Le chocaba que hubieran intimado tanto durante el servicio en el Escuadrón Pícaro. Le sorprendía aún más el no saber apenas nada de Anni. El coronel Darklighter le había dicho que estaba grabando un mensaje para llevárselo a la familia de Anni y preguntó a Jaina si quería enviar uno ella también. Fue entonces cuando se dio cuenta de que Anni tenía una familia. Anni nunca hablaba de su vida fuera del Escuadrón, y Jaina tampoco, porque suponía que todo el mundo sabía ya más de lo que a ella le hubiera gustado.
Contempló la tarjeta de datos que tenía en la mano. Había enviado un mensaje a la familia de Anni y le habían respondido enseguida. La transmisión de holovídeo mostraba la imagen de una señora mayor, obviamente la madre de Anni, con los ojos rojos por el llanto, haciendo todo lo posible por no venirse abajo. Le dijo que a Anni le había gustado tenerla como compañera de vuelo, que Anni siempre hablaba de ella en los mensajes que mandaba a casa. La madre de Anni también le contaba que tenía algunas cosas de Anni que quería que fueran para Jaina, y que le gustaría conocerla si alguna vez pasaba por Corellia.
No lo sabía. Tendría que haberlo sabido… Tendría que…
Jaina se tapó los ojos con la mano. Las lágrimas se le escapaban entre los dedos. Una sensación de culpa completaba a la de pérdida. Racionalmente sabía que no podía haber hecho nada para salvar a Anni, pero eso no impedía que no dejara de buscar formas de haber salvado a su amiga.
Ahora sé cómo se siente Anakin por lo de Chewie.
Resopló y se enderezó, secándose las lágrimas, y la puerta de la cabina se abrió. Miró a la silueta e intentó sonreír.
—¿Te ha dicho mamá que vinieras?
Anakin se encogió de hombros y se sentó en el suelo.
—Lo cierto es que la convencí yo a ella. Ella sabía que querías estar sola, pero no quería que estuvieras sola, ni quería que pensaras que te considera demasiado niña como para superar esto por tu cuenta. Yo lo propuse y ella me lo sugirió.
—Seguro que deberías estar en otro sitio.
Él negó con la cabeza.
—No, quería hablar contigo. Pensé que éste era el mejor sitio, es el único lugar donde no me siento acosado.
Jaina frunció el ceño.
—Pero si esto está lleno de Jedi.Ya, pero están todos heridos o demasiado ocupados con lo de Corran. Algunos, como Wurth, se preguntan cómo conseguí matar a varios guerreros yuuzhan vong sin llevarme más que un rasguño, mientras ellos están destrozados —suspiró—. Les hago dudar de sí mismos, y eso es algo que llevan fatal.
—Creo que lo entiendo. Pero no deberían tomarla contigo —sonrió a su hermano pequeño—. ¿Por qué querías estar aquí?
—Tú has perdido a una amiga. Yo también.
—¿Las penas en compañía se llevan mejor?
Él negó firmemente con la cabeza.
—No. Pensé que, bueno, mira, cuando Daeshara'cor murió, me dijo algunas cosas que me hicieron pensar. Pensé que quizá, bueno… Jaina bajó la voz.
—¿Qué, Anakin?
—Bueno, me contó que, para ella, no era tan…, o sea, morir era malo, pero…
que no estaba enfadada conmigo —su voz se quebró, y el chico se secó las lágrimas de la cara con la mano—. Tu amiga Anni supo que estabas a salvo. No murió odiándote.
—Anakin, gracias —Jaina resopló—. Yo espero que estés bien. En cuanto a mí… Bueno, necesito que mi corazón, mi cabeza y todo asimilen la situación.
—Sí, ésa parece la parte más difícil —él asintió lentamente—. Yo me encuentro en la misma ruta de vuelo. Si quieres un compañero de vuelo… Ay, perdona.
