Trilogía de la Flota Negra 3 La Prueba del Tirano (34 page)

BOOK: Trilogía de la Flota Negra 3 La Prueba del Tirano
13.78Mb size Format: txt, pdf, ePub

—Podría ser, señor —admitió el oficial táctico—. Siempre que estén intentando utilizar el astillero en vez de limitarse a esconderlo, naturalmente...

Brand asintió.

—Comunicaciones.

—¿Sí, señor?

—Avise al
Intrépido
de que tenemos un contacto del tipo-I yevethano y proporcióneles nuestras coordenadas. Dígales que vamos a hacer nuevas investigaciones. Timonel...

—¿Sí, señor?

—Reduzcamos un poquito la distancia que nos separa de ellos. Quiero un diez por ciento de impulsión hacia adelante hasta que hayamos salido del anillo de asteroides. Vamos a seguir su vector de entrada.

Aproximadamente una hora después, la nave yevethana inició una larga maniobra de frenado que terminó haciéndola desaparecer detrás de la curvatura del tercer planeta. Para aquel entonces el grupo de patrulla ya sólo estaba a medio millón de kilómetros de ella, con lo que el planeta había quedado dentro del radio de alcance de sus sistemas sensores.

—¿Alguna señal de que haya algo en órbita? —preguntó Brand.

—Negativo —dijo el jefe de sensores—. Pero no hemos visto ninguna trayectoria orbital completa para nada que se encuentre por encima de los dos mil kilómetros.

—Dada su aproximación, la órbita más probable para el objetivo tendría una altitud de tres mil doscientos cincuenta kilómetros —anunció el oficial de seguimiento.

Brand fue hacia las pantallas delanteras.

—Enséñemelo —dijo, y un mapa táctico tridimensional apareció junto a las imágenes de los sensores de proa.

El historial del capitán Tobbra, el primer oficial del
Indomable
, no tenía absolutamente nada de particular en ningún aspecto y su carrera militar era el producto de un prolongado hábito de pecar por exceso de cautela.

Esa cautela había sido renovada recientemente por la llegada de un nuevo bebé a Trallan, el mundo natal de Tobbra.

Tobbra era agudamente consciente de que habrían bastado unos cuantos meses más de antigüedad para que el sillón de mando fuera suyo. Dadas las circunstancias, tendía a considerar que él y Brand ejercían el mando de manera compartida y estaba convencido de que su misión principal a bordo de la nave era la de servir de contrapeso a los excesos de Brand.

—Comodoro, si nos acercamos un poco más esa nave detectará nuestra presencia cuando aparezca por el otro lado del planeta —dijo en un tono cuidadosamente neutral mientras contemplaba las pantallas al lado de Brand.

—No lo dudo —dijo Brand.

—Si mantenemos nuestra posición actual, y de hecho creo que incluso podríamos retroceder un poco, el
Folna
debería ser capaz de conseguir todos los datos que necesitamos para el Tac Quinto —insistió Tobbra, utilizando el término del argot de la flota con que los oficiales se referían al mando táctico de la comandancia.

—Eso también es verdad —dijo Brand—. Pero en estos momentos tenemos toda la ventaja de nuestra parte: sabemos dónde están, y ellos no saben que estamos aquí. Usted me está pidiendo que renunciemos a esa ventaja.

—No tenemos por qué tratar de hacerlo todo solos —dijo Tobbra—. Si hay un astillero ahí, el Tac Quinto nos enviará unos cuantos pesos pesados en cuanto les transmitamos la confirmación.

—Y si hay un astillero ahí, los yevethanos intentarán reforzar sus defensas en cuanto detecten nuestra presencia —dijo Brand—. ¿Puede prometerme que nuestras naves llegarán ahí antes que las suyas?

Tobbra frunció el ceño y no dijo nada.

