Ambos sexos están celosos de lo que no tienen, por mucho que estén orgullosos de sus atributos, de su estatus, rol social y órganos sexuales. Aunque esto pueda observarse a simple vista y a pesar de ser una opinión indudablemente correcta, por desgracia todavía no está lo suficientemente divulgada ni aceptada. (Hasta cierto punto, este problema se debe a que el psicoanálisis ha puesto demasiado énfasis en la llamada envidia del pene por parte de las niñas, lo cual no es de extrañar, pues en aquella época la mayor parte de estudios fueron escritos por hombres, que no se detuvieron a examinar su propia envidia de las mujeres. Esto es algo semejante a lo que ocurre hoy en día en los trabajos de algunas feministas fanáticas.)
«Cenicienta», que es el cuento que más enfatiza el tema de la rivalidad fraterna, resultaría deficiente si no expresara, de algún modo, la rivalidad existente entre niños y niñas, debida a sus diferencias físicas. Tras esa envidia sexual yace el temor sexual, es decir, la llamada «angustia de castración»: miedo a la pérdida de alguna parte del cuerpo. La «Cenicienta» trata sólo de la rivalidad entre las niñas
de modo manifiesto,
pero ¿podrían encontrarse algunas alusiones
indirectas
a estas otras emociones mucho más profundas y, por lo tanto, reprimidas?
Aunque tanto niños como niñas sufran por igual la «angustia de castración», las sensaciones que padecen no son semejantes. Tanto el término «envidia del pene» como «angustia de castración» subrayan uno de entre los muchos y complejos aspectos psicológicos de los fenómenos a que aluden. Según las teorías freudianas, el complejo de castración de las niñas se basa en su fantasía de que, originalmente, todo el mundo tenía pene y de que las niñas, de alguna manera, llegaron a perderlo (probablemente como castigo por su mala conducta); y alimentan, en consecuencia, la esperanza de que pueda volver a crecerles. La angustia paralela que experimenta el niño es la de que, si las niñas carecen de pene, hecho que puede explicarse sólo por la pérdida del mismo, también él puede llegar a verse privado de él. La niña que sufre la angustia de castración utiliza distintas defensas para proteger su autoestima de tal deficiencia imaginada; entre estos mecanismos de defensa están las fantasías inconscientes de que también ella posee el órgano envidiado.
Para comprender los pensamientos y sentimientos inconscientes que han dado origen a la invención de una diminuta y hermosa zapatilla como rasgo principal de «Cenicienta», y, aún más importante, para comprender las respuestas inconscientes a este símbolo, que hace de «Cenicienta» uno de los cuentos más convincentes y preferidos, hemos de aceptar que pueden asociarse actitudes psicológicas muy diversas e incluso contradictorias con el símbolo del zapato.
Un incidente que se repite en numerosas versiones de «Cenicienta» es el de la mutilación que las hermanastras llevan a cabo en sus pies para poder calzar la diminuta zapatilla. Aunque Perrault excluyera este detalle en su historia, según la opinión de Cox se trata de algo común a todas las versiones de «Cenicienta», exceptuando la de Perrault y las que de ella derivan. Este hecho puede considerarse como una expresión simbólica de algunos aspectos del complejo de castración en las mujeres.
La salvaje mutilación que se infligen las hermanas es el último obstáculo que impide el final feliz; después de descubrir el engaño, el príncipe encuentra a Cenicienta. Es la última oportunidad que tienen, con la ayuda de la madrastra, para engañar a Cenicienta y privarla de lo que le pertenece por derecho. Al ver que el zapato no se ajusta a su pie, las hermanastras se mutilan. En la historia de los Hermanos Grimm, la mayor de ellas no puede calzarse el zapato por culpa del dedo gordo, por lo que la madre le tiende un cuchillo y la insta a cortárselo, diciéndole que, una vez sea reina, ya no tendrá necesidad de caminar. La muchacha así lo hace y consigue introducir el pie en la chinela, marchándose a continuación a caballo con el príncipe. Al pasar por delante de la tumba de la madre de Cenicienta y del avellano, dos palomas que estaban posadas en él empiezan a cantar: «Mira, hay sangre en el zapato: el zapato es demasiado pequeño; la verdadera novia se ha quedado en casa». El príncipe comprueba que del zapato fluye sangre y regresa de nuevo con la hermanastra. Entonces, la segunda hermana intenta calzarse la chinela, pero su talón es demasiado abultado. La madre insiste, de nuevo, en que se lo corte y da pie a que se repitan los mismos hechos. En otras versiones, en las que no existe más que una impostora, esta última se corta o bien el dedo o bien el talón, y, a veces, incluso ambas partes a la vez. En «Rashin Coatie» es la madre quien lleva a cabo esta desorbitada acción.
