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Authors: Jack Campbell

Tags: #Ciencia-Ficción

Valiente (29 page)

BOOK: Valiente
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Siga haciendo lo mismo. Salvar a la flota. Ganar la guerra. Plantarle cara a un enemigo anónimo y con un poder desconocido, que no es humano, y ocuparse de él. Geary no pudo evitar echarse a reír.

—Lo intentaré, pero ahora mismo no me llega ninguna inspiración. Necesito que sigan haciendo lo que han hecho hasta ahora: que me ofrezcan su inestimable apoyo, su ayuda y sus sugerencias.

Crésida sacudió la cabeza.

—Ojalá se me ocurriese algún consejo sobre cómo luchar contra los alienígenas. Por lo menos pensar sobre el tema nos valdrá para pasar el rato mientras la flota está en el espacio de salto hacia Branwyn.

Tres días después, Geary dio la orden de saltar, y la flota de la Alianza abandonó el sistema estelar Lakota por segunda y, con suerte, última vez.

Después de la tensión vivida durante las últimas semanas y de los combates en el sistema estelar Lakota, los días en el espacio de salto de camino a Branwyn resultaron ser un período de recuperación grato aunque también breve. Todo el mundo trabajó duro para reparar el daño sufrido durante los combates, aunque también hubo tiempo para relajarse un poco, tanto emocional como mentalmente. Pese a lo extraño y misterioso del espacio de salto, Geary lamentó tener que volver al espacio normal cuando llegaron a su destino.

El visor de estado del sistema estelar, que mostraba los datos cargados que habían conseguido en distintos archivos de los sistemas estelares síndicos, comenzó a mostrar datos actualizados según los sensores de la flota de la Alianza analizaban la presencia humana en Branwyn.

Sorprendentemente, en la estrella había más presencia síndica de la esperada. Muchos de los sistemas estelares que habían sido olvidados por la red hipernética habían entrado en declive más rápida o más lentamente cuando el tráfico espacial que una vez había necesitado atravesar el sistema usando la comunicación mediante salto dejó de emplearlos y comenzó a utilizar las puertas hipernéticas, que permitían moverse directamente entre dos puntos de la hipernet.

Sin embargo, las instalaciones mineras de Branwyn, de las que dependía casi toda la presencia humana del lugar, eran mucho más grandes que las que venían recogidas en las guías estelares de los Mundos Síndicos que la flota de la Alianza había conseguido en Sancere.

—¿Por qué? —dijo Geary en voz alta.

Desjani sacudió la cabeza, aparentemente sorprendida, al igual que él.

—No hay militares síndicos. Ni naves de vigilancia, ni ninguna fuerza esperándonos. Nunca había visto un sistema síndico ocupado que careciese de la más mínima instalación para fuerzas de seguridad internas.

En el visor la información seguía actualizándose. Aparecieron unos cuantos cargueros que iban y venían de uno de los demás puntos de salto que había en el sistema estelar Branwyn.

—¿A dónde lleva ese punto de salto?

Vio la respuesta a la vez que lo enunciaba un consultor.

—Sistema estelar Sortes, señor.

Una presencia síndica notable en un sistema estelar olvidado por la hipernet, con un tráfico aparentemente regular hacia otro sistema con puerta hipernética. Sin embargo, no parecía que estuviesen minando nada que no hubiese también en Sortes.

—¿Qué coño?

Victoria Rione se echó a reír, por lo que llamó su atención.

—¿Nadie entiende lo que está pasando? ¿No entienden lo que están viendo? Es todo ilegal, una instalación pirata si prefieren llamarlo así, montada por empresas síndicas que intentan burlar los controles gubernamentales y los impuestos. Nada de lo que sacan de aquí se regula ni se grava, lo que camufla los costes extras de trasladar el material de contrabando hasta un sistema estelar conectado a la red hipernética y ocultar su origen.

—¿Cómo sabe eso? —le preguntó Geary.

—Porque en el espacio de la Alianza aparecen de vez en cuando operaciones semejantes. Es ilegal, pero también tentador. Uno de los pasatiempos del Senado de la Alianza es aprobar leyes para intentar asegurarse de que nadie pueda salirse con la suya, pero la gente siempre anda buscando resquicios legales.

Una operación ilegal. Geary se preguntó si la gente de Branwyn prestaría ayuda al asolado sistema estelar Lakota o simplemente se esconderían para evitar que los cogiesen.

—Envíenles los registros de lo que sucedió en Lakota y la llamada de socorro del planeta habitado. ¿Qué pasaría si las autoridades síndicas o los militares descubriesen lo que sucede aquí?

Rione se encogió de hombros.

—Algunos seguramente ya lo saben. Supongo que algunos sobornos a las personas adecuadas hacen que esto quede en secreto. Aunque al pasar nosotros por aquí seguramente llamaremos demasiado la atención como para que puedan seguir ocultándolo.

Comprobó el visor de navegación.

