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Authors: Helen Fielding

Tags: #Novela

Bridget Jones: Sobreviviré (26 page)

BOOK: Bridget Jones: Sobreviviré
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Mark presidía la mesa, sentado entre Rebecca y Louise Barton-Foster y enfrascado en una conversación.

Rebecca pareció no percibir que habíamos entrado. Molestas, nos quedamos junto a la mesa mirando incómodamente a nuestro alrededor hasta que Giles Benwick gritó:

—¡Bridget! ¡Aquí!

Me colocaron entre Giles y el Jeremy de Magda, que parecía haber olvidado que yo había salido alguna vez con Mark Darcy y soltó cosas como:

—¡Bueno! Pues parece que Darcy ha ido a por tu amiga Rebecca. Divertido, porque estaba aquella tía buena, Heather no sé qué, amiga de Barky Thompson, que parecía estar un poco colada por el viejo granuja.

El hecho de que Mark y Rebecca nos podían oír era algo de lo que Jeremy no se había dado cuenta, pero yo sí. Yo estaba intentando concentrarme en la conversación de Jeremy y no escuchar la de ellos, que ahora se centraba en unas vacaciones que Rebecca estaba organizando en una villa de la Toscana con Mark, en agosto —o eso se suponía— a las que, insistía, todo el mundo tenía que ir excepto, presumiblemente, yo y Shaz.

—¿Qué es eso, Rebecca? —vociferó un terrible niño pijo al que yo recordaba vagamente de cuando habíamos ido a esquiar. Todo el mundo miró a la chimenea, donde había un escudo que parecía nuevo con el lema «Per Determinam ad Victoriam». Era bastante extraño que tuvieran un escudo porque la familia de Rebecca no es miembro de la aristocracia, sino que sólo constituye una parte importante de la agencia inmobiliaria Knight, Frank y Rutley.

—¿«Per Determinam ad Victoriam»? —bramó el niño pijo—. «Sin piedad hacia la victoria.» Ésa es nuestra Rebecca, sí señor.

Hubo un estallido de carcajadas y Shazzer y yo intercambiamos una alegre miradita.

—De hecho es «Con determinación hacia el éxito» —dijo Rebecca fríamente. Miré a Mark, un atisbo de sonrisa desapareciendo detrás de su mano.

De alguna forma llegué al final de la cena, escuchando a Giles hablar muy lentamente y de forma analítica acerca de su mujer y, compartiendo mi conocimiento sobre libros de autoayuda, intenté mantener mi mente apartada del extremo de la mesa en que se encontraba Mark.

Estaba desesperada por meterme en la cama y escapar de aquella dolorosa pesadilla, pero todos tuvimos que ir al gran salón para bailar.

Empecé a mirar la colección de CD para distraer mi atención de la imagen de Rebecca haciendo girar a Mark lentamente por la estancia, los brazos alrededor de su cuello, los ojos moviéndose rápida y alegremente por el salón. Me sentía enferma, pero no iba a demostrarlo.

—Oh, por amor de Dios, Bridget. Ten un poco de sentido común —dijo Sharon mientras revolvía los CD, quitaba «Jesús to a child» y en su lugar ponía una recopilación de frenéticos temas de
acid garage.
Saltó a la pista, apartó a Mark de Rebecca y empezó a bailar con él. Mark estuvo bastante divertido, riéndose con los intentos de Shazzer por convertirle en un tipo marchoso. Rebecca parecía haberse comido un tiramisú y justo entonces haberse dado cuenta de las calorías que tenía.

De repente Giles Benwick me agarró y empezó a rocanrolear conmigo salvajemente, así que me encontré lanzada por el salón con una sonrisa fija en mi rostro, y la cabeza arriba y abajo como si fuese una muñeca de trapo a la que se están tirando.

Después de aquello ya no pude soportarlo más, literalmente.

—Voy a tener que irme —le susurré a Giles.

—Lo sé —me dijo con complicidad—. ¿Quieres que te acompañe hasta la casita de campo?

