—No, desde luego que no. Es sólo que me he quedado atónito… —volvió a inclinar la cabeza—. Pero, en ese caso, entiendo aún menos por qué queréis hablar conmigo. Yo no tenía entonces más de diez años y estaba en el hospital, así que supongo que no pretenderéis insinuar que yo tuve algo que ver —subrayó la palabra «yo», como para señalar lo absurdo que sería—. En todo caso, parece evidente qué fue lo que en verdad ocurrió. A la persona que mató a Siv y a Mona debió de parecerle perfecto que designarais a Johannes como cabeza de turco y, para que nunca quedase libre de sospecha, lo mató y fingió que se había suicidado. El asesino sabía cómo reaccionaría la gente de por aquí, que lo consideraría una prueba tan buena de su culpabilidad como una confesión escrita. Y, seguramente, se trata de la misma persona que mató a la turista alemana. Es una hipótesis sostenible, ¿no? —preguntó expectante y con un brillo particular en los ojos.
—Una teoría bastante buena —admitió Patrik—. Y no sería nada descabellada si no fuese porque hemos comparado el ADN de Johannes con el de los restos de esperma que hallamos en el cadáver de Tanja Schmidt. Y resulta que Johannes es familia de la persona que la mató.
Patrik aguardó la reacción de Jacob, que, no obstante, permaneció imperturbable, así que prosiguió.
—De modo que hoy hemos tomado muestras de sangre de toda la familia y las enviaremos a Gotemburgo para que las constaten, junto con la que te tomamos a ti cuando llegaste. Una vez conozcamos el resultado, creo que tendremos claro quién es el asesino. Así que, ¿no te parece que puedes contarnos lo que sabes, Jacob? Vieron a Tanja en tu casa y el asesino es pariente de Johannes, ¿no crees que se trata de una curiosa coincidencia?
A Jacob se le iba un color y le venía otro, pasando de la mayor palidez al gris más sombrío. Patrik vio cómo temblaba.
—Ese testimonio es falso y lo sabéis. Johan sólo quería implicarme porque odia a mi familia. Y en cuanto al ADN y los análisis de sangre y todo eso, podéis tomar las muestras que queráis, pero a mí no tendréis con qué cogerme… y tendréis que pedirme disculpas cuando hayáis obtenido las respuestas.
—Si es así, te prometo que yo mismo me disculparé —respondió Patrik con serenidad—, pero hasta entonces pienso seguir insistiendo hasta obtener las respuestas que necesito.
Le habría gustado que Martin y su grupo hubiesen terminado el registro antes de que ellos empezasen a interrogar a Jacob, pero, puesto que el tiempo apremiaba, tenían que trabajar como podían. Lo que más le urgía tener era los resultados de los análisis de la tierra de Västergården, para saber si contenían restos del abono FZ-302. Además, esperaba que Martin pudiese darle pronto una respuesta sobre las posibles evidencias físicas de que Tanja o Jenny hubiesen estado allí, pero los análisis de la tierra no podían hacerlos sobre el terreno; aquello llevaba su tiempo. Por otro lado, no creía que encontrasen nada en la finca. ¿Sería viable matar o esconder a alguien sin que Marita o los niños se percatasen de ello? De forma absolutamente espontánea, a él le parecía que Jacob encajaba bien en el papel de principal sospechoso, pero precisamente por esa razón no se sentía cómodo con esa hipótesis: ¿cómo puede uno esconder a una persona en la finca donde vive sin que su familia sospeche lo más mínimo?
Como si le hubiese leído el pensamiento, Jacob le advirtió:
—Espero sinceramente que no lo pongáis todo manga por hombro en mi casa. Marita se pondrá furiosa si, al llegar, ve que todo está desordenado.
—Creo que nuestros hombres son muy cuidadosos —observó Gösta.
Patrik miraba su móvil. ¡Ojalá Martin no tardase en llamar!
J
ohan se había retirado al sosiego del cobertizo. La reacción de Solveig, en primer lugar a la exhumación del cadáver y después a las extracciones de sangre, lo había puesto nervioso. No era capaz de soportar todos aquellos sentimientos y necesitaba un rato de soledad para reflexionar sobre lo sucedido. Sentía la dureza del suelo de cemento en el que estaba sentado, pero le agradaba su frescura. Se abrazó las piernas y apoyó la cabeza sobre sus rodillas. En aquel momento echaba de menos a Linda más que nunca, pero se trataba de una añoranza aún mezclada con ira. Tal vez aquello no cambiase nunca. Pero, al menos, había perdido parte de su ingenuidad y había recuperado el control al que nunca debería haber renunciado. Sin embargo, ella era como un veneno para su espíritu. Su cuerpo joven y firme lo había convertido en un imbécil. Estaba indignado consigo mismo por haber permitido que una mujer se adueñase de su interior de aquel modo.
Sabía que era un soñador y que por esa razón se había abandonado así a Linda a pesar de que ella era demasiado joven, demasiado segura de sí misma, demasiado egoísta. Era consciente de que ella no se quedaría en Fjällbacka y de que no tenían ninguna posibilidad de futuro común. Pese a todo, al soñador que llevaba dentro le costaba aceptar aquello. Ahora había aprendido.
