—¡Y don César…!
Serena se asustó de lo que estaba descubriendo. La estatura de su marido y la de don César eran idénticas. Se parecían mucho y… coincidían tantas cosas; pero… no, no. Don César no tenía nada de
Coyote
.
—Tampoco tu marido tiene nada de
Coyote
y, sin embargo, le sustituye siempre que es necesario —replicó una voz interior—. Eso no quiere decir nada.
Dirigiéndose a su marido, Serena pidió:
—Excúsame un momento.
Entró en la posada y preguntó a uno de los criados si era él quien había recibido de don Ricardo una carta para el señor Echagüe.
El hombre replicó negativamente; pero la informó de quién había entregado la carta.
—¿No envió ninguna más? —preguntó Serena al criado.
—No, señora. Ninguna más —respondió aquél.
Serena volvió hacia la calle. Cuando se moría de ganas de saber quién era
El Coyote
, no pudo conseguir, jamás, averiguarlo. Y ahora que no deseaba saberlo, lo descubría de la forma más casual del mundo.
«Tal vez me equivoque —pensó—. Ojalá».
*****
Aquella noche, antes de ir a la posada, don César se despidió de su hijo. Acompañado por Alberes, ya repuesto del golpe, el muchacho regresaba al colegio, provisto de una amable carta de su padre que debía frenar los malos humores del profesor Schultz.
Después de despedir a su hijo, don César y Guadalupe dirigiéronse hacia la posada del Rey don Carlos. La cena estaba ya dispuesta, Mateos esperaba, impaciente, y Serena no sentía el menor apetito.
A pesar de todo, la cena hubiera sido alegre y animada si a mitad de ella Guadalupe no hubiese mirado llena de angustia a su marido, y con voz velada por la inquietud y la vergüenza, no le hubiese anunciado que temía que la llegada de lo que ambos esperaban se estaba anticipando unos días sobre los cálculos de los médicos.
En el mejor coche de la posada, se colocó a Guadalupe entre su marido y Serena, que no estaba dispuesta a perderse aquella oportunidad. Yesares montó a caballo para avisar al doctor García Oviedo y llevarlo al rancho, y don Teodomiro Mateos se sentó al pescante empuñando las riendas.
—¡Quiera Dios que lleguemos a tiempo! —deseó don César, que se sentía completamente perdido en aquel trance.
Y como siempre, tuvo que ser la mujer quien dijese con voz tranquilizadora:
—No te alarmes. No ocurrirá nada malo. Al fin y al cabo, es una cosa completamente normal.
Pero don César sentía que los sombríos recuerdos del pasado se desplomaban de súbito sobre él. ¿Y si un segundo hijo llegaba en las trágicas circunstancias del primero?
J. Mallorquí
Mucho se ha escrito entre nosotros acerca de los hombres que pacificaron el Oeste americano. En cambio nunca se ha prestado la suficiente atención a las armas de que se sirvieron dichos hombres. En nuestro deseo de reparar dicho olvido, hoy empezaremos hablando del más famoso revólver del Oeste. El «Colt calibre 45». Al hablar de él, nosotros los novelistas españoles solemos llamarlo: un «Colt» del 45. Para nosotros es el «Colt» por excelencia, el que aparece en todas las novelas y en todas las películas, usado por los «buenos» y por los «malos» en un alarde de fidelidad y cariño a un revólver que sólo encontramos repetido hacia el «Winchester» en lo que a rifles se refiere. En el próximo número hablaremos del «Winchester», dedicando hoy el espacio disponible al «Colt 45».
Antes de fabricar el «Colt 45» la «Colt's Patent Fire Arms Manufacturing Co.» había producido muchos otros revólveres. En 1836 fundóse la fábrica de revólveres, estableciéndose en Paterson, Nueva Jersey. En ella se fabricaron los primeros revólveres, que nuestros lectores conocen por su nombre característico de «Patersons». Entre 1836 y 1839 se fabricaron numerosos tipos de dichos revólveres, variando los calibres, las longitudes del cañón y los complementos de carga de los mismos. También entre dichas fechas se lanzaron al mercado los famosos rifles revólver, de los cuales se ha hablado muchas veces en estas páginas y, especialmente en
Matanza
, de la colección
PUEBLOS DEL OESTE
, que se refiere a las aventuras de Jíbaro Vargas. Estas armas parecieron destinadas a ser las últimas debidas a la inventiva del coronel Colt, ya que a poco de ser lanzadas al mercado se produjo el cierre de la fábrica de Paterson.
La guerra de Méjico hizo renacer la fabricación. Un pedido del general Taylor de mil revólveres no pudo ser servido por no existir ni uno solo disponible. El inventor reanudó la fabricación en Whitneyville y, al poco tiempo, en Hartford, Connecticut, donde quedó definitivamente establecida la fábrica y donde sigue en nuestros días.