—Ya me lo imaginaba —murmuró Brand—. La detección y destrucción de los astilleros goza de máxima prioridad, capitán. Nos han asignado una misión y vamos a hacer todo lo posible para llevarla a cabo, ¿de acuerdo? Vamos a utilizar nuestra ventaja y tenderemos una emboscada a ese tipo-I, y después nos ocuparemos de cualquier posible destino turístico que haya allí abajo.

—Ni siquiera sabemos qué potencia de fuego se necesita para acabar con un tipo-I, comodoro.

Brand meneó la cabeza.

—Alguien tiene que averiguarlo, y me parece que la ley de las probabilidades está de nuestra parte.

—Pero comodoro...

—Fin de la discusión, capitán. —Brand dio la espalda a la pantalla y llamó al oficial de comunicaciones—. Quiero hablar con el
Folna
.

—En su número uno —replicó el oficial de comunicaciones al instante.

Brand activó su comunicador.

—Capitán Madis...

—Sí, comodoro.

—Nos llevamos al
Vanguardia
para iniciar una confrontación con el enemigo. Rompan la formación y manténganse a la escucha. Quiero que estén aquí para registrar todo lo que ocurra.

—Afirmativo, comodoro —dijo Madis—. Le entregaremos un montón de fotos magníficas para el álbum de recortes.

—Sé que lo harán —dijo Brand. Cambió el canal del comunicador para que sus órdenes pudieran ser oídas por toda la cañonera y después alzó la mirada hacia una veintena de rostros expectantes—. Ha llegado el momento de cobrar algunas de las deudas pendientes por lo de Doornik-319 —dijo con expresión sombría—. Comunicaciones, eleve el nivel de alerta a conflicto rojo. Tácticas, lancen la pantalla de cazas y estén preparados para lanzar los bombarderos. Timonel, deme un ochenta por ciento de potencia y un curso de intercepción sobre la órbita proyectada del blanco hostil.
Vanguardia
, acérquese un poco más y no se aparte de nosotros. No quiero que se pierdan el primer acto.

Esege Tuketu arrojó sus losetas sobre la mesa y se levantó de un salto en cuanto la sirena empezó a esparcir su estridente gemido por la cubierta de vuelo delantera. Llevaba horas con el traje de vuelo puesto, y se había aflojado los cierres del cuello, las muñecas y la cintura. Mientras corría hacia su bombardero manoteó frenéticamente para volver a cerrarlos, con lo que su carrera se convirtió en una especie de torpe danza.

Skids ya estaba en la cabina y había empezado a ponerse el arnés de seguridad cuando Tuketu llegó al bombardero. El artillero se había entretenido inspeccionando concienzudamente las sujeciones del armamento instalado en las aristas del esbelto casco del ala-K.

—¿Qué tal está todo? —preguntó Tuketu mientras subía por la corta escalerilla metálica.

—Todo tiene bastante buen aspecto. No deberíamos tener que hacer ninguna entrega manual.

—Si quieren que hagamos ese tipo de trabajo, entonces tendrán que darnos una paga extra —dijo Tuke—. ¿Algún cambio en el cargamento?

—Ninguno. Seguimos teniendo un huevo y ocho cohetes de demolición CD-cinco... Vamos a ir un poco cargados.

—Muy bien. Lista de comprobaciones previas, empezando por arriba...

Mientras el
Vanguardia
y el
Indomable
aumentaban la velocidad para dirigirse hacia su cita con el navío de impulsión yevethano, una delgada pantalla de cazas —con un total de dos docenas de aparatos, la mitad de ellos alas-E y la otra mitad alas-X— se desplegó a su alrededor. Cuando los primeros navíos de la formación se hicieron visibles en las pantallas del crucero, Tobbra volvió a sentirse obligado a mantener una conversación privada con Brand.

—Está infringiendo todas las reglas para las situaciones de enfrentamiento que contiene la compilación de normas de mando —dijo, decidiendo no andarse con rodeos—. La pantalla de cazas estándar es de tres escuadrones, no de dos, y eso únicamente para esta nave. Los cazas están tan separados unos de otros que el enemigo apenas tendrá dificultades para atravesar la pantalla.

