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Authors: Enrique Barrios

Tags: #Cuento, ciencia ficción

Ami, el niño de las estrellas (4 page)

BOOK: Ami, el niño de las estrellas
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No comprendí qué quiso decir.

—En primer lugar, no lo creerían; pero si al fin lo hicieran, me detendrían por haber ingresado «ilegalmente». Luego pensarían que soy espía y me torturarían para obtener información… Después, los médicos querrían echar un vistazo al interior de mi cuerpecito… —Ami reía mientras relataba posibilidades tan negras.

Nos sentamos en un banco, en un lugar algo retirado. Yo pensé que los extraterrestres deberían ir mostrándose poco a poco, para que la gente se fuera habituando a ellos, y luego un día presentarse abiertamente.

—Algo parecido estamos haciendo, pero mostrarnos abiertamente… Ya te di tres razones por las cuales es inútil hacerlo. Ahora te daré una más, la principal está prohibido por las leyes.

—¿Por cuáles leyes?

—Las leyes universales. En tu mundo hay leyes, ¿verdad? En los mundos civilizados también hay normas generales que todos deben respetar, una de ellas es no interferir en el desarrollo evolutivo de los mundos incivilizados.

—¿Incivilizados?

—Llamamos incivilizados a los mundos que no cumplen los tres requisitos básicos…

—¿Cuáles son?

—Los tres requisitos que debe cumplir un mundo para que se considere civilizado son: primero, conocer la Ley fundamental del universo; una vez que se conoce y se practica esta Ley, es muy fácil cumplir los otros dos. Segundo, constituir una unidad, deben tener un solo Gobierno Mundial. Tercero, deben organizarse de acuerdo a la Ley fundamental del universo.

—No entiendo mucho. ¿Cuál es esa ley del fundamento… de qué?

—¿Ves?, no la conoces —se burlaba de mí—, no eres civilizado.

—Pero yo soy un niño… Creo que los adultos sí la conocen, los científicos, los presidentes… —Ami rió con muchas ganas.

—¡Adultos… científicos… presidentes! Esos menos que nadie, salvo alguna rara excepción.

—¿Cuál es esa ley?

—Te la diré más adelante.

—¿En serio? —me entusiasmé al pensar que conocería algo que casi todos ignoran.

—Si te portas bien —bromeó. Comencé a meditar en esa prohibición de intervenir en los planetas incivilizados.

—¡Entonces tú estás violando esa ley…! —expresé con sorpresa.

—¡Bravo! No pasaste por alto ese detalle.

—Claro que no. Primero dices que está prohibido intervenir; sin embargo, tú estás hablando conmigo…

—Esto no es intervenir en el desarrollo evolutivo de la Tierra. Mostrarse abiertamente, comunicarse masivamente sí lo sería. Esto es parte de un «plan de ayuda».

—Explica mejor, por favor.

—Es un tema complejo. No te puedo explicar todo, porque no entenderías, tal vez más adelante lo haga; por ahora sólo te diré que el «plan de ayuda» es una especie de «medicina», que debemos ir administrando en forma dosificada, suave, sutilmente… muy sutilmente…

—¿Cuál es esa medicina?

—Información.

—¿Información; qué información?

—Bueno, después de la bomba atómica comenzaron los avistamientos de nuestras naves. Eso lo hicimos para que vayan teniendo evidencias de que no son los únicos seres inteligentes del universo, eso es información. Luego hemos aumentado la frecuencia de esos avistamientos, eso es más información. Después iremos dejando que nos filmen. Al mismo tiempo, establecemos pequeños contactos con algunas personas, como tú, y también enviamos «mensajes» en frecuencias mentales. Esos «mensajes» están en el aire, como las ondas de radio, llegan a todas las personas; algunas tienen «receptores» adecuados para captarlas, otras no. Quienes las reciben pueden creer que se trata de sus propias ideas; otros, que se trata de inspiración divina; todavía otros, que son enviados por nosotros. Algunos expresan esos «mensajes» bastante distorsionados por sus propias ideas o creencias; pero hay quienes los expresan casi puros.

—¿Y después, van a aparecer ante todo el mundo?

—Si es que no se autodestruyen, y siempre que se cumplan los tres requisitos básicos. No puede ser antes.

—Me parece egoísmo que no intervengan para evitar la destrucción —le dije, un poco molesto.

Ami sonrió y miró hacia las estrellas.

—Nuestro respeto por la libertad ajena implica dejarles alcanzar el destino que merezcan. La evolución es algo muy delicado, no se puede intervenir, sólo podemos «sugerir» cosas, muy sutilmente, y a través de personas «especiales», como tú…

—¿Como yo; qué tengo yo de especial?

—Tal vez más adelante te lo diga, por el momento sólo debes saber que tienes cierta «condición», y no necesariamente «cualidad»… Yo debo irme pronto, Pedrito. ¿Te gustaría volver a verme?

