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Authors: David Brin

Tags: #Ciencia Ficción

Tiempos de gloria (68 page)

BOOK: Tiempos de gloria
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Reflexionando sobre el problema, Maia había advertido que no sabía nada de cómo se sentían interiormente las Lamai individuales. Haciendo un esfuerzo mental, imaginó a una hermana Lamai mirándose al espejo y usando palabras como «integridad… honor… dignida».. No se veían a sí mismas como maliciosas, caprichosas o rencorosas. En cambio, veían a las demás como inherentemente indignas de confianza, peligrosas.

.Miedo. ¡Ésa era la clave! Maia se había quedado sin habla después de aquel primer ramalazo de intuición, cuando comprendió lo que impulsaba a su clan materno.

Era más que miedo. Era un temor que ni el dinero ni la seguridad podían apaciguar, porque estaba entretejido en la matriz de personalidad del tipo.

El azar genético respaldado por una educación en la que el yo reforzaba sin cesar al yo, comprendiendo y aumentando una y otra vez.

No era un terror paralizador, o de lo contrario las hijas de aquella única var nunca habrían llegado a ser una nación. Lamatia racionalizaba más bien aquel miedo, lo
.usaba
para motivarse, como fuerza impulsora. Las Lamai no eran felices. Pero tenían éxito. Incluso criaban a más progenie veraniega de éxito de lo habitual.

.Las hay peores, recordó haber pensado Maia el día en que se hizo aquella reflexión, mientras giraba una manivela para hacer bajar el montacargas a la cripta, bajo las cocinas
.¿Quién soy yo para juzgar nada?

Barajando varias posibilidades, Maia se acercó a la pared con nuevas ideas en mente.
.Las Lamai no son lógicas, aunque pretenden serlo. ¡He estado intentando resolver el acertijo racionalmente, como si de una serie de símbolos ordenados se tratara, pero apuesto a que será una secuencia basada en la emoción!

Ese día (parecía que hacía siglos), alzó su linterna para escrutar las familiares pautas de figuras de piedra.

Estrellas y serpientes, dragones y cuencas boca arriba. El símbolo del Hombre. El símbolo de la Mujer. El emblema de la Muerte.

.Imagínate aquí de pie con un encargo que cumplir, pensó Maia.
.Eres una Lamai confiada, ocupada y mayor
.

Hija de clase alta de un noble clan. Orgullosa, digna, impaciente.

Ahora añade un ingrediente más, por debajo de todo. Una capa oculta de terror…

Un largo año más tarde, y casi al otro extremo del mundo, Maia intentó realizar el mismo ejercicio, tratando de ponerse en los zapatos de otro tipo de persona. De la clase de persona que habría dejado un complejo rompecabezas de placas hexagonales sobre una pared de metal. Un enigma que se alzaba entre dos desesperados supervivientes y su única esperanza de escapar de una trampa mortal.

—Este sitio es antiguo —le dijo a Brod en voz baja.

—¿Antiguo? —Él se echó a reír—. ¡Era un mundo distinto! Ya has visto las ruinas. Todo este archipiélago estaba lleno de santuarios, más grandes que ninguno de los que hoy se conocen. Debe de haber sido el foco, el mismo centro de la Gran Defensa. Podría incluso haber sido el único sitio de Stratos donde, en toda la historia, los hombres tuvieron algo que decir… hasta que a esos reyes fanáticos se les subió a la cabeza y lo estropearon todo.

Maia asintió.

—Toda una región, dirigida por hombres.

—En parte. Hasta el destierro. Sé que es difícil de creer. Supongo que es por eso que la Iglesia y el Consejo fueron capaces de suprimir incluso el recuerdo de su existencia.

Lo que Brod decía tenía sentido. Incluso teniendo las pruebas a su alrededor, Maia tenía problemas para entenderlo. Oh, no podía negarse que los varones podían ser bastante inteligentes, pero planear más allá del lapso de vida de un solo humano se suponía que estaba fuera del alcance incluso de sus líderes más brillantes. Sin embargo, ante ella se alzaba un ejemplo de lo contrario.

—En ese caso, este acertijo fue diseñado para ser resuelto por hombres, quizá con el propósito específico de mantener a las mujeres fuera.

Brod se frotó la mandíbula.

—Tal vez. De todas formas, quedarnos aquí mirando no nos servirá de mucho. Veamos qué sucede si empujo una de estas placas hexagonales.

Maia ya había acariciado la superficie de metal, que era curiosamente fría y suave al tacto, pero aún no había intentado mover nada, prefiriendo evaluar primero. Estuvo a punto de abrir la boca para hablar, luego se detuvo.

.Diferencias de personalidad… uno proporciona lo que al otro le falta. Es una debilidad del sistema de clanes, donde el mismo tipo se amplifica a sí mismo. Maia ya no sentía un escalofrío hereje al pensar de modo crítico en Lysos, Madre de Todas.