—Solo nos llevará cuatro días llegar al punto de salto de Wendig. Las auxiliares ya están agotando el material que cargamos en Lakota. ¿Cree que podríamos confiar en que estos síndicos nos suministren materias primas sin contaminar si se las pedimos?

—¿Confiar en una operación pirata? ¿Qué beneficios puedes ofrecerles?

—Ninguno —respondió Geary.

—Pues entonces esa es la misma confianza que puedes depositar en ellos.

Pese a que la presencia síndica en Branwyn mostraba evidencias de estar realizando una evacuación de emergencia a toda velocidad y sin ninguna amenaza para la flota de la Alianza, Geary estaba inquieto. Como no era capaz de sentarse y pensar tranquilamente, comenzó a dar largos paseos por los pasillos del
Intrépido
. Los cruceros de batalla eran naves de gran tamaño, pero no lo suficiente como para no encontrarse con cierta frecuencia con la capitana Desjani, que pensaba en sus cosas y se hacía notar entre su tripulación. Irónicamente, dejarse ver con ella era mucho mejor defensa contra los rumores de que llevaban una conducta poco profesional que evitarla, puesto que si no los veían paseando y charlando juntos, chismorrearían diciendo que se encontraban en lugares donde no podían verlos para hacer cosas que no querían mostrar.

La mayor parte de las conversaciones eran sobre temas profesionales. La guerra, cómo dirigir la nave, las ventajas de los distintos tipos de navíos, tácticas, logística, asuntos de personal, y adónde se dirigiría la flota. No eran el tipo de temas que alguien que los escuchase por casualidad calificaría como propios de una conversación informal, aunque a ella le fascinaba. Estaba claro que le encantaba ser oficial de la flota.

Sin embargo, según pasaba el tiempo, Desjani comenzó a hablar más sobre su planeta natal, Kosatka, y sobre el espacio de la Alianza en general; de su familia, y poco a poco Geary comenzó a entrar en esos mismos temas. Al final se encontró trayendo a su memoria recuerdos que le resultaban dolorosos, pensamientos sobre gente y lugares que se habían desvanecido, y se sorprendió de poder hablar de todo eso con ella y de notar una sensación no solo de melancolía sino también de liberación.

—Hace tiempo me dijo que había conocido a alguien en la Impertérrita —dijo Desjani sacando el tema, mientras caminaban a través de un largo pasillo en dirección a la zona de propulsión. Era ya bastante de noche en la nave, y por el oscuro corredor tan solo se veía algún oficial o tripulante haciendo algún recado. Aquel comentario trajo con él un remolino de recuerdos dolorosos y recientes que giraba sobre el sistema natal síndico.

—Sí —dijo Geary en voz baja—, mi sobrina nieta, la hermana del capitán Michael Geary. Me dio un mensaje para ella.

Desjani estaba mirando su tableta de lectura.

—¿La comandante Jane Geary? No es que esté en la Impertérrita, es que es la oficial al mando. —Entonces frunció el ceño—. Un acorazado comandado por una Geary. Es un poco raro, aunque nunca escuché nada malo sobre ella.

Geary intentó no resoplar. La flota moderna asignaba a sus mejores oficiales a los cruceros de batalla, los que podían ser los primeros en cargar sobre el enemigo y también los primeros en morir.

—Es posible que la juzguen según unos criterios imposibles de cumplir.

—¿Los de su tío abuelo? —preguntó Desjani. Luego sonrió—. Es posible. —La sonrisa se desvaneció—. Cuando volvamos, tendrá que decirle que su hermano seguramente está muerto. Lo lamento.

—No va a ser fácil.

—Pero ¿tiene que decirle algo de su parte?

—Sí. Es sobre lo último que me dijo antes de que la Resistente fuese destruida. —Se paró a pensar y luego decidió que si había alguien que podía comprender el mensaje que no fuese Geary, debía de ser Desjani—. Me pidió que le dijese que ya no me odiaba.

Ella pareció sorprenderse un poco. Luego su expresión adoptó un aspecto pensativo.

—Los criterios imposibles. ¿Michael Geary lo odiaba por lo que había tenido que vivir?

—Eso dijo. —Durante el poco tiempo que había podido hablar con su sobrino nieto, no habían tenido oportunidad para hablar mucho más.

—Pero cambió de idea. —Desjani lo miró durante un rato largo—. Porque utilizó a la Resistente para contener al enemigo. Un último esfuerzo en retaguardia para permitir que el resto de la flota escapase, el mismo tipo de acción que lo hizo a usted legendario. Entonces lo entendió, ¿no?

—Sí. —Se sintió tremendamente liberado al poder compartir aquello. Tanya Desjani lo había comprendido. Por supuesto—. Se dio cuenta de que no lo hice porque pensase que era un héroe, ni porque buscase la gloria. Lo hice porque mucha gente contaba conmigo. Por eso.

—Y él tuvo que hacer lo mismo. —Asintió con la cabeza—. Hace falta ser un héroe para hacer eso, señor.