—Claro que sí, he llegado a estimarte en este corto tiempo.

—Yo también a ti, pero si quieres que vuelva, debes escribir un libro relatando lo que viviste junto a mí; para eso he venido, es parte del «plan de ayuda…»

—¡Yo escribir un libro; pero si no sé escribir libros!

—Hazlo como si fuese un cuento infantil, una fantasía… si no, te creerán mentiroso o loco; además, debes dirigirlo a los niños. Pídele ayuda a ese primo tuyo aficionado a escribir. Tú relatas y él toma nota. —Al parecer, Ami sabía más de mí que yo mismo…

—Ese libro será también información. Más de lo que hacemos, no nos está permitido. ¿Te gusta que no exista la menor posibilidad de que una civilización avanzada de malvados venga a invadir la Tierra?

—¿Ves? Pero si ustedes no dejan de lado su maldad y nosotros les ayudamos a sobrevivir, pronto estarían intentando dominar, explotar y conquistar otras civilizaciones del espacio… pero el universo civilizado es un lugar de paz y de amor, de confraternidad. Además, hay otro tipo de energías muy poderosas. La energía atómica al lado de ellas es como un fósforo al lado del sol… No podemos correr el riesgo de que una especie violenta llegue a poseer esa energía y a poner en peligro la paz de los mundos evolucionados, y menos, que llegue a producir un descalabro cósmico…

—Estoy muy intranquilo, Ami.

—¿Por el peligro de descalabro cósmico?

—No. Porque creo que ya es demasiado tarde…

—¿Tarde para salvar a la humanidad, Pedrito?

—No. Para acostarme. —Ami se desternillaba de la risa.

—Tranquilo, Pedrito. Vamos a ver a tu abuelita.

Tomó el pequeño televisor de la hebilla de su cinturón. Apareció mi abuelita durmiendo con la boca entreabierta.

—Disfruta realmente del sueño —bromeó.

—Estoy cansado. Quisiera dormir yo también.

—Bueno, vamos.

Caminábamos hacia mi casa cuando enfrentamos un vehículo policial. Los agentes vieron a dos niños solos a esas horas de la noche, detuvieron el automóvil, bajaron y se dirigieron hacia nosotros. Me dio mucho miedo.

—¿Qué hacen ustedes a esta hora por aquí?

—Caminar… disfrutar de la vida —contestó muy tranquilo Ami— ¿Y ustedes? ¿trabajando? ¿cazando malandrines? —y rió como de costumbre.

Yo me asusté aun más de lo que estaba, al ver la confianza que Ami se estaba tomando frente a los policías; sin embargo, a ellos les hizo gracia la actitud de mi amigo, rieron con él. Intenté reír yo también, pero debido a mis nervios no pude hacerlo.

—¿De dónde sacaste ese traje?

—De mi planeta —respondió con desplante total.

—Ah, eres un marciano.

—Marciano, justamente, no, pero soy extraterrestre. —Ami respondía con alegría y despreocupación, en cambio mi inquietud aumentaba.

—¿Y dónde está tu «ovni»? —preguntó uno de ellos observando a Ami con cierto aire paternal. Creía que se trataba de un juego infantil; sin embargo, él sólo decía toda la verdad.

—Lo tengo estacionado en la playa, bajo el mar. ¿Verdad, Pedrito? —Yo no sabía qué hacer. Procuré sonreír y sólo me salió una mueca bastante idiota, no me atrevía a decir la verdad.

—¿Y no tienes pistola de rayos? —Los uniformados disfrutaban del diálogo, Ami también, pero yo estaba cada vez más confundido y preocupado.

—No necesito. Nosotros no atacamos a nadie. Somos buenos.

—¿Y si te sale un malo con un revólver como éste? —le mostró el arma fingiendo verse amenazante.

—Si me va a atacar, lo paralizo con mi fuerza mental.

—¿A ver? Paralízanos a nosotros.

—Encantado. El efecto les durará diez minutos.

Los tres reían muy divertidos. De pronto, Ami se quedó quieto, se puso serio y los miró fijamente. Con una voz muy extraña y autoritaria les ordenó:

—Quédense inmóviles durante diez minutos. No pueden, no pueden moverse… ¡Ya! —Y se quedaron paralizados con una sonrisa, en la posición que estaban.

—¿Ves, Pedrito? Así hay que decir la verdad, como si fuera un juego o una fantasía —me explicó, mientras les tocaba la nariz o les jalaba suavemente los bigotes a los policías, petrificados con una sonrisa que comenzó a parecerme trágica, debido a las circunstancias. Todo aumentaba mi temor.

—¡Huyamos, alejémonos de aquí, pueden despertar! —expresé, tratando de no hablar muy fuerte.

