Concherías (2 page)

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Authors: Aquileo Echeverría

BOOK: Concherías
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tepezcuinteando; de pronto

se puso a oler la perrilla,

di’ahi a ladrar y ladrar,

y a botáselos encima,

daba vueltas, daba saltos,

ya se echaba, ya corría

lo mesmito que si la

persiguieran las avispas.

Por más que abrimos los ojos

ninguna cueva se vía.

Ispiamos para un guarumo,

pa unos itabos, ¡nadita!;

pa la poza, el agua clara

como si juera llovida;

la perra seguía ladrando

y en la mesma desusidia.

Dijo Canuto: quizás

se le habrá clavao espina;

le reparamos las patas,

la panza, la rabadilla,

el pescuezo, las orejas,

hasta el rabo, ¡naditica!

En eso gritó Tomás:

¡Muchachos!… ¡Ave María!

y los señaló un charral

onde vimos una "mica"

con la cabeza enfrenada

y sacando la lengüilla;

a todos se los jumció…

(¡Pa qué decir la mentira!)

Aquello no era culebra,

era un rollo de manila;

lo menos tenía cien varas

del rabo a la coronilla.

La cabeza era un ayote

y lo qu’es de gruesa, ¡asina!…

¡Oh temeridá de bruta!

¡Igual no veré en mi vida!

Todos salimos corriendo…

Pos hombre, a José María

se le cayó la escopeta

y se descargó solita.

Entramos a un bejucal,

cortamos unas varillas,

los atollamos un trago,

pos yo traiba una botilla,

y después de persinanos

rezamos la Ave María

y los juimos a matala

todos cuatro, de puntillas.

Al llegar junto al charral

encontramos a la indina

revolcándose en su sangre

y hecha por completo chuicas:

¡no quedó una munición

de las cuarenta, perdida!

– ¿Vos viste eso?

– Yo lo vide.

¡Por estas que no es mentira!

¿Y saben lo que calculo?

se los digo; y no lo digan:

¡pa yo que a ese julminante

le han echao su basurilla!

MODELO EPISTOLAR
I

Estimada Domitila:

cojo la pluma en mis manos

tan sólo pa noticiale

que estoy gordísimo y sano,

quiere Dios, y que deseo

que, al recibo de estas cuatro

letras, se jallen ustedes

de cabal salú gozando.

Desde antantier me ascendieron,

por jortuna, a Sota Cabo;

estrené nuevo uniforme,

y una varilla me han dao

como isinia del destino,

y el sueldillo me aumentaron;

hora gano un peso diez

y no salgo a los mandaos,

lo que era una fregazón,

porque el teniente Naranjo

me espachaba, por lo menos,

veinte veces a trer guaro,

u a trer puros, o a pedir

un peso aonde los Campos,

cuando no onde los Quesadas

u aonde Rosendo Alfaro.

Además, el Capitán

tiene un chorrero de gallos,

y había que vese a palitos

pa que estuvieran asiaos;

y a más había que bañar

por la mañana un caballo,

un blanquillo que lo llaman

"Caperoles", liberiano,

y que es un costal de mañas;

hasta muerde el confisgao.

Ayer me trujo Jacinto

la ropilla, los cigarros

y su carta y la cajita

con ungüento de soldao.

Ayer mesmo me lo unté;

de viaje se atarantaron;

esta mañana me vide

y ni uno vivo ha quedao.

Dígale a José María

que no le mando su encargo,

porque jui propio a las tiendas

y sólo jallé de cacho,

iguales a los que vende

en esa ñor Tanislao.

Le vuelvo a recomendar

que tenga muchos cuidaos

con el mestro, porque sé

que ese patas es un malo,

y que es capaz de atollale

basurilla en un cigarro,

como hizo con Miquelina

y con la hija de ñor Bastos.

Salúdeme a ña Prudencia,

lo mesmo que a los muchachos,

y no me olvide, que yo

me paso en usté pensando.

Soy su novio y servidor,

Pedro Vindas,

Sota Cabo.

Posdata

Perdone los dos borrones,

pero jue que me meniaron.

II

Mi querido Pedro Vindas:

cojo la pluma en la mano

pa contestale su carta,

que con salú nos ha ‘llao;

sólo mama no está bien

porque la sigue fregando

el dolor en el cuadril,

la tos, el pujo y el flato;

por suerte está mejorcita

con sólo la miel de palo,

con güitite y alcanfor

que le aplicó mano Pablo.

