—Informe a la Estocada de que tiene permiso para hacerlo —dijo Geary, intentando todavía digerir lo que acababa de suceder.
Desjani sacudió la cabeza, aparentemente enfadada.
—Las posibilidades de que haya supervivientes son nulas, pero es posible que la Estocada encuentre algo entre los restos que ayude a explicar qué ha pasado.
La nave todavía estaba dirigiéndose a la zona de escombros, que hasta hacía poco había sido el vuelo Ómicron Cinco Uno, cuando Rione entró a toda velocidad en el puente de mando y se inclinó hacia Geary para hablar en el tono de voz más bajo posible.
—Ha sido un accidente muy extraño, y han muerto dos oficiales que podrían haber dado nombres.
Él la miró fijamente.
—¿Crees que...?
—Es posible que Casia dijese algo cuando se encontrase finalmente ante el pelotón de fusilamiento. Yin podría haberse derrumbado o haber revelado algo si decidíamos interrogarla. ¿Qué opinas?
No le gustaba aquella idea, pero la coincidencia de aquel accidente mortal en aquel transbordador en particular hacía que la sugerencia que acababa de ofrecerle Rione fuese demasiado convincente como para ignorarla. Alguien había destinado sus esfuerzos a ir contra Geary hasta el punto de ser capaz de matar. Hasta entonces no se había tomado en serio las advertencias de Rione, pero en aquel momento prácticamente no había dudas. Fuesen quienes fuesen, estaban dispuestos a matar al personal de la Alianza en el nombre de la resistencia contra Geary y su mando en la flota. Si se creía lo que resultó ser la última declaración de la comandante Yin, también pretendían evitar que se convirtiese en dictador si la flota volvía a casa y, al igual que Rione, estaban dispuestos a matar con tal de que eso no pasase. Sin embargo, al contrario que ella, ellos habían pasado de las amenazas a las acciones reales y, al contrario que Rione, no habían ido directamente contra Geary sino contra otros oficiales de la flota.
Eso significaba que sin duda estaban dispuestos a realizar más ataques de ese estilo. La única cuestión era cuándo, dónde y cómo.
No había visto al capitán Numos desde después de la batalla de Ilión. Numos no se levantó cuando la imagen de Geary apareció en su camarote, que también era su celda. En lugar de eso, se quedó mirando a Geary con la misma expresión de desprecio y aversión que había mostrado la primera vez que se vieron.
—¿Qué quieres?
Se negó a entrar en el juego de Numos, y en lugar de eso negó con la cabeza.
—Estoy seguro de que ya lo has escuchado. La tripulación de un transbordador, cuatro infantes de marina y dos oficiales de la flota han muerto. ¿De verdad te crees que lo que me importa de ti ahora mismo es tu comportamiento?
—¿Me estás acusando de tener algo que ver?
—No. —Aquella respuesta directa parecía haber sobresaltado a Numos—. Solo pretendo reflexionar sobre las consecuencias. Han silenciado al capitán Casia y a la comandante Yin para evitar que hablasen. Si hay algo que pudieses decir, deberías preocuparte de lo que tus supuestos amigos están planeando.
Numos echó una risotada burlona.
—Ya, ¿y se supone que debería confiar en ti? ¿Cómo sé que no has preparado este desafortunado accidente para librarte de dos oficiales que desafiaron tu autoridad?
—Si quisiese a cualquiera de los dos muerto —comenzó a decir Geary—, tenía razones más que justificadas para ordenarlo según el reglamento de la flota. De hecho, el capitán Casia se iba a enfrentar a un pelotón de fusilamiento. ¿Por qué iba a destruir un transbordador para asesinar a alguien que ya estaba condenado a muerte?
—Ya has eliminado a la capitana Faresa, Franco, Midea, Kerestes... ¿Me olvido de alguien?
Geary se sentó y miró fijamente a Numos.
—No eres tan estúpido. Sabes que esas muertes fueron en combate. Sabes que Midea fue la causante de su propia muerte. Me he preguntado muchas veces cómo la mantenías bajo control.
Numos se encogió de hombros.
—Respetaba a la autoridad legítima.
Se había planteado si su antipatía por Numos habría infectado sus recuerdos, volviéndolo peor de lo que realmente era. Parecía no ser el caso.
—A lo mejor sí que eres tan estúpido. Tus amigos han asesinado a sangre fría a miembros de la flota de la Alianza.
—Pensé que habías dicho que fue un accidente.
—No, yo no he dicho eso. Has sido tú quien ha utilizado esa palabra varias veces. Es curioso que lo tengas tan claro. —Al ver cómo los ojos de Numos refulgían de ira, Geary supo que sus palabras habían sido certeras—. No sé si realmente crees que hay alguna oportunidad de que te acepten como comandante de la flota en caso de que yo falte. No te equivoques, no la hay. Tampoco sé si crees que planeo convertirme en dictador cuando vuelva a la Alianza, pero eso no va a pasar.
—¿Y se supone que debería creerte?
Geary analizó a Numos durante unos segundos.
