 horas… ¡El momento exacto del cumpleaños de la Reina!
Queda así demostrado que el cuadro funcionaba como un
talismán
que garantizase la victoria en la lucha entre la vida y la muerte, simbolizadas en la jarra de agua de la menina —símbolo de Hebe, diosa de la vida y la juventud— y el caballero en el umbral de la puerta, símbolo del paso al otro mundo.
Por desgracia, sabemos que este «sortilegio pictórico» no sirvió de mucho, ya que el heredero que consiguió Felipe IV no sería otro que Carlos II el Hechizado, el último de los Austrias que reinaron en España.