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Authors: Margaret Weis

Tags: #Fantástico, Juvenil e Infantil

Raistlin, crisol de magia (10 page)

BOOK: Raistlin, crisol de magia
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—¡Sería de esperar en ellos que fingieran que no existimos! Su mayor deseo sería que cayéramos por el borde del mundo y desapareciéramos de la faz de Krynn, os lo aseguro.

Somos una vergüenza para ellos porque les recordamos su ignominia —concluyó Flint.

—¿Podéis caeros del mundo? —preguntó, anhelante, Tas—. ¿Cómo puede nadie hacer eso? Yo noto mis pies firmemente plantados en el suelo. No creo que pudiera caerme.

¿Y si hago el pino?

—Si realmente hubiera un dios verdadero en este mundo, todos los kenders habrían caído por el borde a estas alturas —rezongó Flint—. ¿Habéis visto a este cabeza de chorlito? ¡Está haciendo el pino!

Habría sido más exacto decir que Tasslehoff estaba intentando hacer el pino. Tenía apoyada la cabeza en el suelo y

agitaba las piernas tratando de levantar los pies en equilibrio, aunque no estaba teniendo mucho éxito. Finalmente se las compuso para sostenerse sobre la cabeza, con el resultado deque, casi inmediatamente, se fue al suelo. Sin desalentarse por ello, volvió a intentarlo, esta vez tomando la precaución de colocarse cerca de una pared. Afortunadamente para el grupo y para el resto de los parroquianos, estas tentativas lo mantuvieron entretenido durante un buen rato.

—Si los antiguos dioses todavía siguen en alguna parte —dijo Tanis, que puso su mano sobre la de Kitiara, como instándola a tener paciencia y a quedarse un poco más—, entonces debería haber alguna señal de su presencia. Se dice que en los viejos tiempos los clérigos de los dioses tenían el poder de curar las enfermedades y las heridas, e incluso que podían devolver la vida a los muertos. Los clérigos desaparecieron justo antes del Cataclismo y no se los ha vuelto a ver desde entonces, al menos, que sepan los elfos.

—Los clérigos de Reorx viven —mantuvo Flint con tono amargo—, estoy convencido de ello. Se encuentran dentro de Thorbardin. Se llevan a cabo toda clase de milagros en las salas de nuestros antepasados. ¡Unas salas en las que por derecho deberíamos estar ahora los Enanos de las Colinas! —Golpeó la mesa con el puño.

—Vamos, viejo amigo —lo reprendió suavemente Tanis—.

No habrás olvidado aquella vez que nos encontramos con un Enano de la Montaña en la feria de Haven, el pasado otoño. Afirmaba que eran los Enanos de las Colinas quienes tenían poderes clericales y rehusaban compartirlos con sus parientes de las montañas.

—¿Y qué otra cosa iba a decir? —bramó Flint—. ¡Así aliviaba su cargo de conciencia!

—Cuéntanos una historia de Reorx —sugirió Caramon, el eterno pacificador, pero el enano estaba furioso y no quería hablar.

—Algunos de los seguidores de los nuevos dioses afirman que tienen ese poder —comentó Tanis, dándole a Flint tiempo para que se calmara—. Los clérigos de Belzor, por ejemplo. La última vez que estuve en Haven hicieron de ello todo un espectáculo, consiguiendo que los lisiados empezaran a andar y los mudos a hablar. ¿Qué te parece, Kit?

La mujer estaba dando un gran bostezo que no se molestó en disimular. Se pasó los dedos entre el rizoso cabello, echándoselo hacia atrás, y rió despreocupadamente.

—¿Quién necesita a los dioses? —contestó—. Yo no, desde luego, Ninguna fuerza divina controla mi vida y me gusta que sea así. Mi destino lo escojo yo. Si no soy esclava 3c hombre alguno, ¿por qué voy a serlo de un dios y dejar que un clérigo cualquiera me diga cómo tengo que vivir?

