Read Las brujas de Salem Online

Authors: Arthur Miller

Tags: #Teatro contemporaneo

Las brujas de Salem (14 page)

BOOK: Las brujas de Salem
13.22Mb size Format: txt, pdf, ePub
ads

Danforth
: Señor Hale, creedme; para ser un hombre tan grandemente ilustrado, estáis muy confundido...; espero me disculpéis. He estado treinta y dos años en el foro, señor, y me sentiría azorado si me llamasen a defender a esta gente. Considerad ahora...
(a Proctor y los otros)
: y os ruego que hagáis lo mismo. En un crimen ordinario, ¿cómo hace uno para defender al acusado? Uno llama testigos para probar su inocencia. Pero la brujería es "ipso facto", por sus rasgos y su naturaleza, un crimen invisible, ¿no es así? Por consiguiente, ¿quién puede lógicamente ser testigo de él? La bruja y la víctima. Nadie más. Ahora, no podemos esperar que la bruja se acuse a sí misma, ¿conforme? Por consiguiente debemos fiarnos de sus víctimas. Y ellas sí que dan fe, las niñas ciertamente dan fe. En cuanto a las brujas, nadie negará que estamos extremadamente ansiosos por todas sus confesiones. Por consiguiente, ¿qué es lo que le queda a un abogado por demostrar? Creo haberme explicado, ¿no es así?

Hale
: Pero esta criatura sostiene que las muchachas no son veraces y si no lo son...

Danforth
: Eso es precisamente lo que estoy por considerar, señor. ¿Qué más podéis pedir de mí? ¡A menos que dudéis de mi probidad!

Hale
(derrotado)
: ¡Es claro que no, señor! Consideradlo, pues.

Danforth
: Y vos tranquilizad vuestros temores. Ese testimonio, señor Proctor.

(Proctor se lo entrega. Hathorne se levanta, se ubica al lado de Danforth y comienza a leer. Parris se ubica del otro lado. Danforth mira a John Proctor y comienza a leer. Hale se levanta, busca un sitio junto al Juez y lee también. Proctor mira a Giles. Francis reza en silencio, las manos juntas. Cheever aguarda plácidamente, en el papel del sublime funcionario cumplidor. Mary Warren solloza una vez. John Proctor le toca la cabeza, tranquilizador. Ahora Danforth levanta la vista, se pone de pie, extrae un pañuelo y se suena la nariz. Los demás se hacen a un lado, mientras él se acerca pensativo a la ventana.)

Parris
(a duras penas conteniendo su ira y miedo)
: Yo quisiera interrogar...

Danforth
(primer arranque verdadero en el cual no quedan dudas de su desprecio por Parris)
: ¡Señor Parris, os mando que os calléis!
(Queda en silencio, mirando por la ventana. Habiendo establecido que él marcará el paso)
: Señor Cheever, ¿queréis entrar en la Corte y traer aquí a las niñas?
(Cheever se levanta y sale por el foro. Danforth se vuelve a Mary)
: Mary Warren, ¿cómo has venido a dar semejante vuelco? ¿Te ha amenazado el señor Proctor para conseguir este testimonio?

Mary
: No, señor.

Danforth
: ¿Te amenazó alguna vez?

Mary
(más débil)
: No, señor.

Danforth
(percibiendo un debilitamiento)
: ¿Te amenazó él?

Mary
: No, señor.

Danforth
: ¿Me dices, entonces, que has comparecido ante mi tribunal mintiendo fríamente mientras sabías que, por esa declaración, gente sería colgada?
(Ella no contesta.)
¡Respóndeme!

Mary
(casi inaudible)
: Sí, señor.

Danforth
:¿Cómo te han instruido en tu vida? ¿No sabes que Dios condena a todos los mentirosos? (Ella no puede hablar.) ¿O es ahora cuando mientes?

Mary
: No, señor... Estoy con Dios ahora

Danforth
: Estás con Dios ahora.

