Authors: Aquileo Echeverría
tepezcuinteando; de pronto
se puso a oler la perrilla,
di’ahi a ladrar y ladrar,
y a botáselos encima,
daba vueltas, daba saltos,
ya se echaba, ya corría
lo mesmito que si la
persiguieran las avispas.
Por más que abrimos los ojos
ninguna cueva se vía.
Ispiamos para un guarumo,
pa unos itabos, ¡nadita!;
pa la poza, el agua clara
como si juera llovida;
la perra seguía ladrando
y en la mesma desusidia.
Dijo Canuto: quizás
se le habrá clavao espina;
le reparamos las patas,
la panza, la rabadilla,
el pescuezo, las orejas,
hasta el rabo, ¡naditica!
En eso gritó Tomás:
¡Muchachos!… ¡Ave María!
y los señaló un charral
onde vimos una "mica"
con la cabeza enfrenada
y sacando la lengüilla;
a todos se los jumció…
(¡Pa qué decir la mentira!)
Aquello no era culebra,
era un rollo de manila;
lo menos tenía cien varas
del rabo a la coronilla.
La cabeza era un ayote
y lo qu’es de gruesa, ¡asina!…
¡Oh temeridá de bruta!
¡Igual no veré en mi vida!
Todos salimos corriendo…
Pos hombre, a José María
se le cayó la escopeta
y se descargó solita.
Entramos a un bejucal,
cortamos unas varillas,
los atollamos un trago,
pos yo traiba una botilla,
y después de persinanos
rezamos la Ave María
y los juimos a matala
todos cuatro, de puntillas.
Al llegar junto al charral
encontramos a la indina
revolcándose en su sangre
y hecha por completo chuicas:
¡no quedó una munición
de las cuarenta, perdida!
– ¿Vos viste eso?
– Yo lo vide.
¡Por estas que no es mentira!
¿Y saben lo que calculo?
se los digo; y no lo digan:
¡pa yo que a ese julminante
le han echao su basurilla!
Estimada Domitila:
cojo la pluma en mis manos
tan sólo pa noticiale
que estoy gordísimo y sano,
quiere Dios, y que deseo
que, al recibo de estas cuatro
letras, se jallen ustedes
de cabal salú gozando.
Desde antantier me ascendieron,
por jortuna, a Sota Cabo;
estrené nuevo uniforme,
y una varilla me han dao
como isinia del destino,
y el sueldillo me aumentaron;
hora gano un peso diez
y no salgo a los mandaos,
lo que era una fregazón,
porque el teniente Naranjo
me espachaba, por lo menos,
veinte veces a trer guaro,
u a trer puros, o a pedir
un peso aonde los Campos,
cuando no onde los Quesadas
u aonde Rosendo Alfaro.
Además, el Capitán
tiene un chorrero de gallos,
y había que vese a palitos
pa que estuvieran asiaos;
y a más había que bañar
por la mañana un caballo,
un blanquillo que lo llaman
"Caperoles", liberiano,
y que es un costal de mañas;
hasta muerde el confisgao.
Ayer me trujo Jacinto
la ropilla, los cigarros
y su carta y la cajita
con ungüento de soldao.
Ayer mesmo me lo unté;
de viaje se atarantaron;
esta mañana me vide
y ni uno vivo ha quedao.
Dígale a José María
que no le mando su encargo,
porque jui propio a las tiendas
y sólo jallé de cacho,
iguales a los que vende
en esa ñor Tanislao.
Le vuelvo a recomendar
que tenga muchos cuidaos
con el mestro, porque sé
que ese patas es un malo,
y que es capaz de atollale
basurilla en un cigarro,
como hizo con Miquelina
y con la hija de ñor Bastos.
Salúdeme a ña Prudencia,
lo mesmo que a los muchachos,
y no me olvide, que yo
me paso en usté pensando.
Soy su novio y servidor,
Pedro Vindas,
Sota Cabo.
Posdata
Perdone los dos borrones,
pero jue que me meniaron.
Mi querido Pedro Vindas:
cojo la pluma en la mano
pa contestale su carta,
que con salú nos ha ‘llao;
sólo mama no está bien
porque la sigue fregando
el dolor en el cuadril,
la tos, el pujo y el flato;
por suerte está mejorcita
con sólo la miel de palo,
con güitite y alcanfor
que le aplicó mano Pablo.