Brod intentó empujar una placa hexagonal que tenía grabado un círculo encima y se encontraba sola en una zona despejada de la pared de metal. La presión directa no dio ningún resultado, pero una fuerza deslizante a lo largo del plano de la pared hizo que se moviera. La pieza pareció resbalar Como si se deslizara por un fluido increíblemente viscoso. Cuando Brod la soltó, Maia esperaba que se detuviese, pero siguió avanzando en la misma dirección unos cuantos segundos antes de frenar y por fin pararse. Luego, mientras seguía contemplándola sorprendida, la placa hexagonal empezó a deslizarse
.hacia atrás
, en dirección diametralmente opuesta, volviendo sobre sus pasos sin prisas hasta detenerse finalmente en el lugar donde Brod la había encontrado primero.

—¡Vaya! —comentó el joven—. Cuesta creer que de esta forma vayamos a conseguir gran cosa.

Lo probó con otras placas, y descubrió que aproximadamente una tercera parte de ellas se movía, pero sólo en línea recta siguiendo seis direcciones perpendiculares a las placas hexagonales situadas en el borde. No había signo alguno de ningún tipo de sistema de surcos que mantuviera las placas en línea, así que la extraña conducta se debía a algún mecanismo situado tras el plano de la misma pared, utilizando fuerzas que estaban más allá de todo lo que Maia había aprendido de física.

.No es magia, se dijo mientras Brod seguía empujando, probando variantes. Maia se estremeció, y supo que no era debido al asombro o al temor supersticioso, sino a algo parecido a la envidia. La deslizante interrelación de materia y movimiento era dolorosamente hermosa de contemplar. Ansiaba comprender cómo y por qué funcionaba.

Renna dice que las sabias de Caria aún conocen esas energías, pero que no quieren utilizar nada que pudiera
.«desestabilizar una cultura pastora».
.

Si aquél era un uso benigno del mismo poder que había arrasado Grimké, y otras muchas islas del archipiélago, Maia comprendía por qué Lysos y las Fundadoras eligieron ese camino. Quizá tenían razón a una grandiosa escala sociológica. Tal vez el ansia que sentía en su interior era inmadura, obstinada y peligrosa, una curiosidad ardiente como la que Renna había mencionado, de esa que impulsaba lo que él había llamado una «era científic»..

Maia recordó el doloroso anhelo en los ojos de Renna mientras rememoraba aquellos tiempos, que había considerado raros en la historia humana. Ella experimentó un profundo dolor interior; envidiaba lo que no había conocido ni llegaría a conocer nunca.

—Las placas siempre parecen volver a su lugar de origen —comentó Brod—. Vamos, Maia. Veamos si podemos empujar dos a la vez.

—Muy bien —suspiró ella—. Yo probaré con la que tiene un caballo grabado. ¿Preparado? Vamos.

Al principio pensó que la placa que había elegido era una de las que no se moverían, pero luego empezó a deslizarse bajo su mano, acumulando impulso en respuesta a su presión constante. La soltó en cuanto hubo recorrido el espacio correspondiente a tres veces su volumen, pero siguió avanzando, perdiendo velocidad a cada segundo que pasaba, hasta que chocó en ángulo con el hexágono que Brod había empujado, uno con la imagen de un barco de vela. Entonces las dos placas invirtieron el rumbo, y la pareja ejecutó una versión negativa de la misma colisión. Finalmente, las dos placas se quedaron inmóviles en sus puntos de partida. Dos minutos después de empezar el experimento, la pared tenía el mismo aspecto que cuando la encontraron: seguía cubierta por un puñado de hexágonos colocados siguiendo una pauta que no parecía tener ningún sentido. Maia resopló pesadamente.

.Tiene que haber una lógica en todo esto. Un objetivo. El Juego de la Vida también parece un montón sin sentido de piezas que saltan, hasta que captas la belleza que en él subyace .

.Como en el caso del juego, los hombres que diseñaron esto tal vez lo consideraran lo bastante extraño para mantener apartadas a las mujeres. Ésa podría ser una pista importante, sobre todo teniendo a Brod aquí para ayudarme .

Por desgracia, había un problema inherente a la idea del «contexto compartid».. Por lo que Brod y ella sabían, cabía la posibilidad de que el acertijo se basara en alguna moda de mil años de antigüedad, ahora olvidada. Tal vez en una canción de francachela popular en esos días y que contenía la mayoría de aquellos símbolos. Casi cualquier hombre de la época habría sabido cuál era la relación existente entre, por ejemplo, la abeja de una placa y la casa grabada en otra. Uno de los grabados parecía una rebanada de pan que rezumaba manteca o mermelada.

Otro representaba una punta de flecha en llamas.

Maia cambió de opinión. El acertijo tenía que estar basado en algo duradero.

.Quien se tomó tantas molestias en esto obviamente pretendía que durara, y que sirviese a su propósito mucho tiempo después de su muerte. ¿Y no es bien sabido que los hombres piensan con antelación?

Claramente, todas las reglas tenían excepciones.

