Ulises (56 page)

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Authors: James Joyce

Tags: #Narrativa, #Clásico

BOOK: Ulises
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Irlanda viene ahora. Mi país por encima del rey. Ella escucha. ¿Quién teme hablar de mil novecientos cuatro? Es hora de marcharse. He mirado bastante.


Bendígame, padre
—gritó Dollard el rebelde—,
bendígame y déjeme marchar
.

Tac.

Bloom miró, no bendito para marcharse. Se arregla matadora: a dieciocho chelines por semana. Los tipos sueltan la mosca. Hay que andar siempre a lo que cae. Tan guapas y tan listas. Junto a las tristes olas del mar. El romance de una corista. Cartas leídas en el proceso por quebrantamiento de promesa. Del chichirrichín de su mamirricita. Risas en la sala de la audiencia. Henry. Yo nunca firmé eso. Qué nombre tan bonito tienes.

Caía la música, baja, melodía y palabras. Luego se apresuró. El falso sacerdote saliendo crujiente soldado de la sotana. Un capitán de la guardia. Se lo saben todo de memoria. El trino que les hace escalofriarse. Capitán de la gua.

Tac. Tac.

Escalofriada, ella escuchaba, inclinándose a oír con comprensión.

Cara vacía. Virgen diría yo: o sólo toqueteada. Escribir algo allí: página. Si no ¿qué se hace de ellas? Decaen, se desesperan. Las conserva jóvenes. Incluso se admiran a sí mismas. Veamos. Toquemos en ella. Labio, embocadura. Cuerpo de mujer blanca, una flauta viva. Soplar suave. Fuerte. Tres agujeros todas las mujeres. La diosa, no vi. Ellas lo quieren. No demasiada cortesía. Por eso las conquista él. Oro en tu bolsillo, metal duro en la cara. Los ojos en los ojos. Canciones sin palabras. Molly, aquel organillero. Ella sabía que él quería decir que el mono estaba enfermo. O porque es tan parecido al español. Entienden también los animales de esa manera. Salomón entendía. Don de la naturaleza.

Ventriloquio. Mis labios cerrados. Pienso en el estóm. ¿Qué?

¿Quieres? ¿Tú? Yo. Quiero. Que. Tú.

Con ronca furia ruda el capitán maldecía. Hinchándose en apoplético hijo de perra. Una buena idea, hijo, venir. Una hora te queda de vida, tu última hora.

Tac. Tac.

Escalofrío ahora. Compasión que sienten. Enjugarse una lágrima por los mártires. Por todas las cosas que mueren, que quieren morir, que mueren por morir. Para eso nacen todas las cosas. Pobre señora Purefoy. Espero que haya terminado. Porque sus vientres.

Un ojo líquido de vientre de mujer observaba por debajo de un seto de pestañas, tranquilamente, oyendo. Se ve la verdadera belleza del ojo cuando no habla ella. En el río allá lejos. A cada lenta ondulación del seno en raso palpitante (su palpitante opulen) rosa roja subía lentamente, se hundía rosa roja. Latecorazón su aliento: aliento que es vida. Y todos los diminutos rizos de helecho temblaban de pelo de doncellez.

Pero mira. Las claras estrellas se desvanecen. ¡Oh rosa! Castilla. El albor.

Ah Lidwell. Para él entonces, no para. Enfatuado. ¿Yo soy así? La veo desde aquí sin embargo. Tapones destapados, salpicaduras de espuma de cerveza, pilas de botellas vacías.

En el liso mango saliente de la bomba de la cerveza puso Lydia la mano, ligeramente, regordetamente, déjelo en mis manos. Toda perdida en compasión por el rebelde. De acá para allá: de acá para allá: sobre el pulido mango (conoce los ojos de él, los míos, los de ella) su pulgar y su índice pasaron con compasión: pasaron, volvieron a pasar y, tocando levemente, luego se deslizaron tan suavemente, lentamente, hacia abajo, una fresca firme blanca batuta esmaltada a través de su anillo deslizante.

Con un toc con un carra.

Tac. Tac. Tac.

Poseo esta casa. Amén. Rechinó los dientes furioso. Traidores a la horca.

