Una vida de lujo (53 page)

Read Una vida de lujo Online

Authors: Jens Lapidus

Tags: #Policíaca, Novela negra

BOOK: Una vida de lujo
9.53Mb size Format: txt, pdf, ePub

Adam se agachó y le quitó la manta.

El cuerpo de Melissa estaba lacerado. Las sábanas y el colchón estaban ensangrentados.

Sus manos estaban atadas con cinta de embalar.

Tenía quemaduras en los pechos y en el interior de los muslos. Tenía heridas de sangre en los brazos y en el estómago. Tenía sangre entre las piernas. Tenía dos agujeros de bala en el pecho.

Adam se tapó la boca. Natalie notó cómo se movía la bola de naranja en el estómago. Corrió a vomitar.

Media hora después, Thomas ya había llegado. Aparcó una furgoneta justo delante de la puerta. Natalie y los chicos esperaban en su coche.

Entraron juntos.

El olor se notaba más ahora. O, si no, era simplemente porque Natalie sabía lo que había ahí dentro.

Thomas y Adam entraron en el dormitorio. Natalie esperó en el vestíbulo. Sascha estaba en el coche con el teléfono preparado por si a la pasma le diera por aparecer.

Thomas salió.

—Qué hijos de puta. ¿Habéis tocado algo?

—He tocado los pomos de las puertas, pero nada más —dijo Natalie—. Luego también vomité en el váter.

—Aparté la manta, por lo demás, solo pomos —dijo Adam.

Thomas cruzó los brazos sobre el pecho.

—Vale, tenemos que limpiar los rastros que nosotros hayamos podido dejar. Luego pienso que deberíamos ocuparnos del cuerpo, por si acaso.

Thomas repartió órdenes. Empezó a sacar cachivaches de una bolsa.

—Utilizad estos trapos de cocina. Limpiad las manillas, los lavabos, el suelo del baño y todas las demás superficies a las que os habéis acercado. Utilizad cantidades exageradas de Cillit Bang. Colocad toda la ropa de cama en una bolsa de basura negra.

Trabajaron durante veinte minutos. Thomas: el señor Wolf de
Pulp Fiction
, pero en la vida real.

La gran pregunta: ¿cómo iban a sacar a Cherkasova?

Colocaron el cuerpo sobre un plástico extendido en el suelo. Thomas puso la cama boca abajo. Era un modelo sencillo, el colchón era de gomaespuma normal. Sacó una sierra de calar y la enchufó. Cortó la cama desde abajo. Metió el cuerpo en el marco de la cama. Parecía un ataúd. Cubrieron todo con el colchón y más plástico negro. Unas cuantas vueltas de cinta aislante alrededor.

Thomas salió a las escaleras. Desenroscó todas las bombillas, pensando en los vecinos curiosos. Bajaron la cama. Melissa estaba dentro como un pesado colchón de lujo.

Adam se marchó con la furgoneta, con el cuerpo dentro.

—No creo que consiguieran el material —dijo Thomas—. Parece que tuvo que aguantar muchas cosas. No la habrían torturado tanto si les hubiera dado lo que querían. Y no creo que haya nada aquí dentro. Han buscado por todas partes.

Natalie levantó la mirada. Seguía sentada. Delante de ella estaban Göran, Bogdan y Sascha. El almacén refrigerado de la cocina del restaurante Bistro 66. El establecimiento era de un viejo amigo de su padre.

En los estantes: cajas de leche, cajas de zumo, ramitas de apio y otras verduras, un montón de limas y limones. Cantidad de guarnición para cócteles. Grandes congeladores colocados en el suelo.

Sobre los estantes:
film
transparente. Sobre el suelo: lona. Toda la habitación estaba plastificada.

Estaba bien pensado, porque en el suelo estaba Marko.