Este episodio refuerza la impresión que ya teníamos de la tosquedad de las hermanastras, ya que no se detienen ante ningún obstáculo para vencer a Cenicienta y conseguir sus propósitos. De modo plausible, la conducta de las hermanastras contrasta grandemente con la de Cenicienta, quien no busca la felicidad más que a través de su verdadera identidad. Se niega a ser escogida tan sólo por una apariencia mágicamente creada y dispone los acontecimientos de manera que el príncipe tenga que verla con sus harapientos vestidos. Las hermanastras se sirven del engaño, y esta falsedad las conduce a su propia mutilación, tema que se vuelve a citar al final de la historia, cuando dos pajarillos blancos les arrancan los ojos. Pero, aun así, se trata de un detalle de extrema crueldad, que probablemente fue inventado por algún motivo concreto, aunque quizás inconsciente. La automutilación no es corriente en los cuentos de hadas si la comparamos con las agresiones que se infligen a los otros, tan frecuentes como castigo a la maldad.
Cuando se inventó la historia de «Cenicienta», se solía oponer el vigor y la talla del hombre a la pequeñez e insignificancia de la mujer, por lo que los pies pequeños de Cenicienta la hacían especialmente femenina. En cambio, el mayor tamaño de los pies de las hermanastras, que no podían calzarse la chinela, es un rasgo de masculinidad, que las hacía menos atractivas que Cenicienta. Desesperadas por conquistar al príncipe, las hermanastras no se detienen ante nada para parecer lo más delicadas posible.
La sangre que fluye de sus heridas descubre a las hermanastras que intentaban engañar al príncipe. Intentaron ser más femeninas cortándose una parte de su cuerpo; su consecuencia fue la hemorragia. Se castraron a sí mismas simbólicamente para probar su feminidad; la sangre fluyendo de la parte del cuerpo castrada puede ser otra demostración de sus cualidades femeninas, ya que puede representar la menstruación.
Tanto si la automutilación como la mutilación por parte de la madre representan un símbolo inconsciente de castración para deshacerse de un pene imaginario, y tanto si la hemorragia simboliza la menstruación como si no, el cuento nos indica que los esfuerzos de las hermanastras terminaron en un rotundo fracaso. Los pajarillos descubren la hemorragia que es una prueba de que ninguna de las hermanastras es la verdadera novia. Cenicienta es la novia virgen; en el inconsciente, la niña que todavía no ha menstruado es, evidentemente, más pura que la que ya ha pasado por este trance. Y la muchacha que permite que un hombre la vea sangrar —como ocurre en el caso de hermanastras, que no pueden detener la hemorragia— no sólo es vulgar sino también menos pura. Así pues, este episodio, a otro nivel de comprensión inconsciente, parece contrastar la virginidad de Cenicienta con la falta de pureza de las hermanastras.
La zapatilla, rasgo central de la historia de «Cenicienta» y que decide su destino, es un símbolo muy complejo. Probablemente, fue inventado a partir de pensamientos contradictorios inconscientes y, por eso mismo, evoca una gran diversidad de respuestas inconscientes en el oyente.
A nivel consciente, un objeto como la zapatilla no es más que un zapato; sin embargo, inconscientemente, en esta historia, puede ser símbolo de la vagina o de las ideas relacionadas con ella. Los cuentos actúan tanto a nivel consciente como a nivel inconsciente, rasgo que les hace más atractivos, convincentes y parecidos a una obra de arte. Por lo tanto, los objetos que en ellos aparecen deben ser adecuados a nivel consciente, aunque provoquen también asociaciones totalmente distintas a su significado evidente. La diminuta zapatilla y el pie que se ajusta a ella, así como el pie mutilado que es demasiado grande, son imágenes lógicas para nuestra mente consciente.
En «Cenicienta», la imagen del diminuto pie ejerce un atractivo sexual inconsciente, sobre todo si va unida a una hermosa y espléndida (dorada) zapatilla a la que el pie se ajusta perfectamente. Este elemento de la historia de «Cenicienta» lo encontramos también como tema central de un cuento divulgado por Estrabón, mucho más antiguo que la versión china de «Cenicienta». El relato nos habla de un águila que se oculta después de haberse apoderado de la sandalia de una hermosa cortesana llamada Rodopis, y que, desde cierta altura, la deja caer sobre el rey de Egipto. El faraón, maravillado por la forma de aquella sandalia, ordena la búsqueda de la persona a quien pertenece para hacerla su esposa.
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Esta historia nos indica que en el antiguo Egipto, al igual que hoy en día, en determinadas circunstancias la zapatilla de una mujer, como símbolo de aquello que despierta mayor deseo en ella, provocaba el amor de un hombre por razones muy concretas, pero totalmente inconscientes.