Los acordes asintieron. Cosa muy triste. Pero tenía que ser.

Salir antes del final. Gracias, ha sido divino. Dónde tengo el sombrero. Pasar junto a ella. Puedo dejar este
Freeman
. La carta la tengo. ¿Y si fuera ella la? No. Anda, anda, anda. Como Cashel Boylo Connoro Coylo Tisdall Maurice Misdall Farrell. Aaaanda.

Bueno, tengo que. ¿Se va? Smtngquirsí. Blmslvntó. Sobre flor de centeno azul. Oh. Bloom se levantó. El jabón se nota más bien pegajoso atrás. Debo haber sudado: la música. La loción, acordarme. Bueno, hasta otra. Alta cali. La tarjeta dentro, sí.

Junto al calvo Pat en la entrada, esforzando el oído, pasó Bloom.

En el cuartel de Ginebra ese mozo murió. En Passage su cuerpo se sepultó. ¡Dolor! ¡Oh, éldolores! La voz del doliente cantor invitaba a dolorosa plegaria.

Junto a rosa, junto a seno en raso, junto a la mano acariciante, junto a fondillos de vasos, junto a botellas vacías, junto a tapones destaponados, saludando al irse, dejando atrás ojos y pelo de doncellez, bronce y pálido oro en profunda sombra de mar, pasó Bloom, suave Bloom, me siento tan solo Bloom.

Tac. Tac. Tac.

Rezad por él, rezaba el bajo de Dollard. Los que oís en paz. Exhalad una oración, verted una lágrima, buenos hombres, buena gente. Él fue el mozo rebelde.

Asustando al escuchante limpiabotas rebelde mozo limpiabotas Bloom en la entrada del Ormond oyó mugidos y rugidos de bravos, gruesas palmadas en la espalda, sus botas todas pisando, botas limpias no el limpiabotas. Coro general de echar un trago para hacerlo pasar. Me alegro de que evité.

—Vamos allá, Ben —dijo Simon Dedalus—. Válgame Dios, estás tan bueno como nunca.

—Mejor —dijo Tomgin Kernan—. La más incisiva interpretación de esa balada, por mi honor y mi alma que es así.

—Lablache —dijo Padre Cowley.

Ben Dollard voluminosamente avanzó en cachucha hacia la barra, poderosamente nutrido de alabanza y todo enorme y rosado, sobre pies de pesada pata, sus dedos gotosos chascando castañuelas en el aire.

El Big Benaben Dollard, Big Benben, Big Benben.

Rrr.

Y hondamente conmovidos todos, Simon trompeteando compasión por nariz de sirena marina, todos riendo, se le llevaron allá, a Ben Dollard, en gran júbilo.

—Tiene usted un aspecto rubicundo —dijo George Lidwell.

La señorita Douce se arregló la rosa para servir.

—Ben
machree
—dijo el señor Dedalus, palmeando la gruesa paletilla de Ben—. En forma como nadie, sólo que tiene un montón de tejido adiposo escondido alrededor de su persona.

Rrrrrrsss.

—La grasa de la muerte, Simon —gruñó Ben Dollard.

Richie grieta en el laúd estaba sentado solo: Goulding, Collis, Ward. Incierto esperaba. El no pagado Pat también.

Tac. Tac. Tac. Tac.

La señorita Mina Kennedy acercó los labios al oído de Jarro Uno.

—El señor Dollard —murmuraron en voz baja.

—Dollard —murmuró Jarro.

Jarro Uno creyó; a la señ Kenn cuando ella; que él era Doll; ella Doll; el jar.

Murmuró que conocía ese nombre. El nombre le era familiar, mejor dicho. Mejor dicho, había oído ese nombre Dollard, ¿no es verdad? Dollard, sí.

Sí, dijeron los labios de ella con más ruido, el señor Dollard. Él cantó esa canción deliciosamente, murmuró Mina. Y
La última rosa del verano
era una canción deliciosa. A Mina le encantaba esa canción. A Jarro le encantaba la canción que a Mina.

Esta es la última rosa del verano Dollard marchado Bloom sintió viento retorciéndosele dentro.

