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Authors: Arthur Miller

Tags: #Teatro contemporaneo

Las brujas de Salem (17 page)

BOOK: Las brujas de Salem
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Parris
(levantando las manos, suplicante)
: Excelencia, escuchadme. Es la Providencia. El reverendo Hale ha regresado para que Rebecca Nurse vuelva al seno de Dios.

Danforth
(sorprendido)
: ¿La hace confesar?

Parris
(sentándose)
: Escuchadme. Rebecca no me dijo una palabra desde que vino, hace tres meses. Ahora está con él, y la hermana de ella y Martha Corey y otros dos o tres, y él les está instando a que confiesen sus crímenes y salven sus vidas.

Danforth
: Ciertamente... eso es providencial. ¿Y ellos se ablandan, se ablandan?

Parris
: Todavía no, todavía no. Pero pensé llamaros, señor, porque podríamos decidir si no sería inteligente...
(no se atreve a decirlo.)
Tengo que haceros una pregunta, señor, y espero que no...

Danforth
: Sed claro, señor Parris; ¿qué os preocupa?

Parris
: Hay una novedad, señor, que el tribunal... el tribunal debe considerar. Mi sobrina, señor, mi sobrina... creo que ha desaparecido.

Danforth
: ¡Desaparecido!

Parris
: Había pensado avisaros a principios de semana, pero...

Danforth
: ¿Por qué? ¿Cuándo desapareció?

Parris
: Esta es la tercera noche. Sabéis, señor, me dijo que pasaría una noche con Mercy Lewis. Y al día siguiente, como no volvió, mandé a lo del señor Lewis a averiguar. A él, Mercy le había dicho que
ella
pasaría una noche en
mi
casa.

Danforth
: ¿¡Ambas han desaparecido!?

Parris
(temiéndole)
: Las dos, señor.

Danforth
(alarmado)
: Mandaré un destacamento tras ellas. ¿Dónde pueden estar?

Parris
: Excelencia, creo que deben estar a bordo de un barco.
(Danforth está boquiabierto.)
Mi hija me dice que las oyó hablar de barcos la semana pasada, y esta noche descubrí... que mi cofre fue violado.
(Aprieta los dedos contra los ojos para contener las lágrimas.)

Hathorne
(atónito)
: ¿Os ha robado?

Parris
: Treinta y una libras desaparecidas. Estoy sin un penique.
(Se cubre el rostro y llora.)

Danforth
: ¡Señor Parris, sois un tonto!
(Camina pensativo, profundamente preocupado.)

Parris
: Excelencia, no sirve de nada que me censuréis a mí. No puedo creer que se escaparan a menos que temiesen quedarse por más tiempo en Salem.
(Está suplicando.)
Tened presente, señor, que Abigail conocía bien este pueblo, y desde que aquí llegaron las noticias de Andover...

Danforth
: Andover está solucionado. El tribunal regresa allá el viernes y reanudará su examen.

Parris
: Estoy seguro de ello, señor. Pero aquí se dice que hay rebelión en Andover y eso...

Danforth
: ¡En Andover no hay rebelión!

Parris
: Os digo lo que aquí se dice, señor. Dicen que Andover expulsó al tribunal y no quieren saber nada de brujería. Aquí hay un bando que está divulgando esa noticia y, os digo la verdad señor, temo que haya tumultos.

Hathorne
: ¡Tumultos! Pero si en cada ejecución no he visto más que gran satisfacción en este pueblo.

Parris
: Juez Hathorne..., los que colgaron hasta ahora eran de otra clase. Rebecca Nurse no es una Bridget que haya vivido durante tres años con Bishop antes de casarse con él. John Proctor no es un Isaac Ward que haya arruinado a su familia por la bebida.
(A Danforth)
: Ojalá no fuese así, Excelencia, pero esta gente todavía tiene gran peso en el pueblo. Dejad que Rebecca se pare junto al patíbulo y eleve al Cielo alguna virtuosa oración... y mucho me temo que despierte una venganza contra vos.

Hathorne
: Excelencia, está condenada por bruja. El tribunal ha...

Danforth
(interrumpiéndole con un movimiento de la mano, profundamente inquieto)
: Os ruego.
(A Parris)
: ¿Qué proponéis, entonces?

Parris
: Excelencia, yo postergaría esas ejecuciones por algún tiempo.

Danforth
: No habrá postergación.

Parris
: Ahora que regresó el señor Hale, hay esperanzas, creo..., pues si él trae al seno de Dios aunque sólo sea a uno de éstos, esa confesión, sin duda, condenará al resto ante los ojos del pueblo, y nadie podrá dudar ya de que todos ellos están aliados con el Infierno. En cambio así, inconfesos y protestando su inocencia, las dudas se multiplican, mucha gente honrada llora por ellos y nuestro noble propósito se pierde en sus lágrimas.

Danforth
(después de pensarlo un momento, yendo hacia Cheever)
: Dadme esa lista.
(Cheever abre su cartera y busca.)

