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Authors: Alessandra Neymar

Tags: #Romantico, Infantil-Juvenil

Mírame y dispara (17 page)

BOOK: Mírame y dispara
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—Vaya, ¡mira quién está aquí! —exclamó con sorna Giulio.

Me mordí el labio al ver que Kathia tragaba saliva cabizbaja. Decidió mirarme y me envió una mirada suplicante. Comprendí lo que quería. No deseaba que me enfrentara a Giulio. Caminé hacia ella y acerqué mis labios hasta su oído. No se puso tensa. Es más, acercó su mejilla y la pegó sutilmente con la mía mientras cerraba los ojos.

—No te alejes demasiado, por favor —le dije.

Me quedé allí unos segundos más sintiendo cómo su cabello me acariciaba la cara y el pecho. No quería irme. Pero lo hice a regañadientes. Me alejé lo suficiente para que me perdieran de vista, pero no lo bastante para dejar de verlos. Cerré los puños y le di una patada a la valla. Después me apoyé en ella mientras negaba con la cabeza.

No la odiaba, simplemente me odiaba a mí mismo por no saber por qué la necesitaba. Mejor dicho, por no querer reconocerlo.

Capítulo 18

Kathia

Volví a mirar hacia el porche por encima del hombro de Giulio. Allí estaba, conversando algo tenso con su primo, y con Alex y Daniela. Estos últimos estaban abrazados (muy melosos) mientras escuchaban a Mauro, que hablaba en ese momento. Ni rastro de Erika; llevaba esquivándome toda la noche.

Giulio acarició mis brazos desnudos. Mi piel estaba erizada, hacía mucho frío, pero había olvidado coger la chaqueta. En realidad, ni siquiera me había dado cuenta de cómo había llegado hasta el punto más alto del promontorio. Estaba demasiado confusa y absorta por culpa de la cercanía que habíamos tenido Cristianno y yo minutos antes.

La brisa agitó mi cabello y me estremecí al sentirla en mis hombros.

—¿Tienes frío? —susurró Giulio, dejando que sus labios rozaran mi frente.

Me aparté enseguida.

—No te preocupes. Estoy bien.

Hacía mucho más frío en aquel lugar, pero no quería que Giulio se me acercara. Pasó sus manos por mi cintura y me envolvió con aquel aroma a alcohol que tanto odiaba.

—Estás espectacular esta noche. No sabes la cantidad de cosas que te haría. —Volvió a susurrar mientras sus manos se deslizaban vientre abajo.

Las retiré con fuerza.

—Giulio, no estoy aquí porque me gustes, sino porque quiero que te largues cuanto antes. Así que acabemos con esto, ¿quieres?

Si volvía a tocarme, le daría una patada.

Derramó su bebida sobre la roca dejando que nos salpicara los pies, y volvió a mirarme. Después, tiró la copa. El cristal se hizo añicos y no pude evitar sentir un escalofrío. Dio un paso más hacia mí. Volví a alejarme. Pronto me quedaría sin terreno. Estaba demasiado cerca del borde del acantilado.

—¿Quieres que terminemos con esto? —preguntó, pasándose la lengua por los labios.

—Eso es lo que he dicho. —Le reté, colocando mis brazos en jarras.

—Bien, pues empecemos cuanto antes, Kathia.

De repente, un impulso me llevó a mirar a Cristianno. No estaba demasiado lejos, pero tardaría un poco en llegar hasta mí. Estaba dispuesta a gritar para advertirle.

—¿Sabes una cosa? —dijo Giulio terminando de acortar nuestra distancia. Ya no podía retroceder. Caería al vacío si daba un paso más hacia atrás—. Comienza a molestarme ese corpiño. —Acarició la curva de mis pechos. Miré hacia atrás intentando descubrir cómo escapar—. También me molesta este pantalón. —Me cogió de las caderas y me besó.

Intenté alejarle, pero él empleó toda su fuerza conmigo. Retiré mis labios, pero su lengua continuó vagando por mi cuello. Evité que descendiera flexionando las rodillas e intentando alejarlo de mí. De nuevo, perdía. Me impulsó hacia arriba y volvió a besarme. Me concentré en esquivarle. Era imposible gritar.