Conseguí sacármelo de encima y acabé tambaleándome por la grava en mis zapatos de tacón de Pied á Terre e incluso hundiéndome agradecida en aquella cama ridículamente incómoda. Probablemente en ese momento Mark se estaba metiendo en la cama con Rebecca. Hubiera preferido estar en cualquier otro sitio: la fiesta de verano de la Sociedad Rotaría de Kettering, la reunión matinal de
Despiértate, Reino Unido,
el gimnasio. Pero era culpa mía. Yo había decidido ir.

domingo 13 de julio

150 Kg., O unidades de alcohol, 12 cigarrillos (a escondidas), 1 persona rescatada de accidente acuático, número de personas que no deberían haber sido rescatadas de dicho accidente acuático sino que deberían haber sido abandonadas allí para que se quedasen arrugadas del todo: 1.

Un día extraño, que me ha hecho pensar.

Después del desayuno decidí escaparme y me paseé por el jardín acuático, que era bastante bonito, con riachuelos poco profundos entre riberas con césped y debajo de puentecitos de piedra, rodeados por un seto con todos los campos más allá. Me senté en un puente de piedra, observé el riachuelo y pensé que realmente nada tenía importancia porque siempre estaría la naturaleza, y entonces oí voces que se acercaban justo por detrás del seto.

—... El peor conductor del mundo... madre siempre le está... corrigiendo pero... no tiene el concepto... de precisión al volante. Perdió su bonificación por no presentar los partes de accidente hace cuarenta y cinco años y nunca la ha vuelto a recuperar. —Era Mark—. Si yo fuese mi madre me negaría a ir en coche con él, pero ellos no se separarán. Es bastante entrañable.

—¡Oh, eso me encanta! —dijo Rebecca—. Si yo estuviese casada con alguien a quien quisiera de verdad desearía estar con él constantemente.

—¿De verdad? —dijo él ilusionado. Luego prosiguió—: Yo creo que, a medida que te haces mayor, entonces... El peligro es que si has estado soltero durante un tiempo, te encuentras tan atrapado en una red de amigos (eso es especialmente cierto con las mujeres) que difícilmente deja espacio para que haya un hombre en sus vidas, sobre todo emocionalmente, porque sus amigas y las opiniones de éstas son su primer punto de referencia.

—Oh, estoy bastante de acuerdo. Yo, claro que quiero a mis amigos, pero no son lo primero en mi lista de prioridades.

A mí me lo vas a decir, pensé. Hubo un silencio, y entonces Mark soltó:

—Eso de los libros de autoayuda no tiene ningún sentido: todas esas míticas reglas de conducta que se supone debes seguir. Y sabes que cada movimiento que haces está siendo diseccionado por un comité de amigas que siguen un código tremendamente arbitrario salido de
Budismo hoy, Venus y Buda echan un polvo y
el Corán. ¡Acabas por sentirte como un ratón de laboratorio con una oreja en la espalda!

Agarré mi libro, el corazón a cien. Ésa no podía ser la forma en que él veía lo que había ocurrido conmigo, ¿verdad?

Pero Rebecca volvía a la carga:

—Oh, estoy bastante de acuerdo —dijo con efusión—. No tengo tiempo para esas cosas. Si decido que amo a alguien entonces nada se interpone en mi camino. Nada. Ni amigos, ni teorías. Sólo sigo mi instinto, sigo mi corazón —añadió con voz afectada, como una florerilla silvestre.

—Te respeto por ello —dijo Mark dulcemente—. Una mujer tiene que saber en lo que cree; si no, ¿cómo puede uno creer en ella?

—Y tiene que confiar en su hombre por encima de todo —dijo Rebecca, ya con otra voz, resonante y controlada, como una afectada actriz interpretando a Shakespeare.

Entonces se hizo un horrible silencio. Yo me quedé como muerta, muerta y paralizada en aquel lugar, asumiendo que se estaban besando.