De ayer pacá se levanta,

unque no sale del cuarto.

Le noticio que la yegua

tuvo un potrillo melao,

con un lucero en la frente

y otro debajo del rabo.

Es muy bonito, si viera,

se parece al Recortao.

Ya la vaca la soltamos

porque no daba ni un vaso,

pero la "josca" no tarda,

pa la llena la esperamos,

está que no puede andar.

¡Ojalá no salga macho!

Mano Jacinto y Grabiel

se dieron unos cuerazos;

comenzaron por juguetes

y se jueron calentando,

calentando, hasta que al fin

las dos realeras sacaron,

y si no es que Margarito

abrevea a desapartalos

quién sabe si a l’hora de hora

no estaría alguno enterrao.

A yo me ha pudrío siempre

la jugadera de manos,

hasta en los propios chiquillos

repuna, más en los lángaros.

Onde Jacinto hubo baile

pal estreno de un retablo

muy lujoso que trujeron

el domingo, de Cartago;

Pa meter a Santa Rita

y al Señor Resucitao.

Dicen qu’es qu’estuvo bueno,

yo no jui unque m’invitaron,

en primer lugar por mama,

y en segundo por el diablo

del mestro que ya me tiene

como dicen, hasta el cacho;

entre más lo despreceo

y más mala cara li’hago

más anda detrás de yo.

No sé cómo habrá cristianos

que no puedan entender

las cosas si nu’es a palos.

En la misa del domingo

hubo dos amonestaos:

Ramón Cerdas con Gregoria

y Cirila con ñor Campos.

Dicen que Ramón se casa

pal primer jueves de mayo.

Me contó José María

que ayer lo vido encalando,

y qu’él mismo le contó

que ya’bía comprao los trastos,

y qui’hace dos meses tiene

dos chanchillos amarraos,

diez chompipes; dos gallinas

y un motico y tres carracos.

Dichosotes los que tienen

tata rico y patrón macho.

¿Sabe que se los murió

el gallo cuijen el sábado?;

le empezó com’un ronquío,

cantaba desentonao,

se le cayeron las plumas,

se le pandió el espinazo;

ayer lo encontramos tieso.

¡Pobrecillo, tan buen gallo!

¿Qué hay de desamen y baja?

¿No les han dicho hasta cuándo?

Tata me echó una indireta.

Yo creo qu’es que le han contao

alguna cosilla suya

y pienso que sea Lisandro,

porque antier me lo jallé

junto al portón de don Marcos,

y nu’hice más que arrimame

y ambos a dos se callaron.

El domingo, si Dios quiere,

le mandaré los cigarros:

ya tengo la cura lista

y estoy el papel piquiando.

Mama le manda memorias,

tata, Luis y los muchachos.

No deje de persinase

pa que no lo tiente el malo,

porque dicen qu’en Heredia

es onde hay sesenta rayos,

por vida suyititíca…

¡Dios guarde supiera yo algo!

Me alegro del peso diez

y de lo del Sota Cabo.

Tengo una gana de velo

con la vara y estrenando…

Ya me voy porque me llaman,

escríbame pronto y largo,

y piense un poco en su Tila

que vive en usté pensando

y ni un momento lo olvida.

 

Domitilia H. Camacho

DIALOGO

– ¿Y lo jallaste muerto?…

– No, tuavía resollaba;

pero con una angustia,

pero con unas ansias…

– Sea por Dios, Ildefonsa.

– Repará si no es vaina:

el domingo ajusté

cuarenta de casada

sin resentirle nunca

una mala palabra,

ni un mal modo, ni un ajo,

ni un moquete, ni nada.

Lo conocí chiquillo,

en la hacienda de Pavas.

Los domingos y fiestas

iba con mama Blasa

a la iglesia, al mercao:

prontico regresaba.

Cuando más un rompope

goun vino se tomara,

yo le puse cariño

por lo bueno con mama.

¿Qué quería la viejita

que él no preporcionara?

Leña… pos traiba leña:

¿gruesa?…, pos a picala.

El cogía las goteras;

él los empañetaba.

A1 volver del trabajo

los pedía las tinajas,

y en medio de las risas

de los piones, las traiba

hasta el gollete llenas,

lleneciticas de agua.