—Creí que te afectaría un poco más la muerte de unos compañeros oficiales. —Numos lo miraba impasible—. Si hay más accidentes, acabarás en una sala de interrogatorios, capitán Numos. Sé que has recibido entrenamiento para enunciar las respuestas de forma que puedas burlar los escáneres cerebrales, pero tengo muy buenos interrogadores en la flota. También sé que aunque por ahora no puedo llevar a un capitán a un interrogatorio por falta de motivos que lo justifiquen, ocurrirá otro accidente que despertará lo suficiente mi preocupación como para hacerlo. —Numos se acaloró, pero no dijo nada—. Díselo a sus amigos.
Geary se levantó, pulsó los controles y la imagen de Numos se desvaneció de su camarote.
—Te dije que iba a ser una pérdida de tiempo —dijo Rione, recostándose en su asiento. No había participado en la conversación virtual, pero había podido observarla entera.
—Tenía que intentarlo. —Geary negó con la cabeza—. No sé cómo he conseguido evitar ordenar que le peguen un tiro a Numos o lo lancen por la esclusa de aire más cercana.
—Black Jack podría hacerlo. —Rione parecía pensativa—. Black Jack hace lo que le da la gana, y de hecho creo que debería ordenar que interroguen a Numos ahora.
—Ya, claro. —Geary se sentó, y se frotó la frente—. He sondeado a algunos de los demás oficiales. Todos están de acuerdo en que podría deshacerme de él, pero con eso asustaría a los que creen que quiero convertirme en dictador, y alentaría a los que quieren que lo haga. Cualquiera de las dos cosas provocaría más reacciones de las que quiero. Necesito más motivos.
—Esos motivos de los que hablas podrían implicar más muertes —recalcó Rione.
—Soy consciente de ello. Pero precipitarse podría causar todavía más. Supongo que tus espías siguen sin tener nada de lo que informar, ¿no?
—No. —Rione frunció el ceño—. La flota está excitada con lo del accidente del transbordador, pero todos parecen estar sorprendidos y conjeturando sobre qué causaría la avería de las células de combustible. Parece que nadie insinúa abiertamente que tú tengas algo que ver, ya que todos parecen ser más listos que Numos y saben que no necesitabas hacer explotar el transbordador para matar a Casia y a Yin si es lo que querías. No hay más que silencio entre tus oponentes en la flota. Ojalá supiese qué significa.
Geary analizó a Rione durante casi un minuto antes de hacerle la pregunta que le había estado rondando.
—¿Por qué nunca me dijiste que algunos de los que se oponen a que esté al mando de la flota lo hacen porque temen que me convierta en dictador?
Rione hizo un gesto de desdén.
—Porque el motivo exacto por el que lo hacen no marca la diferencia en absoluto.
—Tú misma estarías dispuesta a matarme para evitar que me vuelva un dictador. —Rione no respondió, y Geary sintió que tenía que enmendar lo que acababa de decir—. Entiendo que sigues estando dispuesta a hacerlo si fuese necesario. Por eso creo que, si su motivo exacto es el mismo que el tuyo, es importante. ¿Por qué no se han puesto en contacto contigo? ¿No eres famosa por tu lealtad a la Alianza? ¿O es que lo hicieron?
Ella se echó a reír.
—¿Te estás poniendo paranoico? Todavía me quedan cosas que enseñarte para que seas un político. No, John Geary, no han contactado conmigo. Estoy convencida de que nuestras motivaciones coinciden parcialmente en algún punto. Quiero decir, ni ellos ni yo queremos que seas un dictador. Pero yo también quiero que el gobierno electo de la Alianza siga manteniendo el poder, y sospecho que tus enemigos, como la difunta comandante Yin y sus amigos, creen que es necesario un dictador militar. Simplemente, no quieren que seas tú.
Eso tenía sentido.
—Como Falco. Algunos otros oficiales de alto rango creen que para salvar a la Alianza hay que derrocar al gobierno. —Rione asintió—. Sin embargo, cada vez me resulta más difícil creer que apoyan a Numos. De la conversación que acabo de mantener con él he sacado en claro que es demasiado arrogante como para ser un peón serio, y demasiado estúpido como para hacerlo él solo. Pese a todo me causa problemas, y seguramente eso hace que les resulte útil.
—Sí, es muy posible —dijo Rione—. Estoy de acuerdo con lo que dices, con que los conspiradores se alegran de poder sacar provecho de la hostilidad de Numos hacia ti, pero también con que es demasiado orgulloso y poco listo como para hacer de títere. Teniendo en cuenta todo eso, supongo que no tiene mucho sentido llegar al punto de interrogarlo ahora.
—Exacto. Me juego el cuello a que no sabe nada que nos resulte útil. —Geary miró el visor estelar y sintió que tenía que sacar otro tema—. ¿Cuántos oficiales de la flota estarían dispuestos a apoyar una dictadura? Tengo entendido que la mayoría, por lo que a lo mejor debería preguntar cuántos no están dispuestos a hacerlo, dado que seguramente sea una cifra menor. Duellos no lo haría; Tulev no creo, y Crésida...
