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Authors: Arthur Miller

Tags: #Teatro contemporaneo

Las brujas de Salem (10 page)

BOOK: Las brujas de Salem
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Giles
: John...

Proctor
: ¡Giles! ¿Qué pasa?

Giles
: Se llevan a mi mujer.
(Entra Francis Nurse.)

Giles
: ¡Y a su Rebecca!

Proctor
(a Francis)
: ¿Rebecca está en la cárcel?

Francis
: Sí, vino Cheever y se la llevó en su carro. Venimos de la cárcel ahora, y ni siquiera nos dejaron entrar para verlas.

Elizabeth
: ¡Ahora sí que se han vuelto locos, señor Hale!

Francis
(yendo hacia Hale)
: ¡Reverendo Hale! ¿No podéis hablarle al Comisionado? Estoy seguro de que confunde a esta gente...

Hale
: Calmaos, señor Nurse, os ruego.

Francis
: Mi mujer es la argamasa misma de la iglesia, señor Hale,
(indicando a Giles)
y Martha Corey... no puede haber una mujer que esté más próxima a Dios que Martha.

Hale
: ¿De qué se acusa a Rebecca, señor Nurse?

Francis
(con una risita burlona, medio insincera)
: ¡De asesinato está acusada!
(Citando la acusación, burlonamente.)
«Por el prodigioso y sobrenatural asesinato de los niños de la señora Putnam.» ¿Qué he de hacer yo, señor Hale?

Hale
(se aparta de Francis, profundamente turbado; luego)
: Si Rebecca Nurse está contaminada, creedme señor Nurse, ya nada podrá impedir que el mundo entero se consuma en llamas. Descansad en la justicia del tribunal; el tribunal la enviará a su casa, estoy seguro.

Francis
: ¡No queréis decir que va a ser juzgada en la corte!

Hale
(suplicando)
: Nurse, aunque se partan nuestros corazones, no podemos flaquear; éstos son tiempos nuevos, señor. Hay una oscura conspiración en marcha, tan sutil que seríamos criminales si fueramos a aferramos a viejos respetos y antiguas amistades. En el tribunal he visto espantosas pruebas en demasía...; el Diablo se pasea por Salem y no vacilaremos en obedecer al dedo acusador, adondequiera que él señale.

Proctor
(enojado)
: ¿Cómo puede matar chicos una mujer como ella?

Hale
(con gran dolor)
: Hombre, recuerda, hasta una hora antes de caer el Diablo, Dios lo creyó hermoso en el Cielo.

Giles
: Yo nunca dije que mi mujer fuera una bruja, señor Hale; ¡yo sólo dije que ella leía libros!

Hale
: Señor Corey, ¿cuál es el cargo concreto que se le ha hecho a vuestra mujer?

Giles
: Ese maldito bastardo de Walcott la acusó. Hace cuatro o cinco años le compró un chancho a mi mujer, sabéis, y el chancho murió al poco tiempo. Entonces, se apareció meneándose para que le devolviese el dinero. Entonces, ella le dice, mi Martha: «Walcott, si no tienes inteligencia para alimentar adecuadamente a un chancho, no vivirás para poseer muchos,» le dice. Entonces, él va a la corte y sostiene que desde ese día hasta ahora no puede conservar un chancho vivo por más de cuatro semanas, ¡porque mi Martha los embruja con sus libros!

(Entra Ezekiel Cheever. Hay un silencio de sorpresa.)

Cheever
: Buenas noches tengas, Proctor.

Proctor
: Hola, señor Cheever. Buenas noches.

Cheever
: Buenas noches, todos. Buenas noches, señor Hale.

Proctor
: Espero que no vengáis por asuntos del tribunal.

Cheever
: Sí, Proctor, por eso vengo. Soy funcionario de la corte, ahora, sabes.

(Entra el alguacil Herrick, de treinta y tantos años y algo avergonzado en este momento.)

Giles
: Es una lástima, Ezekiel, que un buen sastre que pudo haber ido al Cielo deba quemarse en el infierno. ¿Sabes que vas a arder, por esto?

Cheever
: Tú bien sabes que debo hacer lo que se me ordena. Tú lo sabes, Giles. Y de buena gana querría que no me mandes al Infierno. No me gusta cómo suena; te aseguro que no me gusta como suena.
(Teme a Proctor pero empieza a buscar en su abrigo)
: Ahora, créeme Proctor, por muy pesada que sea la ley, esta noche yo estoy cargando con todo su peso.
(Extrae un documento)
: Tengo un auto de prisión para tu mujer.

Proctor
(a Hale)
: ¡Dijisteis que ella no estaba acusada!

Hale
: No sé nada de eso.
(A Cheever)
: ¿Cuándo fue acusada?

Cheever
: Esta noche me dieron diez y seis autos de prisión, señor, y ella es una.

Proctor
: ¿Quién la acusó?

Cheever
: ¡Cómo...! Abigal Williams la acusó.

Proctor
: ¿Con qué pruebas, qué pruebas?

