Resurrección (26 page)

Read Resurrección Online

Authors: Craig Russell

Tags: #Intriga, #Policíaco

BOOK: Resurrección
4.94Mb size Format: txt, pdf, ePub

Pero este joven era diferente. Había encarado todo el proceso con entusiasmo. Desde el primer momento, había hablado con convicción sobre su necesidad de visitar una vida previa. Era como si buscara alguna forma de verdad. Un pasado real. Una vida verdadera.

Lo único que Beate no podía entregarle.

—¿Puedes ver algo? —preguntó.

El joven frunció el ceño, y su pálida frente se arrugó en un gesto de concentración. Beate había notado lo atractivo que era desde su primer encuentro. Y también había tenido la extraña sensación de que lo conocía de algún lugar. En otra época, podría haber sido suyo. En otra época, ella podía poseer a cualquier hombre. Cualquier cosa. El mundo se desplegaba como una alfombra delante de ella, amplio y nuevo y limpio, esperando sus pisadas. Luego todo se había convertido en polvo.

—Veo algo —dijo él, con vacilación—. Sí, veo algo. Un lugar. Estoy delante de un gran edificio, y estoy esperando algo, o a alguien.

—¿Es en esta vida, o en una época anterior?

—Anterior. Fue antes. '

—Describe el edificio.

—Es grande. De tres plantas. Tiene una fachada amplia con varias puertas. Yo estoy de pie, fuera. —El joven mantuvo los ojos cerrados, pero de pronto hubo una gran urgencia en su voz—. Lo veo. Lo veo todo muy claro.

—¿Qué ves? —Beate volvió a echar un vistazo al reloj de la pared. Si él había visto una vida anterior, entonces mejor que fuera corta, o tendría que pagar una hora extra.

—Dos vidas. Tres, contando ésta. Todo está muy claro, y veo cada una como si estuviera recordando el día de ayer. —¿Tres vidas, dices?

—Tres vidas, pero una. Un continuo. La muerte no fue el fin; no fue más que una breve interrupción. Una pausa.

«Eso —pensó Beate—, tengo que recordarlo: «Un continuo con la muerte como una breve interrupción». Brillante. Puedo usarlo».

—Continúa —urgió al joven cliente—. Háblame de tu primera vida. ¿Esa es la época en que estabas delante de este gran edificio?

—No… no, ésa fue la segunda vez. Aquello fue antes.

—Háblame de tu primera vida. ¿Dónde estás? ¿Quief1 eres? —Beate se esforzó por ocultar la impaciencia de su voz.

—No es importante. Mi primera vida fue simplemente un preparativo… Me estaban preparando.

—¿Cuándo ocurrió esto?

—Hace un milenio. Más. Me sacrificaron y me dejaron en la ciénaga, bajo el agua llena de barro. Luego depositaron ramas de avellanos y hayas sobre mí y agregaron piedras encima. Hacía mucho frío. Estaba todo muy oscuro. Mil años en la oscuridad y el frío. Entonces renací.

—¿Como quién renaciste?

—Alguien… —La arruga en la frente del cliente se hizo más profunda—. Alguien… que usted conoció.

—¿Yo te conocí? —Ella posó la vista sobre su cliente y estudió la cara. Sus ojos seguían cerrados. Por alguna razón, aquella afirmación la había perturbado. Todo aquello era una tontería, desde luego, pero volvió a recordar la primera sesión con aquel joven. Desde un principio le había parecido que lo reconocía, que lo había visto antes en alguna parte. Pero luego se dio cuenta de que, sencillamente, le recordaba a otra persona, alguien a quien, en ese momento, no lograba identificar del todo.

—Estoy allí ahora. El edificio. Puedo verlo claramente… —El joven no prestó atención a la pregunta. Abrió los ojos, miró el techo, pero su mirada estaba fija en otro lugar, en otro tiempo—. Es una estación de ferrocarril. Puedo verlo. Estoy en una estación de tren. Es una estación pequeña, pero el edificio detrás de mí es grande y viejo. Delante de mí, más allá del andén que está al otro lado, la tierra está vacía y plana. Hay un río ancho…

Se quedó callado un momento y una expresión de intensa concentración se desplegó por sus rasgos. Luego meneó la cabeza.

