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Authors: Douglas Coupland

Microsiervos (30 page)

BOOK: Microsiervos
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En el despacho, hemos decidido que el viernes, en lugar de ser el día de los vaqueros, será el día de los calzoncillos. Es muchísimo más cómodo, muchísimo más sexy, y resulta gracioso ver a Michael advertir a los miembros masculinos del equipo: «Eeeh... caballeros: si es posible, nada de exhibiciones.»

Mi padre ha entrado en la oficina hacia el atardecer, después de haber estado buscando trabajo. Le hemos preparado un Cup O'Noodles y le hemos puesto algunas cintas de llamadas raras para animarlo. Dusty ha intentado que se pusiera unos calzoncillos rayados, pero mi padre se ha negado educadamente. Más tarde, he ido a casa y le he ayudado a quitar una vieja canasta de baloncesto colocada encima del garaje que estaba ahí desde los albores de los pantalones acampanados. Me he caído y me he arañado con algunos de los rosales de mi madre; ya sé que es una idea muy sobada, pero se me ha ocurrido pensar que no es casualidad que las rosas sean las Flores Oficiales del Amor.

Mi disco duro ha destrozado de modo accidental el archivo de hoy, así que incluyo una muestra del desastre como curiosidad. ¡El lenguaje!

El 111111 ln la oficina, hel lmos decidido que el viernes, FUI 11111363611113636en lugar de ser el día de los vaqueros, será 11111111113636373738el día de los calzoncillos. Es muchísimo 11113838393940404-141424243434444más cómodo, muchísimo más sexy, yl 111 resulta gracioso ver a Michael advertir a los miembros masculinos del equipo: «Eeeh..llll45111-1114545464647474811114848, caballeros: si es posible, nada de exhibiciones"".11114949505051&f&-v&w&x&z&Á&é&i^&.&c&Ó'H'O'STJó '_'Ú**"+t+l*}+++L+h+v„ ?,'-9-a}-A-Ó-°-©-_-°»-Á-_-fl-„-ÁÓÚ..?G.O. S.T.b./:\Ñ.é.Ó.é.e.í.i.ú.ü._.0/-//S/b/c/cye/ÁAE000¥0_
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Sábado

Hoy ha sido el día en que Karla y yo nos hemos trasladado a nuestra (temporalmente) propia casa... La amiga de Apple de Anatole se va a Tasmania durante ocho meses para estudiar batik (la han echado con una indemnización... es como antes, en Microsoft), y nosotros vamos a ocuparnos de la casa mientras esté fuera. Como tantas otras casas de informáticos, es grande, estéril, llena de cacharros electrónicos, no hay nada colgado en las paredes y tiene unas seis habitaciones vacías iluminadas por docenas de luces cenitales. Por lo menos, no es una de esas grandes casas estucadas de estilo mediterráneo de los ochenta que Susan llama casas «barón de la droga»: ostentosos monumentos con un Porsche 928-S aparcado delante.

De todos modos, para poner remedio a la esterilidad de la casa, estamos haciendo lo mismo que Ethan hizo con su foto del paso elevado derruido y ampliamos fotocopias de imágenes que molan. Hemos hecho ampliaciones de Barry Diller (inventor de la Película de la Semana allá por 1973 en una oficina situada en el ABC Entertainment Complex, Century City, Los Ángeles, California), así como una ampliación de las torres gemelas del ABC Entertainment Complex.

También he ampliado un cruce en trébol intacto de una autopista californiana procedente de la obra seminal
Manual de ingeniería de autopistas
. Y, no hace falta ni decirlo, hemos hecho un retrato doble de BILL. Uno boca arriba y otro boca abajo.

Ethan nos ha traído una botella de Cabernet de 1977 como regalo de inauguración de la casa nueva y ha dicho que le daban envidia nuestros pósters: viniendo de él, es el mayor de los cumplidos.

Todd y Dusty parecen haber encontrado el uno en el otro a su alma gemela. Pasan las escasas y preciosas horas que nos quedan después de programar discutiendo sobre las extravagancias del Nuevo Cuerpo Humano, en la oficina y en el gimnasio, y deciden qué rninimúsculo necesita alteración, discuten sobre los esteroides como si fueran ladrillitos de caramelo Pez e imaginan la mecánica de la cirugía estética. Quieren convertirse en «poshumanos», transformar sus cuerpos como los de la Mujer Biónica y el Hombre de Seis Millones de Dólares para pasar al siguiente nivel de la corporalidad.

Todd tenía hoy un día charlatán —el primer cambio del amor, y lo digo con conocimiento de causa— y me ha hablado de lo feliz que le hace sentir Dusty, de lo bonita que la encuentra, de cómo ella parece creer en algo y tener más fe en ello que Todd. «Es como si todas esas representaciones únicas no tuvieran ninguna importancia, porque todo lo que me importa es que Dusty me estruje (¿Te ha estrujado alguien alguna vez, Daniel? Tío, es de lo más sexy) y que me hable. Nadie me había hablado. Es verdad, nadie me había hablado a mí. No he sido más que un alma que salvar o una unidad humana. En cambio, con Dusty soy yo y no tengo que fingir normalidad.»