Tanis la aplaudió al terminar y la saludó levantando su copa. Flint estaba ceñudo y pensativo. Cuando su mirada se posó en Tanis, las arrugas del entrecejo se marcaron más en un gesto de preocupación. Sturm contemplaba el fuego fijamente, absorto, sus oscuros ojos inusualmente brillantes, como si estuviera contemplando a los caballeros de Paladine cabalgando de nuevo hacia la batalla en nombre de su dios.

Caramon se había quedado dormido y roncaba suavemente, con la cabeza apoyada en la mesa y la mano agarrando todavía su jarra de cerveza. Tasslehoff, para maravilla y sorpresa de todos, había conseguido sostenerse sobre la cabeza y pedía a gritos que lo miraran... enseguida, antes de que se cayera por el borde del mundo.

—Llevamos mucho rato aquí —le susurró Kit a Tanis—.

Se me ocurre un montón de cosas más interesantes que hacer que seguir charlando con ellos. —Le cogió la mano, se la llevó a los labios y le besó los nudillos.

Los ojos de Tanis eran el espejo de su alma, como reza el dicho. El amor que le profesaba y el deseo que despertaba en él eran obvios para todos los que lo miraban. Todos, excepto Kit, que mordisqueaba, juguetona, los nudillos que antes había besado.

—Tendré que marcharme pronto de Solace, Kit —le dijo suavemente—. Flint saldrá a los caminos cualquier día de éstos.

La mujer se puso de pie.

—Razón de más para no perder el tiempo que nos queda.

Adiós, hermanitos —dijo, sin mirarlos—. Feliz Día del Regalo de la Vida.

—Sí, os deseo lo mejor —abundó Tanis, que se volvió hacia Raistlin esbozando una cálida sonrisa y dio unas palmaditas en el hombro a Caramon, que seguía roncando.

Kitiara rodeó con el brazo la cintura del semielfo y se recostó contra él. Tanis le echó un brazo por los hombros en un gesto cariñoso. Caminando tan pegados el uno al otro que casi tropezaban con los pies de su pareja, salieron de la posada. Flint suspiró y sacudió la cabeza.

—Más cerveza —pidió con voz gruñona.

—¿Me viste, Flint? ¿Me viste? —Tasslehoff, con la cara congestionada, regresó a la mesa—. ¡Me sostuve sobre la cabeza! Y no caí por el borde de Krynn. Mi cabeza se pegó al suelo con tanta firmeza como mis pies. Supongo que no hay que tener ninguna parte del cuerpo tocando el suelo.

¿Crees que si salto desde el tejado de la posada...?

—Sí, sí, adelante —-masculló el enano, absorto.

El kender salió pitando por la puerta.

—Iré a detenerlo —ofreció Sturm, que salió presuroso en pos del kender.

Raistlin dio golpecitos con el dedo a su hermano hasta que lo despertó.

—¿Eh? ¿Qué? —gruñó Caramon mientras se sentaba y miraba en derredor con los ojos desenfocados.

—Un brindis, hermano. —Raistlin levantó el vaso de vino medio vacío—. Por el amor.

—Por el amor —farfulló Caramon, derramando cerveza sobre la mesa.

7

Al final resultó que Tanis y Flint no se marcharon de Solace ese verano.

Caramon ya se había ido a trabajar con las primeras luces del alba y Raistlin estaba recogiendo sus libros, preparándose para ir a la escuela, cuando sonó una llamada a la puerta. Al mismo tiempo que la llamada, la puerta se abrió de par en par y Tasslehoff Burrfoot cruzó el umbral.

Flint había estado intentando enseñar al kender que una llamada a la puerta se entendía entre la gente civilizada como un anuncio de la presencia de alguien que pedía ser admitido. Uno esperaba pacientemente en la puerta hasta que la persona que residía en la casa acudía a la llamada y franqueaba el paso.

Pero Tasslehoff era incapaz de captar la idea, simplemente.

Lo de llamar a las puertas no era una práctica habitual en el país de los kenders. No era necesario, ya que por lo general las puertas kenders estaban siempre abiertas. La única razón para cerrarlas era el tiempo inclemente.