—Lo siento… —La miró directamente por primera vez desde el inicio de la sesión. Le sonrió como pidiéndole disculpas—. Se ha ido.

—Has dicho que me conocías en esta vida anterior. Su cliente giró las piernas y se sentó en el borde de la camilla.

—No lo sé… es sólo una sensación que tengo. No puedo aplicarlo, ni nada.

Beate reflexionó un momento sobre esas palabras. Luego miró su reloj. La hora había terminado.

—Bueno, tal vez podamos seguir con esto en nuestra próxima sesión. —Abrió su agenda y verificó la fecha y la hora. Su cliente se levantó y se puso la chaqueta—. Creo que la sesión de esta semana te ha hecho bien —dijo—. Pareces más relajado que la primera vez que viniste.

—Sí estoy más relajado —sonrió él, mientras caminaba hacia la puerta—. Siento que me estoy acercando a un estado mental muy especial, muy plácido. Los japoneses tienen una palabra para nombrarlo…

—¿Oh? —Beate le abrió la puerta. Su cliente del mediodía llegaría en cualquier momento.

—Sí —dijo él al salir—. Lo llaman
zanshin
.

12.40 H, WlNTERHUDER FARHAUS, HAMBURGO

La cafetería que estaba en el punto de salida del ferry de Winterhude se encontraba a una distancia razonable del Polizeipräsidium. Era habitual que Fabel celebrara allí las reuniones de su equipo cuando quería discutir sobre un caso de una manera más informal; era un cambio de escenario respecto de la Mordkommission. Cuando Markus Ullrich lo llamó esa mañana, Fabel le sugirió que se encontraran allí, en el café Fárhaus.

Fabel llegó temprano y le pidió un café al camarero, que lo conocía como un cliente habitual pero no tenía la menor idea de que era un investigador de homicidios. A Fabel le gustaba que la mayoría de la gente jamás lo viera como un policía, y nunca ofrecía esa información porque sí. Era como si tuviera dos identidades. Dos vidas separadas en dos Hamburgos separados: la ciudad en la que vivía y que amaba, y la ciudad en la que él era un policía. Con frecuencia se preguntaba, incluso después de tanto tiempo, si ésa era la profesión para él. Sabía que era bueno en lo suyo, pero cada caso nuevo, cada nueva crueldad infligida por un ser humano sobre otro, lo iba socavando. Aquella no era la primera vez que Fabel se distraía pensando en lo que podría haber pasado, en lo que él podría haber sido si no hubiera tomado la decisión de incorporarse a la Polizei de Hamburgo. Y todo el tiempo sentía la presencia de la tarjeta de Roland Bartz en su bolsillo: un billete de regreso a una vida normal.

Salió de su ensimismamiento cuando divisó la silueta achaparrada de Ullrich bajando por la escalera hacia la cafetería. El hombre de la BKA estaba vestido con un oscuro traje formal, una camisa oscura y una corbata también oscura, y llevaba un pequeño maletín de ejecutivo. Daba toda la impresión de que se reunía con Fabel para venderle un seguro. Fabel recordó su reunión con el profesor Van Halen, el genetista con traje de negocios; al parecer, todo el mundo estaba volviéndose «corporativo».

—Gracias por venir —dijo, mientras le estrechaba la mano a Ullrich—. Se me ocurrió que existía alguna remota posibilidad de que ustedes tuvieran algo en sus expedientes sobre alguna de las víctimas, o ambas, considerando sus antecedentes.

Los dos se sentaron y suspendieron la conversación mientras el camarero se acercaba y tomaba nota de lo que querían.

