Movimientos religiosos modernos (8 page)

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Authors: Alberto Cardín

Tags: #Ensayo,Referencia,Religión

BOOK: Movimientos religiosos modernos
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Sólo los más tradicionalistas de estos movimientos —amishianos, doukhobor y algunos grupos hutteritas y menonitas—, atrincherados en sus usos vestimentarios y trasladándose a zonas cada vez más agrestes, pudieron mantener la primitiva vida comunitaria, debiendo por ello sufrir a veces la persecución y la intolerancia de la sociedad establecida, que no podía comprender su testarudez.

El espíritu anticomunitario y el creciente desinterés religioso engendrados por el desarrollo de la vida urbana dieron lugar a la aparición de un grupo religioso, el Ejército de Salvación, fundado en Inglaterra en 1860 por William Booth. Este grupo, que actuaba uniformado, pretendía —mediante la celebración de cantos callejeros, seguidos de predicación, y la apertura de locales de auxilio social— atraer de nuevo a los escépticos e incrédulos de los barrios bajos a la religión.

Al mismo tiempo, por diversas partes de Estados Unidos, y de manera continua, iban surgiendo predicadores aislados o pequeños grupos de fieles que pretendían despertar de nuevo el sentimiento religioso de la gente, conmoviéndola mediante una predicación emotiva y apasionada y unas técnicas de sugestión de masas que podían provocar entre los asistentes a las asambleas estados de trance y hasta casos de cura milagrosa.

Dichos predicadores tuvieron especial relevancia en el sur y en el Medio Oeste de Estados Unidos y dieron lugar a dos tipos fundamentales de revivalistas: los de tipo ferial, típico sobre todo del Medio Oeste, que se dedicaban a realizar portentos, conmoviendo a la audiencia con su encendida palabra; y por otro lado, los de tipo extático, más abundantes en el sur, donde confluyeron con las Iglesias baptistas negras, a quienes los cantos y las contorsiones y danzas extáticas inducían un sentimiento de euforia colectiva.

Estos dos tipos de Iglesias sufren en Estados Unidos, y en parte también en Inglaterra, una renovación constante, debido sobre todo a su total carencia de estructura eclesial, siendo su único interés el despertar la fe en Cristo de una manera emotiva e inconcreta y sobre una base dogmática muy laxa —de ahí el nombre de fundamentalistas que a veces se les da.

De todos modos, durante la época de efervescencia de las sectas que siguió a los últimos estertores de la contracultura, surgió en Estados Unidos un movimiento muy fuerte dentro de la corriente revivalista: los
Jesús Freaks
, Locos de Jesús. Podía vérseles por las esquinas rezando cogidos de la mano, y sus pintadas de tipo
Jesús loves you
(Jesús te ama) o
Jesús Saves
(Jesús salva) aparecían obsesivamente sobre vallas y paredes.

Otro evangelista de fama mundial que supo aprovechar bien la coyuntura fue Billy Graham, quien durante unos años incluyó en sus
revivals
a Johnny Cash y a Carl Parkins y alguna que otra vez a Cliff Richards, al tiempo que hablaba de Dios como la única y verdadera droga.

G
URÚS Y TERAPEUTAS

Al pensar en los movimientos religiosos de tipo hinduista, es tan determinante la visión inmediata que de ellos se tiene en la perspectiva del
supermercado espiritual
que apenas suelen valorarse los precedentes de esta avalancha, tanto los que no hemos mencionado por ser más lejanos —así, el interés por las lenguas indias de los neogramáticas, o el de los románticos por sus religiones— como aquellos otros a los que ya hemos aludido, y entre los cuales la teosofía y la mística posteriores a la revolución soviética ocupan un lugar importante. Éstas últimas son de fundamental importancia, sobre todo en su conexión con el psicoanálisis, a través de Jung y sus discípulos, por cuanto que darán lugar a una corriente muy destacada y de la que sin duda los gurús aprendieron no poco en lo referente al marketing: la Cienciología.

Fundada en 1948 por el escritor de ciencia ficción L. Ronald Hubbard, la Cienciología incluyó desde el principio, y fue desarrollando posteriormente, elementos budistas e hinduistas que, disfrazados bajo denominaciones de apariencia científica y cada vez más rodeados de un aparato técnico e instrumental casi de laboratorio psicológico, difícilmente dejaban ver su verdadero origen.

El hecho de presentarse como una corriente tan altamente tecnificada y de cuño occidental ha hecho creer a muchos investigadores que la Cienciología no es sino una especie de tecnificación y desarrollo de la Ciencia Cristiana de Mary Baker Eddy, con ciertos aportes tomados del psicoanálisis junguiano. Lo cierto es que los
engramas
, o rastros de experiencias pasadas, que la Cienciología pretende ayudar a borrar, y el
Thetan
, especie de alma afectada de una mayor o menor carga de impurezas que hay que limpiar, apenas logran ocultar sus similitudes respectivas con el
karma
(acumulación de méritos y deméritos dé anteriores encarnaciones) y el
atman
(alma eterna prisionera del cuerpo, que soporta el peso del karma) del pensamiento religioso hindú.

