Trilogía de la Flota Negra 3 La Prueba del Tirano (31 page)

BOOK: Trilogía de la Flota Negra 3 La Prueba del Tirano
12.15Mb size Format: txt, pdf, ePub

En realidad no podía elegir. Unos cuantos movimientos de sus dedos sobre el teclado de la pantalla bastaron para que Pakkpekatt introdujera la autorización de envío y respondiera a su desconocido benefactor con un mensaje de confirmación para indicarle que podía transmitir, anotando la hora de a bordo mientras lo hacía. Dada su posición actual, el retraso de tránsito para un viaje de ida y vuelta a Coruscant debería ser de poco más de cuarenta minutos. Si la contestación llegaba demasiado pronto o demasiado tarde, Pakkpekatt sabría qué significado atribuir a ese hecho.

—¿Está preparado, coronel Hammax? —preguntó por el sistema de comunicaciones.

—Estaba repasando mi armamento, coronel.

—Muy bien. Agente Taisden, tenga la bondad de volver al puente. Agente Pleck, ayude al coronel Hammax en la escotilla. ¿Ha identificado algún sitio que le parezca más conveniente para entrar en la nave mientras hacíamos el recorrido exploratorio, coronel?

—Esas compuertas abiertas del otro lado parecían un sitio tan bueno como cualquier otro —respondió Hammax—. Usaré una carga de anillo para abrirme paso, y además eso me permitirá interponer un poco de casco entre la onda expansiva y mi traje.

—Muy bien —dijo Pakkpekatt, empuñando la palanca de maniobra del yate—. Le avisaré cuando estemos en posición.

El coronel Hammax no permaneció mucho tiempo a bordo del crucero. Quince minutos escasos después de que hubiera desaparecido entre las fauces de la compuerta de lanzamiento número ocho, ya estaba saliendo por la abertura de la compuerta de lanzamiento número cuatro. Hammax alzó la mano derecha en un gesto de saludo, manipuló los controles de su sistema de impulsión con la izquierda y empezó a cruzar los cien metros de vacío espacial que separaban el
Gorath
del
Dama Afortunada
mientras flotaban el uno al lado del otro compartiendo el mismo vector.

Aunque el traje de incursión de Hammax estaba equipado con sistemas de voz, holográficos y de comunicación biomédica que combinaban la modalidad abierta con la conductiva, Pakkpekatt le había ordenado que observara un estricto silencio de comunicaciones a menos que tuviera que enfrentarse a alguna amenaza, y Hammax así lo había hecho. Eso hizo que su temprano regreso provocara una repentina e intensa curiosidad. Pleck y Pakkpekatt observaron su avance desde la cubierta de vuelo y Taisden lo hizo desde la cubierta de observación, y los tres le siguieron con la mirada mientras Hammax se dirigía hacia el yate, sabiendo que fueran cuales fuesen las condiciones interiores nadie podía llevar a cabo una inspección completa de un navío de combate de cuatrocientos metros de longitud con tanta rapidez.

—Parece que se encuentra bien —dijo Taisden—. Quizá ha tenido algún problema con el equipo, o quizá ha tenido suerte y ha encontrado lo que estaba buscando nada más llegar.

—Si el coronel Hammax hubiera encontrado lo que había ido a buscar, ahora estaría regresando con dos bolsas para cuerpos —dijo Pakkpekatt, siguiendo el avance del traje espacial con la mira del cañón láser.

—Si continúa haciendo eso va a ponerle un poco nervioso, coronel —observó Taisden.

—Estupendo. Eso le ayudará a entender que yo también estoy un poco nervioso —replicó Pakkpekatt—. Vuelva a la escotilla y entretenga al coronel Hammax durante un rato con la operación de apertura hasta que me haya asegurado de que no ocurre nada raro.

Hammax rompió el silencio un instante después de que la compuerta exterior se hubiera cerrado, y lo hizo utilizando el transmisor conductivo de su traje.

—Está totalmente destrozada, coronel. Pero no cabe duda de que es una nave de Prakith.

Sus palabras dejaron bastante sorprendido a Taisden.

—Está muy lejos de casa para ser una nave de Prakith... ¿Está seguro?

—Pude leer las marcas de algunos mamparos. Es un pecio a la deriva, coronel. Nada funciona, y no hay ninguna señal de vida; he visto un montón de cadáveres, pero ninguno de ellos puede sernos útil.

—¿Había alguna señal de Calrissian?

—No —dijo Hammax—. Inspeccioné los dos bloques de detención; había un total de cinco cuerpos, y ninguno era humano. También inspeccioné el puente y la sección de mantenimiento, y no encontré androides de ninguna clase.

—¿Por qué ha decidido terminar la inspección tan pronto? Un crucero de la clase
Impacto
tiene doscientos cincuenta y ocho compartimentos.

—Dadas las condiciones de a bordo, coronel, una hora de búsqueda no me habría permitido averiguar más de lo que he averiguado en quince minutos —replicó Hammax—. Pensé que lo mejor que podía hacer era volver y permitir que fuera usted quien decidiera si debemos dedicarle más tiempo a esa nave. Si quiere que registre esos doscientos cincuenta y ocho compartimentos uno a uno, volveré por donde he venido y pondré manos a la obra.

