Cours la Reine.
Encore vingt sous. Nous ferons de petites cochonneries. Minette? Tu veux?
—La crema de la buena sociedad. Y Sir William Davenant, con una madre de Oxford, con su vaso de vino canario para el primer pájaro que la toque.
Buck Mulligan, sus piadosos ojos vueltos a lo alto, rezó:
—¡Bienaventurada Margarita María Latoque!
—Y la hija de Enrique el de las seis mujeres y otras damas amigas de residencias cercanas, como canta Lawn Tennyson, caballero poeta. Pero en todos esos veinte años ¿qué suponen que hacía la pobre Penélope en Stratford detrás de los cristales en rombo?
Hacer y hacer. Cosa hecha. En una rosaleda del herborista Gerard, en Fetter Lane, él pasea, castañoagrisado. Una campanilla azulada como las venas de ella. Párpados de los ojos de Juno, violetas. Él pasea. Una vida lo es todo. Un cuerpo. Haz. Pero hazlo. A lo lejos, en un hedor de lujuria y suciedad, se ponen manos en la blancura.
Buck Mulligan golpeó la mesa de John Eglinton.
—¿De quién sospecha? —desafió.
—Digamos que él es el amante despreciado de los sonetos. Una vez despreciado, dos veces despreciado. Pero la coqueta de la corte le despreció por un Lord, el queridísimoamor de él.
Amor que no se atreve a decir su nombre.
—Como buen inglés, quieres decir —intercaló John Brutal Eglinton—, él amó a un Lord.
Viejo muro donde relampaguean repentinos lagartos. En Charenton los observé.
—Eso parece —dijo Stephen—, puesto que quiere hacer a favor de él, y por todos y cada uno en particular de los demás vientres sin surcar, el santo oficio que el mozo de cuadra hace por el garañón. Quizá, como Sócrates, tuvo una comadrona por madre, igual que tuvo una furia por mujer. Pero ella, la risueña coqueta, no quebrantó el voto del tálamo. Hay dos acciones hediondas en el ánimo del fantasma: un voto quebrantado y el animal duro de mollera a quien ella ha concedido sus favores, hermano del difunto marido… La dulce Ana, estoy seguro, era de sangre caliente. Una vez amante, dos veces amante.
Stephen se volvió en la silla con vivacidad.
—La obligación de probar es suya, no mía —dijo, frunciendo el ceño—. Si usted niega que en la quinta escena de
Hamlet
él la marca a fuego con infamia, dígame por qué no hay mención de ella durante los treinta y cuatro años entre el día que se casó con él y el día en que le enterró. Todas aquellas mujeres vieron enterrados a sus maridos: Mary, a su buen John; Ann, a su pobre querido William, cuando fue y se le murió encima, furioso de ser el primero en marcharse; Joan, a sus cuatro hermanos; Judith, a su marido y a todos sus hijos; Susan, a su marido también, mientras que la hija de Susan, Elizabeth, para usar las palabras del abuelito, se casó con su segundo habiendo matado a su primero. Ah sí, sí que hay mención. En los años en que él vivía con riqueza en el real Londres, para pagar una deuda tuvo que pedir prestados cuarenta chelines al pastor de su padre. Explíquenme entonces. Explíquenme el canto de cisne en que la ha encomendado a ella a la posteridad.
Se enfrentó con el silencio de ellos.
Aquel a quien así Eglinton:
Se refiere usted a la última voluntad.
Eso lo han explicado, creo, los juristas.
Ella tenía derecho a su parte de viuda
según la ley. El sabía mucho de derecho
dicen nuestros jueces.
De él se ríe Satán,
burlón:
Y por consiguiente omitió el nombre de ella
del primer borrador pero no se dejó fuera
los regalos para su nieta, para sus hijas,
para su hermana, para sus viejos compadres de Stratford
y de Londres. Y por consiguiente cuando le apremiaron,
según creo, a mencionarla
le dejó su
secondbest bed
segunda cama.