La Cienciología, que dice ser una «Iglesia» sólo a efectos legales —en realidad, se considera una sabiduría o técnica trascendental—, tiene, sin embargo, una organización verdaderamente eclesial, y un modo de captación claramente religioso. Este hecho debió de influir en el modo de presentación de muchas de las sectas hindúes de Occidente, que tienden a negar, de cara a la publicidad, su carácter de confesión religiosa, presentándose como simples sabidurías, filosofías trascendentales o cosmovisiones filosóficas, lo que sin duda eran en su original encarnación dentro del contexto religioso de Oriente, pero que resulta del todo incierto en su actual modo de actuación y difusión por Occidente.

Uno de los más claros ejemplos de esta dualidad es la Meditación Trascendental de Maharishi Mahesh. Maharishi, que aparece vestido siempre con su atavío de
saddhy
(hombre santo), que lleva el título de gran profeta y que recibe la veneración de los fieles mediante la tradicional
puja
o adoración ritual en sus
darshans
ceremoniales, se presenta ante los posibles adeptos de Occidente como el simple organizador de una nueva técnica de meditación, cuyos resultados prácticos —relajación, disminución de la tensión y de las toxinas, etcétera— son evidenciados por medio de gráficos y avalados por sesudos estudios, que adoptan un lenguaje similar al de la ciencia académica. Esta circunstancia, frecuente en casi todas las sectas indias difundidas por Europa y Estados Unidos —incluidas las más monacales, como el Hare Krisna—, parece ser fruto inevitable de las condiciones en que el pensamiento hindú ha tenido que desenvolverse en Occidente, en medio de una paradójica decadencia del prestigio de los científicos que, sin embargo, no impide que la parapsicología y la ufología adopten aires, modos y técnicas cada vez más próximos a los de la denominada ciencia académica.

Este proceso de adecuación —que en las formas exteriores puede ejemplificarse con lo ocurrido en algunas sectas, cuyos predicadores dejaron sus vestidos azafrán y hace ya varios años que visten de chándal— es más importante todavía en las transformaciones doctrinales introducidas por tales sectas respecto al pensamiento hindú tradicional.

Dicho pensamiento aparece enmarcado en una cosmogonía de carácter cíclico, compuesta por cuatro ciclos cósmicos o
yugas
, con un sentimiento progresivamente decadente, hasta llegar al último y más degradado de todos —el actual—, tras el cual vendrá la destrucción y la aparición de un
eon
de cuatro ciclos. Pues bien, lo que casi todas las sectas prometen es la renovación espiritual anunciada precisamente por la decadencia de la civilización actual. El caso más herético respecto a la filosofía hindú es el de la doctrina de Sri Aurobindo, según el cual los yugas son ascendentes y siguen un camino progresivo hacia lo supramental. Esta doctrina no deja de tener puntos de contacto con la cosmovisión evolucionista occidental, y en especial con las teorías del ascenso universal hacia lo mejor, hacia la
noosfera
, de Teilhard de Chardin.

A
SHRAMS
Y CENTROS COMERCIALES

Arrinconada en el recuerdo por la fama de los gurús más recientes, la figura de Vivekananda debe ser sacada del olvido cuando se trata de rastrear los orígenes del actual sistema mundial de sectas,
ashrams
, órdenes y grupos orientalistas, pronto convertidos en emporios comerciales. Él fue el primero en dar a conocer en Occidente, fuera de los circuitos teosóficos, las nuevas corrientes del pensamiento religioso indio —bajo la forma de las enseñanzas de su maestro Ramakrishna—, en el Congreso Mundial de las Religiones de Chicago (1893). Fue igualmente quien resucitó la antigua fórmula de comunidad religiosa —muy distinta del
vihara
o monasterio budista— donde conviven, en forma de retiro espiritual, individuos consagrados, de residencia y hábito permanentes, y devotos seglares, más o menos asiduos: el ashram. Fórmula que ha acabado imponiéndose como organización en todas las sectas y movimientos orientalistas.

En cuanto a la forma de difusión, también el estilo
misión
—cuyo nombre ha adoptado luego como propio la secta del Maharaj Ji, y sobre cuyo modelo trabajan tanto el Hare Krisna como la secta Moon —fue idea de Vivekananda. Éste, tras crear la llamada Orden de Ramakrishna (1897), fundó para su propagación en Occidente la Misión Ramakrishna, abierta por completo al público y dotada de medios de difusión de masas, en contraposición al estilo secretista que tenía la Orden de la Estrella de Oriente, creada en aquella época por Annie Besant en torno a Krishnamurti-Cristo.

