Los problemas de la filosofía (15 page)

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Authors: Bertrand Russell

Tags: #Filosofía

BOOK: Los problemas de la filosofía
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Ahora estamos en posición de entender que es lo que distingue un juicio verdadero de uno falso. Para este propósito hemos de adoptar ciertas definiciones. En todo acto de juzgar hay una mente que juzga y hay términos relacionados que son juzgados. Llamaremos a la mente el
sujeto
del juicio y a los demás términos,
objetos
. Así, cuando Otelo juzga que Desdémona ama a Casio, Otelo es el sujeto, mientras que los objetos son Desdémona, ama y Casio. Tanto el sujeto como los objetos son llamados los
constituyentes
del juicio. Se observará que la relación del juicio tiene lo que es llamado un “sentido” o “dirección”. Podremos decir, metafóricamente, que pone sus objetos en un determinado
orden
, que podremos indicar por medio del orden que las palabras tienen en el enunciado. (En un lenguaje declinado, la misma cosa será indicada por declinaciones, por ejemplo, la diferencia entre nominativo y acusativo.) El juicio de Otelo en donde Casio ama a Desdémona difiere del juicio en donde Desdémona ama a Casio, a pesar del hecho que consiste de los mismos constituyentes, ya que la relación del juicio ordena los constituyentes en diferente disposición en los dos casos. De igual forma, si Casio juzga que Desdémona ama a Otelo, los constituyentes del juicio siguen siendo los mismos, mas su orden distinto. La propiedad del “sentido” o “dirección” es aquella en la que la relación del juicio comparte con las demás relaciones. El “sentido” de las relaciones es la fuente fundamental del orden, de las series, y el patrón de los conceptos matemáticos; pero no es necesario ahondar más en este tema.

Hablamos de la relación llamada “juzgar” o “creer” como una relación que enlaza en un todo complejo al sujeto y los objetos. En este aspecto, el juzgar es exactamente igual a cualquier otra relación. En cuanto se mantiene una relación entre dos o más términos, los unifica en un todo complejo. Si Otelo ama a Desdémona, tenemos un todo complejo como “el amor de Otelo por Desdémona”. Los términos unidos por la relación pueden ser en sí complejos, o podrán ser simples, pero el todo que resulta por esa unión debe ser complejo. En donde haya una relación que conjugue ciertos términos, hay un objeto complejo formado por la unión de dichos términos; e inversamente, en donde haya un objeto complejo, hay una relación que relaciona a sus constituyentes. Cuando ocurre un acto de creer, hay un complejo, en donde “creer” es la relación unificadora, y el sujeto y los objetos son dispuestos en un cierto orden por el “sentido” de la relación del creer. Entre los objetos, como vimos en “Otelo cree que Desdémona ama a Casio”, uno de ellos debe ser la relación — en este caso, la relación “ama”. Pero esta relación, como ocurre en el acto de creer, no es la relación que crea la unidad del todo complejo consistente en el sujeto y los objetos. La relación “ama”, como ocurre en el acto de creer, es uno de los objetos — es un tabique de la construcción, no el cemento. El cemento es la relación “cree”. Cuando la creencia es
verdadera
, hay otra unidad compleja en donde la relación que fue uno de los objetos de la creencia se relaciona con otros objetos. Así, por ejemplo, si Otelo cree con verdad que Desdémona ama a Casio, entonces hay tal unidad compleja, “el amor de Desdémona por Casio”, que está compuesta exclusivamente por los
objetos
de la creencia, y que tienen el mismo orden que en la creencia, con la relación en que uno de sus objetos actúa ahora como el cemento que mantiene juntos los otros objetos de la creencia. Por otro lado, cuando una creencia es
falsa
, no hay tal unidad compleja compuesta únicamente por los objetos de la creencia. Si Otelo cree falsamente que Desdémona ama a Casio, entonces no hay tal unidad compleja como “el amor de Desdémona por Casio”.

De este modo una creencia es
verdadera
cuando
corresponde
a un complejo asociado, y
falsa
cuando no lo hace. Asumiendo, en nombre de la precisión, que los objetos de la creencia son dos términos y una relación, y sus términos ordenados por el “sentido” de la creencia, luego los dos términos en ese orden son unidos por la relación en un complejo, la creencia es verdadera; si no es así, es falsa. Esto constituye la definición de la verdad y la falsedad que hemos estado buscando. El juzgar o el creer es una unidad compleja en donde la mente es uno de sus constituyentes; si los demás constituyentes, tomados en el orden que presentan en la creencia, forman una unidad compleja, entonces la creencia es verdadera; de lo contrario, es falsa.

Así, no obstante la verdad y la falsedad son propiedades de las creencias, aunque son en un sentido propiedades extrínsecas, por la condición de la verdad de una creencia es algo que no involucra creencias, o (en general) ninguna mente, mas sólo los objetos de la creencia. Una mente que cree, cree con verdad cuando hay un complejo correspondiente que no involucre a la misma mente, sino tan sólo a sus objetos. Esta correspondencia asegura la verdad, y su ausencia trae consigo la falsedad. Por eso consideraremos simultáneamente para los dos hechos de las creencias que (a) dependen de las mentes para su
existencia
, (b) no dependen de las mentes para su
verdad
.