De ayer pacá se levanta,
unque no sale del cuarto.
Le noticio que la yegua
tuvo un potrillo melao,
con un lucero en la frente
y otro debajo del rabo.
Es muy bonito, si viera,
se parece al Recortao.
Ya la vaca la soltamos
porque no daba ni un vaso,
pero la "josca" no tarda,
pa la llena la esperamos,
está que no puede andar.
¡Ojalá no salga macho!
Mano Jacinto y Grabiel
se dieron unos cuerazos;
comenzaron por juguetes
y se jueron calentando,
calentando, hasta que al fin
las dos realeras sacaron,
y si no es que Margarito
abrevea a desapartalos
quién sabe si a l’hora de hora
no estaría alguno enterrao.
A yo me ha pudrío siempre
la jugadera de manos,
hasta en los propios chiquillos
repuna, más en los lángaros.
Onde Jacinto hubo baile
pal estreno de un retablo
muy lujoso que trujeron
el domingo, de Cartago;
Pa meter a Santa Rita
y al Señor Resucitao.
Dicen qu’es qu’estuvo bueno,
yo no jui unque m’invitaron,
en primer lugar por mama,
y en segundo por el diablo
del mestro que ya me tiene
como dicen, hasta el cacho;
entre más lo despreceo
y más mala cara li’hago
más anda detrás de yo.
No sé cómo habrá cristianos
que no puedan entender
las cosas si nu’es a palos.
En la misa del domingo
hubo dos amonestaos:
Ramón Cerdas con Gregoria
y Cirila con ñor Campos.
Dicen que Ramón se casa
pal primer jueves de mayo.
Me contó José María
que ayer lo vido encalando,
y qu’él mismo le contó
que ya’bía comprao los trastos,
y qui’hace dos meses tiene
dos chanchillos amarraos,
diez chompipes; dos gallinas
y un motico y tres carracos.
Dichosotes los que tienen
tata rico y patrón macho.
¿Sabe que se los murió
el gallo cuijen el sábado?;
le empezó com’un ronquío,
cantaba desentonao,
se le cayeron las plumas,
se le pandió el espinazo;
ayer lo encontramos tieso.
¡Pobrecillo, tan buen gallo!
¿Qué hay de desamen y baja?
¿No les han dicho hasta cuándo?
Tata me echó una indireta.
Yo creo qu’es que le han contao
alguna cosilla suya
y pienso que sea Lisandro,
porque antier me lo jallé
junto al portón de don Marcos,
y nu’hice más que arrimame
y ambos a dos se callaron.
El domingo, si Dios quiere,
le mandaré los cigarros:
ya tengo la cura lista
y estoy el papel piquiando.
Mama le manda memorias,
tata, Luis y los muchachos.
No deje de persinase
pa que no lo tiente el malo,
porque dicen qu’en Heredia
es onde hay sesenta rayos,
por vida suyititíca…
¡Dios guarde supiera yo algo!
Me alegro del peso diez
y de lo del Sota Cabo.
Tengo una gana de velo
con la vara y estrenando…
Ya me voy porque me llaman,
escríbame pronto y largo,
y piense un poco en su Tila
que vive en usté pensando
y ni un momento lo olvida.
Domitilia H. Camacho
– ¿Y lo jallaste muerto?…
– No, tuavía resollaba;
pero con una angustia,
pero con unas ansias…
– Sea por Dios, Ildefonsa.
– Repará si no es vaina:
el domingo ajusté
cuarenta de casada
sin resentirle nunca
una mala palabra,
ni un mal modo, ni un ajo,
ni un moquete, ni nada.
Lo conocí chiquillo,
en la hacienda de Pavas.
Los domingos y fiestas
iba con mama Blasa
a la iglesia, al mercao:
prontico regresaba.
Cuando más un rompope
goun vino se tomara,
yo le puse cariño
por lo bueno con mama.
¿Qué quería la viejita
que él no preporcionara?
Leña… pos traiba leña:
¿gruesa?…, pos a picala.
El cogía las goteras;
él los empañetaba.
A1 volver del trabajo
los pedía las tinajas,
y en medio de las risas
de los piones, las traiba
hasta el gollete llenas,
lleneciticas de agua.