Mary
: Sí, señor.

Danforth
(conteniéndose)
: Te diré esto... O mientes ahora, o mentías en la Corte, y en cualquier caso has incurrido en perjurio y por ello irás a la cárcel. No puedes decir con tanta ligereza que mentiste, Mary. ¿Sabes eso?

Mary
: No puedo mentir más. Estoy con Dios, estoy con Dios.

(Pero prorrumpe en sollozos al pensarlo, y se abre la puerta derecha por la que entran Susanna Walcott, Mercy Lewis, Betty Parris y, finalmente, Abigail. Cheever se acerca a Danforth.)

Cheever
: Ruth Putnam no está en la Corte, señor, ni tampoco las otras niñas.

Danforth
: Estas serán suficientes. Sentaos, niñas.
(Se sientan en silencio.)
Vuestra amiga, Mary Warren nos ha dado un testimonio. En el cual ella jura que jamás vio demonios familiares, aparecidos, ni ninguna otra manifestación del Diablo. Además sostiene que ninguna de vosotras ha visto estas cosas, tampoco.
(Breve pausa.)
Y bien, niñas, éste es un tribunal de justicia. La ley, basada en la Biblia, y la Biblia escrita por Dios Todopoderoso, prohíben la práctica de la brujería y señalan la muerte como la pena correspondiente. Pero del mismo modo, niñas, la ley y la Biblia condenan a todo portador de falso testimonio.
(Breve pausa.)
Bien. No dejo de percibir que este testimonio pudo haber sido ideado para cegarnos; puede muy bien ser que Mary Warren haya sido conquistada por Satán, quien la manda aquí para distraernos de nuestro sagrado propósito. Si es así, su cuello pagará por ello. Pero si dice la verdad, deponed vuestra fábula, os ruego, y confesad vuestra simulación, pues una confesión rápida os será de más leves consecuencias.
(Pausa.)
Abigail Williams, levántate.
(Abigail se levanta lentamente.)
¿Hay algo de verdad en esto?

Abigail
: No, señor.

Danforth
(piensa, mira a Mary, luego nuevamente a Abigail)
: Niñas, una sonda omnividente será introducida en vuestras almas hasta que vuestra honestidad sea probada. ¿Alguna de vosotras quiere cambiar de idea ahora, o queréis forzarme a un duro interrogatorio?

Abigail
: Nada tengo que cambiar, señor. Ella miente.

Danforth
(a Mary)
: ¿Quieres aún continuar con esto?

Mary
(débilmente)
: Sí, señor.

Danforth
(volviéndose a Abigail)
: En la casa del señor Proctor se descubrió un muñeco, atravesado por una aguja. Mary Warren sostiene que tú estabas sentada junto a ella en la Corte cuando ella lo hizo, y que tú la viste hacerlo y presenciaste cómo ella misma introdujo su aguja en el muñeco, para guardarla allí. ¿Qué tienes que decir a esto?

Abigail
(con una leve nota de indignación)
: Es mentira, señor.

Danforth
(luego de una breve pausa)
: Mientras trabajabas para el señor Proctor, ¿viste algún muñeco en la casa?

Abigail
: La señora Proctor siempre tuvo muñecos.

Proctor
: Vuestra Honorabilidad, mi mujer nunca tuvo muñecos. Mary Warren confiesa que ese muñeco era suyo.

Cheever
: Vuestra Excelencia.

Danforth
: ¡Señor Cheever! 137

Cheever
: Cuando hablé con la señora Proctor en esa casa, ella dijo que nunca tenía muñecos. Pero dijo que sí los tuvo cuando era niña.

Proctor
: Vuestra Merced, hace quince años que ella dejó de ser niña.

Hathorne
: Pero un muñeco se conserva quince años, ¿no es así?

Proctor
: ¡Se conserva si se lo conserva! Pero Mary Warren jura que nunca vio muñecos en mi casa, como no los vio nadie.