—Voy a reservar los otros dos escuadrones de cazas para misiones de escolta —dijo Brand—. Los bombarderos necesitarán ayuda para abrirse paso.

—Ni siquiera estamos seguros de cuántos cazas hay a bordo de un tipo-I —protestó Tobbra, empezando a subir la voz—. El número total podría ser dos o tres veces el que vimos en Doornik-319.

Brand le lanzó una mirada gélida.

—O intenta controlar el tono y el volumen de su voz, capitán, o será mejor que salga del puente. No tengo ninguna intención de seguir discutiendo con usted durante toda la confrontación.

Tobbra bajó la voz, pero su tono no experimentó ninguna variación.

—No deberíamos buscar la confrontación con el enemigo, señor. El problema es precisamente eso, y tengo el deber de hacerle ver...

—¿Que no sabemos todo lo que podríamos saber? Eso no es ninguna revelación, capitán. Sé contar, y soy capaz de leer un informe de Inteligencia. No me considere tan incompetente, por favor.

—No pretendía insultarle, señor.

—Eso no siempre resulta obvio partiendo de sus palabras —replicó Brand—. Capitán, si una fuerza más pequeña nunca hubiera derrotado a una fuerza superior en número podríamos limitarnos a pesar los despliegues de batalla y declarar quién iba a ser el vencedor evitando elegantemente todas las partes desagradables. Pero la guerra no se libra de esa manera. Tire su calculadora a la papelera. No puede usarla para tomar las decisiones realmente difíciles.

Tobbra frunció el ceño, pero asintió en silencio.

Brand se le acercó un poco más, y cuando volvió a hablar bajó la voz hasta dejarla convertida en lo que prácticamente era un susurro.

—También hay algo más en juego, Theb..., y se trata de algo que no encontrará en una compilación de reglas. ¿Sabe qué es ese algo? Pues que si una cañonera y un crucero de la Nueva República en perfecto estado de mantenimiento no pueden enfrentarse a un tipo-I y salir vencedoras del enfrentamiento, entonces la Flota necesita saberlo lo más pronto posible..., porque todos los informes que he estado viendo dicen que los yevethanos cuentan con un montón de naves del tipo-I.

—¿Y ésa es la razón por la que ha separado al
Folna
del resto de la formación? —preguntó Tobbra, dejando escapar el aliento que había estado conteniendo.

—Sí..., por eso y por el hecho de que tiene la piel demasiado delicada para poder soportar cierto tipo de malos tratos.

Tobbra volvió la mirada hacia el planeta, que ya se había convertido en un disco claramente visible dotado de una cara salpicada de manchas amarillas y marrones.

—Será mejor que vuelva a mi puesto —dijo—. He de examinar la situación táctica en las baterías.

Quince minutos antes del momento en el que esperaban ver reaparecer a la nave yevethana, Brand dio la orden de lanzar los bombarderos y los cazas de escolta. No quería correr el riesgo de ser sorprendido con las cubiertas de vuelo llenas de combustible y explosivos de alta potencia si la nave yevethana aparecía antes de lo esperado porque había adoptado una órbita más baja de la que le adjudicaban sus cálculos.

Los alas-K adoptaron una formación de grupos de tres aparatos, con cada grupo situado entre un trío de cazas que volarían por encima de él y otro trío que lo haría por debajo. Brand siguió el despliegue desde el puente mientras los aparatos adoptaban sus posiciones a veinte kilómetros por delante de ellos. Aunque las alas y demás superficies habían sido oscurecidas para operar en el espacio, las emisiones de los motores eran tan visibles como velas que ardieran en la noche. Los rastros triples que dejaban los alas-K podían distinguirse con toda claridad entre las otras emisiones.

—Espero que esta vez sí dejarán caer sus huevos —dijo el oficial táctico en voz baja cuando Brand volvió a la mesa de trayectorias.