En Whitneyville se produjo el famoso «Walker», cuya producción se continuó en Hartford, de donde salieron los modelos «Baby Fargo», calibre 31, de cinco tiros, usado por los guardas de las diligencias Wells y Fargo. Tres modelos de revólveres para Caballería, conocidos por el primero, segundo y tercero se produjeron, conociéndose en el mercado por los nombres de «Primero de Dragones», «Segundo» y «Tercero». Más tarde, en 1858, el «Dragón» se adoptó para la Infantería. Nueve modelos más fueron apareciendo hasta la Guerra Civil, y todos ellos tenían en común que el cilindro se cargaba por la boca y estaba cerrado por la recámara, ya que existía la patente «White», de cilindro abierto de extremo a extremo, que impedía a la casa Colt usar otro tipo de cilindro. Es decir, que durante treinta y cuatro años, los revólveres «Colt» permanecieron esencialmente invariables. Disparaban seis tiros en tres o cuatro segundos; pero el recargarlos exigía varios minutos. Había que meter una bien calculada cantidad de pólvora en cada agujero del cilindro, luego había que meter la bala atascándola con el atascador unido al mismo revólver y, por último, había que introducir los pistones en los pequeños orificios de la parte superior del cilindro. Esta lentitud en la carga se compensaba con el uso de varios revólveres o llevando algunos cilindros de repuesto ya cargados.
La aparición de los cartuchos metálicos y la caducidad de las patentes que impedían la producción general de cilindros abiertos de extremo a extremo, permitió a la casa Colt lanzar su bien estudiado y perfeccionado «Colt 45». Durante más de diez años, los técnicos armeros estuvieron preparándose para el momento en que se terminase la vigencia de las patentes de los cilindros abiertos. Durante estos años perfeccionaron con meticulosa atención y cariño el arma destinada a ser la más famosa del Oeste.
Probablemente no se ha producido jamás un arma en la cual se hayan previsto los detalles con la minuciosidad que en el «Colt 45». Una buena prueba de ello la encontramos en el detalle de que dicho revólver se siguió fabricando sin alteración alguna en sus características, desde 1873 hasta fines de 1947, o sea durante 74 años, sin introducir otra variación que la de mejor clase de los aceros y el lujoso damasquinado de algunas piezas, y la adaptación del modelo a determinados calibres, que iban desde el 32—20,38 especial, que disparaba también el cartucho corto, el 38—40, el 44 especial y el 44 «Winchester» y terminaba en el 45. En los últimos tiempos fue incluso adaptado para el 357 Magnum, uno de los más modernos y potentes cartuchos. Su precio era de 34 dólares en el último catálogo publicado por la casa Colt.
Ningún otro revólver ha sido producido en tan grandes cantidades como éste que seguía siendo de simple acción en unos tiempos en que no sólo imperaban los revólveres de doble acción, sino que además, se imponían las pistolas automáticas e, incluso, las ametralladoras.
Era un arma solidísima, reforzada, hecha para soportar las presiones de las más fuertes pólvoras, que hubieran reventado otras armas más elegantes o complicadas. El mecanismo era de una perfecta sencillez, sus piezas escasas. Era arma adaptada al ambiente en que debía ser utilizada, o sea en unos lugares donde los armeros eran escasos y las reparaciones casi imposibles. El «Colt 45» era un arma portátil que nunca se estropeaba.
Este revólver se empezó a producir para el Ejército en 1871; pero hasta 1873 no se puso a la venta en las armerías. El modelo inicial era de calibre 45, y por ello este revólver se conoció entre los que lo utilizaban con el nombre de «Colt 45». Aquel mismo año 1873, la casa «Winchester», que había adquirido las patentes «Henry» para rifles de repetición, lanzó su famoso «Winchester 73», calibre 44—40, un arma magnifica en aquellos tiempos aunque infinitamente menos precisa de lo que ha pretendido demostrar alguna película. No era el «Winchester 73» un rifle con el cual se pudiera atravesar una moneda en el aire; pero permitía blancos seguros a cien metros, en animales y hombres. Como además podía disparar doce tiros en unos nueve o diez segundos, el arma tuvo en seguida gran aceptación. Su popularidad unida a la del «Colt 45» planteó un grave problema: la dualidad de munición. El que usaba un «Colt 45» y un «Winchester 44—40» tenía que llevar dos clases de cartuchos. No era un imposible; pero sí una molestia. La casa Colt produjo en seguida el «Colt 44—40», en cuyos cañones se lee, junto al calibre, el nombre «Winchester». A partir de entonces, el propietario de un rifle no necesitaba llevar además de las cargas para el mismo los cartuchos para su revólver. El cartucho 44—40 servía para ambas armas. Una simple mirada a la canana, permitía al hombre del Oeste saber si tenía suficientes cartuchos, sin necesidad de entretenerse en el atento examen de si los cartuchos del 44—40 eran suficientes o si faltaban algunos del 45. A partir de 1873, cada nuevo modelo de rifle «Winchester» fue acompañado de un «Colt» del mismo calibre. Estos «Colts» llevan todos, en el cañón, las iniciales W. C. F. después del calibre, o sea
Winchester Central Fire
. (Winchester Fuego Central), refiriéndose al tipo de cartucho. Hoy, exceptuando los calibres 22 e inferiores, todos los cartuchos son de fuego central o sea que llevan en el centro del culote un pistón que en algunos casos puede extraerse y cambiarse por otro, permitiendo así el recargar las vainas vacías varías veces. Los cartuchos del 22 y los de calibre inferior no son de fuego central. En realidad la vaina es al mismo tiempo pistón, y el percutor pega en el borde del cartucho, no en el centro. Estos se conocen por las iniciales R. F.