Punkt
Ledejosu
segundaca
ledejosu
camagunda
gundacama
dejocama.
¡So!
—Los buenos de los campesinos tenían entonces poco mobiliario —observó John Eglinton— y siguen teniéndolo, si es que nuestros dramas rurales son fieles a la realidad.
—Él era un rico caballero de campo —dijo Stephen— con un escudo de armas y fincas en Stratford y una casa en Ireland Yard, un accionista capitalista, un promotor de proyectos de ley, un arrendatario de diezmos. ¿Por qué no le dejó a ella su mejor cama para que pasara el resto de sus días roncando en paz?
—Está claro que había dos camas, la mejor y la no tan buena,
best and secondbest
—dijo agudamente el señor Secondbest Best.
—
Separatio a mensa et a thalamo
—mejoró Buck Mulligan y fue sonreído.
—La antigüedad menciona camas famosas —dijo No-Tan-Bueno Eglinton, con boca en puchero, camasonriendo—. Déjenme pensar.
—La antigüedad menciona a aquel escolar golfo, el Estalgirita, calvo sabio pagano —dijo Stephen—, quien al morir en exilio libera y dota a sus esclavos, rinde tributo a sus viejos, dispone ser sepultado en tierra junto a los huesos de su querida mujer, y ruega a sus amigos que sean bondadosos con una vieja amante (no se olviden de Nell Gwynn Herpyllis) y la dejen vivir en su casa de campo.
—¿De veras murió así? —preguntó el señor Best con leve preocupación—. Quiero decir…
—Murió muerto de borrachera —culminó Buck Mulligan—.
Un cuartillo de cerveza es un plato de rey
. ¡Ah, tengo que decirles lo que dijo Dowden!
—¿Qué? —preguntó Mejor-Eglinton.
William Shakespeare y Compañía, Sociedad Anónima.
William del Pueblo. Para condiciones dirigirse a E. Dowden, Highfield House…
—¡Delicioso! —suspiró amorosamente Buck Mulligan—. Le pregunté qué pensaba de la acusación de pederastia dirigida contra el bardo. Él levantó las manos y dijo:
Lo único que podemos decir es que en aquellos tiempos se vivía intensamente
.
¡Delicioso!
Ganimedes.
—El sentido de la belleza nos extravía —dijo Best, hermoso en tristeza, al afeado Eglinton.
El firme John replicó severo:
—El médico puede decirnos qué significan esas palabras. No puede uno comerse el pastel y conservarlo.
¿Así lo decís vos? ¿Nos arrancarán, me arrancarán, la palma de la belleza?
—Y el sentido de la propiedad —dijo Stephen—. Se sacó a Shylock de sus propios largos bolsillos. Hijo de un negociante de cebada y usurero, él mismo fue negociante de cebada y usurero con diez medidas de grano acaparadas en los motines del hambre. Sus deudores son sin duda esos de diversas creencias que menciona Chettle Falstaff, el cual informa sobre su rectitud en los tratos. Puso pleito a un colega actor por el precio de unos pocos sacos de cebada y extrajo su libra de carne en intereses por cada dinero que prestó. ¿Cómo, si no, pudo enriquecerse deprisa el mozo de establo y traspunte de Aubrey? Todos los acontecimientos llevaban el agua a su molino. En Shylock resuenan las persecuciones contra los judíos que sucedieron al ahorcamiento y descuartizamiento del sanguijuela de la reina, López, siéndole arrancado su corazón de judío mientras el hebreo estaba todavía vivo: en
Hamlet
y
Macbeth
, la subida al trono de un filosofastro escocés con aficiones a asar brujas. La Armada perdida es de lo que se burla en
Trabajos de amor perdidos
. Sus espectáculos, las historias, navegan a toda vela sobre una marea de entusiasmo a lo Mafeking. Se juzga a las jesuitas de Warwickshire y ya tenemos la teoría de un portero sobre la reserva mental. Vuelve de las Bermudas la Sea Venture, y se escribe la obra que admiró Renan, con Patsy Calibán, nuestro primo americano. Los sonetos azucarados siguen a los de Sidney. En cuanto al hada Elizabeth, alias Bess Zanahoria, la grosera virgen que inspiró
Las alegres casadas de Windsor
, dejemos que algún
meinherr
de Teutonia escarbe toda su vida en busca de significados hondamente escondidos en lo hondo del cesto de la colada.
