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Authors: Hans Küng

Tags: #Ensayo, Religión

Ser Cristiano (94 page)

BOOK: Ser Cristiano
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La profesión de fe trinitaria de la Iglesia antigua ha tenido luego, convertida por progresivas elaboraciones teológicas en doctrina sobre la Trinidad, una larga historia que ha culminado en el siglo pasado con la filosofía de la religión de Hegel
[37]
y en este siglo con la
Dogmática eclesial
de Karl Barth
[38]
. El dogma de la Trinidad aún sigue desempeñando un importante papel en la misma liturgia, en los cantos y hasta en la fórmula base (aceptada sin previa discusión sobre Nicea y Calcedonia) del Consejo Ecuménico de las Iglesias, que también excluye a los unitarios. Cualquier intento de reinterpretación crítica habrá de tener en cuenta esta gran tradición
[39]
. Bajo la perspectiva del Nuevo Testamento,
la doctrina clásica sobre la Trinidad
, como la doctrina clásica sobre las dos naturalezas,
no debe ser ni repetida acríticamente ni suprimida irreflexivamente, sino interpretada diferenciadamente para nuestro tiempo
.

Para una nueva formulación convendría considerar los siguientes aspectos:

  • El problema clave de la doctrina sobre la Trinidad no es la cuestión trinitaria, declarada «misterio» inescrutable, de cómo tres pueden ser uno; sino la cuestión cristológica de cómo se puede determinar conforme a la razón y a la Escritura la relación de Jesús con Dios. Así por la historia como por el contenido, fue el problema cristológico el que dio pie al planteamiento de la cuestión trinitaria, tan malentendida muchas veces.
  • La fe monoteísta, heredada de Israel y compartida con el Islam, no debe quedar absorbida en ninguna doctrina trinitaria: ¡No hay otro Dios fuera de Dios!
  • El Nuevo Testamento obliga a reflexionar sobre la coordinación entre Dios, Jesús (Verbo, Hijo, Cristo) y Espíritu, para poner de relieve su verdadera diversidad y su inseparable unidad. En esto consiste la legítima intención de fondo de la doctrina trinitaria tradicional.
  • Pero los intentos de interpretación basados en conceptos helenísticos y las consiguientes formulaciones dogmáticas están condicionados por la época y no se identifican sin más con esa intención de fondo. Es cierto que no se debe rechazar una doctrina trinitaria por el mero hecho de emplear categorías helenísticas. Pero tampoco se debe imponer su utilización a toda doctrina trinitaria futura. Las fórmulas tradicionales de la doctrina trinitaria de cuño helenístico, por valiosa que haya sido su ayuda, no pueden ser impuestas a todos los creyentes de todos los tiempos como atemporal deber de fe.
  • La unidad de Padre, Hijo y Espíritu ha de entenderse como hecho de revelación y unidad de revelación. En perspectiva trinitaria hay que estudiar, además del elemento cristológico, la relación entre Dios y Jesús a la luz del Espíritu: una cristología resultaría incompleta sin una pneumatología (doctrina del Espíritu). El «Dios verdadero» quedó así determinado cristológicamente: el verdadero hombre Jesús de Nazaret es revelación real del único Dios verdadero. De aquí surge la pregunta: ¿cómo llega a serlo para nosotros? Respuesta: no de forma físico-material, mas tampoco irreal, sino en el Espíritu, en el modo de existir del Espíritu, como realidad espiritual. El Espíritu es la presencia de Dios y del Cristo glorificado en la comunidad de fe y en cada creyente. En este sentido es Dios mismo quien se revela por Cristo Jesús en el Espíritu.

En este breve apartado no se pretendía desarrollar un tratado sobre la Trinidad, sino sólo llamar la atención sobre algunos aspectos importantes en un intento de comprensión. Somos conscientes de la limitación que nos hemos impuesto al reducirlos a algunos puntos solamente. En este sentido podríamos concluir nuestras sucintas interpretaciones del dogma con las palabras que colocó Agustín al frente de su tratado sobre la Trinidad: «Siga adelante conmigo el lector cuando se sienta tan seguro como yo; pregúnteme cuando dude; apóyese en mí cuando se vea equivocado; llámeme la atención cuando descubra el error en mí»
[40]
.

Pero tal vez sea ya hora de descender de las alturas sublimes de los dogmas a los «bajos de la cotidianeidad cristiana», donde primeramente tiene que acrisolarse la fe. ¿No hemos presupuesto hasta ahora con demasiada naturalidad lo que es la Iglesia?