Si cogía alguna "chisa"

o se encontraba guabas,

o jocotes o mangos

(unque jueran naranjas),

venía con el pañuelo

derecho p’onde mama:

"Tome para que coma",

esa era su palabra.

Hubo una vez un baile

no sé si pa la Pascua,

en medio de las músicas

y de las algazaras

me apalabrió; le dije:

"Arréglese con mama."

Ella dijo que "bueno";

m’hicieron unas naguas.

El me mercó un rebozo,

y un sombrero de paja,

dos sillas, una mesa,

un santo y una cama.

Los dieron una pieza

y después de encalada

m’hizo un jogón muy grande

y me mercó las arras,

y unas ollas de jierro,

dos cobijas de lana

(de las de a cinco pesos),

tres platos, una banca,

un cofre, dos jarrillos,

y mis buenas almuhadas.

Después que los casamos,

lo más a la semana,

jui se trujo los trastos

del cuarto de mi mama.

La veya como una hija.

Cuando murió lloraba,

pobrecillo, me acuerdo

que estaba haciendo una abra

onde el dijunto Chepe;

allá por la Pitaya.

Al llevale el amuerzo,

siempre volvía la cara

llenecita de gotas

de sudor y de lágrimas…

Di’ahi los nació Jacinto;

luego nació Pascuala:

pasaron unos años,

y los vino Estebana.

Lo hicieron mandador

del "Porvenir" de Cañas.

A juerza de las juerzas

compramos esta casa,

mercamos el cerquillo

que no llega a la cuadra,

y cuando ya teníamos

al menos esperanzas

de conseguir los riales

pa ajustar la manzana,

jui le cogió ese mal

anteayer en la cama.

"¿Quiere su cafecito?

y no me contestaba.

"¿Qué es eso? ¿Pus qué tiene?"

Le decía yo asustada.

Me jue entrando congoja,

jui y abrí la ventana

y lo encontré muy fiero

con la vista parada,

el estómago asina,

y dando manotadas.

Jui y desperté a Jacinto

y llamé a las muchachas

y todos le acudimos

con todo, pero ¡nada!

Le puse un buen ungüento

de manteca con malva;

acá, con hoja ruda,

le flotó bien la espalda

– lo mismo que si fueran

las patas de la cama–.

Hasta que ya Jacinto,

viendo la cosa mala,

se las abrió pa Heredia

y se, trajo unas aguas

y un parche. ¡No aguantó

la tercer cucharada!…

– Hay que tener pacencia,

tal vez Dios lo llamara.

¡Era tan bueno el probe!…

– Requetebueno, Inacia.

Pero, a mí ¿quién me quita

que me haga tanta falta?,

Tengo como congoja,

tengo como unas ganas

como de no meniame

y estar acurrucada,

sin que naide me viera,

sin que naide me hablara,

íngrima en este cuarto,

íngrima en esta casa,

así como los muertos,

así como enterrada.

¿Sabés cómo me encuentro?

Como un moto sin mama.

Tengo setenta y cuatro

y’unque a los cien llegara

no consigo otro Cosme

ni con candela, Inacia.

LA SERENATA

Anda el mozo de soldado

en una facha, ¡qué facha!…

El pantalón más que corto,

la guerrera más que larga,

con un kepis al que sobra

lo menos una pulgada,

a pesar de dos "Gacetas"

que detrás de la badana

pusieron manos expertas

en acortar las distancias.

Hace dos días lo "cruzaron"

y debe partir mañana

a la remota frontera,

donde la muerte le aguarda,

o tal vez los resplandores

de las glorias anheladas.

"Muchachos –exclama el cabo–

tienen esta noche franca

pa salir o pa quedase;

pa lo que les dé la gana.

"Eso sí –dice el sargento–

que cuidado como faltan,

a la lista de las cinco,

porque mañana es la marcha.

Y que beban sin socarsen,

porque si se descompasan

van a llegar a Liberia

fusilaos a punta’e vara.

– ¡Viva el sargento Ledezma!

– ¡Que viva el cabo Peralta!

– ¡Viva!

– ¡Viva!

– ¡Viva!

– ¡Viva!…

– ¿Qu’es`esa bulla, carasta!

– Teniente, es que les estoy

diciendo cuatro palabras,

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