Natalie se levantó. Hacía cuatro días que habían encontrado a Melissa Cherkasova torturada y asesinada en su piso. Al final, Thomas había encontrado el material. Un DVD fijado con celo detrás de una tubería de la lavandería de la comunidad de vecinos en el sótano. En total: veintisiete minipelículas. Tres tíos distintos, tres habitaciones distintas. Tres perversiones diferentes, más o menos. Uno de ellos era el político, Svelander; otro era desconocido; el tercero era un alto cargo de la policía que Thomas reconocía. Parecía que a Svelander le molaba el sexo anal. El vikingo quería que se la chupara. El último quería vestir a Melissa como una colegiala, esposarla y después tirarse tres horas practicando S&M.

Natalie había enviado a Sascha para informar a Martina Kjellsson. Tenía que enterarse de la mitad de lo que había sucedido: «Melissa ha desaparecido, no somos nosotros los que estamos detrás. No intentes contactar con ella, no llames a la policía ni a otra persona. Nosotros nos ocuparemos de esto solos».

Natalie había visto imágenes impactantes. Los ojos de Melissa abiertos como platos. El trapo que habían metido en su boca. Las lesiones en sus genitales.

Los vaqueros de Marko estaban llenos de sangre. La camiseta de manga corta estaba rota. Pedazo de anillo de oro en el meñique.

Natalie se acercó a él. Göran acababa de darle un buen repaso.

—Déjame salir ya —gimió.

—¿Por qué? —preguntó.

Escupió un diente.

—No sé nada sobre lo que sucedió con tu padre.

—Sí, yo creo que sí.

—Que no, joder. Te lo juro. No tengo ni puta idea. Él tenía muchos enemigos. Se puede decir que se lo buscó.

Lo que acababa de decir: Natalie sintió una tormenta en su interior.

Le dio una patada en la cara. Escupió sangre.

Más sangre sobre su pantalón.

—¿Y Cherkasova qué? —dijo ella.

Marko escupió otro diente.

—Por favor, yo no me la cargué.

—Me importa una mierda. Sé que fuiste tú el que reventó Fitness Club, sé lo que hicisteis a los recepcionistas.

Le dio otra patada.

Otro diente más cayó al suelo.

—Elegiste el lado equivocado, cabrón —gritó Göran.

Natalie cogió el bate de béisbol de Göran. Golpeó a Marko en las piernas, el estómago.

Clavó el extremo en su cara con todas sus fuezas.

Su nariz se convirtió en fragmentos ensangrentados. Gritó.

Salió una espuma roja de su boca. Sangre. Dientes. Mucosidad. Sustancia de labios.

Natalie elevó la voz.

—Cállate, hijo de puta. ¿Qué pasó con mi padre?

La tormenta en su interior tronaba contra el cráneo.

—No tengo ni idea. —La voz de Marko sonaba desesperada.

Ella le pisó la frente.

Él lloró, babeó, pidió clemencia.

Ella vio breves imágenes de Melissa otra vez. Le golpeó la polla con el bate de béisbol.

Gritó como un loco.

Le volvió a golpear en el mismo sitio.

Continuó gritando. Llorando. Tosiendo.

Hizo un
swing
con las dos manos, como si fuera un palo de golf.

No consiguió sacar más que un ruido sibilante.

Se calló.

Natalie se secó el sudor de la frente. Se calmó. Miró a Göran.

—Córtale el meñique del anillo y envíaselo a Stefanovic. Luego, remátalo.

Salió de la cámara refrigerada. Sascha la siguió.

No se duchó en el baño habitual junto a su habitación, sino que usó el del sótano. Su madre estaba dormida. Sascha estaba arriba. Eran las doce y media.

Se mojó el pelo y se lo masajeó con champú: Redken All Soft. Inclinó la cabeza hacia atrás y lo aclaró. Después lo escurrió, como si fuera un trapo. Cogió el acondicionador de la misma marca, Redken All Soft. Dejó que hiciera efecto durante un rato. Se duchó el cuerpo y los brazos. Limó los talones con una lima para pies que había olvidado que estaba allí abajo. Luego activó la ducha del techo. Se sentó en el suelo. Dejó que el agua caliente le cayera encima. Se formó vaho en la puerta de cristal de la mampara. Se echó más gel de ducha de lo normal: Dermalogica Conditioning Body Wash. Se lavaba mientras caía el agua. Espuma en el suelo. Se dio cuenta de que llevaba varios días sin depilarse las piernas. Deslizó la puerta hacia un lado. Salió, goteó sobre el suelo. Buscó una cuchilla en el armario del baño. Había un paquete sin estrenar. Se metió en la ducha otra vez. Dejó que el agua corriera. Se rasuró las piernas con movimientos lentos.

