—Gracias. Tus consejos han sido muchísimo más valiosos de lo que crees.
Ella hizo una mueca, y luego sacudió la cabeza.
—La Alianza necesita a esta flota, y ella a ti. Seguiré siendo tu aliada y tu confidente mientras seas fiel a tus creencias y a la Alianza, pero no volveré a tu cama, y te pido que no vengas a la mía, porque sé que mientras le hagas el amor a mi cuerpo pensarás en ella, y no podré soportarlo.
Geary se quedó sentado bastante tiempo después de que la escotilla se cerrase, dándose cuenta de que lo que decía Victoria Rione era verdad. La única mujer que podía tener de la flota no era la que quería, y Rione tenía todo el derecho del mundo a negarse a ser el premio de consolación.
Se levantó, se acercó al panel de control de la escotilla y reseteó la configuración para que Rione no pudiese volver a entrar por su cuenta en el camarote. Al acabar de hacerlo sintió que aquella vez era definitivo, que Rione no volvería a menos que fuese para hablar de la situación de la flota. No pudo evitar sentirse culpable y a la vez aliviado.
Dos días más en Branwyn. El tiempo que quedaba hasta que llegasen al punto de salto. Los síndicos seguían abandonando el lugar lo más rápido posible. Nadie había respondido al mensaje de la flota de la Alianza sobre la situación de Lakota, por lo que a Geary solo le quedaba esperar que la gente de aquel sistema reaccionase de algún modo para prestar ayuda.
—¿Qué le han dicho últimamente sus espías? —dijo Geary a la vez que se dejaba caer en su asiento.
La imagen virtual del capitán Duellos, sentado cómodamente, pareció ofenderse.
—Los políticos tienen espías. Yo tengo fuentes, mi querido capitán Geary.
—Discúlpeme.
—Disculpado. Tampoco es que tenga mucho que decir, pero pensé que podíamos charlar.
—Y pensó bien. ¿De qué quiere hablar?
—De la presión. —Duellos hizo un gesto hacia el visor estelar—. Si llegamos a Cavalos, esta flota estará a cinco o seis saltos de un sistema estelar síndico de la frontera, desde donde podríamos saltar al espacio de la Alianza. Alguien no muy astuto pensaría que se siente liberado al ver lo cerca que estamos de casa. Sin embargo, me gusta más pensar que espera, cada vez con mayor intensidad, que la espada caiga finalmente sobre nosotros.
Geary asintió.
—Está en lo cierto. Con cada paso con el que nos acercamos a casa me pregunto si no me estará esperando un desastre en el último momento. Por cierto, he planeado seis saltos desde Cavalos, puesto que tenemos que evitar los sistemas síndicos con puerta hipernética.
—Cierto. —Duellos observó la representación de las estrellas—. Los síndicos tienen que estar cada vez más desesperados. Deben de estar preparando todo lo que les queda para pararlo.
—Para pararnos.
—Tiene razón, aunque es normal personalizar algo tan impersonal como una flota.
—Supongo que tiene razón. —Geary hizo una mueca al mirar el visor—. Que los síndicos estén concentrando los navíos de combate que les quedan para utilizarlos contra nosotros debería darles una oportunidad a las naves que se quedaron atrás cuando esta flota se encaminó al sistema nativo síndico. Como poco deberían poder enviar refuerzos que se reúnan con nosotros en el sistema fronterizo al que nos dirijamos. No obstante, no hay manera de comunicarse con la gente del espacio de la Alianza para contarles lo que pasó ni dónde estamos.
—Es una lástima que no se lo digan los alienígenas, aunque supongo que deberíamos estar agradecidos de que no se lo digan a los síndicos.
—Sí. —Geary apoyó las palmas de las manos sobre la cara al sentir cómo se le levantaba un preocupante dolor de cabeza—. Cambiemos de tema.
Duellos parecía estar pensando en algo.
—¿Quiere hablar de temas personales?
—¿Suyos o míos? —preguntó Geary secamente.
—Suyos.
—Qué miedo. ¿Sobre qué?
Duellos frunció ligeramente el ceño y, bajando levemente la vista, dijo:
—Sobre usted y Tanya Desjani.
—No. No hay nada entre nosotros, ni lo habrá.
—La flota tiene cada vez más claro que sí que hay algo. Todo el mundo sabe que la copresidenta Rione ya no pasa las noches con usted en su camarote, y que ella y la capitana Desjani siguen manteniendo una relación tensa. —Duellos se encogió de hombros—. Se supone que ha ganado la mejor mujer. La flota, naturalmente, reconoce que Tanya Desjani es mejor que cualquier política.
Geary suspiró exasperado.
—Es una mujer maravillosa, pero también es mi subordinada. Conoce el reglamento tan bien como yo, y como ella.
—Podría saltártelo, ya lo sabe —sugirió Duellos—. Es un caso excepcional. Usted es Black Jack Geary.