—No te resistas, Kathia. No servirá de nada —mascullaba mientras deshacía el nudo de mi corsé.

—¡Suéltame! —grité sin poder terminar la palabra.

El nudo estaba deshecho, solo faltaba que tirara de las costuras. Pero no lo hizo. Volvió a acariciar mis pechos. Esta vez con mayor agresividad.

Le mordí el labio y unas gotas de sangre se mezclaron con nuestras bocas, en medio de un beso. Creí que en cuanto sintiera el dolor se apartaría, pero no lo hizo. Sonrió mientras me besaba y tiró de mi cabello hacia atrás.

¿Qué más podía hacer? Lo intenté todo, pero Giulio era demasiado grande para mí. Solo su pecho ya me ocultaba. Una lágrima se deslizó por mi mejilla en el mismo instante que solté un pequeño y ahogado gemido. Alex llevaba razón… y también Cristianno.

—Sí, nena. —Sonrió, como si yo pudiera estar disfrutando.

Tragué saliva y le di una patada en la entrepierna. Comenzó a gemir del dolor mientras se llevaba las manos a sus partes doloridas. Me impulsé hacia delante para salir de allí corriendo, pero me cogió de la muñeca y me empujó dejándome al filo del promontorio.

—¡Maldita zorra! —exclamó antes de darme una bofetada.

Caí.

El viento aumentó a mi alrededor y me envolvió haciendo que sintiera la velocidad que llevaba. No pude ver nada, el cabello cubrió mis ojos. Tampoco pude gritar. Mi garganta no respondía en aquel momento. Solo podía sentir cómo caía y caía. No sobreviviría. No podría esquivar aquellas rocas puntiagudas que salían del agua. Tensé el rostro y cerré los ojos.

Solo vi una imagen. «Cristianno», susurró mi fuero interno.

Con el murmullo de su nombre en mi mente impacté en el agua. Un dolor punzante y agónico se clavó en mi espalda.

Pero era agua, no sentí nada más que agua engulléndome y arrastrándome hacia el frío y oscuro fondo. Solté el poco aire que me quedaba y me ordené subir. Me ordené luchar por conseguir una bocanada de aire. Pero mis brazos no eran capaces de avanzar. Seguía cayendo. Hasta que choqué con una roca. Mi cabeza impactó con ella. El mundo se apagó.

Cristianno

La vi caer y en ese momento supe que estaba enamorado de ella.

Me impulsé hacia delante y salté la valla. Corrí, corrí como no sabía que podía hacerlo. Mis pies se hundían en la arena, pero aun corría con más fuerza. Solo tardé unos segundos en sentir el agua cubrir mis pantalones. La agonía perforaba mi pecho, incluso sentía cómo mis ojos se entelaban de inseguridad. Si le ocurría algo a Kathia no sería capaz de soportarlo. La necesitaba en mi vida.

Nadé sin rumbo. No sabía dónde estaba, no sabía dónde había caído exactamente. Tal vez era demasiado tarde, pero no desistí.

Cogí aire y me adentré en la profundidad marina. No podía ver nada, todo estaba demasiado oscuro. Subí a la superficie y cogí aire, de nuevo. Mi angustia hacía que lo consumiera demasiado rápido. No encontraría a Kathia si no aguantaba más de treinta segundos bajo el agua. Suspiré cerrando los ojos e intenté controlarme antes de volver a sumergirme. Esquivé varias rocas y tras una de ellas apareció su cabello. Envolvía su rostro, pero pude ver que tenía los ojos cerrados. Estaba inconsciente, atrapada entre las enormes piedras.

Vi que el corsé que llevaba estaba desabrochado. Todavía ocultaba su cuerpo, pero me irritó que Giulio hubiera vuelto a hacer de las suyas.

Tomé su brazo y la arrastré con fuerza. Salimos a la superficie y cogí aire con desesperación mientras su cabeza se inclinaba hacia atrás y dejaba un pequeño rastro de sangre en mi cuello.