Era agradable poder relajarse.

No pensaba en la guerra con Stefanovic. No pensaba en Melissa. Ni siquiera pensaba en su padre. Solo disfrutaba del calor, de dejarse relajar por el agua.

Vio la cara de JW delante de ella.

Sabía lo que él pensaba sobre sus acciones contra Stefanovic, aunque él no lo hubiera vuelto a mencionar.

JW tenía que haberse puesto en contacto con ella otra vez con algún tipo de estrategia; cuando se vieron por segunda vez en el Teatergrillen había prometido que la ayudaría. En parte, a través de Bladman, que revisaría todo lo que tuviera que ver con los bienes de su padre, dándole a ella y a su abogado pleno derecho a disponer de ellos. En parte, por elegir bando: ella se negaba a que ayudaran a Stefanovic con negocios que en realidad eran suyos.

Habían hablado por teléfono dos veces. Él le daba largas, diciendo que llevaba tiempo. Que era difícil. Natalie quería llamarlo una y otra vez. No solo para que se pusiera a currar. También quería oír su voz. Oír sus excusas. Göran se lo tenía prohibido, pero él no podía saber lo mucho que le latía el corazón cada vez que veía un número desconocido en el móvil.

Un poco más tarde estaba en la cocina, todavía con el albornoz puesto. Comía queso
cottage
con tomate. Estaba medio colocada de Citodon y valeriana y, aun así, no era capaz de dormir. Hizo unas llamadas. Thomas. Göran. Pasaban cosas constantemente. La noticia de lo que habían hecho con Marko saldría en menos de dos días. Iban a tener que esperar la reacción de Stefanovic. Esto debería hacer que se lo pensara dos veces.

Bajó el teléfono. Ahora sí que debería irse a la cama.

Antes de levantarse volvió a sonar el móvil. Número protegido. Ni Göran ni Bogdan ni Thomas andaban con esas historias. Adam tampoco.

Era Viktor.

—¿Dónde cojones has estado?

Natalie no tenía paciencia para sus chorradas.

—En casa y con los chicos. Nada raro.

—Hace una semana que no sé nada de ti. —La voz de Viktor se quebró.

—¿Y?

—He oído cosas raras de ti.

—Si oyes cosas raras, son mentiras.

—He oído que saliste con Lollo y que un tío, Axel Jolle o algo así, estuvo ligando contigo a tope y tú no hacías más que sonreír. Os invitó a unas copas, estuvo toda la noche tratando de llevarte a su casa. Y tú no le dijiste nada.

—¿Has oído lo que hicimos después, por la noche? La verdad es que fueron cosas muy interesantes.

—¿Qué hicisteis?

Natalie metió una cucharada de queso
cottage
en la boca.

—¿No has oído hablar de ello?

—No, ¿qué pasó? Te lo juro, si has estado con él, lo nuestro se ha acabado.

—Vale, pero entérate de lo que pasó antes de volver a lloriquear por teléfono.

Colgó. Ya estaba harta. Era la última vez. Si le daba la lata una vez más, no volvería a verle.

Antes de que tuviera tiempo para dejar el móvil sobre la mesa, volvió a sonar. Número protegido otra vez. ¿Sería Viktor, que no había pillado el mensaje? No cogió la llamada.

Tono de SMS de mensaje nuevo. Lo escuchó. «Tienes un mensaje nuevo. Llamada recibida hoy, a las dos horas y veintiún minutos».

Tuvo la sensación de que iba a ser algo desagradable. «Soy Mischa Bladman. Hablo por mí y por JW. Dejad de hacer lo que estáis haciendo. Vuestro conflicto está dividiendo la ciudad. Y ahora la gente de Moscú se ha cansado. Acaban de llamarme para pedirme que os diga que quieren ver resultados y que no quieren problemas, independientemente de quién tenga el material. Natalie, llámame ahora mismo».