Parris
: No puede olvidarse, Señor, que cuando convoqué a la congregación para la excomunión de John Proctor, apenas vinieron treinta personas a escucharla. Eso indica un descontento, creo, y...

Danforth
(estudiando la lista)
: No habrá postergación.

Parris
: Excelencia...

Danforth
: Y bien, señor..., en vuestra opinión, ¿cuál de éstos podrá ser traído ante Dios? Yo mismo me empeñaré con él hasta el alba.
(Le alcanza la lista a Parris quien se limita a echarle una ojeada.)

Parris
: Hasta el alba no hay tiempo suficiente.

Danforth
: Haré todo lo que pueda. ¿Por cuál de ellos tenéis una esperanza?

Parris
(ahora sin mirar siquiera la lista, trémulo y en voz baja)
: Excelencia..., un puñal...
(se interrumpe, sofocado.)

Danforth
: ¿Qué decís?

Parris
: Esta noche, al abrir la puerta para abandonar mi casa..., un puñal cayó al suelo.
(Silencio. Danforth asimila eso. Ahora Parris estalla)
: No podéis colgar a los de esta clase. Hay peligro para mí. De noche no me atrevo a asomarme afuera.

(Entra el reverendo Hale. Lo miran un instante en silencio. Está impregnado de tristeza, exhausto, y más decidido que nunca.)

Danforth
: Aceptad mis congratulaciones, reverendo Hale; estamos regocijados de ver que habéis vuelto a vuestra noble tarea.

Hale
(viniendo ahora hasta Danforth)
: Debéis perdonarlos. No ceden.

(Entra Herrick. Espera.)

Danforth
(conciliador)
: No comprendéis, señor; no puedo perdonar a éstos cuando ya hay doce ahorcados por el mismo crimen. No es justo.

Parris
(desanimado)
: ¿Rebecca no quiere confesar?

Hale
: Excelencia, el sol saldrá dentro de pocos minutos; necesito más tiempo.

Danforth
: Escuchadme bien y no os engañéis más
.
No atenderé ni un pedido de perdón o postergación. Aquellos que no confiesen serán colgados. Doce ya han sido ejecutados; los nombres de estos siete se han publicado y el pueblo espera verlos morir esta mañana. Una postergación ahora indicaría un tropiezo de mi parte; una suspensión o el perdón deben provocar la duda sobre la culpabilidad de aquellos que murieron hasta ahora. Mientras yo sea intérprete de la ley de Dios, no quebraré Su voz con plañidos. Si lo que teméis son represalias, sabed esto...: haría colgar a diez mil que se atreviesen a levantarse contra la ley y todo un océano de amargas lágrimas no podría ahogar la resolución de los códigos. Erguios, pues, como hombres y ayudadme, como tenéis la obligación de hacerlo por mandato del Cielo. ¿Habéis hablado con todos ellos, señor Hale?

Hale
: Con todos, menos con Proctor. Está en la mazmorra.

Danforth
(a Herrick)
: ¿Cómo se porta Proctor, ahora?

Herrick
: Está sentado, como un gran pájaro; no diríais que vive si no fuera porque de vez en cuando toma algún alimento.

Danforth
(después de pensarlo un momento)
: Su mujer... su mujer debe estar bien adelantada con el niño, ahora.

Herrick
: Lo está, señor.

Danforth
: ¿Qué pensáis vos, señor Parris? Vos tenéis mejor conocimiento de este hombre; ¿podría ablandarlo la presencia de ella?

Parris
: Es posible, señor. No ha posado los ojos sobre ella en estos tres meses. Yo la llamaría.

Danforth
(a Herrick)
: ¿Todavía se mantiene firme? ¿Volvió a pegaros?

Herrick
: No puede, señor, ahora está encadenado a la pared.

Danforth
(después de pensarlo)
: Traedme a la señora Proctor. Después, traedlo a él aquí arriba.

Herrick
: Sí, señor.
(Herrick sale. Hay un silencio.)

Hale
: Excelencia, si lo postergarais por una semana y anunciarais a la población que estáis luchando para obtener sus confesiones, eso indicaría misericordia de vuestra parte, no vacilación.

Danforth
: Señor Hale, así como Dios no me dió el poder de Jesús para detener la salida del sol, tampoco puedo ahorrarles la perfección de su castigo.

Hale
(más duro ahora)
: ¡Si creéis que Dios desea que provoquéis una rebelión, señor Danforth, estáis equivocado!

Danforth
(instantáneamente)
: ¿Habéis oído hablar de rebelión en el pueblo?

Hale
: Excelencia, hay huérfanos vagando de casa en casa; el ganado abandonado muge en los caminos, el hedor de las mieses podridas flota por todas partes y ningún hombre sabe cuándo pondrá fin a sus vidas el pregón de las rameras... ¿y vos os preguntáis aún si se habla de rebelión? ¡Mejor sería que os maravillaseis de que aún no hayan incendiado vuestra provincia!

Danforth
: Señor Hale, ¿habéis predicado en Andover este mes?

Hale
: Gracias a Dios, en Andover no necesitan de mí.