Cosa de mucho gas esa sidra: astringente también. Espera. La oficina de Correos cerca de Reuben J. un chelín y ocho peniques también. Acabar con eso. Dar esquinazo por la calle Greek. Ojalá no hubiera prometido reunirme. Más libre al aire. La música. Le da a uno en los nervios. La bomba de la cerveza. Su mano que mece la cuna gobierna el. Ben Howth. Que gobierna el mundo.

Lejos. Lejos. Lejos. Lejos.

Tac. Tac. Tac. Tac.

Por el muelle arriba iba Lionelleopold, niño malo Henry con carta para Mady, con dulzuras del pecado con ropas interiores para Raoul con métense cosas iba Poldy adelante.

Tac el ciego caminaba tictaqueando al tacto el bordillo tictaqueando, toque a toque.

Cowley se aturde con eso: una especie de borrachera. Mejor ceder sólo a medias al modo de un hombre con una virgen. Por ejemplo los melómanos. Todos oídos. No perderse una semimínima de temblor. Ojos cerrados. La cabeza asintiendo a compás. Chochez. Uno no se atreve a moverse. Pensar estrictamente prohibido. Siempre hablando de su manía. Murgas sobre notas.

Toda clase de intentos de hablar. Desagradable cuando se para porque uno no sabe nunca exac. El órgano en la calle Gardiner. El viejo Glynn cincuenta pavos al año. Extraño allá arriba en la jaula solo con registros y botones y teclas. Sentado todo el día al órgano. Musitando horas y horas, hablando solo o con el otro que tira del fuelle. Gruñido furioso, luego chillido maldiciendo (quiere ponerse huata o no sé qué en su no no gritó ella), luego con suavidad de repente poquitito poquitito un vientecito de pito.

¡Puii! Un vientecito flauteó uiiii. A Bloom, en su pequeñito.

—¿Era él? —dijo el señor Dedalus, volviendo y trayendo la pipa—. Estuve con él esta mañana en lo del pobrecillo Paddy Dignam…

—Sí, el Señor tenga misericordia de él.

—Por cierto hay ahí un diapasón en el…

Tac. Tac. Tac. Tac.

—Su mujer tiene una bonita voz. O tenía, ¿eh? —preguntó Lidwell.

—Ah, debe ser el afinador —dijo, Lydia a Simonlionel la primera vez que vi—, se lo olvidó cuando estuvo aquí.

Era ciego, dijo ella a George Lidwell la segunda vez que vi. Y tocaba tan exquisitamente, una delicia oír. Contraste exquisito: broncelid, minaoro.

—¡Gritad! —gritó Ben Dollard, echando de beber—. ¡Desgañitaos!

—¡’asta! —gritó Padre Cowley. Rrrrrr.

Noto que necesito…

Tac. Tac. Tac. Tac. Tac.

—Mucho —dijo el señor Dedalus, mirando absorto una sardina descabezada.

Bajo la campana de los sándwiches yacía en un ataúd de pan una última, una solitaria, última sardina del verano.
Bloom
, florecer a solas.

—Mucho —miró absorto—. El registro bajo, con preferencia.

Tac. Tac. Tac. Tac. Tac. Tac. Tac. Tac.

Bloom pasaba por delante de Barry. Ojalá pudiera. Espera. Si tuviera a ese milagrero. Veinticuatro abogados en esa sola casa. Pleito. Amaos unos a otros. Montones de pergaminos. Los señores Saca y Perras tienen poderes notariales. Goulding, Collis, Ward.

Pero por ejemplo el tío que le da al bombo. Su vocación: la banda de Micky Rooney. No sé cómo se le ocurriría la primera vez. Sentado en casa después de tomar pies de cerdo con col digiriéndolo en la butaca. Ensayando su parte en la banda. Pom. Pomporrón. Divertido para su mujer. Pieles de burro. Se les zurra toda la vida, luego aporrearles después de muertos. Pom. Aporrear. Parece ser como se llame
yashmak
digo
kismet
. Destino.

Tac. Tac. Un muchacho, ciego, con un bastón toqueteante, pasó tictaqueando delante del escaparate de Daly donde una sirena, con el pelo todo al viento (pero él no podía ver), soplaba bocanadas de sirena (el ciego no podía), sirena, la bocanada más fresca de todas.