* * *

Cuando llegaron los cambios, hubo mucho trabajo para nosotros. La economía rusa pasó una prueba de fuego. El que quería avanzar tenía que elegir sus opciones, tener los contactos adecuados y estar dispuesto a caminar por encima de los cadáveres. Y justo eso fue una suerte para nuestro sector
.

Había mucha gente del KGB, GRU, Stasi, Securitate, que estaba dispuesta a solucionar los problemas de la gente. En cuanto a mí, yo venía, por la vía del Gulag, de OMON, y había sido educado en el Instituto Gorkovski
.

Nos transformamos rápidamente para encajar en la nueva economía de mercado. Una vez que aprendimos el oficio en un contexto privado, nos dimos cuenta de cuánto trabajo había. Porque, en realidad, lo que hacíamos era dedicarnos a la máxima expresión del liberalismo del mercado: la supervivencia del más fuerte, sin intervenciones estatales
.

Y veníamos del sector estatal, así que, cuando el Estado se transformó, nosotros ya éramos parte del proceso de transformación. Muchos creían que el Estado dejaría de existir en Rusia. A decir verdad, se hizo más fuerte que antes. Nosotros, el Estado y el mercado; los lazos eran indestructibles
.

Hoy, algunos de los viejos zorros ya están muertos. Otros han avanzado dentro de las organizaciones
,
haciendo que las oligarquías hayan llegado hasta donde están hoy en día. Muchos de ellos se han convertido en
Avtoriteti
de primer nivel: Orechovskaia, Ismajlovskaia, Malysjevskaia… son solo unos ejemplos de agrupaciones dirigidas por gente como yo. Pocos de ellos van por libre, pocos son tan activos como yo dentro de mi sector
.

En Italia siempre ha habido una necesidad de contar con gente como nosotros. Es cierto que Cosa Nostra, la ’Ndrangheta y la Camorra normalmente encargan el trabajo a sus propios hombres, pero, aun así, a veces necesitan gente de fuera. Para los gabachos había trabajo en el norte de África y los Dom-Tom. La orgullosa Francia siempre ha tenido la necesidad de controlar sus colonias y Estados satélites. La fuerza del petróleo y el deseo del poder son más grandes de lo que la mayoría de la gente piensa. En Gran Bretaña y en Irlanda nuestros favores han sido usados cuando había que solucionar los problemas de Irlanda del Norte. A veces nos llamaban cuando los gánsteres de Londres y Manchester tenían que dejar claro cuáles eran sus territorios. En Escandinavia y en Alemania avanzaron los rusos y los bálticos. Contrataron nuestros favores cuando necesitaban hacer una limpieza entre sus propias filas
.

Pasé alrededor de tres años dentro de OMON antes de ser condenado. Pero fue suficiente. Tuve tiempo para convertirme en un maestro en lo que hago. Llevamos a cabo misiones en Nagorno-Karabaj y en Georgia. Tomé parte en el ataque al Parlamento de Letonia. Todos los que oyeran mi nombre y supieran quién era yo sentían lo mismo. Miedo
.

Comenzaron a llegar ofertas de trabajo más grandes desde Moscú. De excompañeros de
armas, de bancos que tenían problemas con las autoridades, de oligarcas que tenían problemas unos con otros. Y más tarde, al cabo de unos años, me llegaron trabajos de toda Europa. No solo se trataba de recaudaciones, avisos y protección personal. En 2001 me dieron mi primera misión internacional: sacrificar a un chulo turco en Fráncfort que había intentado tomar el control de las calles equivocadas
.

Other books

The Seductive Impostor by Janet Chapman
Raven's Gate by Anthony Horowitz
Awaken a Wolf by R. E. Butler
Your Name Here: Poems by John Ashbery
And the Hippos Were Boiled in their Tanks by William S. Burroughs and Jack Kerouac
True by Riikka Pulkkinen