—No te preocupes, todavía falta mucho para que se cumplan los diez minutos —dijo, y comenzó a moverles las gorras. —Yo sólo quería estar muy lejos de allí.

—¡Vamos, vamos!.

—Ya estás pre-ocupado otra vez, en lugar de disfrutar del momento… bien, vamos —dijo resignado. Se acercó a los sonrientes policías y con la misma voz anterior les ordenó:

—Cuando despierten, habrán olvidado para siempre a estos dos niños.

Al llegar a la primera esquina doblamos hacia la playa y nos alejamos del lugar. Me sentí más tranquilo.

—¿Cómo hiciste eso?

—Hipnosis, cualquiera puede.

—Me parece que no todas las personas son hipnotizables. Pudo haberte tocado una de ellas.

—Todas las personas son hipnotizables —dijo Ami—, además, todas están hipnotizadas…

—¿Qué quieres decir?… Yo no estoy hipnotizado… estoy despierto. —Ami se rió bastante de mi afirmación.

—¿Recuerdas cuando veníamos por el sendero?

—Sí, lo recuerdo.

—Allí todo te pareció diferente, todo te resultó hermoso, ¿verdad?

—Ah, sí… parece que ahí sí que venía hipnotizado… ¡Tal vez tú me hipnotizaste!

—¡Estabas despierto! ahora estás dormido, creyendo que la vida no tiene ninguna maravilla, que todo es peligroso. Estás hipnotizado, no escuchas el mar, no percibes los aromas de la noche, no tomas conciencia de tu caminar ni de tu vista, no disfrutas de tu respiración. Estás hipnotizado con hipnosis negativa, estás como esa gente que cree que la guerra tiene algún sentido «glorioso», como los que suponen que quienes no comparten sus hipnosis son sus enemigos, como quienes piensan que lo que se lleva puesto por fuera le otorga algún valor a la persona; todo eso es hipnosis, todos están hipnotizados, dormidos. Cada vez que alguien comienza a sentir que la vida o un momento es hermoso, entonces está comenzando a despertar. Una persona despierta sabe que la vida es un paraíso maravilloso y lo disfruta de instante en instante… pero no pidamos tanto en un mundo incivilizado… Pensar que algunos se suicidan… ¿te das cuenta qué barbaridad? ¡Se suicidan!

—Visto así, como lo dices, tienes razón… ¿Cómo fue que esos policías no se molestaron con tus bromas?

—Porque les toqué el lado bueno, el lado infantil.

—¡Pero ellos son policías! —Me miró como si acabara de decir una estupidez.

—Mira, Pedrito, toda la gente tiene un lado bueno, un lado infantil. Casi nadie es totalmente malo. Si quieres, vamos a una cárcel y buscamos al peor criminal…

—No, muchas gracias…

—En general, la gente es más buena que mala, incluso en este planeta. Todos creen estar haciendo un bien con lo que hacen. Algunos se equivocan, pero no es maldad, es error. Es cierto que cuando se duermen se ponen serios y hasta peligrosos, pero si les llegas por el lado bueno, te devuelven lo bueno de ellos; si les llegas por el lado malo, te devuelven lo malo; sin embargo, a todos les gusta en algún momento jugar.

—¿Entonces por qué en este mundo hay más infelicidad que felicidad?

—No son las personas las malas, sino los viejos sistemas que usan para organizarse. La gente ha evolucionado, los sistemas han quedado atrasados. Malos sistemas hacen sufrir a las personas, las van volviendo infelices, y al final las llevan a cometer errores. Pero un buen sistema de organización mundial es capaz de transformar a los malos en buenos.

Yo no comprendí mucho de sus explicaciones.

—Ya llegamos a tu casa. ¿Te vas a dormir?

—Estoy realmente agotado, no doy más. ¿Y tú, qué vas a hacer?

—Volveré a la nave. Iré a dar una vuelta por las estrellas… Quería invitarte, pero si estás tan cansado…

—¡Ahora ya no!… ¿En serio?… ¿me llevarías a dar una vuelta en tu «ovni»?

—Claro, ¿pero tu abuelita?…

Ante una posibilidad tan extraordinaria como la de pasear en un «platillo volador» se me fue todo el cansancio, estaba fresco y lleno de vitalidad, se me ocurrió inmediatamente la forma de salir sin que me echasen de menos.

—Me serviré la cena, dejaré el plato vacío sobre la mesa, luego pondré mi almohada bajo la ropa de cama, para que si mi abuelita se levanta crea que estoy durmiendo en casa, dejaré esta ropa por ahí y me pondré otra. Lo haré con mucho cuidado y en silencio. No temas nada.

—Perfecto, estaremos de vuelta antes de que ella despierte.

Hice todo de acuerdo a lo calculado, pero cuando quise comer la carne, me dio asco y no pude hacerlo. Unos minutos más tarde caminábamos hacia la playa.

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