Si cogía alguna "chisa"
o se encontraba guabas,
o jocotes o mangos
(unque jueran naranjas),
venía con el pañuelo
derecho p’onde mama:
"Tome para que coma",
esa era su palabra.
Hubo una vez un baile
no sé si pa la Pascua,
en medio de las músicas
y de las algazaras
me apalabrió; le dije:
"Arréglese con mama."
Ella dijo que "bueno";
m’hicieron unas naguas.
El me mercó un rebozo,
y un sombrero de paja,
dos sillas, una mesa,
un santo y una cama.
Los dieron una pieza
y después de encalada
m’hizo un jogón muy grande
y me mercó las arras,
y unas ollas de jierro,
dos cobijas de lana
(de las de a cinco pesos),
tres platos, una banca,
un cofre, dos jarrillos,
y mis buenas almuhadas.
Después que los casamos,
lo más a la semana,
jui se trujo los trastos
del cuarto de mi mama.
La veya como una hija.
Cuando murió lloraba,
pobrecillo, me acuerdo
que estaba haciendo una abra
onde el dijunto Chepe;
allá por la Pitaya.
Al llevale el amuerzo,
siempre volvía la cara
llenecita de gotas
de sudor y de lágrimas…
Di’ahi los nació Jacinto;
luego nació Pascuala:
pasaron unos años,
y los vino Estebana.
Lo hicieron mandador
del "Porvenir" de Cañas.
A juerza de las juerzas
compramos esta casa,
mercamos el cerquillo
que no llega a la cuadra,
y cuando ya teníamos
al menos esperanzas
de conseguir los riales
pa ajustar la manzana,
jui le cogió ese mal
anteayer en la cama.
"¿Quiere su cafecito?
y no me contestaba.
"¿Qué es eso? ¿Pus qué tiene?"
Le decía yo asustada.
Me jue entrando congoja,
jui y abrí la ventana
y lo encontré muy fiero
con la vista parada,
el estómago asina,
y dando manotadas.
Jui y desperté a Jacinto
y llamé a las muchachas
y todos le acudimos
con todo, pero ¡nada!
Le puse un buen ungüento
de manteca con malva;
acá, con hoja ruda,
le flotó bien la espalda
– lo mismo que si fueran
las patas de la cama–.
Hasta que ya Jacinto,
viendo la cosa mala,
se las abrió pa Heredia
y se, trajo unas aguas
y un parche. ¡No aguantó
la tercer cucharada!…
– Hay que tener pacencia,
tal vez Dios lo llamara.
¡Era tan bueno el probe!…
– Requetebueno, Inacia.
Pero, a mí ¿quién me quita
que me haga tanta falta?,
Tengo como congoja,
tengo como unas ganas
como de no meniame
y estar acurrucada,
sin que naide me viera,
sin que naide me hablara,
íngrima en este cuarto,
íngrima en esta casa,
así como los muertos,
así como enterrada.
¿Sabés cómo me encuentro?
Como un moto sin mama.
Tengo setenta y cuatro
y’unque a los cien llegara
no consigo otro Cosme
ni con candela, Inacia.
Anda el mozo de soldado
en una facha, ¡qué facha!…
El pantalón más que corto,
la guerrera más que larga,
con un kepis al que sobra
lo menos una pulgada,
a pesar de dos "Gacetas"
que detrás de la badana
pusieron manos expertas
en acortar las distancias.
Hace dos días lo "cruzaron"
y debe partir mañana
a la remota frontera,
donde la muerte le aguarda,
o tal vez los resplandores
de las glorias anheladas.
"Muchachos –exclama el cabo–
tienen esta noche franca
pa salir o pa quedase;
pa lo que les dé la gana.
"Eso sí –dice el sargento–
que cuidado como faltan,
a la lista de las cinco,
porque mañana es la marcha.
Y que beban sin socarsen,
porque si se descompasan
van a llegar a Liberia
fusilaos a punta’e vara.
– ¡Viva el sargento Ledezma!
– ¡Que viva el cabo Peralta!
– ¡Viva!
– ¡Viva!
– ¡Viva!
– ¡Viva!…
– ¿Qu’es`esa bulla, carasta!
– Teniente, es que les estoy
diciendo cuatro palabras,