—¡Kathia, Kathia! ¡Despierta! —grité desesperado antes de que una ola volviera a sumergirnos.

Se alejó de mí, pero capturé su mano a tiempo. Volví a empujarla hacia arriba y la aferré con fuerza mientras nadaba hacia la orilla.

—¡Kathia, por favor, mírame! ¡Despierta!

Mi voz sonó desquiciada. En cuanto la pusiera a salvo, iba a matar a Giulio. El agua intentó arrastrarnos de nuevo, pero no lo consiguió. Contraje mis músculos y la sostuve con firmeza.

Mis pies comenzaron a tocar suelo. Cogí a Kathia entre mis brazos y caminé hasta que salí del agua. Mauro se lanzó a por mí seguido de Alex. Daniela estaba paralizada.

Coloqué a Kathia en la arena y le hice el boca a boca hasta que una bocanada de agua la hizo toser.

—Llévatela dentro, Mauro —le ordené a mi primo mientras me levantaba—. Se ha golpeado la cabeza. Alex, será mejor que desalojemos —añadí buscando a Giulio.

Lo descubrí corriendo hacia su Vespa.

Avancé unos pasos sin dejar de mirar el aparcamiento. Aquel cobarde se escapaba. Ni siquiera había avisado de lo sucedido. Si no hubiese visto cómo caía, Kathia podría estar muerta, ¡y él se marchaba sin importarle! No, no se iba a ir sin vérselas conmigo.

Daniela se interpuso para impedirme que fuera hacia allí, pero ni la miré.

—Cristianno, no… —Intentó retenerme, pero levanté el brazo que quería cogerme y la esquivé—. ¡Cristianno, escúchame! —gritó. Salí corriendo lleno de rabia.

Llegué al aparcamiento cuando él aceleraba la moto provocando una humareda. La moto se embaló y topó con un coche.

—¡Maldito cabrón! ¿Te vas sin más? —Cogí a Giulio de los hombros y lo tiré al suelo—. Enfréntate a mí si tienes huevos. —Le pegué una patada. Y otra, y otra. En la cara, en las costillas, en las piernas, en el pecho… Me tiré sobre él y comencé a darle puñetazos hasta que vi cómo la sangre comenzaba a tapar su rostro—. ¿Qué te dijo ella? ¡Contesta! —pregunté zarandeándole.

—¡Que te jodan!, Cristianno —masculló, escupiendo sangre. Alex apareció en ese momento—. Kathia es una guarra. Ella me provocó y después se rajó. No es más que una… —Le volví a pegar un puñetazo.

—¡Te mataré! —gritaba mientras Alex me cogía por los hombros— ¡Suéltame! ¡No descansaré hasta verte bajo tierra! —Todavía pude darle una patada en la cara.

Sus facciones se iban perdiendo desdibujadas por la sangre, pero para mí aún no era suficiente. Entonces miré alrededor. La gente se había agolpado y miraba la escena escandalizada.

—¿Qué estáis mirando? ¡Largo de aquí! —gritó Alex, sin dejar de retenerme.

Intenté soltarme, pero fue inútil. Alex era mucho más grande y fuerte que yo, y sus brazos capturaban bien los míos.

La gente comenzó a marcharse. A lo lejos se escuchaba a Eric y a Luca gritar que se marcharan utilizando la excusa de que había fuego. Todos salían de la casa, despavoridos.

Los amigos de Giulio le levantaron del suelo. No podía mantenerse en pie y su ropa era un amasijo de sangre y arena. Después de aquella paliza estaría un tiempo sin aparecer por el San Angelo. Quise volver a pegarle, pero esta vez Daniela me sostuvo el rostro y me obligó a mirarla.

—¡Basta! Ya basta, Cristianno. Le has dado su merecido —dijo con convicción, intentando tranquilizarme. Jamás me habían visto tan descontrolado. Incluso Alex estaba extrañado. No dejaba de mirar a Daniela frunciendo el ceño.