Johan se prometió a sí mismo que se enmendaría. Intentaría ser como Robert: atrevido, duro, invencible. Robert siempre caía de pie. Nada parecía afectarle. Lo envidiaba.
En medio de sus cavilaciones, oyó a su espalda un ruido que lo hizo volverse, convencido de que era Robert. De repente, una mano atenazó su garganta y Johan perdió el resuello.
—No te muevas o te retuerzo el cuello.
Johan reconoció vagamente la voz, pero no la situaba. Cuando le soltaron la garganta, se vio arrojado con violencia contra la pared. El aire escapó de golpe de sus pulmones.
—¿Qué coño haces? —Johan intentaba darse la vuelta, pero alguien lo tenía fuertemente agarrado y le apretaba la cara contra la fría pared de hormigón.
—Cierra el pico —ordenó la voz, implacable. Johan consideró la posibilidad de gritar y pedir ayuda, pero no creía que lo oyesen en la casa.
—¿Qué demonios quieres? —apenas podía hablar con la mitad del rostro aplastado contra la pared.
—¿Qué quiero? Tranquilo, te lo voy a explicar ahora mismo.
El agresor le expuso sus condiciones y, en un primer momento, Johan no comprendió nada. Sin embargo, cuando se volvió y se vio cara a cara con la persona que le había atacado, todo encajó de pronto. Un puño cerrado se estrelló contra su cara, señal de que el individuo iba en serio. Sin embargo, su espíritu rebelde se resistía.
—¡Vete al diablo! —farfulló Johan. Un líquido viscoso que sólo podía ser sangre empezó a llenarle la boca y sus pensamientos flotaban como en una nebulosa, pero se negó a retroceder.
—Harás lo que te digo.
—No —balbuceó.
Entonces le sobrevino una lluvia de golpes. Fueron cayendo sobre él sin interrupción, hasta que una oscuridad infinita lo engulló.
L
a finca era una maravilla. Martin no pudo por menos de admitirlo cuando abordaron la tarea de registrar la casa y la intromisión en la vida privada de Jacob y su familia. El interior de la vivienda lucía con colores suaves, las habitaciones irradiaban calidez y sosiego, y tenían un sello rural de blancos tapetes de lino y delicados visillos. A él le hubiese gustado tener una casa así. Ahora, en cualquier caso, él y sus colegas debían perturbar toda aquella paz. De forma sistemática, fueron revisándola palmo a palmo. Nadie hablaba, todos trabajaban en silencio. Martin se concentró en la sala de estar. Lo más frustrante era que no sabían qué buscaban exactamente y que, incluso aunque viesen algún rastro de las chicas, no estaba seguro de que lo identificasen como tal.
Por primera vez desde que él mismo empezase a abogar por la tesis de que Jacob era el hombre que buscaban, sintió crecer la duda en su interior. Era imposible imaginar que alguien que viviese en aquel entorno, con tanta paz a su alrededor, quisiera quitarle la vida a un semejante.
—¿Qué tal os va ahí arriba? —les preguntó a los policías que registraban el piso superior.
—Nada, por ahora —respondió alguno de ellos. Martin lanzó un suspiro y siguió abriendo cajones y rebuscando entre todos los objetos.
—Voy a salir a buscar en el granero —le dijo a su colega de Uddevalla que le ayudaba en la planta baja.
El ambiente fresco del cobertizo era una bendición. Entendía perfectamente que Johan y Linda lo hubiesen convertido en su lugar de encuentro. El olor a heno le cosquilleaba en la nariz y le traía a la memoria el recuerdo de los veranos de la infancia. Subió los peldaños de la escalera hasta la parte alta del granero y miró por entre las rendijas de los maderos. En efecto, desde allí se veía Västergården perfectamente, tal y como les había dicho Johan. No sería difícil reconocer a alguien desde esa distancia.
Martin volvió a bajar. Allí no había nada, salvo unos viejos aperos de labranza abandonados y corroídos por el óxido. No creía que encontrasen nada allí tampoco pero, aun así, les pediría a sus colegas que lo revisaran bien. Salió del granero y echó un vistazo a su alrededor. Aparte de la casa y el propio granero, les quedaba un pequeño cobertizo y una casita de juegos por inspeccionar, pero tampoco abrigaba la menor esperanza de encontrar nada allí. Eran demasiado pequeños para poder albergar a una persona; pero, por si acaso, los mirarían también.
El sol le quemaba la coronilla y le llenaba la frente de sudor. Echó a andar hacia la casa para continuar con el registro, aunque el entusiasmo con que había emprendido la tarea aquella mañana empezaba a enfriarse. Se le encogía el corazón al pensar que Jenny Möller estaría en algún lugar, pero no allí.