Cheever
(mirando a su alrededor)
: Proctor, tengo poco tiempo. El tribunal me ordena registrar tu casa, pero no me gusta registrar casas. ¿Quieres, pues, entregarme cualquier muñeco que tu mujer guarde aquí?

Proctor
: ¿Muñecos?

Elizabeth
: Nunca he tenido muñecos, nunca desde que era chica.

Cheever
(embarazado, espiando la chimenea, donde quedó sentado el muñeco de Mary Warren)
: Me parece que veo un muñeco, señora Proctor.

Elizabeth
: ¡Oh!
(Yendo por él)
: Qué... éste es de Mary.

Cheever
(tímidamente)
:¿Queréis hacerme el favor de dármelo?

Elizabeth
(mientras se lo alcanza, le pregunta a Hale)
: ¿El tribunal ha descubierto ahora un texto sobre muñecos?

Cheever
(cogiendo cuidadosamente el muñeco)
: ¿Conserváis algunos otros en esta casa?

Proctor
: No, ni tampoco éste, hasta esta noche. ¿Qué significa un muñeco?

Cheever
: Y... un muñeco
(mientras le da vueltas cautelosamente)
un muñeco puede significar... Bueno, mujer, ¿harás el favor de venir conmigo?

Proctor
: ¡No lo hará!
(A Elizabeth)
: Tráela a Mary.

Cheever
(tratando torpemente de alcanzar a Elizabeth)
: No, no, me está prohibido perderla de vista.

Proctor
(apartándole el brazo)
: La dejaréis salir de vuestra vista y de vuestra mente, señor. Trae a Mary, Elizabeth.
(Elizabeth se va arriba.)

Hale
: ¿Qué significa un muñeco, señor Cheever?

Cheever
(dando vueltas al muñeco)
: Y... dicen que puede significar... que...
(Ha levantado la falda del muñeco y sus ojos se dilatan con atónito temor)
: Cómo, esto, esto...

Proctor
(procurando tomar el muñeco)
: ¿Qué hay ahí?

Cheever
: Cómo...
(extrae una larga aguja del muñeco)
: ¡Es una aguja! ¡Herrick, Herrick, es una aguja!

(Herrick viene hasta él.)

Proctor
(airadamente, desorientado)
: ¡Y qué significa una aguja!

Cheever
(con las manos temblorosas)
: Pues... esto va a ser duro para ella, Proctor, esto... yo tenía mis dudas, Proctor, yo tenía mis dudas, pero esto es una calamidad.
(A Hale, mostrándole la aguja)
: ¡Veis, señor, es una aguja!

Hale
: ¿Y qué? ¿Qué significado tiene?

Cheever
(con desmesurados ojos, temblando)
: La muchacha, esa chica Williams, Abigail Williams, señor. Se sentó a comer esta noche en casa del reverendo Parris, y sin una palabra ni advertencia, se cae al suelo. Como un animal herido, dice él, y gritando un grito que espantaría a un toro. Y él va a salvarla y le saca de la barriga una aguja así de larga. Y preguntándole cómo es que pudo pincharse así, ella...
(ahora a Proctor)
: afirmó que fue el espíritu de tu mujer el que se la clavó.

Proctor
: ¡Y qué! ¡Lo hizo ella misma!
(A Hale)
: ¡Espero que no toméis eso por una prueba, señor!

(Hale, impresionado por la prueba, está callado.)

Cheever
: ¡Es prueba sólida!
(A Hale)
: Encuentro aquí un muñeco que guarda la señora Proctor. Yo lo encontré, señor. Y en la barriga del muñeco hay clavada una aguja. Te diré la verdad, Proctor, no esperaba encontrar semejante testimonio del Infierno, y te aconsejo que no te interpongas, porque...

(Entra Elizabeth con Mary Warren. Proctor, viendo a Mary Warren, la lleva de un brazo hasta Hale.)

Proctor
: ¡Y bien! Mary, ¿cómo ha venido este muñeco a mi casa?

Mary
(asustada, con voz muy tenue)
: ¿Qué muñeco es ése, señor?

Proctor
(impacientemente, señalando el muñeco que está en manos de Cheever)
: Este muñeco, este muñeco.

Mary
(evasivamente, mirando el muñeco)
: Ah... yo... yo creo que es mío.

Proctor
: Es tu muñeco, ¿no?

Mary
(sin comprender la intención)
: Sí... señor, lo es.

Proctor
: ¿Y cómo vino a esta casa?

Mary
(echando una mirada a los rostros ávidos que la rodean)
: Y... yo lo hice en la corte, señor, y... esta noche se lo di a la señora Proctor.

Proctor
(a Hale)
: Ahí está, señor..., ¿lo veis?

Hale
: Mary Warren, en este muñeco se ha encontrado una aguja.

Mary
(aturdida)
: Señor, no fue con mala intención, señor.

Proctor
(rápidamente)
: ¿Tú misma clavaste esa aguja?

Mary
: Creo... creo que yo lo hice, señor; yo...

Proctor
(a Hala)
: ¿Qué decís ahora?