—Naturalmente le dije todo eso a Jude —volvió a empezar Rebecca—. Estaba muy preocupada por todo lo que le habían dicho Bridget y Sharon acerca de no casarse con Richard (él es un tipo estupendo), y yo le dije: «Jude, sigue tu corazón.»

Me quedé boquiabierta mirando a una abeja que pasaba, para tranquilizarme. No podía ser que Mark fuera tan esclavamente respetuoso acerca de eso, ¿verdad?

—Ss... sí—dijo él dubitativo—. Bueno, no estoy seguro...

—¡Giles parece estar totalmente colado por Bridget! —irrumpió Rebecca, sintiendo obviamente que se había salido de rumbo.

Hubo una pausa. Entonces Mark dijo en un tono inusualmente agudo:

—Oh, ¿de veras? Y es... ¿es recíproco?

—Oh, ya conoces a Bridget —dijo Rebecca como

sin darle importancia—. Quiero decir, Jude dice que tiene a todos esos chicos que le van detrás —La buena de Jude, empecé a pensar—, pero está tan hecha un lío que no... bueno, como suele decirse, no puede ligar con ninguno de ellos.

—¿De verdad? —interrumpió Mark—. ¿Así que ha habido...?

—Oh, creo que sí —ya sabes— pero ella está tan empantanada con sus reglas para las citas o lo que sea que nadie resulta lo suficientemente bueno.

No podía comprender lo que estaba ocurriendo. Quizá Rebecca estaba intentando que él dejase de sentirse culpable por mí.

—¿De verdad? —volvió a decir Mark—. ¿Así que ella no...?

—¡Oh, mira, un patito! ¡Oh, mira, toda una familia de patitos! Y ahí están la madre y el padre. ¡Oh, qué momento tan perfecto, perfecto! ¡Oh, vayamos a mirar!

Y se fueron, y yo me quedé sin aliento y con la cabeza a cien por hora.

Después de la comida hacía un calor de mil demonios y todo el mundo se refugió debajo de un árbol, a la orilla del lago. Era una escena idílica, pastoril: un viejo puente de piedra por encima del agua, sauces sobresaliendo de las orillas cubiertas de hierba. Rebecca estaba triunfante.

—¡Oh, esto es tan divertido...! ¿No os parece? ¿No es divertido?

El Gordo Nigel, del despacho de Mark, estaba jugueteando con una pelota de fútbol, pasándosela con la cabeza a uno de los señoritos, su enorme estómago estremeciéndose bajo la luz del sol. Intentó un remate, falló y cayó de cabeza al agua, creando una ola gigante.

—¡Siií! —dijo Mark riendo—. Una incompetencia pasmosa.

—Es hermoso, ¿verdad? —le dije a Shaz distraídamente—. Una casi espera ver leones tumbados junto a corderos.

—¿Leones, Bridget? —dijo Mark. Me sobresalté. Estaba sentado justo al otro extremo del grupo, mirándome a través de un hueco entre la gente, levantando una ceja.

—Me refiero a como en el rollo ese del salmo —expliqué.

—Vale —dijo él. Su mirada tenía un aire guasón que me era familiar—. ¿Crees que quizá estés pensando en los Leones de León Safari?

De repente Rebecca se puso en pie.

—¡Voy a saltar desde el puente!

Miró a su alrededor sonriendo expectante. Todos los demás llevaban
shorts
o vestiditos, pero ella estaba desnuda, excepto por el minúsculo bikini marrón Calvin Klein de nailon.

—¿Por qué? —dijo Mark.

—Porque la atención se ha desviado de su persona durante cinco minutos —dijo Sharon en voz baja.

—¡Solíamos hacerlo cuando éramos pequeños! ¡Es genial!

—Pero el nivel del agua es muy bajo —dijo Mark.

Era cierto, casi medio metro de arcilla flanqueaba el agua.

—No, no. Esto se me da bien, soy muy valiente.

—Rebecca, no creo que debas hacerlo, de verdad —dijo Jude.