—No, Anakin, no pasa nada —ella le revolvió el pelo—. Me alegro de que quieras ser mi compañero de vuelo. Lo haremos juntos, hermanito. Creo que eso será lo mejor.
Corran dejó que la puerta de su camarote se cerrara tras él y se apoyó en ella.
Tosió un poco, aguantando su dolor en el abdomen. Ya había pasado por dos de los tres tratamientos de bacta que los androides Emedé le habían recetado para las heridas, y ya era bastante patente que el bacta había conseguido regenerarle las terminaciones nerviosas.
Descansó, apoyado en la puerta, pero más por cansancio que por no querer hacer lo que tenía que hacer. Caminar por los pasillos del
Ralroost
había sido agotador. Esquivar a los grupos de ithorianos de los estrechos corredores había hecho interminable el recorrido, pero no era sólo su presencia física lo que le hacía desmoronarse.
Podía sentir su angustia a través de la Fuerza. Cuando le hirieron cayó en un trance Jedi y fue inmediatamente transferido a un tanque de bacta. Había estado flotando allí, apenas consciente, mientras los yuuzhan vong atacaban Ithor. Pudo sentir que la vida en el planeta se extinguía, como si algo borrara todas las estrellas del cielo, una a una.
Cuando le sacaron del tanque de bacta, la atmósfera estalló. Lo primero que sintió fue el horror de la tripulación del
Ralroost,
y luego las ondas de dolor procedentes de las lejanas ciudades-nave. La Madre Jungla, la entidad viva que había creado a los ithorianos, que les había nutrido y mantenido, la entidad a la que amaban y a cuya conservación dedicaban sus vidas, había sido destruida.
Desde las naves vieron la atmósfera arder como una corona solar alrededor del planeta, dejando a su paso estériles cenizas.
Esa onda de horror y dolor se extinguió, y todos los ithorianos se quedaron tan vacíos por dentro como Corran cuando… Contempló la concha yuuzhan vong que yacía en el armario de su camarote. Se acercó a ella y se puso de rodillas. Acercó un dedo a la criatura-broche, ignorando el pinchazo de la aguja.
La concha se abrió lentamente. El tejido luminiscente irradiaba un resplandor verde pálido que emanaba suavemente de los huesos de Elegos. Había ligeros reflejos en las gemas que hacían las veces de ojos, pero no tenían nada que ver con la versión viva que Corran había conocido. El esqueleto de Elegos le miraba, y Corran deseó con todas sus fuerzas captar al menos un atisbo de sonrisa en él.
El Jedi se apoyó sobre los talones y miró a los ojos enjoyados de lo que una vez fue su amigo. Se sacó de la túnica la máscara que había pertenecido a Shedao Shai. Pasó una manga por encima de la negra superficie, borrando una mancha, y la colocó respetuosamente en el regazo de Elegos.
—Tu asesino está muerto.
Corran quería decir más cosas, pero se le hizo un nudo en la garganta, y la imagen brillante que tenía ante sus ojos se hizo borrosa. Se cubrió los ojos con una mano, las lágrimas se amontonron en sus mejillas, y tragó saliva. Se secó más lágrimas, respiró hondo y se tranquilizó.
—Se suponía que su muerte salvaría Ithor, pero no fue así. Sé que te horrorizaría pensar que lo maté por ti. Pero no fue así. Lo maté por Ithor.
El esqueleto dorado le miraba, despiadado y frío. Las gemas de las cuencas de sus ojos centelleaban.
¿A
ti no te engaña nadie, verdad, amigo mío?
Corran se frotó los ojos y los abrió de nuevo. Apartó la mirada, incapaz de soportar la mortal expresión de Elegos.
—Eso es lo que me decía a mí mismo. Que era por Ithor. Eso es lo que decía a todo el mundo. A algunos conseguí engañarlos. A casi todos, creo. Menos al Maestro Skywalker. Creo que él sabía la verdad, pero había que aprovechar la oportunidad de salvar Ithor.
Se miró la mano derecha y pudo sentir el peso del sable láser.