—Le he traído un material interesante, Herr Fabel. —Ullrich puso el maletín sobre las piernas y lo palpó, como si insinuara que en su interior se ocultaban tesoros. Luego, con mucha deliberación, lo dejó en el suelo a su lado, en un claro gesto de «lo dejaremos para después»—. Tenemos bastante que discutir, pero antes quiero aclarar las cosas sobre la situación con Maria Klee… Espero que no pensara usted que la traté con demasiada dureza. Después de todo, ella puso en riesgo una operación importante.

—Para mí habría sido mucho mejor que discutiera el asunto conmigo en primer lugar, antes de acudir directamente al Kriminaldirektor Van Heiden.

Ullrich se encogió de hombros.

—En realidad no tuve la oportunidad de hacerlo de esa manera. Los jefes de la operación, especialmente, debo decirle, los del LKA6 de la Polizei de Hamburgo, estaban furiosos con Frau Klee por andar pisoteando su investigación. Se trata de una oración muy delicada.

—Pero por el amor de Dios, Ullrich, usted sabe el alto grado de implicación de mi equipo en la investigación de Vitrenko. —Aquél era un caso anterior. Lo lamento, Fabel, pero la vida sigue. Nos enfrentamos a la amenaza que Vitrenko representa en la actualidad. Y es algo mucho más grande de lo que la Polizei de Hamburgo puede manejar por sí sola. Teníamos agentes de la BKA, del LKA6, de la Policía Federal de Fronteras, de la división del crimen organizado de la Policía de Colonia… una enorme cantidad de horas de trabajo invertidas en esa operación. Lamento no haber podido hablar con usted personalmente, pero también había muchas cuestiones políticas en el medio… Sólo quería que usted supiera que no estaba pasándole por encima deliberadamente.

—Bueno, está bien —dijo Fabel.

—En cualquier caso… —Ullrich levantó su maletín—. He hecho lo que me ha pedido: he investigado un poco a las dos víctimas.

—¿Y?

—Y, aunque la relación es vaga, hay demasiadas coincidencias, al menos, en mi opinión, para decir que el tal Peluquero de Hamburgo los elige al azar. Como usted sospechaba, la LKA de Hamburgo y la BKA federal tenían expedientes de inteligencia sobre Hans-Joachim Hauser. Él estuvo muy activo durante todos los años ochenta. Me pareció que eso podría interesarle. Sólo como contexto histórico. He hecho una copia del expediente… —Ullrich buscó en su maletín y extrajo una gruesa carpeta que depositó sobre la superficie pintada de blanco de la mesa metálica de la cafetería. No había nada en su portada color beige que diera alguna pista sobre su contenido. Fabel estaba a punto de cogerla cuando Ullrich le puso las manos encima—. Por favor, no la pierda. Aunque sea una copia, sería de lo más embarazoso. No hay mucho ahí como para sorprenderle, Herr Fabel. Pero aquí es cuando las cosas se ponen interesantes… —Depositó una segunda carpeta sobre la primera—. La BKA también tenía un expediente sobre la segunda víctima en aquella época.

Fabel se inclinó hacia delante.

—¿Estaban vigilando a Griebel?

—Ya me parecía que eso le llamaría la atención. —Ullrich sonrió—. En la superficie no encontré ninguna conexión directa entre Hauser y Griebel salvo que, como usted dijo, asistían a la Universität de Hamburgo más o menos en la misma época y los dos ejercían militancia política, aunque en diferente grado. Pero creo que lo más interesante es que más tarde se sospechó que ambos hombres eran miembros de la denominada RAF-Umfeld.

—¿Griebel también? —Fabel estaba familiarizado con el término: la RAF-Umfeld se refería a la red difusa y amplia de simpatizantes que habían proporcionado apoyo, ya fuera financiero o logístico, a la Fracción del Ejército Rojo o banda Baader-Meinhof y otras organizaciones terroristas.