Creo que vas marchando adelante estupendamente. Simplemente, mezcla una mixtura de lo teolologicofilolológico.
Mingo, minxi, mictum, mingere
.
—Pruebe que era judío —desafió John Eglinton, expectante—. Su decano de estudios sostiene que era un santo católico romano.
Sufflaminandus sum
.
—Fue producto de Alemania —contestó Stephen—, como el campeón francés de abrillantamiento de escándalos italianos.
—Un hombre de espíritu en miríadas —recordó el señor Best—. Coleridge le llamó de espíritu en miríadas.
Amplius. In societate humana hoc est maxime necessarium ut sit amicitia inter multos
.
—Santo Tomás… —empezó Stephen.
—
Ora pro nobis
—gimió Fray Mulligan, desplomándose en una butaca.
Allí entonó una runa quejumbrosa.
—
Pogue mahone! Acushla machree!
¡Destruidos es lo que estamos a partir de hoy! ¡Destruidos sin duda!
Todos sonrieron sus sonrisas.
—Santo Tomás —dijo Stephen, sonriendo—, cuyas panzudas obras disfruto leyendo en el original, al escribir sobre el incesto desde un punto de vista diferente del de la nueva escuela vienesa de que hablaba el señor Magee, lo compara, en su sabia y curiosa manera, a una avaricia de las emociones. Quiere decir que el amor dado así a alguien cercano en la sangre es codiciosamente sustraído a alguien desconocido que, quizá, tiene hambre de él. Los judíos, a quienes los cristianos acusan de avaricia, son los más dados de todas las razas al matrimonio consanguíneo. Las acusaciones se hacen por ira. Las leyes cristianas que edificaron los tesoros de los judíos (para quienes, como para los lolardos, la tempestad fue refugio) también ataron sus afectos con cercos de acero. Si son pecados o virtudes, el viejo Papá-Nadie nos lo dirá en la audiencia del día del juicio. Pero un hombre que se agarra tan fuerte a lo que él llama sus derechos sobre lo que él llama sus deudas se agarrará también fuerte a lo que él llama sus derechos sobre la que él llama su mujer. Ningún vecino Don Sonrisas codiciará su buey o su mujer o su criado o su criada o su burro.
—O su burra —antifonó Buck Mulligan.
—Están tratando ásperamente al gentil Will —dijo gentilmente el señor Best.
—¿Qué Will? —intercaló dulcemente Buck Mulligan—. Nos estamos haciendo un lío.
—
Will to live
, la voluntad de vivir —filosofó John Eglinton—, pues la pobre Ana, la viuda de Will, es la voluntad de morir,
will to die
.
—
Requiescat!
—rezó Stephen.
La voluntad de hacer, ¿en qué acabó? Hace mucho que se desvaneció… |
—Yace compuesta en recia rigidez en esa segunda cama, la reina bien tapada, aunque usted demuestre que una cama en aquellos días era tan rara como lo es hoy un automóvil y que sus tallas eran la maravilla de las siete parroquias. En su vejez se dio a los predicadores (uno se quedó en New Place y se bebió un cuarto de jerez que pagó el ayuntamiento, pero en qué cama durmió no es cosa de preguntarlo) y se enteró de que tenía alma. Leyó o se hizo leer los libritos de cordel de él, prefiriéndolos a las Alegres casadas y, haciendo aguas de noche en el orinal, meditó sobre
Ojales y corchetes para calzones de creyentes
y
La más espiritual tabaquera para hacer estornudar a las más devotas almas
. Venus le había contorsionado los labios en oración.