—Y yo estaba convencido, de verdad, hasta que… hubo un momento en el combate. Yo había apagado el sable láser. Shedao Shai había perdido el equilibrio. Su anfibastón estaba enterrado en la hierba. Le clavé la empuñadura del sable láser en el estómago.
Corran se estremeció.
—Hubo un momento ahí. Un nanosegundo. Dudé. No porque pensara que la vida es algo sagrado y que es horrible quitarla… como hubieras hecho tú, amigo mío. No, no, dudé porque quería que Shedao Shai supiera que estaba muerto. Y
quería que supiera que yo sabía que había muerto. Y si estaba viendo pasar su vida ante sus ojos, quería que se fijara bien. Que se fijara durante un buen rato largo. Quería que supiera que todo aquello había sido inútil.
Corran cerró el puño derecho. Lo apretó contra el muslo para abrirlo y estiró los dedos todo lo que pudo.
—Y, en ese momento, Elegos, deshonré tu sacrificio. Te traicioné. Traicioné a los Jedi. Me traicioné a mí mismo —Corran suspiró—. En ese momento crucé la línea. Caminé por el Lado Oscuro.
Alzó la cabeza y se encontró con la mirada enjoyada de Elegos.
—Los caamasianos tenéis un dicho: "Si el viento ya no te llama, quizá sea hora de ver si recuerdas tu nombre". El problema que tengo, amigo mío, es que oigo la llamada del Lado Oscuro. Sin tu ayuda, sin tu orientación, no creo que pueda resistirla.
Jacen contempló a Corran Horn, que se hallaba hecho un ovillo en una silla.
El bacta había curado sus heridas físicas, pero la agonía emocional seguía fluyendo en su interior. En opinión de Jacen, Corran lo había hecho todo bien, no había perdido el control, ni había actuado como un mal Jedi, pero así era como le estaban retratando en las noticias sobre Ithor.
Ganner iba de un lado a otro, impaciente.
—No puedo creerlo. Corran se ha jugado la vida, casi muere para salvar Ithor, y le han transformado en "otro Jedi mata-planetas". De Vader a Kyp y a Corran. Me sorprende que no hayan encontrado una relación entre esto y lo de Caamas.
Luke apretó una mano contra otra.
—La gente se deja llevar por el miedo. No piensan con claridad. Necesitamos calma.
—La calma no es todo lo que necesitamos, Maestro. Hará falta algo más —Corran parpadeó lentamente y alzó la mirada—. Tienes que apartar a los Jedi de mi imagen.
Ganner se quedó de piedra.
—¿Abandonarte?
Corran asintió lentamente.
—Borsk Fey'lya ya se las ha arreglado para reseñar un par de cosas. Yo no era un oficial de las Fuerzas Armadas de la Nueva República en mi misión en Ithor. Ha dicho que mi presencia allí iba en contra de las leyes y las costumbres ithorianas. Me ha hecho cómplice de la destrucción de Ithor porque propuse a Shedao Shai que nos encontráramos allí.
Ganner frunció el ceño.
—He leído un informe que sugiere que deberías haber sabido que un líder yuuzhan vong caído tiene que ser inmolado; así que, al matarlo allí, condenabas el planeta a la destrucción.
Mara soltó una risa seca.
—Y ese conocimiento de la cultura vong procede, sin duda, del supuesto informe de Elegos A'Kla, ¿no? El que se supone que grabó cuando estuvo con ellos, al margen del hecho de que los vong jamás habrían dejado que llevara nada tecnológico encima.
El Maestro Jedi alzó una mano.
—Sabemos que eso es mentira. Alguien se lo inventó y lo está publicando para sacar dinero.
Jacen gruñó.
—Y se está haciendo de oro. Esa historia se está vendiendo muchísimo. Es porque la gente tiene miedo.