—Griebel también —confirmó Ullrich—. Como sabe, durante los años setenta y ochenta, los grupos terroristas anarquistas de Alemania se sostenían a través de esa clase de redes. Al principio estaban los «Schili», o la «izquierda
chic
», que eran en su mayor parte liberales de clase media que financiaban las actividades de los anarquistas. Los Schili eran, en su mayoría, abogados de izquierda, periodistas, conferenciantes universitarios y gente parecida que entregaban dinero para apoyar las actividades de acción directa de los anarquistas… hasta que esa acción directa dejó de ser irrupciones en restaurantes finos, pintar consignas en los edificios estatales y posar desnudos para la prensa y se convirtió en secuestros, asesinatos y bombas. Los activistas se volvieron terroristas y todo aquello fue demasiado para la izquierda fina. Realmente sirvió para separar la paja del trigo, y los grupos terroristas se quedaron con un núcleo duro de simpatizantes que cumplían funciones en las que en realidad no violaban la ley.

—Lo sé —dijo Fabel—. Los llamaban los «legales».

—Exacto. Pero además de los legales, había una red nacional de células latentes, a quienes se podía convocar para que violaran la ley y financiaran o apoyaran las actividades del 8rupo terrorista principal, o incluso también para efectuar algún asesinato de alto perfil… Estos, en la superficie, llevaban vidas normales y no llamaban la atención. Por lo general los grupos terroristas escogían personas que nunca habían estado conectadas oficialmente con el movimiento de protestas ni con ninguna clase de actividad política. —Ullrich empujó las carpetas hacia Fabel—. Aquí verá que se sospechaba que Hans-Joachim Hauser era un legal; manifestaba abiertamente su apoyo a la causa, pero no violaba la ley. En cambio, a Herr Doktor Griebel se lo consideraba un posible agente latente…

—¿Y se pensaba que estaban relacionados con la Fracción del Ejército Rojo?

—He ahí la cuestión. Como sabe, había bastante polinización cruzada entre grupos… El Colectivo de Pacientes Socialistas, las Células Revolucionarias, la Rote Zora y la banda Baader-Meinhof… y también había una buena cantidad de actividad por libre, por falta de una palabra mejor. Sé que usted se cruzó con uno de esos grupos independientes al principio de su carrera local.

Fabel hizo un seco gesto de asentimiento. Era evidente que Ullrich se refería al tiroteo de 1983 en el Commerzbank provocado por el Radikale Aktionsgruppe o Grupo de Acción Radical de Hendrik Svensson, en el curso del cual Franz Webern había muerto y Fabel había sido herido y se había visto obligado a tomar otra vida para salvar la suya. No le gustaba la idea de que el hombre de la BKA lo hubiera investigado a él. Pero, en cualquier caso, se dijo, ésa era la actividad a la que se dedicaba Markus Ullrich.

—Como recordará —continuó Ullrich—, después de los suicidios de Meinhof, Baader, Ensslin y Raspe en 1976 y 1977 en la prisión de Stammhein, el terrorismo interno alemán perdió el rumbo y se fragmentó mucho… lo que en realidad nos hizo el trabajo mucho más difícil. Y también tuvo como resultado un elevado incremento del nivel y la intensidad de la violencia. La verdad es que Hauser y Griebel eran ambos objetivos de baja prioridad… y en ningún lado se sugiere que hubiera una conexión entre ellos. Sí tenían conocidos comunes, pero lo mismo ocurriría con cualquiera que tuviera alguna relación con toda aquella escena, aunque sólo fuera marginal. Hay otra cosa respecto de Griebel.

—¿Sí?

—Noté que su expediente había sido actualizado recientemente. Volvieron a investigarlo hace poco. Hace un par de años, de hecho. Tengo la sensación de que estaba relacionado con su área de investigaciones. No podría decirle por qué esa especialidad tenía algún interés, pero los agentes antiterroristas sintieron la necesidad de investigarlo de nuevo. De todas maneras, siguió siendo baja prioridad. En cualquier caso… feliz lectura.

Other books

The Sea is My Brother by Jack Kerouac
A Rogue's Life by Wilkie Collins
Polly by Freya North
Wishes and Tears by Dee Williams
Renounced by Bailey Bradford
Ad Nauseam by LaSart, C. W.