Hale
(mirando a Mary Warren escrutadoramente)
: Niña, ¿estás segura de que ésta es tu memoria natural? ¿Podría ser, tal vez, que alguien te estuviese conjurando, aun ahora mismo, para que digas eso?

Mary
: ¿Conjurándome a mí? No, señor, no; creo que soy enteramente dueña de mí. Preguntadle a Susana Walcott..., ella me vio cosiéndolo en el tribunal.
(O mejor aún)
: Preguntadle a Abby... Abby estaba sentada a mi lado cuando yo lo hice.

Proctor
(a Hale, refiriéndose a Cheever)
: Decidle que se vaya. Seguramente veis claro, ahora. Decidle que se vaya, señor Hale.

Elizabeth
: ¿Qué significa una aguja?

Hale
: Mary..., estás acusando a Abigail de cruel y frío asesinato.

Mary
: ¡Asesinato! Yo no acuso...

Hale
: Abigail fue herido esta noche; se encontró una aguja clavada en su vientre...

Elizabeth
: ¿Y ella me acusa a mí?

Hale
: Sí.

Elizabeth
(sin aliento)
: ¡Pero...! ¡Esa muchacha es la muerte! ¡Hay que borrarla de este mundo!

Cheever
(señalando a Elizabeth)
: ¡Habéis oído eso, señor! ¡Borrarla de este mundo! ¡Herrick, tú lo has oído!

Proctor
(de pronto, arrancando el documento de manos de Cheever)
: ¡Fuera de aquí!

Cheever
: Proctor, no te atrevas a tocar el mandamiento.

Proctor
(rompiendo el papel)
: ¡Fuera de aquí!

Cheever
: ¡Has roto el mandamiento del Comisionado, hombre!

Proctor
: ¡Maldito sea el Comisionado! ¡Fuera de mi casa!

Hale
: ¡No, Proctor, Proctor!

Proctor
: ¡Id con ellos! ¡Sois un ministro en ruinas!

Hale
: Proctor, si ella es inocente, el tribunal...

Proctor
: ¿Si
ella
es inocente? ¿Por qué jamás os preguntáis si Parris es inocente, o Abigail? ¿Es que ahora el acusador es siempre sagrado? ¿Es que han nacido hoy tan limpios como los dedos de Dios? Yo os diré lo que se pasea por Salem... Por Salem se pasea la venganza. ¡En Salem somos lo que siempre fuimos, sólo que ahora andan los chiquillos revoltosos alborotando con las llaves del reino, y la ley es dictada nada más que por la venganza! ¡Este mandamiento es una venganza! ¡Yo no entregaré mi esposa a la venganza!

Elizabeth
: Iré, John...

Proctor
: ¡No irás!

Herrick
: Tengo nueve hombres afuera. No puedes retenerla. La ley me obliga, John, no puedo hacerme a un lado.

Proctor
(a Hale, listo para deshacerlo)
: ¿Dejaréis que se la lleven?

Hale
: Proctor, el tribunal es justo...

Proctor
: ¡Poncio Pilatos! ¡Dios no permitirá que te laves las manos de esto!

Elizabeth
: John..., creo que debo ir con ellos.
(El no puede soportar su mirada.)
Mary, hay pan suficiente para la mañana; pondrás el horno por la tarde. Ayuda al señor Proctor como si fueses su hija... Me debes eso, y mucho más.
(Está tratando de contener el llanto. A Proctor)
: Cuando despierten los chicos, nada digas de brujería...; se asustarían.
(No puede continuar.)

Proctor
: Te traeré a casa. Te traeré pronto.

Elizabeth
: ¡Oh, John, tráeme pronto!

Proctor
: ¡Como un mar caeré sobre ese tribunal! No temas nada, Elizabeth.

Elizabeth
(con gran temor)
: No temeré nada.
(Mira a su alrededor, como para retener la imagen de la habitación.)
Diles a los niños que fluí a visitar a alguien enfermo.
(Sale.)

(Herrick y Cheever salen tras ella. Por un instante, Tractor mira desde la puerta. Se oye ruido de cadenas.)

Proctor
: ¡Herrick! ¡Herrick, no la encadenes!
(Corre afuera. Desde afuera)
: ¡Condenado, no vas a encadenarla! ¡Quítalas! ¡No lo permitiré! ¡No dejaré que la encadenes!

(Hay otras voces de hombre, discutiéndole. Hale, presa de la inseguridad y la culpa, se aparta de la puerta para evitar la escena. Mary Warren rompe en lágrimas y está sentada, llorando. Giles Corey se acerca a Hale.)

Giles
: ¿Y aún callado, ministro? ¡Es un fraude, vos sabéis que es un fraude! Hombre, ¿qué os detiene?

Proctor
(medio conducido y medio empujado por dos agentes y por Herrick)
: ¡Me lo has de pagar, Herrick, con seguridad me lo has de pagar!

Herrick
(jadeando)
: ¡En nombre de Dios, John, no puedo evitarlo! Debo encadenarlos a todos. ¡Ahora quédate aquí adentro hasta que me vaya!
(Sale con los agentes.)

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