El problema de este tipo de difusión —ya no es la capilla que circula de boca en boca— era el de dotarse de los medios necesarios de financiación. De ahí que, antes incluso de su ingreso en el
supermercado espiritual
y su fusión con el
show-bizz
, la Misión Ramakrishna, y las que sobre sus pasos siguieron idéntico sendero, pasara pronto a tener una fuerte estructura comercial, en la que las imprentas, las librerías, los objetos de culto, y subsidiariamente las materias primas, los
bibelots
, y las ropas y comidas orientales, formaban otros tantos anexos necesarios del ashram en cuanto estructura comercial y base de financiación de los
sannyasin
y del propio entramado misional.

Algunas escuelas, como la de Sri Aurobindo, con su predicación de un «yoga integral» muy adaptado a las necesidades puramente terapéuticas y tranquilizantes del ocupado hombre occidental, o como la Meditación Trascendental, que propugna sesiones de meditación muy cortas —dos veces al día durante veinte minutos, posibles de realizar, una vez adquirida la práctica, incluso en el metro o en el autobús—, han podido relegar a un segundo término e incluso prescindir por completo de la estructura mercantil, de la que otras sectas y asociaciones tienen aún necesidad para financiarse.

Repartidos por todo el mundo, los ashrams de Sri Aurobindo enseñan una síntesis de
asanas
tradicionales y pensamiento hindú renovado a la manera occidental, que ha tenido gran éxito entre la clase media americana y entre algunos millonarios esnobs, lo que le ha permitido fundar el ashram gigante —o más bien complejo de ashrams— de Auroville, en las cercanías de Madrás.

Por su parte, la Meditación Trascendental, cuyo éxito entre las clases profesionales del mundo entero —se trata de un tipo de ejercicios muy adecuado para ejecutivos con prisas— le ha permitido una difusión en verdad sorprendente en los últimos quince años, aparece como una estructura altamente burocratizada, dirigida por
profesores
, que ha fundado hasta la fecha varias universidades propias en todo el mundo, donde se enseña la llamada Ciencia de la inteligencia creativa, y un gran complejo docente-editorial, situado en Seelisberg (Suiza), al que denominan «capital mundial de la era de la Iluminación», con evidentes ínfulas de influencias cultural y casi política.

En cuanto a las sectas o movimientos que, por su mayor carácter místico —es decir, por sus mayores exigencias de entrega—, han quedado relegadas a los círculos naturistas o a los actuales restos de la contracultura, no han tenido más remedio que seguir apegados a una cierta estructura mercachifle que tampoco contribuye mucho a su difusión; surgen así los complejos de restaurantes, tiendas de objetos exóticos, editoriales, y hasta puestos de venta de helados y hamburguesas macrobióticos, como el de los discípulos de Sri Chimnoy en Hillside Avenue (Nueva York), o los diversos ashrams-factoría de la Asociación Mundial para la Conciencia de Krisna (Hare Krisna).

No hay que olvidar tampoco negocios mucho menos centrados en el ashram espiritual tradicional, como los de la secta Moon, o incluso negocios bastante menos santos, atribuidos a unas y otras sectas por la contrapropaganda de la
mayoría moral
en Estados Unidos, cuyas características trataremos más adelante.

H
UMANISMO GNÓSTICO

Desde la época del surgimiento de las primeras élites urbanas ilustradas, a finales del siglo
XVII
, aparecen ligadas a ellas una serie de sectas que pretenden remontar sus orígenes hasta la construcción del templo de Salomón y los sacerdocios egipcios prehelenísticos, y que sitúan sus doctrinas bajo la insignia cabalística del triángulo, o el triángulo y el círculo.

Las más conocidas de dichas sectas son los masones, en sus diversos ritos, y los rosacruces. Ambas tendrán gran importancia como encuadramiento ideológico de grandes pensadores de la época: de Leibniz a Voltaire, pasando por Newton, Spinoza, Gassendi y tantos otros.

Tienen de nuevo tales sectas, en su época funcional, el que suponen una liberación del rigor dogmático de las Iglesias cristianas, y constituyen un primer inicio de acuerdo humanista sobre la base de la creencia genérica en un principio sustentador del universo —al que los masones llaman Gran Arquitecto—, que cada uno puede imaginar como quiera, lo que sin duda ayudó a difundir la idea de tolerancia que tan fundamental será en la constitución de las primeras democracias y de la sociedad liberal en general.

Debido al ritualismo de la época, se vieron obligados a constituir círculos cerrados, de férrea estructura eclesial —mis compleja aún, si cabe, que la de las Iglesias cristianas a las que se oponían—, en los que se transmitía una enseñanza secreta (esotérica), perfectamente coherente por lo demás con el carácter cerrado y un tanto misterioso que caracterizaba a las nacientes ciencias, practicadas por reducidos grupos de estudiosos y aristócratas.

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