Desde el momento en que existen historias, a lo ancho de todo el mundo, que datan de unos dos mil años atrás —como demuestra el relato de Estrabón— y en las que la zapatilla de una mujer posibilita la solución fantástica al problema de hallar a la esposa adecuada, seguramente existirán poderosas razones para ello. La dificultad al analizar el significado inconsciente de la zapatilla, como símbolo de la vagina, radica en que tanto el hombre como la mujer, al reaccionar al significado simbólico, no lo hacen del mismo modo.
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En eso consiste, pues, la ambigüedad y complejidad de dicho símbolo, despertando así un gran atractivo emocional en ambos sexos, aunque por distintas razones. De todos modos, no es de extrañar, pues la vagina y lo que ésta representa a nivel inconsciente son cosas totalmente distintas para uno y otro sexo; esta diferencia continúa existiendo hasta que se alcanza la plena madurez sexual y personal, que suele presentarse en una época bastante tardía de nuestra vida.
En la historia que comentamos, la elección del príncipe se basa en la chinela de Cenicienta. Si hubiera estado condicionado, al escoger, por el aspecto y personalidad de la muchacha, o por cualquier otra de sus cualidades, las hermanastras no hubieran podido engañarle. Sin embargo, éstas consiguieron embaucarlo hasta el punto de que el príncipe partió cabalgando hacia palacio, primero con una y después con la otra. Los pajarillos tuvieron que advertirle de que aquella no era la verdadera novia, pues del zapato manaba sangre. Con ello, podemos conjeturar que no fue la zapatilla ajustada al pie lo que decidió cuál era su verdadera novia, sino la hemorragia que fluía del zapato, que le hizo comprender que aquella mujer era una impostora. Sin embargo, parece que el príncipe era incapaz de darse cuenta por sí solo de la sangre que salía, aunque fuera algo fácilmente visible. Sólo reparó en ella cuando se le forzó a hacerlo.
El hecho de que el príncipe no pudiera observar la sangre en el zapato podría ser otro aspecto de la angustia de castración, relacionado con la hemorragia de la menstruación. La sangre que mana del zapato no es más que la ecuación simbólica zapatilla-vagina, sólo que ahora la vagina está sangrando por la menstruación. Si el príncipe no es consciente de ello, significa que tiene que defenderse contra la angustia que este hecho despierta en él.
Cenicienta es la verdadera novia, puesto que libera al príncipe de sus ansiedades. El pie de la muchacha se desliza suavemente en la hermosa zapatilla, cosa que muestra que algo exquisito puede introducirse en ella. No tiene necesidad de mutilarse ni de hacer sangrar ninguna parte de su cuerpo. La insistencia de Cenicienta en huir señala que, contrariamente a sus hermanas, su sexualidad no es agresiva sino que espera pacientemente a que el príncipe la elija, pero aun así, una vez efectuada la elección, la muchacha no se hace rogar en absoluto. Al ponerse ella misma la zapatilla, sin esperar a que el príncipe lo haga, pone de manifiesto su propia iniciativa y su capacidad para regir su destino. El príncipe experimentó una enorme angustia frente a las hermanastras, que le impidió incluso darse cuenta de lo que sucedía. Sin embargo, con Cenicienta, se siente completamente seguro. Al proporcionarle esta seguridad, Cenicienta se convierte en la verdadera novia.
Pero, ¿quién es, en realidad, Cenicienta, protagonista central de esta historia? El hecho de que el príncipe aprecie el extraordinario valor de la zapatilla demuestra a la muchacha, en forma simbólica, que al hijo del rey le gusta su feminidad, representada por el símbolo de la vagina. No obstante, Cenicienta puede haber aprendido, de su existencia entre cenizas, que, ante los demás, puede parecer tosca y sucia. Hay mujeres que experimentan esta sensación respecto a su propia sexualidad, y otras que temen que los hombres sientan lo mismo en cuanto a ellas. Por esta razón, Cenicienta quiso asegurarse de que el príncipe la viera en ese estado antes de elegirla. Al entregarle la zapatilla para que ella misma se la calce, el príncipe expresa, simbólicamente, que la acepta tal como es, sucia y degradada.
En este punto, hemos de recordar que la zapatilla de oro procede del pájaro que representa el espíritu de la madre muerta, que Cenicienta ha internalizado, y que la ha ayudado en sus penalidades y tribulaciones. El príncipe, al ofrecerle la zapatilla, le entrega también su reino. Le devuelve su feminidad en forma de una zapatilla-vagina de oro: el hombre, al aceptar la vagina y expresar su amor por la mujer, representa la máxima valoración del deseo que su feminidad despierta. Pero nadie, ni siquiera un príncipe de cuento de hadas, puede entregarle dicha aceptación, aunque profese un gran amor a esa mujer. Únicamente Cenicienta puede encontrar por sí misma su feminidad, a pesar de recibir la ayuda del príncipe. Este es el significado más profundo de la historia cuando nos dice que «se sacó el pesado zueco de madera y se calzó la zapatilla, que se ajustaba a la perfección».