—No es suficiente. No estoy satisfecho. —Me revolví sin dejar de observar a Giulio.

—Deberías estarlo. Kathia está bien, está a salvo, tranquilo. Por favor, cálmate. —Me besó en la frente—. Por favor, hazlo por nosotros. Por favor. —Daniela consiguió lo que se proponía y Alex comenzó a aflojar.

Respiré hondo antes de sentirme totalmente liberado. Mi amigo aún se mantenía en alerta, pero sabía que no volvería a saltar. Lo había prometido y siempre cumplía mis promesas. Podría ser cualquier cosa, pero era un hombre de palabra.

Avancé un par de pasos cabizbajo. Levanté la mirada lentamente y miré a Giulio apretando los dientes. Sus amigos se tensaron.

—Es… es la segunda vez que atacas a alguien que me importa —dije mientras Daniela y Alex se miraban comprendiendo el contenido de aquella frase—. La próxima… te mataré y, créeme, no será una muerte rápida. —Las pocas personas que quedaban allí sabían que aquella amenaza iba en serio. Me conocían demasiado bien para saber que aquellas palabras no se las llevaría el viento. Mataría a Giulio si volvía a acercarse a alguien que yo amara.

Entré en la casa y fui en su busca.

Eran más de las cuatro de la madrugada. Kathia dormía mientras yo procuraba hacerlo en el sofá que había frente a su cama. No dejaba de pensar que había estado a punto de perderla y que había sido un estúpido por no darme cuenta antes de por qué la necesitaba tanto.

Estaba enamorado de ella y me gustaba sentirlo. Me gustaba saber que… la amaba. Quería compartirlo todo con ella.

Suspiré mientras contemplaba su cuerpo cubierto con una sábana. Mauro me dijo que estuvo despierta unos minutos mientras Daniela y Luca la cambiaban de ropa y le curaban la herida (no era demasiado profunda, solo un rasguño en la nuca). Erika ni siquiera intervino y eso que se trataba de su mejor amiga; minutos después cogió un taxi y se marchó (no sin antes discutir con Mauro).

Según mi primo, lo primero que Kathia mencionó fue mi nombre. Después, se durmió.

Me levanté del sofá y caminé hacia ella. La contemplé mientras dormía; era increíblemente guapa. Acaricié su cabello y me acerqué hasta su mejilla para darle un beso. Miré sus labios. La hubiera besado, pero no lo hice. No lo haría hasta que ella me lo permitiera.

Capítulo 19

Kathia

Sentí una fuerte punzada en los párpados. La cabeza me daba vueltas y tenía una sensación de vértigo espantosa. Parecía que volvía a caer por aquel acantilado. Me esforcé en abrir los ojos y me removí inquieta hasta que por fin vi los débiles destellos de luz que entraban por las rejillas de la persiana. Estaba amaneciendo.

Pestañeé y, al hacerlo, un millón de puntos multicolor abordaron mi visión. No tardaron en tornarse blancos y extenderse hasta cubrirlo todo con un manto de luz cegadora. Aquellos puntos presionaron mis sienes de tal manera que tuve que volver a cerrarlos para calmar el dolor. Fue inútil, se intensificó.

Tomé aire y volví a abrir los ojos. Los puntitos de color ya eran menos llamativos. Fulgían durante unos segundos y desaparecían dejando un débil rastro oscuro, similar al humo. Como si explotaran.

Me llevé una mano a la frente mientras apoyaba el codo sobre el colchón y me impulsaba hacia delante. Quería continuar durmiendo, pero aquel espantoso dolor de cabeza no me iba a dejar. Malditos «Buenos días».

Alcancé el despertador digital que había en la mesita. En cuanto lo tuve en mi mano, volví a estampar la mejilla contra la almohada. Humedecí mis labios y tragué saliva antes de bostezar.

«06.09», marcaban aquellas luces azuladas.

—Jesús… —musité antes de volver a dejarlo sobre la mesita.

Me incorporé en la cama y miré a mi alrededor mientras estabilizaba mi cabeza. Estaba claro que aquella era la habitación de Luca.

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