«Así es como me siento con Karla», he dicho.

Todd ha dicho: «Me inyecta energía. El amor es una gran inyección de energía.»

Todd, además de trabajar como programador, está diseñando para
Oop!
un módulo con un gigante musculoso que se doblará y transformará como un GoBot o una molécula de proteínas para convertirse en bulldozers, tanques, estaciones de satélite y Kaláshnikovs. Michael cree que será un gran éxito.

Michael nos está haciendo diseñar a cada uno un módulo para
Oop!
para que podamos utilizar todos los segmentos de nuestro cerebro situados al margen de la zona codificadora, que se limita a trabajar con anteojeras. Michael es un verdadero conductor de esclavos. Nos exprime todo lo que puede. Ya conocemos a Bill, así que no es algo nuevo para nosotros. Yo estoy haciendo una estación espacial.

Susan, entre sus muchas tareas —la principal de las cuales es diseñar la interfaz de usuario para
Oop!
—, está diseñando un programa de esqueletos bailarines. Tiene a un martirizado graduado en medicina por Standford convirtiendo para
Oop!
todos los huesos humanos en piezas, las cuales, a su vez, se unen entre sí como los huesos del cuerpo humano. Además, está haciendo digitalizar los esqueletos de otros animales y está diseñando el programa para que los usuarios puedan construir nuevas especies. La carne vendrá luego.

Incluso Ethan está desarrollando un juego en el que los jugadores entrenan delfines para el Departamento de Defensa, y también diseña armamento, barcos y submarinos para
Oop!

Karla está diseñando una fábrica conservera en la que unas ardillitas listadas quedan atrapadas y deben correr para salvar la vida y no acabar troceadas («Dios bendiga a Warner Brothers»); Bug está diseñando un castillo con mazmorra y debo decir que está muy bien. Acaba de inventarse los «nodos de tortura».

Michael quiere que los usuarios de
Oop!
puedan jugar a juegos de persecución tipo Doom en todo lo que hagamos y está intentando asociarse con una compañía situada en la parte alta de la Bahía de San Francisco que facilita un servidor multilínea para que jueguen juntos los
nerds
que se dediquen a distintas áreas de programación.

Michael se ha puesto a echar pestes, con bastante razón, contra este absurdo bombardeo publicitario acerca de las generaciones. Por lo que parece, todos somos unos «flojos». «Daniel, ¿quién se inventará estas cosas?»

Michael ha señalado que los humanos son los únicos animales que tienen generaciones. «Está claro que los osos, por ejemplo, no tienen generaciones. Mamá y papá oso no esperan que su descendencia coma una clase distinta de bayas ni que hiberne con un ritmo distinto. La idea de que el mañana es un lugar distinto al hoy constituye, sin duda alguna, una característica única de nuestra especie.»

La teoría de Michael consiste en que la tecnología crea y moldea generaciones. Cuando la tecnología se acelera hasta llegar a un punto crítico, como ha ocurrido ahora, las generaciones se hacen irrelevantes. Cada uno de nosotros como individuo se convierte en un disquete individual con una «versión» personal. Mucho más lógico.

Mi madre no ha conseguido que se pusiera en marcha el motor que abre la puerta del garaje, de modo que se lo he arreglado. Nos hemos llevado a Misty a dar un largo paseo por La Cresta. La señal de stop situada en la esquina de Arastradero estaba cubierta por completo con cinta adhesiva Scotch, serpentinas y globos desinflados: trofeos abandonados de alguna fiesta de cumpleaños. Resultaba divertido.

A Ethan le está costando mucho más tiempo del previsto construir la autopista y «se traga una barbaridad de piezas».

Le he preguntado a Dusty si había crecido jugando con muñecas Barbie, y me ha dicho: «No; pero la verdad es que, en secreto, me moría por tener una. Soy hija de padres hippies, ¿sabes? Un verdadero rollo. Tenía una muñeca de trapo hecha en Sierra Leona o por ahí. Me moría de ganas de tener una Barbie Corvette.»

*suspiro*

«Así que, en lugar de jugar con la Barbie, lo hacía con números y ecuaciones. Una especie de compensación. El único juguete comprado en una tienda que se me permitió tener nunca fue un Spirograph y no veas lo que tuve que rogar para que me lo regalaran en una fiesta de la primavera. Tuve que simular que lo quería porque era un juego matemático, algo limpio y solucionable. Sin embargo, mis padres desconfiaban de las matemáticas porque las mates no son políticas. Los hippies son así.»

Los antebrazos de Dusty son como los de Popeye. Y se le ven latir unas venas que parecen un río lleno de meandros. Ethan y yo estábamos hablando cuando, de pronto, le ha gritado desde la otra punta de la habitación: «Joder, Dusty: puedo tomarte el pulso desde aquí.»

Le he preguntado a Karla si había crecido con las muñecas Barbie y me ha dicho (sin alzar la vista del teclado): «Me da vergüenza confesarlo pero, no sólo jugaba con Barbies, sino que jugué con ellas hasta una edad vergonzosamente tardía: hasta noveno.» Entonces me ha mirado, esperando reproches.