3. LA IGLESIA MULTIFORME

La Iglesia es, en síntesis, la comunidad de los que creen en Cristo
[1]
. No fue fundada por Jesús; surgió después de su muerte remitiéndose a él como al Crucificado viviente. Es, pues, la
comunidad de los que han abrazado la causa de Cristo Jesús y la atestiguan como esperanza para todos los hombres
. Antes de la Pascua no hay más que un movimiento escatológico colectivo. Es después de Pascua cuando comienza a existir una comunidad (orientada también en sentido escatológico), una Iglesia, cuyo fundamento primero no es un culto propio, una constitución propia o una organización con ministerios definidos, sino sólo y exclusivamente la profesión de fe en el Mesías Jesús. La «Iglesia de Jesucristo», en cuanto comunidad contrapuesta al antiguo pueblo de Dios, es, según el mismo Nuevo Testamento, una realidad pospascual
[2]
. Así, la única misión de la Iglesia consistiría hoy en servir a la causa de Jesucristo, o cuando menos no desfigurarla, sino defenderla en el Espíritu de Cristo dentro de la sociedad actual, darle su debido relieve y realizarla dentro del marco en que se desenvuelve. Pero muchos tendrán la pregunta a flor de labios: ¿lo hace así realmente? Es una pregunta que hemos de tratar y que, por supuesto, todo cristiano en cuanto miembro de la Iglesia debería hacerse a sí mismo, al tiempo que la formula a otros, especialmente, y con toda razón, a la institución eclesial. Pero primero convendrá hablar de la Iglesia a nivel programático.

a) Asamblea, comunidad, Iglesia

Hasta qué punto debe la Iglesia, ahora como en el pasado, servir a la causa de su Señor, se desprende ya del mismo
nombre
[3]
. La palabra usual en las
lenguas germánicas (Kirche
en alemán,
church
en inglés,
kyrka
en sueco; cf.
cerkov
en eslavo) no procede afortunadamente de «curia», como pensaba Lutero (cosa que contribuyó notablemente a su antipatía por la palabra iglesia y su preferencia por «comunidad»). El término no fue importado de Roma, sino del reino godo de Teodorico el Grande, Danubio arriba y Rhin abajo. Se deriva de la forma popular bizantina
kyrike
y significa «perteneciente al Señor» y, en sentido ampliado, «casa del Señor». Resumidamente, se puede decir: comunidad del
Kyrios
, comunidad del Señor. Con esto está dicho lo esencial. Las
lenguas románicas
, a diferencia de las germánicas, han conservado la conexión lingüística directa con la palabra usada en el Nuevo Testamento:
ecclesia
en latín,
iglesia
en español,
église
en francés,
chiesa
en italiano. Todas estas formas proceden del griego
ἐκκλησία, ekklesía
. ¿Qué sentido tiene esta palabra?

En griego profano,
ekklesía
significa asamblea, la asamblea política del pueblo. Pero en el significado del concepto neotestamentario de
ekklesía
influyó decisivamente el uso que de él hace la traducción griega del
Antiguo Testamento
. Aquí
ekklesía
traduce casi siempre el término hebreo (de suyo profano)
kahal
: la asamblea convocada. Sin embargo, es decisivo el calificativo adicional, expreso o tácito: «del Señor» o de «Yahvé». La
ekklesía
de Dios es algo más que el mero hecho de reunirse.
Ekklesía
es la asamblea de un grupo de personas previamente escogidas por Dios que se reúnen en torno a él como su centro. El término, originariamente religioso-cultual, fue adquiriendo luego un sentido escatológico:
ekklesía
como la verdadera comunidad de Dios del tiempo final. Adoptando la denominación de
ekklesía
, la Iglesia primitiva rormuló conscientemente una gran pretensión: la de ser la verdadera asamblea de Dios, la verdadera comunidad de Dios, el verdadero pueblo escatológico de Dios, que se reúne en el nombre y Espíritu de Cristo Jesús; es decir, la
«ekklesía
de Jesucristo».

Ekklesía
, en cuanto «asamblea», significa tanto el concreto
hecho de reunirse
como
la comunidad reunida
. Y el primer aspecto jamás debe ser olvidado. La
ekklesía
no existe simplemente porque algo fue instituido, fundado y, luego, se mantiene inalterable. La
ekklesía
sólo es tal cuando una y otra vez se repite el hecho concreto de la reunión, de la asamblea, sobre todo de la asamblea litúrgica. La asamblea concreta es manifestación, representación, realización actual de la comunidad neotestamentaria. Y, al contrario, la comunidad es el soporte permanente del siempre nuevo acontecimiento de la asamblea.
«Asamblea», «comunidad», «Iglesia»
no son términos contrapuestos, sino que deben ser vistos en
correlación
. El hecho evidente de que el Nuevo Testamento use siempre el mismo término
ekklesía
donde nosotros hablamos de asamblea, comunidad o Iglesia, debería disuadirnos de establecer antítesis.

  • «Asamblea» quiere decir que la ekklesía jamás existe como mera institución estática, sino sólo por el renovado acontecimiento concreto de reunirse.
  • «Comunidad» subraya que la ekklesía nunca es una simple superorganización abstracta y lejana de funcionarios por encima de la asamblea concreta, sino siempre una comunidad que se reúne en un lugar determinado, en un tiempo determinado y para una acción concreta.
  • «Iglesia» significa que la ekklesía jamás es una simple yuxtaposición inconexa de asociaciones religiosas aisladas y autosuficientes, sino la plena comunión de miembros unidos entre sí en el mutuo servicio.

