Rumbo al Peligro (36 page)

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Authors: Alexander Kent

Tags: #Histórico

BOOK: Rumbo al Peligro
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—Preparados para virar, señor Palliser. Pondremos rumbo al este.

Palliser no dijo nada. Probablemente imaginaba cómo la más absoluta desesperación debía de cundir a bordo del barco español, y podía comprenderla, dada su experiencia, aún mejor que Bolitho. Seguramente verían desde allí los mástiles de la
Destiny
girando y alejándose, lejos de la costa, y en ello reconocerían su propia derrota.

Dumaresq todavía añadió:

—Ahora les explicaré lo que me propongo hacer. Bolitho y Rhodes se miraron. Luego no todo había terminado allí. De hecho ni siquiera había comenzado.

Palliser cerró la puerta rápidamente, como si algún enemigo pudiera estar escuchando.

—Ya se han llevado a cabo las rondas de inspección, señor. El barco está completamente a oscuras, como usted ordenó.

Bolitho esperaba junto al resto de los oficiales y suboficiales en el camarote de Dumaresq, sintiendo sus dudas e inquietudes, pero compartiendo con ellos, como el que más, la escalofriante emoción.

Durante todo el día, la
Destiny
había estado navegando, adelante y atrás, bajo la abrasadora luz del sol, la isla Fougeaux, siempre cerca por el través, aunque no lo bastante como para correr el riesgo de ser alcanzados por una batería. Habían esperado durante horas —y algunos habían mantenido la esperanza hasta el último momento— a que el
San Agustín
apareciera de nuevo, habiéndose liberado de alguna manera de la trampa que representaba aquella laguna, para unirse a ellos. Pero nada de eso había sucedido. Más concretamente, no había habido siquiera ninguna terrible explosión ni sus correspondientes restos volando por los aires, lo que hubiera certificado la destrucción final del barco español.

Si hubiera estallado, la mayor parte de los barcos fondeados en la laguna habrían sucumbido con él. En ciertos aspectos, el silencio aún había sido peor.

Dumaresq miró de hito en hito sus rostros ensimismados. Hacía mucho calor en el camarote, cerrado a cal y canto, y todos ellos estaban en mangas de camisa. Bolitho pensó que tenían más aspecto de conspiradores que de oficiales del rey.

—Hemos esperado un día entero, caballeros —dijo Dumaresq—. Eso es lo que Garrick debía de tener previsto. Sin duda se habrá anticipado a cualquier movimiento que podamos hacer, créanme.

El guardiamarina Merrett se sorbió las narices y empezó a restregárselas con la manga, pero la mirada de Dumaresq le dejó petrificado al instante.

—Garrick debe de tenerlo todo cuidadosamente planeado. Ya sabrá que he pedido ayuda en Antigua. Cualquier posibilidad que tuviéramos de mantenerle atrapado en su propia guarida hasta que llegara esa ayuda se desvaneció cuando el
San Agustín
entró en juego. —Se inclinó sobre la mesa, rodeando con sus manos la carta de navegación que tenía desplegada—. Ya nada se interpone entre Garrick y sus ambiciones, excepto este barco. —Esperó a que sus palabras produjeran el efecto deseado—. Eso no me preocupa demasiado, caballeros. Podemos atacar a la flotilla de Garrick en cuanto salga, podemos combatir con todos los barcos a un tiempo o irlos eliminando poco a poco. Pero las cosas han cambiado. El silencio del día de hoy así lo demuestra.

—¿Está sugiriendo que utilizará el
San Agustín
contra nosotros? —preguntó Palliser.

Los ojos de Dumaresq relampaguearon coléricos ante la interrupción. Luego dijo, casi apaciblemente:

—En último término, sí.

Todos movieron los pies inquietos, y Bolitho oyó las voces de varios de ellos susurrando, repentinamente alarmados. Dumaresq dijo:

—Don Carlos Quintana debe de haberse rendido, aunque es posible que cayera en el primer enfrentamiento. Por su bien, le deseo que haya sido así. De lo contrario, no puede esperar clemencia de esos canallas asesinos. Y eso es algo que ustedes no deben olvidar, ¿hablo con suficiente claridad?

Bolitho se dio cuenta de que se estaba retorciendo las manos. Tenía las palmas frías y húmedas, y supo que se trataba de un acceso de terror parecido al que había sentido cuando les atacaron en la isla. Su herida empezó a palpitar como para recordárselo, y tuvo que fijar la mirada en la tablazón de cubierta hasta tranquilizarse.

—¿Recuerdan los primeros disparos hechos contra el español? —preguntó Dumaresq—. Procedían de un solo cañón situado en la parte más occidental de la colina. Erraron su disparo
ex profeso
para animar al intruso a caer en la trampa. Una vez éste hubo pasado el promontorio, utilizaron la batería y algunos proyectiles de hierro al rojo para crear el pánico y obtener la capitulación. Eso les da una idea de lo taimado que es Garrick. Estaba dispuesto incluso a dejar que el barco ardiera por completo antes que permitirle llegar hasta su meticulosamente reunida flotilla. Y don Carlos, por su parte, podía haber hecho frente a un bombardeo ordinario, aunque tengo mis dudas de que pudiera salir bien librado.