Parris
: ¿Por qué no podía haber muñecos escondidos en donde nadie los viera?

Proctor
(furioso)
: Puede también haber un dragón con cinco patas en mi casa, pero nadie lo ha visto.

Parris
: Nosotros estamos aquí, Vuestra Excelencia, precisamente para descubrir aquello que nadie ha visto.

Proctor
: Señor Danforth, ¿qué puede ganar esta niña desmintiéndose? ¿Qué puede ganar Mary Warren más que un duro interrogatorio o algo peor?

Danforth
: Estáis acusando a Abigail Williams de un fabuloso y frío plan de asesinato, ¿entendéis eso?

Proctor
: Lo entiendo, señor. Creo que asesinar es lo que se propone.

Danforth
(señalando a Abigail, incrédulo)
: ¿Esta niña asesinaría a vuestra esposa?

Proctor
: No es una niña. Escuchadme, señor. A la vista de la congregación ella fue echada dos veces de la capilla, este año, por reír durante la oración.

Danforth
(sacudido, volviéndose a Abigail)
: ¿Qué es esto? ¡Reír durante...!

Parris
: Excelencia, ella estaba bajo el influjo de Títuba entonces, pero ahora guarda compostura.

Giles
: ¡Sí, ahora guarda compostura y sale a colgar gente!

Danforth
: Silencio, hombre.

Hathorne
: Por cierto no tiene peso en este asunto, señor. Designio de asesinato es lo que denuncia.

Danforth
: Sí.
(Estudia a Abigail un momento y luego)
: Continuad, señor Proctor.

Proctor
: Mary. Dile ahora al Gobernador cómo bailasteis en el bosque.

Parris
(instantáneamente)
: Excelencia, desde que llegué a Salem este hombre ha estado ensuciando mi nombre. El...

Danforth
: Un momento, señor.
(A Mary Warren, severamente y sorprendido.)
¿Qué es esto del baile?

Mary
: Yo...
(Echa una ojeada a Abigail, quien la mira fijamente, sin remordimiento. Luego, suplicante, a Proctor.)
Señor Proctor...

Proctor
(yendo al grano)
: Abigail lleva a las muchachas al bosque, Vuestra Merced, y ahí han bailado desnudas...

Parris
: Vuestra Merced, esto...

Proctor
(inmediatamente)
: El señor Parris las descubrió, él mismo, al morir la noche. ¡He ahí la "niña" que es ella!

Danforth
(esto se está convirtiendo en una pesadilla y él se vuelve, asombrado, a Parris)
: Señor Parris...

Parris
: Sólo puedo decir, señor, que jamás encontré a ninguna de ellas desnuda, y que este hombre es...

Danforth
: Pero, ¿las descubristeis bailando en el bosque?
(Con los ojos fijos en Parris, señala a Abigail.)
¿Abigail?

Hale
: Excelencia, cuando recién llegué de Beverly, el señor Parris me lo había dicho.

Danforth
: ¿Lo negáis, señor Parris?

Parris
: No lo niego, señor, pero jamás vi a ninguna de ellas desnuda.

Danforth
: ¿Pero ella
ha bailado?

Parris
(sin voluntad)
: Sí, señor.

(Danforth, como con ojos diferentes, mira a Abigail.)

Hathorne
: Excelencia, ¿me permitís?
(Señala a Mary Warren.)

Danforth
(con gran preocupación)
: Os ruego, proceded.

Hathorne
: Dices que no has visto ningún espíritu, Mary, que nunca has sido amenazada ni aquejada por ninguna manifestación del Diablo o de los enviados del Diablo.

Mary
(muy débilmente)
: No, señor.

Hathorne
(con aire de triunfo)
: Y sin embargo, cuando la gente acusada de brujerías te enfrentaba ante la Corte, tú te desmayabas diciendo que sus espíritus salían de sus cuerpos y te sofocaban...