Si un kender iba de visita y se encontraba con que sus anfitriones estaban ocupados en algún pasatiempo en el que no era particularmente bienvenido, el visitante podía sentarse en la sala y esperar hasta que sus anfitriones aparecieran

o podía marcharse si quería; después de registrar la vivienda en busca de cualquier cosa interesante, por supuesto.

Algunas personas ignorantes de Ansalon sostenían que esta costumbre existía porque los kenders no tenían cerraduras en las puertas. Eso no era verdad. Todas las puertas de las viviendas kenders tenían cerradura; generalmente, muchas cerraduras de diferentes tipos. Aunque sólo se utilizaban cuando se celebraba una fiesta, y es que en esas ocasiones nadie llamaba a la puerta. Se esperaba que los invitados forzaran las cerraduras para poder entrar, ya que ésta era la principal diversión de la velada.

Hasta el momento, Flint había conseguido enseñar a Tas a llamar a la puerta, cosa que el kender hacía, por lo general llamando al mismo tiempo que entraba o abriéndola y llamando después, a fin de anunciar su llegada en caso de que nadie hubiera reparado en él.

Raistlin estaba preparado para la llegada de Tasslehoff porque había oído al kender llamándolo a voces desde seis puertas más abajo y a los vecinos gritándole si no sabía qué hora era. También escuchó a Tas pararse para informarles de la hora exacta.

—Bueno, fueron ellos quienes lo preguntaron —dijo Tasslehoff, indignado, entrando al mismo tiempo que la puerta giraba hacia adentro—. Si no querían saberlo, ¿por qué gritaban de ese modo? ¿Sabes una cosa? —Soltó un suspiro mientras se sentaba a la mesa de la cocina—. En ocasiones no entiendo a los humanos.

—Buenos días —dijo Raistlin, quitando la tetera de la mano del kender—. Llegaré tarde a mis clases. ¿Quieres algo? —preguntó con severidad en tanto que Tas cogía el pan y el tenedor para tostarlo.

—¡Oh, sí! —El kender tiró el tenedor con mucho ruido y se puso de pie de un brinco—. ¡Casi me olvidé! Menos mal que me lo recordaste, Raistlin. Estoy muy preocupado. No, gracias, me sería imposible comer nada. Estoy demasiado disgustado. Bueno, quizás una galleta. ¿Tienes mermelada? Yo...

—¿Qué quieres? —demandó Raistlin.

—Es Flint —dijo el kender, comiéndose la mermelada a cucharadas del tarro—. No puede ponerse de pie y tampoco puede tumbarse. Ni sentarse, dicho sea de paso. Está en muy mal estado y realmente me tiene preocupadísimo.

Muy, pero que muy preocupado.

Eso era obvio, desde luego, ya que Tas retiró el tarro de mermelada aunque todavía quedaba un poco. La cuchara se la guardó en el bolsillo, pero eso era de esperar.

Raistlin recuperó el cubierto e hizo más preguntas sobre los síntomas del enano.

—Ocurrió esta mañana. Flint se levantó de la cama y lo oí chillar, lo que hace a veces por la mañana, pero eso es generalmente cuando entro en su habitación para darle los

buenos días y todavía no está exactamente preparado para asumir que ha amanecido. Pero hoy no entré en su cuarto, y chilló. Así que fui para ver qué pasaba, y allí me lo encontré, doblado por la mitad, como un elfo en medio de un vendaval. Pensé que miraba algo que había en el suelo, así que me agaché para ver qué era, pero entonces descubrí que no estaba mirando nada, y, si lo estaba, no era ésa su intención. Estaba mirando el suelo porque no podía hacer otra cosa.

—¡Estoy atascado en esta postura, miserable kender!

»Eso me dijo. Yo me sentía muy desdichado por él, así que no andaba muy desencaminado. Le pregunté qué había pasado.

—Me agaché para atarme las botas y la espalda me chascó.

»Le dije que lo ayudaría a ponerse derecho, pero me amenazó con darme un golpe con el atizador si me acercaba a él.