—Los dejarán caer —replicó Brand sin vacilar—. Y no porque hayamos cambiado las frecuencias de combate y hayamos instalado codificadores de seguridad..., sino porque deben hacerlo.

El
Vanguardia
se apartó del crucero cinco minutos antes de la readquisición, y empezó a seguir una trayectoria que le proporcionaría un campo de fuego despejado y permitiría que localizara a la nave yevethana mientras el resto de la formación de ataque seguía estando por debajo de su horizonte. Eso permitiría que Brand dispusiera de los escasos segundos que necesitaría para reaccionar a lo que viera el
Vanguardia
y alterar sus órdenes en consecuencia.

El informe del
Merodeador
llegó un minuto y nueve segundos antes de lo esperado.

—Contacto, uno..., no..., dos, tres, cuatro. Cuatro objetivos. Analizando. Los contactos son los siguientes: un, repito, un astillero imperial del tipo dos. Tres, repito, tres tipos-I yevethanos.

—¡Tres! —exclamó Brand, muy sorprendido y en un tono de voz lo suficientemente alto para que pudiera ser oído en la mayoría de las consolas de control del puente—. Tres —repitió después, ya para sí mismo—. Bueno, parece que los bigotes del Rancor acaban de recibir un fuerte tirón...


Indomable
, aquí
Vanguardia
. Estamos siendo atacados por dos de las naves yevethanas. El nivel de efectividad del escudo es de un noventa y dos por ciento. ¿Podemos responder al ataque, señor?

Tobbra fue corriendo hacia la mesa de trayectorias.

—Debemos interrumpir la confrontación, comodoro. Ordene a los bombarderos que vuelvan para que podamos salir de aquí.

—Veinte segundos para la readquisición —dijo el oficial táctico, siguiendo las líneas electrónicas con la punta de un dedo.


Vanguardia
, aquí Brand —dijo el comodoro, fulminando a Tobbra con la mirada—. ¿Qué puede decirnos sobre el tipo dos?

—Que está lleno hasta los topes,
Indomable
. Parece que hay seis diques secos independientes con naves completadas o a punto de serlo, y vemos tres más que se encuentran en la fase de quilla y esqueleto.

Brand no pudo reprimir un estremecimiento.

—Puede proceder al enfrentamiento e iniciar el protocolo de contramedidas,
Vanguardia
. Pueden abrir fuego a discreción..., y concéntrense en los tipos-I.

Tobbra alargó la mano y agarró el brazo de Brand por encima del codo.

—¿Qué está haciendo?

Brand rompió la presa del primer oficial con un violento tirón de su brazo.

—Lo que debe hacerse —dijo—. Vaya a su camarote y no salga de allí hasta nueva orden, capitán Tobbra. Teniente Threld, ocupe el puesto del capitán. —Se volvió hacia su oficial de comunicaciones—. Quiero hablar con los escuadrones de ataque.

La repentina activación del codificador de seguridad hizo brotar un débil chasquido del comunicador de combate del ala-K.

—Tenemos un mensaje —dijo Skids.


Indomable
a todos los escuadrones —dijo la voz de Brand—. Dispongo de una evaluación de objetivos revisada, y confirma la presencia de un astillero tipo dos en órbita con pájaros en el nido. También se ha confirmado la presencia de tres navíos de impulsión en órbita. La patrulla está siendo atacada. Sus órdenes de selección de objetivos revisadas son las siguientes: el astillero pasa a ser considerado como objetivo primario. Mantendremos ocupados a los tipos-I, y deberán ignorar su presencia a menos que se interpongan en su camino. Líderes de vuelo, inicien el ataque. Y buena suerte —añadió después de una pausa microscópica.

Other books

The Coldest War by Ian Tregillis
The Slender Man by Dexter Morgenstern
Deus Ex - Icarus Effect by James Swallow
The Last Horseman by David Gilman
In the Unlikely Event by Judy Blume
Miles of Pleasure by Nicole, Stephanie
Cybill Disobedience by Cybill Shepherd