Instrumentos. Una brizna de hierba, concha de las manos de ella, luego soplar. Incluso peine y papel de seda se les puede sacar una melodía. Molly en camisón en la calle Lombard West, el pelo suelto. Supongo que cada clase de oficio ha hecho el suyo, ¿no ves? El cazador con un cuerno. Hoo. ¿A dónde cuerno?
Cloche. Sonnez la
. El pastor su flauta. El policía el silbato. ¡Llaves y cerraduras! ¡El deshollinador! ¡Las cuatro en punto y sereno! ¡A dormir! Todo está perdido ya. ¿Tambor? Porrompón. Espera, ya lo sé. Pregonero. Ejecutor de la justicia. John el largo. Despertar a los muertos. Pon. Dignam. El pobrecillo
nominedomine
. Pon. Es música, quiero decir claro es todo pon pon pon eso que se llama
da capo
. Sin embargo se puede oír. Al marchar vamos marchando, vamos marchando. Pon.

De veras que debo. Fff. Anda que si lo hiciera en un banquete. Sólo es cuestión de costumbre el sha de Persia. Exhalar una oración, dejar caer una lágrima. De todos modos debía ser un poco estúpido para no ver que era un capitán de la gua. Embozado. No sé quién sería aquel tío junto a la tumba con el
macintosh
pardo. ¡Ah, la puta del callejón!

Una puta sucia con sombrero ladeado de paja negra de marinero salía a la luz con mirada vidriosa a lo largo del muelle hacia el señor Bloom. ¿La primera vez que vio esa forma seductora? Sí, eso es. Me siento tan solo. Noche húmeda en el callejón. Cuerno. ¿Quién tenía él? Jijo ella vio. Fuera de su ronda por aquí. ¿Ella qué es? Espero que ella. ¡Chsst! ¿Me daría ropa a lavar? Conocía a Molly. Me había localizado. La señora gruesa que está contigo con el traje marrón. Le deja a uno desconcertado. Esa cita que hicimos. Sabiendo que nunca nosotros, bueno casi nunca. Demasiado cara demasiado cerca de hogar dulce hogar. ¿Me ve, de veras? Parece un espantajo a la luz del día. Cara de sebo. ¡Maldita sea! Bueno, tiene que vivir como los demás. Miremos aquí dentro.

En el escaparate de las antigüedades de Lionel Mark el altanero Henry Lionel Leopold querido Henry Flower seriamente el señor Leopold Bloom se encaró con candelabro acordeón rezumantes fuelles mohosos. Ganga: seis pavos. Podría aprender a tocar. Barato. Dejarla pasar. Claro que todo es caro si no te hace falta. Ahí es donde están los buenos vendedores. Te hacen comprar lo que ellos quieren vender. El tío que me vendió la navaja sueca con que me afeitó. Ahora está pasando ella. Seis pavos.

Debe ser la sidra o quizá el borgoñ.

Cerca de Bronce de cerca cerca de Oro de lejos clinclineaban todos sus vasos clinclineantes, ojos brillantes y valientes, ante bronce Lydia tentadora última rosa del verano, rosa de Castilla. Primero Lid, De, Cow, Ker, Doll, una quinta: Lidwell, Sim Dedalus, Bob Cowley, Kernan y Big Ben Dollard.

Tac. Un joven entró en el desierto hall del Ormond.

Bloom observaba un valiente héroe retratado en el escaparate de Lionel Mark. Las últimas palabras de Robert Emmet. Las siete palabras. De Meyerbeer es.

—Hombres leales como vosotros hombres.

—Eso, eso, Ben.

—Levantarán su vaso con nosotros.

Lo levantaron.

Clinc. Clanc.

Tic. Un muchacho sin ver estaba en la puerta. No veía a Bronce. No veía a Oro. Ni a Ben ni a Bob ni a Tom ni a Sim ni a George ni a Jarros ni a Richie ni a Pat. Ji ji ji ji. No ve quién hay aquí.

Sientobloom, grasientobloom observaba las últimas palabras. Suavemente.
Cuando mi patria ocupe su lugar entre
.

Prrprr.

Debe ser el borg.

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