De modo que, aunque habría sido interesante recibir un golpe con el atizador porque es algo que nunca me ha ocurrido, decidí que eso no iba a servirle de mucha ayuda a Flint, y que lo mejor era venir a buscarte para ver si podías sugerirme algo.

Tasslehoff miraba a Raistlin con ansiedad. El joven había soltado los libros y estaba buscando entre las jarras donde guardaba los ungüentos y pócimas preparados con las hierbas que cultivaba en el jardín.

—¿Sabes lo que le pasa? —preguntó Tas.

—¿Le ha dolido la espalda en otras ocasiones?

—Oh, sí —respondió alegremente Tas—. Dice que le ha estado molestando desde que Caramon intentó ahogarlo en la barca. La espalda y la pierna izquierda.

—Entiendo. Es lo que imaginaba. Creo que Flint sufre una fluxión aguda reumática.

—Una fluxión aguda reumática —repitió Tas lentamente, saboreando las palabras. Estaba impresionado—.

¡Qué estupendo! ¿Es contagioso? —preguntó, esperanzado.

—No, no lo es. Es una inflamación de las articulaciones.

También puede llamarse lumbago. Aunque —añadió, frunciendo el entrecejo—, el dolor en la pierna izquierda podría significar algo más serio. Iba a mandar contigo un poco de esencia de gaulteria para darle unas friegas en la zona dolorida, pero ahora creo que será mejor que vaya y le eche una ojeada yo mismo.

—¡Flint, tienes un flujo rúnico! —gritó, excitado, Tas mientras entraba corriendo por la puerta, que había olvidado cerrar al salir y a la que el enano, en su lamentable estado, no podía llegar.

Flint apenas se había movido del sitio en el que lo había dejado el kender. Estaba doblado casi por la mitad y la barba le arrastraba por el suelo. Cualquier intento de enderezarse provocaba que la frente se le perlara de sudor y que se le escaparan gemidos de dolor. Las botas seguían sin atar y él permanecía inclinado hacia adelante, soltando juramentos y gemidos alternativamente.

—¿Rúnico? —chilló el enano—. ¿Qué tiene esto que ver con las runas?

—Reuma —aclaró Raistlin—. Una inflamación de las articulaciones ocasionada por una exposición prolongada al frío o la humedad.

—¡Lo sabía! ¡El condenado bote! —exclamó Flint con un timbre de amargo triunfo—. Lo repito: jamás volveré a poner un pie en uno de esos malditos artilugios en lo que me resta de vida, lo juro por Reorx. —Habría dando un fuerte pisotón para poner énfasis al juramento, ya que tal cosa se consideraba apropiada entre los enanos, pero el movimiento lo hizo gritar de dolor y se aferró el muslo izquierdo.

»Tengo que salir a vender mi mercancía este verano.

¿Cómo voy a viajar así? —demandó, irritado.

—No vas a viajar —dijo Raistlin—. Vas a volver a la cama y te vas a quedar allí hasta que los músculos se relajen.

Tienes todo el cuerpo agarrotado. Este ungüento te aliviará el dolor. Tas, necesito que me ayudes. Levántale la camisa.

—¡No! ¡No os acerques a mí! ¡No me toquéis!

—Sólo intentamos ayudarte...

—¿Qué es ese olor? ¿Un ungüento de qué? ¡De pino! ¡No vas a hacerme tragar el jugo de ningún árbol!

—Voy a frotarte con él.

—¡Te digo que no! ¡Ay! ¡Ay! ¡Apártate! ¡Mira que tengo el atizador!

—Tas, ve a buscar a Tanis —ordenó Raistlin al ver que su paciente iba a plantearle problemas.

Aunque lamentaba extraordinariamente tener que alejarse de una situación tan excitante, el kender corrió a llevar el mensaje. Tanis regresó a toda prisa, alarmado por las confusas explicaciones de Tas sobre que a Flint lo habían atacado unas runas y que Raistlin intentaba curarlo haciéndole tragar agujas de pino.

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