—No, no hace falta. —Geary se encogió de hombros, a la vez que sentía aflorar el dolor que le producía pensar en la muerte de su antigua nave hacía un siglo, o en las naves de aquella flota que recientemente se habían perdido llevando a cabo aquel mismo tipo de acciones desesperadas en retaguardia—. Acabar en una situación así es cuestión de suerte.

—Es posible. —Desjani miró con expresión seria a Geary—. Pero aquello que hace alguien que se ve en una situación como esa no es cuestión de suerte simplemente, señor. Lo eligen, como todos los demás, y son esas decisiones las que nos definen. Ya sé que no le gusta que se lo diga, pero es usted un héroe, señor. Si fuese un fraude, la gente ya se habría dado cuenta.

—Soy humano, Tanya.

—Claro que lo es, y eso es lo que lo hace un héroe. Los hombres temen a la muerte, y al dolor, pero cuando superamos el miedo para proteger a otros, hacemos algo de lo que estar orgullosos.

Sorprendido, Geary anduvo en silencio un rato sin decir nada.

—Nunca lo había visto de esa forma. Es usted muy buena con las palabras. Está claro por qué su tío quería que formase parte de su agencia literaria.

Ella miró a la cubierta y sonrió con cierta melancolía.

—Mi destino está entre las estrellas, capitán Geary. Creo que es algo que he sentido toda la vida.

—¿Tiene idea de por qué?

—No. Siempre me han atraído. Es extraño que desde pequeña mirase hacia el inmenso vacío que hay en el espacio y creyese que ese mismo vacío contenía lo que realmente me importaba, pero es lo que siempre he sentido.

—¿El
Intrépido
? —dijo Geary, tomándole el pelo—. Está claro que le encanta estar en el puente de los cruceros de batalla.

Desjani se echó a reír. Era tan raro que Geary no estaba seguro de si era la primera vez que lo escuchaba.

—¡Espero que no! Me encanta el
Intrépido
, pero las naves de ese tipo son damas que exigen mucho de sus capitanes. Son relaciones demasiado centradas en uno de los dos, ya sabe. A mí me gustaría algo más equilibrado.

—Todavía sonreía y, a su pesar, se preguntó cómo sería una relación de ese tipo con Desjani. Sin embargo no podía, ni él, ni tampoco ella, eso estaba claro, por lo que siguieron avanzando por el corredor, desviando la conversación hacia temas más seguros, como los últimos cambios en los sistemas de puntería de las lanzas infernales.

Cuando llegó a su camarote, se sorprendió al ver que, pese a ser ya tarde, estaba allí Rione, de pie ante el visor estelar, como si llevase mucho tiempo estudiándolo.

—¿Ocurre algo?

—No lo sé —respondió Rione—. Yo solo soy tu antigua amante. Ha sido con ella con quien has estado hablando.

Geary puso mala cara.

—Te refieres a la capitana Desjani. Es la capitana de mi buque insignia...

—Y no estabais hablando solo de vuestra amada flota —dijo Rione acabando la frase. Sin embargo, no lo dijo enfadada, sino derrotada.

—No va a pasar nada entre nosotros, Victoria. Ya sabes por qué no puede haber nada entre Tanya Desjani y yo.

Rione siguió mirando para otro lado durante un rato. Luego volvió a mirar a Geary con expresión insondable.

—Ya hay algo entre vosotros. No es algo físico. No, y tampoco habéis hecho nada incorrecto. No tengo problema en admitirlo. Tampoco lo haríais, ninguno de los dos. Pero sí que hay un vínculo sentimental entre vosotros, un sentimiento que va mucho más allá de lo profesional, y sabes que es verdad, John Geary. —Suspiró profundamente, y volvió a apartar la mirada—. No seré el segundo plato de ningún hombre.

No supo qué decir.

—No pensé...

—No, es cierto. Nunca te hice pensar que estuviese interesada en algo más que en las relaciones meramente físicas de las que disfrutamos a veces, pero una mujer fuerte necesita a un hombre fuerte, y al final acabé queriendo de ti algo más que sexo. Sin embargo ahora no puedo tenerlo. Admítelo, no me quieres. Deseas mi cuerpo, pero ni me quieres ni podrás quererme.

—No sería sincero si dijese que te quiero —dijo Geary—, pero no te desearía si no te admirase tal y como eres.

Rione miró a una de las esquinas del camarote con una sonrisa afligida.

—Eso es justo lo que toda mujer quiere. Que la deseen y la admiren.

—Lo siento. Siempre has dicho que nunca nos hicimos ninguna promesa.

—Es cierto, pero rompí el trato. Al menos en parte. No te engañes, no estoy loca por ti; pero tampoco voy a ser tu segundo plato —repitió—. Tengo mi orgullo. —Echó a andar hacia la escotilla, se paró antes de abrirla y se volvió para mirarlo—. En cuanto salga, cambia la configuración de seguridad para que no pueda volver a entrar cuando lo desee.

Geary asintió con la cabeza.

—Vale, si es lo que quieres.

—Lo que yo quiero ya no importa demasiado. Tienes que entender lo que he querido decir. Solo voy a volver aquí como consejera.

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