—¿Debo entender que considera que el grupo de Calrissian no se encuentra a bordo de esa nave?

—No puedo afirmar con una certeza absoluta que el general no estuviera a bordo cuando estalló el globo —dijo Hammax—. Pero en mi opinión, necesitaríamos tener a todo un equipo de recuperación trabajando durante una semana para poder obtener una confirmación definitiva. Bien, ¿qué quiere que haga?

—Manténgase a la escucha, coronel Hammax.

Pakkpekatt se frotó las crestas de las sienes mientras echaba un vistazo a la pantalla de avisos del comunicador. El despacho de «Inteligencia de la Flota» todavía estaba entrando en los bloques de comunicación del
Dama Afortunada
, desplegando sus secuencias con un índice de eficiencia transferidora que el sistema de comprobación de errores más sofisticado disponible situaba en el noventa y cuatro por ciento. Pero incluso a ese ritmo, los contadores predecían que se necesitarían veintitrés minutos más para completar la transferencia.

—Conferencia de evaluación con todos los puestos —dijo Pakkpekatt.

—Aquí Hammax.

—Aquí Taisden.

—Pleck, preparado.

—Creo que el escenario que reúne más probabilidades de explicar nuestros descubrimientos es el de que esta nave fue destruida por el Vagabundo mediante un arma no vista anteriormente. El Vagabundo probablemente habrá sufrido daños durante el enfrentamiento, y eso impulsó a Calrissian a hacer acudir su yate. Indiquen si están de acuerdo o no.

—Estoy de acuerdo —dijo Pleck.

—Estoy de acuerdo —dijeron Hammax y Taisden al unísono.

—Proposición: el grado de daños sufridos dictará la situación actual del Vagabundo. Si no ha sufrido daños excesivamente serios, habrá saltado al hiperespacio. Si ha quedado seriamente dañado, se habrá alejado por el espacio real, quizá para efectuar reparaciones. Si ha sufrido daños mortales, tal vez todavía se encuentre presente bajo la forma de un campo de restos no detectados.

Pleck y Hammax se mostraron de acuerdo.

—O tal vez haya intentado saltar al hiperespacio y se haya desintegrado durante el proceso —dijo Taisden—, en cuyo caso podría haber muy pocos restos que encontrar.

—Sí —dijo Pakkpekatt—. Disposición: permaneceremos en estas coordenadas mientras llevamos a cabo un examen en profundidad con la máxima apertura sensora posible para tratar de localizar al Vagabundo y hasta que hayamos examinado con más detenimiento el campo de restos. Coronel Hammax, esté preparado para efectuar posibles operaciones de recuperación de restos.

Agente Taisden, tenga la bondad de volver al segundo asiento para supervisar el examen en profundidad.

Taisden llegó a la cubierta de vuelo en el momento en que Pakkpekatt estaba haciendo virar el
Dama Afortunada
para apartar su proa del crucero.

—Dijo que había un posible cuerpo, ¿no?

—Sí, señor, y puedo localizarlo con bastante exactitud —dijo Taisden, reconfigurando las lecturas—. Mil doscientos metros, coordenadas dos-uno-cero más cuatro-cuatro, relativo. Pero hay una gran cantidad de restos mucho más pequeños entre él y nosotros.

Pakkpekatt reaccionó a esa información volviendo a activar los escudos de partículas para que pudieran apartar cualquier resto que se interpusiera en su camino.

—Tenga la bondad de iniciar su examen.

—Eso dispersará el campo —dijo Taisden—. El protocolo de recuperación estándar especifica que sólo hay que utilizar los deflectores, y que los escudos de partículas deben estar a cero.

—Ya lo sé —dijo Pakkpekatt—. Pero esto no es un navío de recuperación de chatarra, agente Taisden, y no nos ganamos la vida hurgando en los basureros del espacio.

Empujó la palanca hacia adelante y el
Dama Afortunada
se fue alejando de la masa muerta del crucero destrozado. Un minuto bastó para que entraran en la nube de restos.

El «cuerpo» resultó ser un objeto muy curioso: lo que flotaba en el espacio delante de ellos era una esfera de superficie bastante rugosa que tendría un par de metros de diámetro, con un tercio de su superficie aparentemente ennegrecida y recubierta por una delgada capa de hielo muy frágil que ya llevaba mucho tiempo en estado de cristalización.

Pleck había ido a la cubierta de vuelo para poder verlo más de cerca.

—¿Creen que puede ser alguna clase de módulo de huida? —preguntó—. He oído decir que los grandes navíos de pasaje regular solían estar equipados con algo bastante parecido a las bolsas para casos de emergencia que utilizan las unidades de transporte militares... Ya saben, una especie de bola de lados blandos provista de un recuperador de respiración para que puedas sacar a la gente de una nave incapacitada sin necesidad de que se pongan un traje espacial.

Taisden meneó la cabeza.

—De momento todavía me estoy limitando a utilizar la modalidad pasiva de los sensores, pero tengo la impresión de que esa cosa es bastante sólida.