Agenbite of inwit
: remordimiento de conciencia. Es una época de agotada putañería buscando a tientas su dios.
—La historia muestra que eso es cierto —
inquit Eglintonus Chronolologos
—. Las edades se suceden unas a otras. Pero sabemos por elevada autoridad que los peores enemigos de un hombre serán los de su propia casa y familia. Me parece que Russell tiene razón. ¿Qué nos importan su mujer y su padre? Yo diría que sólo los poetas de familia tienen vidas de familia. Falstaff no era padre de familia. Entiendo que el gordo caballero es su suprema creación.
Flaco, se arrellanó. Tímido, niega tu parentela, los autojustificados. Tímido, cenando con el sin-dios, hurta la copa. Un padre en Antrim del Ulton se lo ordenó. Le visita allí los días de cumplirse el trimestre. Señor Magee, aquí hay un caballero que le quiere ver. ¿A mí? Dice que es su padre, señor. Denme mi Wordsworth. Entra en escena Magge Mor Matthew, un rudo y áspero paleto de cabeza dura, en calzones con bragueta de botones, los bajos de las medias sucios de barro de diez bosques, una varita de nogal en la mano.
¿El tuyo? Conoce a tu viejo. El viudo.
Apresurándome al miserable rincón donde ella moría, desde el alegre París junto al muelle, toqué la mano de él. La voz, con nuevo calor, hablando. El doctor Bob Kenny la está atendiendo. Los ojos que me desean bien. Pero no me conoce.
—Un padre —dijo Stephen, batallando contra la desesperación— es un mal necesario. Él escribió el drama en los meses que siguieron a la muerte de su padre. Si usted afirma que él, hombre de pelo gris con dos hijas casaderas, con treinta y cinco años de vida,
nel mezzo del cammin di nostra vita
, con cincuenta de experiencia, es el imberbe estudiantillo de Wittenberg, entonces debe sostener que su madre, con sus setenta años, es la reina lujuriosa. No. El cadáver de John Shakespeare no anda por ahí de noche. De hora en hora se pudre y se pudre. Descansa, desarmado de paternidad, habiendo transmitido ese estado místico a su hijo. El Calandrino de Boccaccio fue el primer y último hombre que se sintió preñado. La paternidad, en sentido de engendrar conscientemente, le es desconocida al hombre. Es un estado místico, una sucesión apostólica, del único engendrador al único engendrado. Sobre ese misterio, y no sobre la Madonna que el astuto intelecto italiano echó a las masas de Europa, está fundada la Iglesia, y fundada irremoviblemente por estar fundada, como el mundo, macrocosmos y microcosmos, sobre el vacío. Sobre la incertidumbre, sobre la improbabilidad.
Amor matris
, genitivo subjetivo y objetivo, quizá sea la única cosa verdadera de la vida. La paternidad quizá sea una ficción legal. ¿Quién es el padre de cualquier hijo para que cualquier hijo tenga que amarle, ni él a cualquier hijo?
¿A dónde diablos quieres ir a parar?
Ya lo sé. Cierra el pico. Vete al cuerno. Tengo mis razones.
Amplius. Adhuc. Iterum. Postea
.
¿Estás condenado a hacer esto?
—Están separados por una vergüenza corporal tan sólida que los registros criminales del mundo, manchados con todos los demás incestos y bestialidades, apenas anotan su quebrantamiento. Hijos con madres, progenitores con hijas, hermanas lesbianas, amores que no se atreven a decir su nombre, sobrinos con abuelas, presidiarios con ojos de cerraduras, reinas con toros premiados. El hijo no nacido estropea la belleza: nacido, trae dolor, divide el cariño, aumenta la preocupación. Es un macho: su crecimiento es la decadencia de su padre, su juventud la envidia de su padre, su amigo el enemigo de su padre.