Mary
: Era fingido, señor.

Danforth
: No puedo oírte.

Mary
: Fingido, señor.

Parris
: Pero en realidad te helaste, ¿no es cierto? Yo mismo te levanté muchas veces y tu piel estaba helada. Señor Danforth, vos...

Danforth
: He visto eso muchas veces.

Proctor
: Ella sólo fingía desmayarse, Excelencia. Son todas maravillosas simuladoras.

Hathorne
: Entonces, ¿puede fingir desmayarse ahora?

Proctor
: ¿Ahora?

Parris
: ¿Por qué no? Ahora no hay espíritus que la ataquen, pues nadie en esta habitación está acusado de brujería. Pues que se torne fría ahora, que finja ser acosada ahora, que se desmaye.
(Volviéndose a Mary Warren.)
¡Desmáyate!

Mary
: ¿Que me desmaye?

Parris
: Sí, desmáyate. Pruébanos cómo fingías tantas veces ante el tribunal.

Mary
(mirando a Proctor)
: No... no puedo desmayarme ahora, señor.

Proctor
(alarmado, con calma)
: ¿No puedes fingirlo?

Mary
: Yo...
(Pareciera buscar la pasión necesaria para desvanecerse.)
No... no lo siento ahora... yo...

Danforth
: ¿Por qué? ¿Qué es lo que falta ahora?

Mary
: Yo... no podría decirlo, señor, yo...

Danforth
: ¿Podría ser que aquí no tenemos ningún espíritu maligno suelto, pero que en la Corte había algunos?

Mary
: Nunca vi ningún espíritu.

Parris
: Entonces no veas espíritus ahora, y pruébanos que puedes desmayarte por tu propia voluntad, como sostienes.

Mary
(Clava la mirada, buscando la emoción necesaria, y sacude la cabeza)
: No... no puedo hacerlo.

Parris
: Entonces confesarás, ¿no es cierto? ¡Eran espíritus malignos los que te hicieron desmayar!

Mary
: No, señor, yo...

Parris
: ¡Vuestra Excelencia, ésta es una treta para cegar a la Corte!

Mary
: ¡No es una treta!
(Se pone de pie.)
Yo... yo sabía desmayarme porque... yo creía ver espíritus.

Danforth
: ¡
Creías
verlos!

Mary
: Pero no los vi, Vuestra Honorabilidad.

Hathorne
: ¿Cómo podías creer verlos si no los veías?

Mary
: Yo... yo no sé cómo, pero creí. Yo... oí a las otras chicas gritar, y a vos, Excelencia, vos parecíais creerles y yo... Era jugando, al principio, señor, pero luego todo el mundo gritaba espíritus, espíritus, y yo... yo os aseguro, señor Danforth, yo sólo creí que los veía, pero no los vi.

(Danforth la mira escrutadoramente.)

Parris
(sonriente, pero nervioso porque Danforth parece conmovido por el relato de Mary Warren)
: Sin duda Vuestra Excelencia no se dejará engañar por esta simple mentira.

Danforth
(tornándose, preocupado, hacia Abigail)
: Abigail. Te ruego que escudriñes tu corazón y me digas lo siguiente -y cuidado, criatura, que para Dios cada alma es preciosa y su venganza es terrible para aquellos que quitan la vida sin causa-. Sería posible, hija, que los espíritus que tú hayas visto sean sólo ilusión, alguna decepción que te haya cruzado la mente cuando...

BOOK: Las brujas de Salem
13.22Mb size Format: txt, pdf, ePub
ads

Other books

Bad Nymph by Jackie Sexton
Obsession by Quinn, Ivory
The Boy in the Cemetery by Sebastian Gregory
Queen (Regency Refuge 3) by Heather Gray
Creekers by Lee, Edward
Beauty from Surrender by Georgia Cates
Plateful of Murder by Carole Fowkes