Esto sí que ha sido una sorpresa; supongo que se me ha notado en la cara. Karla se ha puesto a teclear otra vez y a hablar por encima del tableteo de sus dedos en el teclado.

«Pero, antes de que pienses que soy una causa perdida, tienes que saber que daba a mi Barbie unos pasatiempos admirables: cogía los Hot Wheels de mis hermanos y construía la Planta de Montaje de Toyota para Barbie, le ponía a Barbie una bata blanca, una carpeta y creaba puestos de trabajo para muchos estadounidenses que, de otro modo, se habrían quedado en el paro. —Ha hecho una pausa y ha alzado la vista del teclado—. Mierda, no me extraña que mis padres se negaran a creer que era inteligente.»

Lunes

Esta tarde, en la casita de Todd y de Dusty en Redwood, he intentado encontrar algo para picar en su nevera.

Mala idea.

Pastillas, lociones, cápsulas, polvos... de todo, menos lo que un ser humano normal llamaría «comida». Había: un recipiente Rubbermaid lleno de palomitas, té Turbo, masa Amino, creatina pura, Mus-L-Blast 2000+, pollos crudos, Super Infiniti 3000 y complementos de cromo, así como unas botellitas sobre cuyo contenido no me pareció correcto indagar.

Realmente tengo motivos para preguntarme si Todd no estará tomando esteroides.

Vamos, que físicamente no es normal. Tendremos que planteárnoslo.

Dusty había salido al Lucky Mart para comprar plátanos y algas. Le he preguntado a Todd: «Joder, Todd, ¿qué es exactamente lo que esperas de tu cuerpo? ¿Qué es lo que ahora no te da y esperas que te proporcione en el futuro?» No es el tipo de pregunta adecuada para Todd.

«Creo que quiero tener relaciones sexuales utilizando un cuerpo nuevo que me permita no tener que recordar a mi familia y su fanatismo religioso —ha contestado tras reflexionar un poco. Hemos echado un vistazo al piso, cubierto de pesas hexagonales y colchonetas de goma—. Como no tenía otra cosa a mi alrededor, sólo he podido creer en mi cuerpo.»

Susan estaba de malhumor por culpa de su arquitectura de ligues aquí, en el Valle. Su aventura con el señor Intel terminó hace tiempo; dice que la cultura de Intel es demasiado viril para aceptar mujeres viriles. Phil, el PDA, pasó a la historia hace eones. Se ha puesto a charlar sobre aquel episodio de Mary Tyler Moore en el que Mary enumera los hombres con que ha salido a lo largo de su carrera de ligues y se deprime. Y entonces ha tenido lugar un gran debate mientras intentábamos recordar si ése era el episodio en que empezaba a salir con Lou.

Por lo que parece, Susan solamente sale con informáticos («Bueno, Susi —dice Karla—, pasas casi todo el tiempo en el Valle...»).

«No sólo se trata de la afición a las máquinas, Kar: es que el número de ligues que he tenido en mi vida supera el número de relaciones serias. He traspasado una línea.»

Esta noche ha quedado con un artista del tatuaje del barrio de Marina, de modo que todos esperamos que aparezca mañana con un chip Pentium grabado en el hombro.

Lo que le pasa a Susan es que está dando muy tarde el salto para reconstruirse. Su nueva actitud dominante procede de una necesidad auténtica, pero está tan deformada por años de... no sé qué exactamente. Supongo que no sé tanto sobre Susan como debería. Su educación en IBM y todo eso. Pero ¿cómo abordar la cuestión?

Ethan parece haber olvidado su autopista a medio hacer. La hemos bautizado «Superautopista de la Información».

Susan ha reformateado y arreglado el curriculum de mi padre con Quark. El había utilizado (¡oh, cielos...!) una impresora matricial. Con la Selectric de mi madre le habría quedado menos prehistórico.

Esta tarde he dicho por error que Palo Alto estaba en el «Valle de la Silicona» y Ethan me ha soltado: «Silicona es lo que meten en las tetas, Daniel. Es silicio...»

Y, ¡pumba!, Dusty se ha puesto a contarnos su primer implante de pecho cuando tenía 19 años, su posterior fracaso, la demanda judicial y los grupos de apoyo: historias de una sustancia negra y pegajosa que le fluía por los pezones,«... los glóbulos inmunosupresores del gel de silicona me pasaron al torrente sanguíneo y desencadenaron esa eterna gripe de los
yuppies
. Horrible. Y así fue como me metí en lo de la manipulación del cuerpo y la salud total... por los glóbulos». Una vez más, la Dustymujer se ha quedado con nosotros. Karla y Susan están ahora obsesionadas con los brazos de Dusty, que parecen los cables de acero del puente de la Bahía forrados de piel y con animación digital, como los dinosaurios de Spielberg. Cuando flexiona los brazos, te sientes incómodo, como si fuera a comerte. Dice que, como tiene los brazos largos, tiene que trabajarlos más «hasta que tengan la fuerza de tres» para que aparenten la proporción adecuada en una mujer más baja. Es la reina del cálculo.

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