—Además de una curiosidad morbosa —Ganner negó con la cabeza—. Es evidente que la destrucción de Ithor ha sido horrible para todos. Dubrillion, Belkadan, incluso Sernpidal, casi nadie conocía esos planetas. Pero Ithor era casi tan conocido como Coruscant.
Corran suspiró.
—Y ahora lo hermanarán con Alderaan.
—Lo que nos lleva a lo que decía el tío Luke al principio. La gente se está dejando llevar por el miedo. Nosotros no podemos hacer eso. Y eso será lo que hagan los Jedi si te abandonamos, Corran.
El Jedi corelliano sonrió débilmente.
—Gracias, Jacen, pero el problema no es dejarse llevar por el miedo de otros, sino dejarse abrumar por él. Maestro, tienes que repudiarme públicamente.
Borsk Fey'lya está intentando impedir un desastre. Y la única forma de hacerlo es echar la culpa a otro. Ahora mismo está jugando con los recuerdos de Carida y Alderaan. Está echando la culpa a los Jedi. Tienes que dejar que recaiga sobre mí.
Luke negó vehementemente con la cabeza.
—Los Jedi no van a abandonarte por intrigas políticas.
—Luke —Mara se acercó a su marido desde su silla y le puso una mano en el hombro—. Sabes que te quiero, pero ésta es una pelea que no podemos ganar.
—Sí que podemos, Mara.
—Vale, quizá podamos, pero el esfuerzo que empleemos en ello lo tendremos que sacar de nuestra capacidad para ayudar a la gente —ella suspiró—. Si nos dedicamos a generar polémica social cuando deberíamos estar luchando contra los yuuzhan vong, el fracaso será estrepitoso. Ahora mismo, Borsk Fey'lya nos ha ofrecido una salida, y es que Corran asuma la responsabilidad de la pérdida de Ithor. Lo único que hará falta será que emitas un comunicado diciendo que las acciones de Corran no contaban con tu consentimiento.
—Eso no es verdad.
Corran suspiró.
—Desde cierto punto de vista sí lo es. Tuviste tus reservas durante todo el duelo. Te preocupaba lo que me pudiera causar esa pelea. De hecho, me dijiste varias veces que los Jedi no son guerreros.
—Corran, yo fui tu hombre de confianza en ese duelo.
—Escogiste apoyarme a pesar de mis errores porque la oportunidad que nos ofrecía el duelo salvaría miles de vidas.
Una sensación de resignación recorrió a Luke Skywalker y sorprendió a Jacen.
—Tío Luke, ¿vas a dar tu aprobación a todo esto?
El Maestro Jedi alzó la mirada.
—No puedo contra su lógica.
— ¡Yo sí! Están diciendo que las mentiras contadas por Borsk Fey'lya y por los demás son suficientes para destruir la reputación de un Caballero Jedi. Sólo por hacer que nuestras vidas sean un poco más fáciles, vas a dejar a Corran a un lado. Eso no está bien y no estoy de acuerdo en absoluto.
—Lo estarás, Jacen —Corran asintió apesadumbrado—. Esto es lo que hay que hacer.
—Estáis dejando que el fin justifique los medios —Jacen parpadeó atónito—. ¿No lo veis? Para ahorrarnos un poco de dolor, estáis actuando con la maldad propia de Darth Vader o de Thrawn.
—Jacen, si te fijas en el resultado a corto plazo, tu lectura de la situación es correcta. Yo sufriré, pero al menos los Jedi no. Eso servirá para que podáis seguir haciendo lo que es realmente necesario. Si no hiciera esto, sí que me estaría comportando como un malvado.
Corran suspiró profundamente y se estiró en la silla. Apoyó los codos en las rodillas y la cabeza en las manos.
—No soy inocente del todo. Ni mucho menos. Algunas de las cosas que temía el Maestro Skywalker, algunas de las cosas que tú temías, Jacen, sobre la venganza y el Lado Oscuro, eran ciertas. Necesito tiempo para asimilarlas. Y si soy repudiado, bueno, todos sacamos algo bueno. Para los Jedi. Para mí.