Se oyó ruido de pasos por encima de sus cabezas, y Bolitho imaginó a los hombres que estaban de guardia, sin sus oficiales, preguntándose cuáles eran los planes que éstos estaban tramando, y quién acabaría pagando con su vida por ellos.

Imaginó también el barco, sin luces y con muy pocas velas desplegadas, como un fantasma en la oscuridad.

—Mañana Garrick continuará vigilando nuestros movimientos, intentando adivinar nuestras intenciones. Nosotros continuaremos navegando por las cercanías durante todo el día, sin hacer nada más. Con ello conseguiremos dos cosas. Mostrarle a Garrick que estamos esperando ayuda y también que no tenemos la menor intención de abandonar. Garrick sabrá que se le acaba el tiempo e intentará acelerar los acontecimientos.

Gulliver preguntó inquieto:

—¿No será eso un error, señor? ¿Por qué no dejarle tranquilo mientras esperamos a que llegue la escuadra?

—Porque personalmente no creo que la escuadra llegue. —Dumaresq observó la estupefacción del piloto blandamente—. Fitzpatrick, el gobernador suplente, puede retener mis despachos hasta que sea relevado de su responsabilidad. Para entonces será demasiado tarde. —Sonrió lentamente—. Es inútil, señor Gulliver; tendrá usted que aceptar su destino igual que yo.

Palliser dijo:

—¿Nosotros solos contra un cuarenta y cuatro, señor? Estoy seguro de que la flota de Garrick también estará bien armada, y probablemente tenga experiencia en este tipo de acciones.

Dumaresq parecía cansado de discutir.

—Mañana por la noche pretendo acercarme a la costa y bajar cuatro botes. No tengo ninguna esperanza si pretendo entrar con el barco por la fuerza, y Garrick lo sabe. En cualquier caso, tendrá cañones apostados en el canal, así que seguiré estando en grave desventaja.

Bolitho sintió cómo se le contraían los músculos del estómago. Una acción con botes. Siempre azarosa, siempre difícil, incluso contando con los marinos más experimentados.

Dumaresq prosiguió:

—Discutiremos con detalle la estrategia más adelante, cuando veamos hasta qué punto el viento nos ayuda. Por el momento, esto es lo que puedo decirles. El señor Palliser se hará cargo del escampavía y de la yola, y con ellos recalará en la punta sudoeste de la isla. Es la parte más protegida y en la que menos esperan un asalto. Le apoyarán el señor Rhodes, el señor guardiamarina Henderson y… —dirigió deliberadamente su mirada a Slade—… nuestro más veterano segundo de piloto.

Bolitho lanzó una rápida mirada a Rhodes y vio la palidez pintada en su cara. Tenía también la frente perlada de pequeñas gotitas de sudor.

El veterano guardiamarina Henderson, sin embargo, parecía tranquilo e incluso deseando entrar en acción. Era su primera oportunidad, y, como Palliser, pronto probaría suerte en busca de un ascenso. No haría más que pensar en eso hasta que llegara el momento de la verdad.

—No habrá luna, y por lo que puedo prever, el mar estará tranquilo. —Dumaresq parecía aumentar de estatura a medida que iba desarrollando sus ideas—. Entonces bajaremos la pinaza, que se dirigirá a los arrecifes del extremo nororiental de la isla.

Bolitho esperó, intentando no contener el aliento. Sabiendo lo que venía a continuación.

Casi se sintió aliviado cuando Dumaresq dijo:

—Señor Bolitho, usted se hará cargo de la pinaza. Le apoyarán los guardiamarinas Cowdroy y Jury y un segundo de artillería experimentado con su dotación completa. Encontrará y se apoderará de ese solitario cañón que está bajo la ladera de la colina, y lo utilizará según mis instrucciones. —Sonrió, pero no había calidez en sus ojos—. El teniente Colpoys puede seleccionar un escuadrón de buenos tiradores para cubrir la acción del señor Bolitho. Por favor, asegúrese de que sus infantes de marina se despojen de los uniformes y utilicen ropas de faena como los marineros.

Colpoys estaba visiblemente sorprendido. No por la posibilidad de perder la vida, sino ante la idea de ver a sus infantes de marina ataviados con otra cosa que no fuera sus casacas rojas.

Dumaresq estudió sus rostros de nuevo. Quizá para contemplar el alivio de quienes iban a quedarse en el barco y la preocupación de los elegidos para llevar a cabo su temerario plan de ataque.

—Entretanto —dijo lentamente—, yo prepararé el barco para entrar en combate. Porque Garrick saldrá de su cubil, caballeros. Tiene mucho que perder si se queda allí bloqueado, y la
Destiny
se ha convertido en el último testigo de sus fechorías, así que estará ansioso por destruirnos.

Todos prestaban la máxima atención a sus palabras.

—¡Y eso es lo que tendrá que hacer antes de que yo le deje pasar!

Palliser se puso en pie y dijo:

—Pueden irse.