—Yo no estaría tan segura respecto a Crésida —respondió Rione—. Y ahora mismo tampoco estoy tan segura de Tulev. El gobierno civil estaba ya preocupado por el tema de la lealtad de sus oficiales desde antes incluso de que volvieses milagrosamente de entre los muertos. Y es culpa nuestra. Somos conscientes de ello. Están en el frente, viendo cómo sus amigos y sus compañeros mueren, y nosotros no podemos decirles que todo eso sirve para estar más cerca de la victoria. Es lo que ha estado pasando desde hace un siglo. Sus abuelos y sus abuelas, sus padres y sus madres, han visto a sus compañeros morir, o incluso han perecido ellos mismos. A veces incluso me sorprende que el gobierno electo de la Alianza haya conseguido sobrevivir a la guerra durante tanto tiempo.
—¿Ha cometido el gobierno tantos errores?
Rione hizo un gesto de rabia con la mano.
—Tiene su parte de culpa, al igual que el ejército. Pero no se trata de eso, sino de la frustración. De un siglo de guerra sin final a la vista. La gente quiere algo, lo que sea, algo que les dé la esperanza de que existe ese final. —Rione sacudió la cabeza mientras miraba a Geary—. Entonces apareciste tú. El héroe legendario que volvería para salvar a la Alianza cuando más lo necesitaba. ¿Todavía te preguntas por qué tantas personas tienen los ojos fijos en ti?
—Ese héroe es un mito —insistió Geary.
—No del todo, y en algunos casos, lo que piensas prácticamente no importa. Se trata de lo que los demás piensan, que puedes salvar a la Alianza, o destruirla. Tardé en aunar ambas posibilidades. Encarnas la antigua dualidad, por un lado el preservador, y por el otro el destructor. Primero vi al destructor, luego al preservador, y ahora a ambos. —Volvió a negar con la cabeza—. No envidio tener que personificar ambos papeles, ni lo que implica ser un héroe legendario.
—¡Yo nunca me ofrecí a serlo! —Geary se puso en pie y comenzó a pasear de un lado a otro, enfadado de nuevo—. Vosotros me lo hicisteis, el Gobierno, mientras yo iba a la deriva hibernando en el sistema estelar Grendel, convirtiéndome en el ídolo de los escolares para tener algo con que inspirar a la gente para luchar.
—El gobierno de la Alianza creó un mito, John Geary. Pero tú eres real, y tienes el poder real de preservar o destruir la Alianza. Si todavía no lo has aceptado del todo, hazlo ya.
Geary dejó de caminar y dirigió hacia Rione una mirada cortante.
—Nunca ha sido mi estilo creer que fui enviado por las estrellas del firmamento para salvar el universo, ni siquiera a la Alianza.
Rione arqueó una ceja.
—Quizá eso sea lo único que impide que la destruyas. A lo mejor es por eso por lo que te escogieron.
—¡Venga, no me digas que tú también estás empezando a creerte eso! —Geary hizo un gesto de frustración—. Ya es sobradamente difícil.
—Pensé que te gustaba que tu capitana especial te mirase con esos ojos, idolatrándote —dijo Rione.
—Pues no, ni yo lo hago ni ella tampoco. ¿Y por qué cojones estamos hablando de repente otra vez de la capitana Desjani?
En lugar de responder, Rione se puso de pie.
—Tengo que ocuparme de un par de asuntos. ¿Todavía va a saltar la flota a Branwyn según lo previsto?
—Sí —dijo Geary rápidamente. Seguía enfado con ella—. Llegaremos al punto de salto en cuatro días, a menos que tenga lugar otro de esos «accidentes».
Rione iba a salir ya por la escotilla cuando se paró y miró hacia él.
—Habría intentado detenerlos si supiese que alguien iba a sabotear el transbordador. Sí, es verdad que pensaba que Casia y Yin debían morir por lo que habían hecho y porque los consideraba una amenaza para la Alianza, pero nunca dejaría que otras personas inocentes muriesen por ello.
La miró fijamente.
—No se me vino a la cabeza pensar que lo habrías hecho.
—Antes o después, se te habría ocurrido.
Geary se quedó mirando la escotilla después de que se marchase, dándose cuenta de que tenía razón, y preguntándose por qué a veces le daban tanto miedo sus aliados como sus enemigos.
La transmisión procedente de lo que una vez había sido el planeta habitable del sistema estelar Lakota estaba llena de interferencias, y la parte del sonido era casi ininteligible debido al ruido. Geary manipuló los controles para aplicar los filtros de corrección. Consiguió aclarar la imagen y el sonido se volvió inteligible, aunque en algunas partes había extraños blancos como resultado de los intentos infructuosos del software por encontrar la palabra adecuada.
Al frente de la imagen había un hombre, y detrás de él una mesa a la que estaban sentados una docena de hombres y mujeres. Todos tenían aspecto de haber pasado varios días con la misma ropa, y de haber sido días bastante duros. Estaban en una habitación sin ventanas visibles, cuya estructura y apariencia encajaban con la impresión de que era un refugio subterráneo.