Si el coronel me permitiera llevar a cabo un sondeo estroboscópico...

—No —dijo Pakkpekatt.

—Si es algo interesante debería dejarme salir al espacio para recuperarlo, coronel —dijo Hammax—. Si estamos hablando de dos metros, debería poder meterlo por la compuerta de carga.

—No —dijo Pakkpekatt—. No quiero que esa cosa entre en esta nave. Pero quiero saber de qué está hecha. Si no es un resto desprendido del crucero, entonces tal vez formara parte del Vagabundo.

—¿Y dice que está recubierto de hielo? —preguntó Hammax.

—La capa tiene un grosor de un centímetro —dijo Taisden, recalibrando sus sensores para que le proporcionaran lecturas más detalladas.

—El grosor parecería indicar que se trata de una capa de escarcha de tracción —dijo Hammax—. Sólo aparece en restos biológicos y únicamente durante un período de tiempo bastante corto, a menos que los restos estén congelados o que hayan perdido todo su contenido líquido. El diferencial de presión atrae el agua de las capas de la epidermis hacia la superficie, pero el agua empieza a helarse sobre la piel antes de que pueda evaporarse. El calor residual del cuerpo puede mantener en marcha el proceso durante algún tiempo, pero al final el hielo acaba evaporándose molécula a molécula.

—Entonces tal vez sí sea un cuerpo, pero no humano —dijo Pleck— ¿Qué opina, coronel?

Pakkpekatt echó otro vistazo al contador del sistema de comunicaciones.

—Muy bien, coronel Hammax. Averigüe si puede llevarlo hasta la cubierta de vuelo de cola. Creo que esa zona dispone de sujeciones para la carga, y así no tendremos que tomarnos la molestia de convertir la cubierta de carga en una nevera hipotérmica...

—Un momento —dijo Taisden, inclinándose hacia adelante para contemplar las pantallas con el ceño repentinamente fruncido—. Tengo una alarma de contacto dentro del examen en profundidad. Algo viene hacia aquí, coronel Pakkpekatt, y se aproxima muy deprisa.

—Veo que está adquiriendo todas las malas costumbres del coronel Hammax —dijo Pakkpekatt con un siseo—. ¿De qué clase de contacto se trata?

Taisden meneó la cabeza.

—Su proa está dirigida hacia nosotros y todavía se encuentra muy lejos de aquí. Está a..., a unos novecientos mil kilómetros —dijo—. Tardaré un poco en poder darle más detalles incluso contando con este equipo. —Hizo una pausa y golpeó suavemente la consola con las yemas de los dedos—. Por otra parte, si el contacto tiene algún tipo de relación con el crucero de Prakith hecho pedazos que hay detrás de nosotros, probablemente vendrá con las luces de no-me-dispares encendidas.

—Transductor de combate —dijo Pleck—. Sí. Las lecturas están por encima de los cuarenta... Es un resultado bastante común en los diseños de la clase Imperial, y no creo que los prakithianos sean unos candidatos muy probables en lo que respecta a introducir demasiadas modificaciones.

—Lo tengo... Cuarenta y cuatro dos para referencia futura. Sin codificar, pero en prak. —Taisden soltó un gruñido—. Parece como si el general Calrissian hubiera solicitado todo el equipamiento adicional posible cuando compró este yate. El sistema me está proporcionando una traducción simultánea... ¡Ja!

—¿Qué ocurre?

A pesar de la seriedad del momento, Taisden no pudo reprimir un breve ataque de risa, que hizo temblar su cabeza mientras intentaba evitar que las carcajadas salieran de su boca.

—Nos dirigimos hacia una cita con, y repito la traducción palabra por palabra, «El valeroso y eternamente vigilante destructor de patrulla
Tobay
de la Gran Armada imperial del Protectorado Constitucional de Prakith, en agradecido y leal servicio a Su Gloria, el poderoso y audaz gobernador vitalicio Foga Brill».

—Supongo que ahora dejarás de pensar que tu comandante de sección siempre se está dando aires de grandeza —dijo Pleck, dándole una palmada en el hombro—. ¿Crees que la armada de Prakith celebra muchas competiciones de autobombo público?

Pakkpekatt interrumpió el intercambio de bromas para dejar bien claro el único detalle que le interesaba.

—Es un destructor de patrulla imperial de la clase Adz. El armamento primario está formado por tres baterías cuádruples de cañones láser de la clase D y tres baterías iónicas duales de la clase B.

—A juzgar por lo que acabo de oír, me parece que está muy claro que no queremos seguir aquí cuando llegue —dijo Hammax—. ¿Sigue queriendo que vaya a recuperar ese objeto, coronel?

Pakkpekatt miró a Taisden.

—¿De cuánto tiempo disponemos?

—No llega a los seis minutos, aunque el contacto pronto tendrá que empezar a reducir su velocidad actual. Digamos que unos ocho minutos en total.

Other books

Gods of Mischief by George Rowe
The Flame by Christopher Rice
Banana Rose by Natalie Goldberg
Shadow of Reality by Donna Fletcher Crow
Friendship Bread by Darien Gee
KICK ASS: A Boxed Set by Julie Leto