—El héroe prácticamente mítico que puede hacer lo que quiera. No puedo permitirme verme de ese modo. —Geary se levantó y comenzó a pasear con inquietud pese a estar cansado—. Si me salto esa norma, ¿por qué no hacer lo mismo con otras? Si sigo por ese camino, ¿cuándo llegaría el momento de aceptar la oferta del capitán Badaya de convertirme en dictador simplemente porque puedo? Además —añadió—, Tanya no lo haría. Ni lo haría, ni me dejaría hacerlo.
—Seguramente está en lo cierto —dijo Duellos, dándole la razón—, pero tendrá que esforzarse para que no se note el deseo en sus ojos incluso cuando pronuncia su nombre.
Geary se dio la vuelta para ver directamente a Duellos.
—Espero que esté de broma. ¿En serio?
—Yo lo he notado, pero no se preocupe. En principio parece que solo pasa cuando dice «Tanya». Si solo dice «capitana Desjani» parece totalmente profesional. —Duelos hizo una mueca—. Y conste que tampoco es que ella ponga otra cara a veces cuando lo mira.
¿En serio?
—Espero que no hayamos...
Duellos levantó una mano, adelantándose a lo que iba a decir.
—No hace falta. Nunca lo he puesto en duda. Jaylen Crésida y yo conocemos a Desjani lo suficiente como para saber que no solo se siente angustiada, sino también atenazada por la culpabilidad de tener esos sentimientos hacia usted. Tener una relación sentimental con el oficial al mando de la flota va contra sus creencias. —Duellos se encogió de hombros—. Aunque ahora, eso está claro, cree en usted.
Al sentir su propia parte de culpa y de angustia, Geary se frotó la cara con las dos manos.
—Debería irme del
Intrépido
. No tengo derecho a hacer que pase por esto.
—Abandonar el
Intrépido
no servirá de nada. Tal y como me dijo la capitana Crésida: «Cuando Tanya fija un objetivo, no deja que se le escape. Es incapaz de hacerlo». Jaylen tiene razón; no va a dejar de importarle solo porque abandone la nave, y si no es capaz de ver a su objetivo se afligirá todavía más. Además, siendo francos, la tripulación del
Intrépido
está bastante orgullosa de tenerlo a bordo. Yo le diría que no la deje.
Geary asintió con la cabeza, y luego se preguntó si aquel «la» de Duellos se referiría a Tanya Desjani o a la nave.
—Pero si la tripulación cree que hay algo entre nosotros...
—Lo cree, pero no de ese modo. Pese a la campaña continua que afirma lo contrario, gran parte de la flota cree que están ligados emocionalmente aunque siguen comportándose de forma profesional y manteniendo las distancias.
—Pero es que incluso eso está mal —insistió Geary, dejándose caer en su asiento.
—Sí, si hacemos una lectura estricta del reglamento, pero tiene un aire romántico en plan amor que no puede consumarse, y creo que el hecho de que cumplan las normas pese a lo que sienten el uno por el otro hace que su situación sea más cautivadora. Es como en las sagas clásicas. —Duellos sonrió al ver la mirada seria de Geary—. Usted me ha hecho una pregunta y yo le respondo.
—¿Muchos de esos clásicos no terminan en tragedia?
Duellos volvió a encogerse de hombros.
—La mayoría, pero esta es su saga. Todavía está escribiéndola.
Por alguna razón aquello hizo que Geary sonriese levemente.
—Entonces creo que tengo que pararme un buen rato a pensar en el argumento.
—Los clásicos no serían interesantes si no les pasasen cosas terribles a los personajes —afirmó Duellos.
—Nunca he pretendido que mi vida sea interesante, y estoy seguro de que no tengo derecho a hacer que la vida de Desjani sea interesante en ese plan.
—Ella también escribe su propia historia. Puede que seas su superior en el puente de mando, pero Tanya Desjani no me parece el tipo de persona que permite que los demás, que nadie, de hecho, le diga cómo debe escribir su historia.
No pudo rebatir aquel comentario.
—De todos modos, no son más que especulaciones. Volvamos a los asuntos impersonales —dijo Geary refunfuñando—. Espero que la gente no esté haciendo que Tan... que la capitana Desjani lo pase mal con esto.
—Si fuese el caso, es muy capaz de responder. He de admitir que me sorprende tu aparente preferencia por las mujeres peligrosas, pero es que además ellas parecen preferirte a ti también.
Como no era capaz de ofrecer una buena respuesta ante aquella observación, Geary cambió de tema.
—No sabía que Crésida y tú fueseis amigos.
Duellos se encogió de hombros.
—Y no lo éramos. Prácticamente no nos conocíamos. Pero desde que asumiste el mando hemos tenido motivos para hablar. Es una mujer bastante impresionante. No estoy seguro de si tiene el temperamento necesario para un puesto más alto, más independiente, pero Jaylen Crésida es una científica brillante. A veces me pregunto qué habría conseguido si buscase metas pacíficas, en lugar de estar en esta guerra. —Entonces pareció pensar sobre algo—. Mi esposa y yo tenemos un par de amigos en nuestra tierra; tendremos que ingeniárnosla para presentárselos. No sería una mala opción para ninguno de ellos.