La distrajo un gruñido acompañado de una desagradable quemazón en el estómago. Su magullado cuerpo pedía alimento, cuanto antes mejor. Sin embargo, para tener una oportunidad de dárselo, debía ignorarlo. De algún modo, Brod y ella tendrían que atravesar lo que al parecer había detenido a incontables predecesoras… con una diferencia además. Las otras (ermitañas, turistas, exploradoras, piratas) habían llegado allí en barco, pacíficamente, y pudieron marcharse. La motivación de Maia y Brod, era más fuerte que la avaricia o la curiosidad: su única posibilidad de sobrevivir consistía en atravesar aquella pared.

—Lamento que no haya salsa, ni fuego para freírlo, pero está fresco. ¡Cómetelo!

Maia contempló la criatura que yacía en el suelo, ante sus piernas cruzadas, aún agitándose ligeramente.

Emergiendo de un trance de concentración, parpadeó ante la inesperada aparición de un pescado. Se giró para mirar a Brod, y vio nuevas heridas que marcaban finas líneas sangrantes a lo largo de sus piernas, brazos y pecho.

—No habrás vuelto a bajar, ¿no?

El muchacho asintió.

—Marea baja. He visto algunos peces varados en la arena. De todas formas, necesitábamos agua. Toma, echa atrás la cabeza y abre bien la boca.

Maia vio que llevaba en el brazo un amasijo de tela empapada, compuesto por trozos de vela y por su propia camisa. Se lo tendió, goteante. Con una súbita ansiedad surgida de una sed en la que no había reparado hasta entonces, Maia hizo lo que le decía. Brod dejó caer en su boca un fino chorro de agua salada con un ligero sabor a sangre. Ella tragó con ansia, ignorando el desagradable regusto. Cuando terminó de beber, cogió el pescado y lo mordió con ganas, como había visto hacer a los marineros.

—Mm… afias, Broth… Mm… delizioz…

De pie a su lado, Brod masticaba su propia ración.

—Puro egoísmo. Conservo tus fuerzas para que puedas sacarme de aquí.

La confianza del muchacho en su habilidad para resolver enigmas era halagadora. Maia sólo deseaba que tuviera fundamento. Oh, había hecho progresos en las últimas diez horas o así. Ahora sabía qué placas se movían y cuáles no. De las fijas, algunas servían como simples barreras o zonas donde las piezas que se movían podrían rebotar. Unas cuantas más, por un proceso que no acababa de determinar, parecían
.absorber
todas las placas que chocaban contra ellas. El hexágono en movimiento se mezclaba con ellas o se metía debajo,
.se quedaba
allí aproximadamente medio minuto, luego reaparecía para regresar por donde había venido. Cada vez que se producía una de aquellas absorciones temporales, a Maia le parecía oír un sonido grave y lejano, como el zumbido de un gong.

Por desgracia, no se podía llegar directamente a todos los hexágonos rígidos con los móviles. Ni todas las combinaciones daban como resultado la absorción y el golpe de gong. Maia no tardó en comprender que para dar con la solución debía poner en marcha varias placas a la vez y disponer múltiples colisiones para que las piezas entraran en rendijas específicas durante el breve intervalo permitido.

.Por un momento, he pensado que el hecho de que el acertijo sea reversible, de que todo vuelva a su estado inicial, significaba algo. La variante del Juego de la Vida que Renna utilizó para enviar su mensaje de radio era una versión «reversibl».. Pero, ahora que lo pienso, eso no me parece tan probable. Tiene que ser algo más simple, relacionado con los símbolos grabados en las placas .

Para eso contaba con Brod. El muchacho conocía muchos de aquellos símbolos, ya que se usaban en las etiquetas que solían encontrarse a bordo de un barco.
.Caja, lata y barril
representaban un contenedor, y aparecían, de forma bastante apropiada, en las placas fijas o «blanco».. Varios productos alimenticios estaban grabados sobre los hexágonos móviles. La cerveza era una jarra rebosante de espuma. También estaba
.bizcocho
,
.galleta
y el símbolo del pan con mermelada que había visto antes. Otros símbolos que Brod identificó fueron
.brújula
,
.timón
y
.gancho de carga
. Unos cuantos más seguían siendo incomprensibles. Brod no tenía ni idea de lo que podía significar la flecha ardiente, ni las representaciones de una abeja, una espiral, o los cuartos traseros de un caballo. Con todo, Maia se reafirmó en su idea. Aquel acertijo estaba dispuesto de modo que los hombres lo entendieran con facilidad.

.O aún más sencillo. No creo que todos los hombres fueran bienvenidos, tampoco. Haría falta saber algún truco. Algo lo bastante simple para ser transmitido de maestro a aprendiz durante generaciones .

Aliviados por la comida y la bebida, aunque no plenamente saciados, siguieron haciendo pruebas mientras duró la tenue luz. Por desgracia, no fue mucho tiempo. Fuera seguiría habiendo luz durante unas cuantas horas más. Pero incluso para sus iris hendidos, a través de las rendijas de la cueva entraba demasiada poca iluminación para permitirles trabajar hasta tarde, así que tuvieron que dejarlo.

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