—Estoy decidida. ¡Estoy resuelta! —parpadeó coquetamente, se puso unas chancletas de Prada y se fue pavoneándose hacia el puente. Felizmente, había un poco de barro y hierba pegados en la parte superior de su nalga derecha, lo que aumentó el efecto. La miramos, se quitó las chancletas, las sostuvo en una mano y escaló hasta el borde del parapeto.

Mark se había puesto en pie, mirando preocupado el agua y el puente.

—¡Rebecca! —dijo—. De verdad, creo que no...

—Está bien, confío en mi propio juicio —dijo en broma sacudiéndose el pelo. Entonces miró hacia arriba, levantó los brazos y, tras una dramática pausa, saltó.

Todo el mundo vio cómo entraba en contacto con el agua. Llegó el momento en que tenía que reaparecer. No lo hizo. Cuando Mark se dirigía hacia el lago, ella apareció en la superficie gritando.

El se lanzó en su dirección, y con él los otros dos chicos. Yo rebusqué el móvil en mi bolso.

Ellos la llevaron hasta la zona menos profunda y al final Rebecca, después de mucho retorcerse y llorar, salió cojeando a la orilla, apoyándose entre Mark y Nigel. Estaba claro que no podía haber ocurrido nada demasiado terrible.

Me levanté y le entregué mi toalla.

—¿Quieres que marque el 999? —dije medio en broma.

—Sí... sí.

Todo el mundo se agrupó para observar el pie lesionado de la anfitriona. Podía mover los dedos primorosa y profesionalmente pintados de Rouge Noir, así que aquello era positivo.

Al final encontré el número del médico, conseguí por el contestador el número para fuera de horas de consulta, lo marqué y le pasé el teléfono a Rebecca.

Habló largo y tendido con el médico, moviendo el pie de acuerdo con las instrucciones de éste y emitiendo un gran abanico de sonidos, pero finalmente se pusieron de acuerdo en que no había rotura, ni tampoco torcedura, sólo un leve golpe.

—¿Dónde está Benwick? —dijo Nigel mientras se secaba y tomaba un buen trago de vino blanco frío.

10
Marte y Venus en el cubo de la basura

lunes 14 de julio

59Kg., 4 unidades de alcohol, 12 cigarrillos (ya no es una prioridad), 3.752 calorías (predieta), libros de autoayuda inventariados para ir al cubo de la basura: 47.

8 a.m. Total confusión. No es posible que leer libros de autoayuda para mejorar mi relación haya destruido esa relación por completo. Me siento como si el trabajo de toda una vida hubiera sido un fracaso. Pero si una cosa he aprendido de los libros de autoayuda es cómo olvidar el pasado y seguir adelante.

A punto de ser tirados:

Lo que quieren los hombres Cómo piensan los hombres y qué sienten Por qué los hombres sienten que quieren lo que creen que quieren Las reglas Ignorar las reglas

Ahora no, cariño, estoy viendo el partido Cómo buscar y encontrar al amor que quieres Cómo encontrar el amor que quieres sin buscarlo Cómo saber que quieres el amor que no buscabas Feliz de estar soltera Cómo no estar soltera,

Si Buda tuviese citas

Si Mahoma tuviese citas

Si Jesús saliese con Afrodita

La carretera hambrienta,
de Ben Okri (no estrictamente un libro de autoayuda, por lo que yo sé, pero de todas formas nunca leeré esa maldita cosa)

Vale. Todos van a la basura junto con los otros treinta y dos. Oh Dios. Sin embargo no puedo soportar tirar
La carretera menos recorrida y Usted puede sanar su vida.
¿Dónde, si no en los libros de autoayuda puede uno buscar orientación espiritual para afrontar los problemas de la era moderna? ¿Por otra parte, quizá debería darlos a Oxfam? Pero no. No debo arruinar las relaciones de otra gente, especialmente en el Tercer Mundo. Sería un comportamiento peor que el que tienen los potentados del tabaco.

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