—Me lo creo. —Había evitado mirar los archivos personales de los capitanes al mando de las naves, pero hacía tiempo que había aprendido cosas sobre ellos personalmente—. Entonces, dejando a un lado mi vida no amorosa y sus ganas de liar a la capitana Crésida...
Duellos sonrió durante un instante y se recostó, pensativo de nuevo. Al momento puso mala cara.
—No soy capaz de averiguar qué trama el capitán Numos. Lo más seguro es que no haya aceptado estar bajo arresto. Y aunque le estuviera pasando mensajes a los que lo apoyan, lo hacen tan cuidadosamente que ni los posibles rumores llegan a nadie que pueda contármelos.
—¿Y qué me dices de la capitana Faresa? ¿Hay algún indicio que llevase hasta ella antes de que la
Majestuosa
fuese destruida?
—Nada que yo pudiese averiguar. Faresa siempre siguió a Numos pasase lo que pasase. El capitán Falco intentó alguna vez dar órdenes, y lo hizo con torpeza. Aunque siguiese vivo, ahora mismo no serviría como cabeza visible. —Duellos frunció bastante el ceño—. Tus enemigos tienen que organizarse alrededor de alguien, algún oficial suficientemente respetado como para aparentar ser una alternativa a usted, pero no he sido capaz de encontrar a esa persona, y me preocupa.
—Podemos conjeturar —dijo Geary, agradecido de que la conversación se alejase finalmente de su vida personal.
—No lo tengo claro. El cabeza visible que lo reemplace tendría que llamarle la atención aunque solo fuese un poco a los que creen en usted. Eso quiere decir que no puede ser alguien del que se sepa que está en su contra, y ser a la vez un oficial al mando decente.
Geary repasó mentalmente a los oficiales que conocía.
—Alguien en quien probablemente confiamos, entonces.
—Tulev y Crésida no, eso está claro. Armus tampoco, aunque no confiemos en él. Es brusco, tanto hablando como cuando hace las cosas de forma directa. No podría llevar el engaño. Badaya ha hecho bastante ruido últimamente, pero se mantendrá leal a usted mientras crea que se hará con el poder cuando la flota vuelva al espacio de la Alianza.
—Nos siguen quedando un montón de candidatos.
—Así es —dijo Duellos—. Estoy en ello. Con suerte daremos con algo interesante en breve.
—Gracias. Le preguntaré a la copresidenta Rione, a ver qué pueden averiguar sus espías. —Duellos hizo una mueca—. ¿No confía en ella? —preguntó Geary.
—No es eso. Confío en que hará lo mejor para la Alianza. Lo que me preocupa es qué considerará ella que es mejor para la Alianza.
Su preocupación era legítima. Geary asintió con la cabeza. Entonces se le ocurrió algo.
—¿Y Cáligo, de la Radiante; y Kila, de la
Inspiradora
?
Duellos se paró a pensar durante un momento sobre lo que le acababa de decir.
—Si me permite la pregunta, ¿qué le ha hecho pensar en ellos?
—Me acabo de dar cuenta de que casi ni los conozco pese a que ambos son capitanes de cruceros de batalla. Aunque Kila se hizo notar en la última reunión.
—Cáligo es así —dijo Duellos—. Nunca he hablado demasiado con él. Prácticamente solo se sienta y observa. Le gusta quedar en segundo plano. —Duellos adoptó una expresión pensativa, oscurecida por su ceño fruncido—. Interesante, sobre todo dado el tipo de oficiales que creemos que actúan en su contra.
Geary no pudo evitar pensar lo mismo.
—Pero ¿cómo es?
—Nunca ha llegado a mis oídos nada malo sobre él, aunque tampoco es que escuchase muchas cosas buenas al respecto —dijo Duellos—. Hace su trabajo y no da problemas, aunque ha impresionado a algunos lo suficiente como para conseguir estar al mando de un crucero de batalla.
En otras circunstancias, habría parecido el tipo de oficial que a Geary le gustaba tener trabajando con él. Sin embargo, en aquel momento se quedó pensativo, y se enfadó consigo mismo por preocuparse por la lealtad y las intenciones de un compañero oficial basándose simplemente en datos poco claros.
—¿Y Kila?
—Kila. Ahora que lo dice, ha estado bastante tranquila. —Duellos parecía estar un poco incómodo—. Me temo que seré algo imparcial. Tuvimos una relación cuando ambos éramos alféreces. Después de terminar el adiestramiento no duró mucho. Cuando nos fuimos cada uno por su lado, dejó claro que se había separado en más de un sentido.
—Vaya —dijo Geary en un gesto de comprensión.
—Al final me sentí aliviado —respondió Duellos—. Sandra Kila es ambiciosa y agresiva. E inteligente.
—Se parece un poco a Crésida.
—Eh..., más bien a la gemela maligna de Crésida. Kila suele impresionar a sus superiores, pero no es muy querida entre sus iguales ni entre sus subordinados debido a que su agresividad se vuelve crueldad fácilmente, incluso cuando se trata de competir por misiones o en los resultados de evaluaciones.