T
ambién Patrik había empezado a descorazonarse. Tras un par de horas de interrogatorio, seguían sin sacar nada en claro de Jacob. Parecía sinceramente conmocionado ante la noticia de que Johannes hubiese sido asesinado y se negaba a decir nada, salvo repetir que estaban acosando a su familia y que él era inocente. Patrik no cesaba de mirar el móvil que, sobre la mesa, como burlándose de él, se negaba a sonar. Necesitaba desesperadamente recibir alguna buena noticia. Sabía que no obtendrían ningún resultado de los análisis de sangre hasta la mañana siguiente, como muy pronto, de modo que tenía sus esperanzas puestas en Martin y el equipo que efectuaba el registro en Västergården, pero no llamaban. De hecho, no lo hicieron hasta las cuatro de la tarde, cuando Martin le informó abatido de que no habían encontrado nada y que se marchaban. Patrik le hizo a Gösta un gesto para que saliese con él de la sala de interrogatorios.
—Era Martin. No han encontrado nada.
La chispa de la esperanza se apagó en los ojos de Gösta.
—¿Nada?
—No, nada de nada. Así que no parece que tengamos otra solución que soltarlo. ¡Mierda! —Patrik dio una palmada de frustración contra la pared, pero se calmó enseguida—. Bueno, esto es transitorio. Espero que mañana nos llegue el informe de los análisis de sangre y entonces quizá podamos detenerlo de una vez.
—Sí, pero imagínate lo que puede hacer hasta mañana. Sabe lo que tenemos y, si lo soltamos, no tiene más que ir y matar a la chica.
—Cierto, pero ¿qué demonios podemos hacer si no? —la frustración de Patrik se tornó en ira, pero comprendió que era injusto pagarlo con Gösta y se disculpó enseguida—. Bueno, haré un último intento de obtener alguna noticia de los análisis antes de que lo soltemos. Puede que hayan tenido tiempo de sacar en claro algo que nos sea de utilidad. Saben lo urgente que es y por qué, así que esos análisis son lo primero de la lista.
Patrik entró en su despacho y marcó el número del Instituto Forense desde su teléfono fijo. A esas alturas se lo sabía de memoria. Al otro lado de la ventana, los coches circulaban sin cesar, como de costumbre bajo el sol estival, y sintió envidia de los veraneantes que, ignorantes de todo, pasaban por allí en sus coches cargados de artilugios de playa. A él también le habría gustado no saber nada de todo aquello.
—Hola, Pedersen, soy Patrik Hedström. Sólo llamaba por si teníais ya algún resultado, antes de que soltemos a nuestro sospechoso.
—¿No te dije que no acabaríamos antes de mañana por la mañana? Y eso porque pensamos dedicarle esta noche un número considerable de horas extraordinarias, que lo sepas —respondió Pedersen, tan estresado como irritado.
—Sí, lo sé, pero se me ocurrió que tal vez ya tuvieseis algo.
Tras un largo silencio, Patrik intuyó que Pedersen se debatía en una lucha interna y se irguió expectante en su silla.
—Tenéis algo, ¿verdad?
—No es más que un resultado preliminar. Hemos de comprobarlo y confirmarlo antes de pronunciarnos; de lo contrario, las consecuencias pueden ser catastróficas. Además, los análisis deben repetirse en el Laboratorio Nacional de Investigaciones Criminológicas; nuestro equipo no es tan sofisticado como el suyo y…
—Sí, ya —lo interrumpió Patrik—, ya lo sé, pero está en juego la vida de una chica de diecisiete años, así que si hay alguna circunstancia en la que convenga que te saltes la norma, ninguna mejor que esta —afirmó expectante y conteniendo la respiración.
—De acuerdo, pero trata la información con cuidado; no te imaginas la que me puede caer si… —Pedersen dejó la frase sin concluir.
—Palabra de honor, pero dime lo que sabes —a Patrik le sudaba la mano en la que sostenía el auricular.
—Como es lógico, empezamos por analizar la sangre de Jacob Hult. Y obtuvimos una serie de datos interesantes preliminares, claro —volvió a advertir Pedersen.
—¿Y?
—Según nuestro primer análisis, Jacob Hult no se corresponde con la muestra de esperma de la víctima.
Patrik dejó escapar el aire muy despacio. Ni siquiera se había percatado de que estaba conteniendo la respiración.
—¿Cuál es el porcentaje de seguridad?
—Como te dije, tenemos que realizar la prueba varias veces para poder decir que estamos totalmente seguros, pero yo creo que se trata de un formalismo judicial, así que puedes darlo por bueno —concluyó Pedersen.
—¡Vaya tela! Pues eso le da otro giro a la cosa —Patrik no podía ocultar su decepción. Comprendió que, hasta ese momento, había estado totalmente seguro de que Jacob era su hombre. Ahora, en cambio, se encontraban otra vez en el punto inicial… o casi.
—¿Y no habéis encontrado ninguna correspondencia al investigar las otras muestras?
—Aún no hemos llegado ahí. Supusimos que queríais que nos concentrásemos en Jacob Hult, y eso fue lo que hicimos, así que, salvo sus análisis, sólo hemos podido analizar las muestras de otra persona, pero podré darte los resultados de los demás mañana por la mañana.