Se fueron dirigiendo hacia la puerta, reflexionando acerca de lo que había dicho Dumaresq, quizá intentando imaginar algún atisbo de esperanza que pudiera evitar una abierta batalla.

Rhodes dijo con voz sofocada:

—Bueno, Dick, creo que tomaré un buen trago antes de hacerme cargo de la guardia de esta noche. No tengo ganas de pensar.

Bolitho observó a los guardiamarinas pasar ante ellos de uno en uno. Debía de ser mucho peor para ellos. Comentó:

—Yo ya he hecho una expedición desconectado del resto por mi cuenta. Espero que usted y el primer teniente reciban instrucciones de eliminar uno de los barcos fondeados. —Se estremeció a pesar de su precaución—. ¡No me atrae la perspectiva de tener que quitarles ese cañón en sus propias narices!

Se miraron el uno al otro y entonces Rhodes dijo:

—El primero de los dos que esté de vuelta paga el vino para la cámara de oficiales.

Bolitho no se sintió con ánimos de responder; buscó a tientas el camino hacia la escala para subir al alcázar y continuar con su guardia.

Una ancha sombra se acercó cautelosamente desde el palo de mesana y Stockdale dijo en un ronco susurro:

—¿Entonces será mañana por la noche, señor? —Sin esperar la respuesta prosiguió—: Lo siento en los huesos. —Unió las palmas de las manos en la oscuridad—. ¿Ha pensado en llevar con usted a alguien más en calidad de capitán de artillería?

La sencillez de su confianza ayudó a Bolitho a liberarse de sus inquietudes más de lo que nunca hubiera pensado que fuera posible.

—Estaremos juntos, —Le tocó el brazo impulsivamente—. ¡Después de esto lamentará haber decidido un día abandonar tierra firme!

Stockdale soltó una especie de risotada.

—Nunca. ¡Aquí uno tiene espacio para respirar!

Yeames, el segundo del piloto que estaba de guardia, dijo entre dientes:

—No creo que ese maldito pirata sepa con quién se la juega. ¡El viejo Stockdale estará preparado especialmente para él!

Bolitho se dirigió al costado de barlovento y empezó a caminar arriba y abajo lentamente. ¿Dónde estaría ella ahora?, se preguntaba. En algún barco rumbo a otras tierras, hacia una nueva vida que él nunca compartiría.

Si por lo menos acudiera a su encuentro ahora, como había hecho aquella otra increíble noche. Ella le comprendería. Le abrazaría tiernamente y haría que se desvaneciera el miedo que le desgarraba. Y todavía había que soportar todo un largo día antes de entrar en acción. Le parecía imposible sobrevivir todo ese tiempo; supuso que estaba escrito en su destino desde siempre.

El guardiamarina Jury hizo pantalla con las manos a la luz de la aguja magnética para examinar la carta de navegación; luego miró la silueta que no dejaba de caminar lentamente. Llegar a ser como él era la única recompensa que podía desear. Tan juicioso y seguro de sí mismo, nunca demasiado impaciente o precipitado a la hora de reprender a alguien, como Palliser, ni mordaz como Slade. Quizá su padre a esa edad se había parecido un poco a Richard Bolitho, pensó. Ojalá fuera así.

Yeames se aclaró la garganta y dijo:

—Será mejor que se prepare para llamar a la guardia de las cuatro, señor, aunque me temo que hoy va a ser un día muy largo.

Jury se apresuró a marcharse, pensando en lo que le esperaba y preguntándose por qué ya no se sentía inquieto ni temeroso. Iría en el grupo del tercer teniente, y eso para él, Ian Jury, de catorce años de edad, era garantía suficiente.

Bolitho ya sabía que la espera sería dura, pero a lo largo del día, mientras la tripulación de la
Destiny
preparaba los pertrechos y las armas que iban a necesitar los grupos de desembarco, sintió que sus nervios alcanzaban su máxima tensión. Cuando fuera que pensase en su misión o subiera a cubierta, saliendo de la fresca oscuridad de alguna de las bodegas, la árida y hostil isla estaba siempre allí. Aunque sabía perfectamente que la
Destiny
recorría una y otra vez la misma derrota a lo largo del día, tenía la sensación de que no se habían movido en absoluto, de que la isla, con su fortaleza en la colina, le estaba esperando sólo a él.

Hacia el anochecer, Gulliver cambió de bordada para mantener el barco lo suficientemente alejado de la isla. Los vigías no habían apreciado el menor atisbo de actividad, debido a lo bien protegida que estaba la laguna, pero Dumaresq no tenía ninguna duda al respecto. Garrick debía de haber seguido todos y cada uno de sus movimientos, y el hecho de que la
Destiny
no se hubiera acercado demasiado a la costa en ningún momento habría contribuido a minar su confianza en sí mismo, le habría hecho creer que la ayuda para aquella solitaria fragata estaba ya en camino.

Finalmente, Dumaresq requirió la presencia de sus oficiales en su camarote de popa. Continuaba igual, caluroso y húmedo, el aire enrarecido de tal forma que pronto estuvieron todos empapados de sudor.

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