Podemos establecer nuestra teoría como sigue: Si tomamos tal creencia como “Otelo cree que Desdémona ama a Casio”, llamaremos a Desdémona y a Casio como los
términos
-
objetivos
, y a ama la
relación
-
objetiva
. Si hay una unidad compleja como “el amor de Desdémona por Casio”, consistente en los términos-objetivos relacionados por la relaciónobjetiva con el mismo orden que tienen en la creencia, entonces esta unidad compleja es llamada el
hecho correspondiente a la creencia
. Por eso una creencia es verdadera cuando hay un hecho que le corresponda, y falsa cuando no hay tal hecho correspondiente.

Se verá que las mentes no crean la verdad o la falsedad. Ellas crean creencias, pero una vez que las creencias han sido creadas, la mente no puede hacerlas verdaderas o falsas, excepto en el caso especial en donde interesan a cosas futuras que están dentro del control de la persona que cree, como las de tomar un tren. Lo que hace verdadera a una creencia es un
hecho
, y este hecho no involucra (excepto en casos excepcionales) la mente de la persona que tiene la creencia.

Habiendo ya decidido lo que
queremos decir
por verdad y falsedad, debemos ahora considerar qué caminos hay para saber si tal o tal creencia es verdadera o falsa. Esta consideración nos ocupará en el siguiente capítulo.

Capítulo XIII
Conocimiento, error y opinión probable

La pregunta sobre lo que queremos decir por verdad y falsedad, que consideramos en el capítulo precedente, es mucho menos interesante que la pregunta sobre el cómo podemos saber qué es verdadero y qué es falso. Esta pregunta nos ocupará en este capítulo. No hay duda que
algunas
de nuestras creencias son erróneas; de esta manera nos vemos forzados a preguntar qué tanta certeza podemos realmente tener de que tales y tales creencias no son erróneas. En otras palabras, ¿podemos realmente
conocer
algo del todo, o simplemente creemos lo que es verdadero por pura suerte? Antes que abordemos esta pregunta, debemos sin embargo decidir qué significado le damos a la palabra “conocer”, y esta pregunta no es tan fácil como normalmente se supone.

A primera vista podemos imaginar que el conocimiento puede definirse como una “creencia verdadera”. Cuando lo que creemos es verdadero, se puede suponer que hemos logrado un conocimiento sobre lo que creemos. Pero esto no está de acuerdo con la forma en que usamos comúnmente esta palabra. Tomando un ejemplo trivial: Si un hombre cree que el apellido del último Primer Ministro empieza con la letra B, cree con verdad, ya que el último Primer Ministro se llama Sir Henry Campbell Bannerman. Mas si cree que el Sr. Balfour es el último Primer Ministro, de todas maneras creerá que el apellido del Primer Ministro empieza con la letra B, aunque su creencia, a pesar de ser verdadera, no podría ser pensada como constituyente de un conocimiento. Si un diario, por medio de la anticipación inteligente, anuncia el resultado de una batalla antes que se haya recibido cualquier telegrama informando sobre su resultado, sería por causa de la buena suerte anunciar el resultado correcto, y podría producir una creencia en algunos de sus lectores menos experimentados. Mas a pesar de la verdad de su creencia, no podrán decir que adquirieron un conocimiento. Así se hace claro que la creencia verdadera no es conocimiento cuando es deducida de una creencia falsa.

De la misma forma, una creencia verdadera no puede ser llamada conocimiento cuando es deducida por medio de un proceso de razonamiento falaz, inclusive si las premisas a partir de las cuales es deducida son verdaderas. Si sé que todos los griegos son hombres y que Sócrates fue un hombre, y yo infiero que Sócrates fue griego, no se me puede decir que conozco que Sócrates fue un griego, porque, a pesar de que mis premisas y mi conclusión son verdaderas, la conclusión no se sigue de las premisas.

Pero, ¿podemos decir que nada es conocimiento excepto lo que es deducido con validez a partir de premisas verdaderas? Obviamente no podemos decir esto. Tal definición es al mismo tiempo demasiado vaga y demasiado limitada. En primer lugar, es demasiado vaga, porque no es suficiente que nuestras premisas deban ser
verdaderas
, deben ser también
conocidas
. El hombre que cree que el Sr. Balfour es el último Primer Ministro podrá proceder al planteamiento de deducciones válidas a partir de la premisa verdadera de que el apellido del último Primer Ministro empieza con la letra B, pero no se podrá decir que
conozca
las conclusiones alcanzadas por esas deducciones. Esto, no obstante, es una definición circular: asume que ya sabemos lo que significa “premisas conocidas”. Puede, entonces, a lo más definir un tipo de conocimiento, el tipo que llamamos derivativo, como opuesto al conocimiento intuitivo. Podemos decir: “El conocimiento
derivativo
es lo que es válidamente deducido a partir de las premisas conocidas intuitivamente”. En este enunciado no hay un defecto formal, pero deja al conocimiento
intuitivo
sin respuesta.