Como se ve, «asamblea» subraya más el aspecto actual-eventual, mientras que «comunidad» destaca el aspecto local-permanente e «Iglesia» acentúa el aspecto supralocal-institucional. De ahí que, al traducir el término
ekklesía
, se prefiera significar unas veces uno y otras veces otro de los aspectos citados. Pero, en esencia, los tres son intercambiables. Y del mismo modo que hablamos de Iglesia local en vez de comunidad local, así también podemos decir comunidad universal en vez de Iglesia universal.

Pero ¿qué relación hay entre
Iglesia local
e
Iglesia universal
? Se puede responder brevemente que toda Iglesia (= toda asamblea, comunidad o Iglesia particular)
no es
propiamente
la
Iglesia (= Iglesia, comunidad o asamblea universal), pero sí
actualiza
(hace presente) plenamente la Iglesia. Esto significa dos cosas.

Por una parte, los
católicos
reconocen hoy que la Iglesia local no es una mera «sección» o «provincia» de la Iglesia universal. No es en modo alguno una subdivisión de la «Iglesia» propiamente dicha, la cual se entendería a su vez, en virtud de su más amplia estructura, como un organismo superior y primario. No es buena costumbre llamar «Iglesia» sólo a la Iglesia universal (esto es consecuencia de un concepto abstracto-idealista de Iglesia). ¡Como si la Iglesia no existiera
en plenitud
en cada sitio! ¡Como si a la Iglesia local no se le hubiera otorgado entera la promesa del evangelio
y
la fe! ¡Como si no se le hubiese concedido
toda
la gracia del Padre, como si en ella no estuviese presente Cristo
entero
y no se le hubiera entregado
plenamente
el Espíritu Santo! No; la Iglesia local no sólo
forma parte
de la Iglesia, sino que
es
Iglesia y puede representar la causa de Cristo Jesús en toda su plenitud. Sólo desde la Iglesia local y desde su realización concreta es posible comprender la Iglesia universal. La Iglesia local no es, pues, una simple célula, que ni representa al organismo entero ni tiene una finalidad propia. Es realmente Iglesia, a la que en el sitio donde está le ha sido prometido y dado cuanto ahí mismo necesita para la salvación de los hombres: el anuncio del evangelio, el bautismo, la cena del Señor y los diversos carismas y ministerios.

Por otro lado, los
protestantes
reconocen hoy que la Iglesia universal no es una mera «congregación» o «asociación» de Iglesias locales. Lo que une a las diversas Iglesias locales es algo más que un nombre común, algo más que un vínculo exterior, algo más que una organización antepuesta a las Iglesias aisladas. A todas las Iglesias aisladas se les ha confiado la misma y única causa de Cristo Jesús, el mismo evangelio, la misma promesa. Todas se hallan bajo la gracia del mismo y único Padre, tienen el mismo Señor y están animadas por el mismo Espíritu de los carismas y los servicios. Todas profesan la misma fe, están santificadas por el mismo bautismo y se reúnen para la misma cena. Por todo esto —y ¿qué puede haber más importante para ellas?— no sólo están vinculadas exteriormente, sino unidas internamente; no sólo forman todas juntas una organización eclesial, sino la única Iglesia de Cristo Jesús. La Iglesia no es una federación de comunidades aisladas. La
Ekklesía
no resulta de la suma de las
Ekklesías
aisladas; no se descompone en las
Ekklesías
aisladas, sino que la
Eklesía
de Dios está en los diversos lugares.

Toda
Ekklesía
, asamblea, comunidad o Iglesia —por pequeña, insignificante, mediocre y miserable que sea— hace plenamente presente
la
Ekklesía,
la
asamblea,
la
comunidad,
la
Iglesia de Dios y del Señor Jesús. Y esto puede aplicarse tanto a una minúscula estación misionera perdida en la selva africana, como a las grandes y bien dotadas comunidades del Medio Oeste americano o de Europa central; tanto a las nuevas comunidades de barrios periféricos como a las grandes parroquias tradicionales de ciudad y a las comunidades comarcales que abarcan varios pueblos. Esto mismo puede decirse de las parroquias o comunidades territoriales ordinarias como de las comunidades funcionales, o sea, de las comunidades estudiantiles y universitarias, de la comunidad de un hospital, de una fábrica, de un centro turístico o de una minoría lingüística. Y en el mismo caso están también las comunidades organizadas como
«service station»
(servicios litúrgicos en una gran ciudad) o como
«effective community»
(con un objetivo concreto) y, finalmente, las comunidades de tradición católica o de tradición ortodoxa o de esta o aquella tradición protestante (bajo el signo de una creciente integración y la perspectiva esperanzadora de un pronto reconocimiento mutuo). Todas estas Iglesias, con toda su casi inimaginable pluralidad y pluriformidad, son Iglesias en el verdadero sentido de la palabra. Y cuando en adelante hablemos de «Iglesia», habrá que pensar en todas ellas, no sólo en las grandes Iglesias diocesanas y nacionales ni sólo en la Iglesia universal. ¿Pura teoría? Más tarde se responderá a esta pregunta. De momento conviene seguir teorizando un poco.

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