Rim Fin
(Fuego en el borde o fuego lateral).
El «Colt 45», en este enorme calibre (el peso de la bala equivale exactamente al doble de nuestro popular «9 largo», automático, calibre máximo en nuestras armas reglamentarias portátiles), quedó casi reservado al uso de los «sheriffs» y representantes de la Ley, quienes precisaban de un revólver con mucho «nervio» en el impacto, o sea que disparase un proyectil capaz de parar en seco al hombre más duro y pesado. Y no sólo pararlo, sino
echarlo atrás
. Una bala de calibre mediano puede matar lo mismo que una grande si pega en un punto vital; pero los puntos vitales en el cuerpo humano son pocos. Las fabulosas punterías de los hombres del Oeste eran más escasas que los puntos vitales, y se precisaba que el disparo hiciese efecto diera donde diese. El calibre 45 era ideal para estos efectos y porque lo usaban preferentemente los hombres de la Ley, para imponer el orden y la paz. El «Colt 45» se conoció con el apodo de «El Pacificador» (o «Peacemaker»). Como se utilizó en los territorios fronterizos del Oeste, donde era tan imprescindible que sin él los hombres se consideraban desnudos, se le llamó también «Modelo Fronterizo» («Frontier Model») y por último, como fue la herramienta más eficaz para la conquista del Oeste, se le llamó y se le sigue llamando: «El revólver que conquistó el Oeste» («The gun that made the West».
Dentro de los calibres especificados, a los cuales se agregó inclusive un modelo calibre 22 para tiro al blanco, se fabricó con un número infinito de variaciones en la largura del cañón. Los hubo de treinta centímetros, equipados con un culatín que permitía usar el «Colt 45» como rifle. Estos tipos fueron fabricados por encargo del escritor y hombre del Oeste Ned Butline. Wyatt Earp y Bat Mastersons, comisarios de Dodge City, a quienes los aficionados al cine han visto en diversas películas representados en el caso del primero, o sea Wyatt Earp por el actor Henry Fonda, en «Pasión de los Fuertes» y por Will Geer en «Winchester 73». En esta película Earp es el «sheriff» que dirige el concurso de tiro y antes ha expulsado de Dodge a la mujer de vida dudosa. En la misma película, Bat Masterson, famoso pistolero, es el comisario del «sheriff», el que felicita efusivamente al triunfador.
Volviendo al «Colt 45», podemos decir que fue construido en una variadísima gama de tipos, sin baqueta extractora de cápsulas vacías y hasta con el cañón acortado al límite de tres centímetros de largo.
Una variación del «Colt 45» fue el modelo Bisley, que por las substanciales alteraciones que ofreció podría considerarse un tipo distinto si no hubiera conservado algunos de los detalles especiales del «Frontiers».
El «Bisley» fue un revólver de precisión, especial para concursos de tiro. El nombre fue tomado del famoso campo de tiro de Bisley, Inglaterra, donde en el siglo pasado se celebraban importantes concursos. El «Bisley» estuvo en producción desde 1896 a 1912 y se produjo en casi todos los calibres menos el 22. La culata del «Bisley» era más curvada que la del «Frontiers», perdiendo parte de la belleza original; pero adaptándose mejor al fin para que estaba destinada el arma. Ésta no era de defensa ni de ataque. No tenía que ser empuñada y desenfundada en una fracción de segundo. Por ello, en vez de culata abierta, fácil a la mano que la busca, tenía una culata más adaptable a la mano que dispara sin prisa, asegurando el blanco. Otra alteración en la silueta del «Bisley» se encuentra en la lengüeta del percutor que en el «Frontiers» «mira» hacia arriba y en el «Bisley» está paralela al cañón, formando una unidad casi horizontal. Esta misma lengüeta aparece en los modernos revólveres algo más elevada que en el «Bisley» y más baja que en el «Frontiers».
Hubo otra variación en el «Colt 45», pero en cantidades reducidas: se trata de mecanismos de doble acción, o sea que en ellos bastaba apretar el gatillo para que el percutor se montara y disparase por sí solo. Se conocen dos tipos.
Los primeros revólveres «Colt» de doble acción tenían en sus líneas cierta similitud con el «Frontiers», sobre todo por la baqueta extractora sujeta a la base del cañón; pero ya eran de mecanismo mucho más complicado y delicado. No eran armas que pudieran soportar la acción del polvo que en finísimas partículas se introducía en su interior. Por ello, el «Colt 45», gracias a su reducido número de piezas, pudo seguir siendo el arma ideal del hombre del Oeste.