Dejando por el momento a un lado la cuestión sobre el conocimiento intuitivo, permítasenos considerar la definición arriba sugerida sobre el conocimiento derivativo. La principal objeción a ella es que impuntualmente limita el conocimiento. Sucede constantemente que las personas mantienen una creencia verdadera que se ha desarrollado en ellas, debido a una parte de conocimiento intuitivo a partir del cual se puede inferir con validez, pero del que, de hecho, no ha sido inferido a través de un proceso lógico.

Tome, por ejemplo, las creencias producidas por la lectura. Si los diarios anuncian la muerte del Rey, tenemos bastante justificación para creer que el Rey ha muerto, ya que no es el tipo de noticia que sería publicada si no fuera cierta. Y estamos ampliamente justificados en creer que lo que afirma el periódico es que el Rey ha muerto. Mas aquí nuestro conocimiento intuitivo sobre el que se basa nuestra creencia es el conocimiento de la existencia de las informaciones sensoriales derivadas de ver las letras impresas que dan la noticia. Este conocimiento raramente alcanza a nuestra conciencia, excepto en una persona que lea con dificultad. Un niño puede estar consciente de las formas de las letras y de aquí pasar en forma gradual y hasta penosa al entendimiento de su significado. Pero cualquier otro que esté acostumbrado a leer pasa enseguida al significado de las letras, y no está consciente, excepto a través de la reflexión, que se ha derivado del conocimiento de las informaciones sensoriales llamado ver las letras impresas. Así, a pesar de que es posible la inferencia válida de las letras a su significado, y que
podría
ser hecha por un lector, no es de facto hecha, ya que el lector no efectúa de hecho alguna operación que pueda ser llamada una inferencia lógica. Aunque sería absurdo decir que el lector no conoce que el diario anuncia la muerte del Rey.

Debemos, por lo tanto, admitir como conocimiento derivativo cualquier resultado del conocimiento intuitivo inclusive por mera asociación, asumiendo que
hay
una conexión lógica válida, y que la persona en cuestión puede hacerse consciente de esta conexión por medio de la reflexión. Hay en sí muchas formas, además de la inferencia lógica, por medio de las cuales pasamos de una creencia a otra: el tránsito de la impresión a su significado ilustra estas formas. Estas formas pueden ser llamadas “inferencias psicológicas”. Debemos, entonces, admitir la inferencia psicológica como medio para la obtención de conocimiento derivativo, asumiendo que hay una inferencia lógica descubrible que corre en paralelo con la inferencia psicológica. Esto hace nuestra definición del conocimiento derivativo menos precisa de lo que quisiéramos, ya que la palabra “descubrible” es vaga: no nos dice cuánta reflexión es necesaria para llegar al descubrimiento. Mas de hecho “conocimiento” no es un concepto preciso: se convierte en “opinión probable”, como veremos con mayor amplitud en el presente capítulo. Una definición muy precisa, por lo tanto, no debe ser buscada, ya que tal definición debe ser más o menos engañosa.

La mayor dificultad con respecto al conocimiento, no obstante, no emerge del conocimiento derivativo, sino del conocimiento intuitivo. En tanto tratemos con el conocimiento derivativo, tenemos la prueba del conocimiento intuitivo para sustentarla. Pero con respecto a los conocimientos intuitivos, no es fácil descubrir algún criterio por el cual distinguir algunos como verdaderos y a otros como falsos. En esta cuestión es raramente posible alcanzar un resultado preciso: todo nuestro conocimiento de las verdades está infectado con
algún
grado de duda, y una teoría que ignore este hecho sería llanamente errónea. Algo se puede hacer, sin embargo, para mitigar las dificultades de esta cuestión.

Nuestra teoría de la verdad, para empezar, provee la posibilidad de distinguir ciertas verdades como
auto-evidentes
en un sentido que asegure la infalibilidad. Cuando una creencia es verdadera, dijimos, hay un hecho correspondiente, en el que varios objetos de la creencia forman un solo complejo. De esta creencia se dice que constituye el
conocimiento
de este hecho, asumiendo que cumple esas condiciones más o menos vagas que hemos visto en el presente capítulo. Pero con respecto a cualquier hecho, aparte del conocimiento constituido por la creencia, podemos tener el tipo de conocimiento constituido por la
percepción
(tomando esta palabra con su significado más amplio posible). Por ejemplo, si sabe a qué hora va a anochecer, usted puede saber que a esa hora el sol se pondrá: este es el conocimiento del hecho por medio del conocimiento de las
verdades
; pero usted puede también ver al oeste, si el estado del tiempo se lo permite, y ver en efecto que el sol se está poniendo: usted entonces conoce el mismo hecho a través del conocimiento de las
cosas
.

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