Danforth
: Me desconcertáis, señor. ¿Por qué habéis vuelto aquí?

Hale
: Pues es bien simple. Vengo a cumplir la obra del Diablo. Vengo a aconsejar a cristianos a que se calumnien a sí mismos.
(Su sarcasmo se derrumba.)
¡Sangre pesa sobre mi cabeza! ¡¡Es que no podéis ver la sangre sobre mi cabeza!!

Parris
: ¡Silencio!
(Pues ha oído pasos. Todos se vuelven a la puerta. Herrick entra con Elizabeth. Sus muñecas están sujetas por una pesada cadena que Herrick le quita ahora. Sus vestidos están sucios; está delgada y pálida. Herrick sale.)

Danforth
(muy cortésmente)
: Señora Proctor.
(Ella está callada.)
Espero que estéis bien de salud.

Elizabeth
(como advirtiéndole un olvido)
: Todavía me quedan seis meses.

Danforth
: Os ruego que os tranquilicéis, no venimos por vuestra vida. Nosotros...
(titubeando, pues no está acostumbrado a suplicar)
: Señor Hale, ¿queréis hablarle vos a esta mujer?

Hale
: Señora Proctor, vuestro marido está condenado a morir esta mañana.

(Pausa.)

Elizabeth
(con calma)
: Lo he oído.

Hale
: ¿Sabéis, no es cierto, que yo no tengo vinculación con el tribunal?
(Ella parece dudarlo.)
Vengo por mi cuenta, señora Proctor. Quisiera salvar la vida de vuestro marido, pues si se lo llevan yo mismo me consideraré su asesino. ¿Me comprendéis?

Elizabeth
: ¿Qué queréis de mí?

Hale
: Señora Proctor, en estos tres meses fluí, como Nuestro Señor, al desierto. He estado buscando una salida cristiana porque la condenación es doble para un ministro que aconseja a los hombres a mentir.

Hathorne
: ¡No es mentira, no podéis hablar de mentiras!

Hale
: ¡Es una mentira! ¡Son inocentes!

Danforth
: ¡No quiero saber más nada de esto!

Hale
(prosiguiendo, a Elizabeth)
: No equivoquéis vuestro deber como yo equivoqué el mío. Vine a este pueblo como un novio a su bienamada, cargado de presentes de la más alta religión; traía conmigo las coronas mismas de la ley sagrada y cuanto toqué con mi radiante confianza, murió; y allí donde puse el ojo de mi inmensa fe, manó la sangre. Ten cuidado, Elizabeth Proctor... no te aferres a ninguna fe, cuando la fe trae sangre. Es ley equivocada la que te lleva al sacrificio. La vida, mujer, la vida es el más precioso don de Dios; ningún principio, por muy glorioso que sea, puede justificar que se la arrebate. Te imploro, mujer, influye sobre tu esposo para que confiese. Que diga su mentira. En este caso no te acobardes ante el juicio de Dios, pues muy bien puede ser que Dios condene menos a un mentiroso que a quien, por orgullo, se deshace de su vida. ¿Querrás exhortarle? No puedo creer que escuche a ningún otro.

Elizabeth
(con calma)
: Creo que así razona el Diablo.

Hale
(en el colmo
de
la desesperación)
: Mujer, frente a las leyes de Dios, apenas somos cerdos. ¡No podemos leer Su voluntad!

Elizabeth
: No puedo discutir con vos, señor; me falta estudio para ello.

Danforth
(yendo hacia ella)
: Elizabeth Proctor, no se te ha convocado para discutir. ¿Es que no hay en ti la ternura de una esposa? El morirá al amanecer. Tu esposo. ¿Lo comprendes?
(Ella lo mira, simplemente.)
¿Qué dices? ¿Tratarás de convencerlo?
(Ella calla.)
¿Eres de piedra? ¡Con franqueza, mujer, si no tuviese otras pruebas de tu vida antinatural, tus ojos secos ahora serían prueba suficiente de que has entregado tu alma al Infierno! ¡Hasta un monstruo lloraría ante semejante calamidad! ¿Habrá secado el Diablo toda lágrima de piedad en ti?
(Ella permanece callada.)
¡Lleváosla! ¡No se ganará nada con que ella le hable!

Elizabeth
(con calma)
: Dejadme hablar con él, Excelencia.

Parris
(con esperanza)
: ¿Intentarás convencerle?
(Ella vacila.)

Danforth
: ¿Le pedirás su confesión, o no?

Elizabeth
: No prometo nada. Dejadme hablar con él.

(Un ruido...; el siseo de pies que se arrastran sobre piedra. Todos se vuelven. Pausa. Entra Herrick con John Proctor. Sus muñecas están encadenadas. Es otro hombre, barbudo, sucio, con los ojos turbios como si estuviesen cubiertos de telarañas. Se detiene al trasponer la puerta, su mirada atraída por la figura de Elizabeth. La emoción que fluye entre ambos impide que nadie hable por un instante. Ahora Hale, visiblemente impresionado, va hacia Danforth y le habla con calma.)

BOOK: Las brujas de Salem
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