—Me encanta —dijo simplemente Tommy y lo besó. Rodeando su cuello con los brazos se pegó más a él y profundizó el beso.
Sasha no supo cómo reaccionar. Había terminado por confesar lo que quería mantener en secreto, avergonzado por la reacción de Tommy… Y ahora ¿un beso? No quería sentirse vulnerable, era lo que más detestaba. Pensó fugazmente en lo distintos que eran… a Tommy no le costaba nada expresar sus emociones.
—Me encanta… —volvió a decir Tommy cuando se separaron y comenzó a besarle el cuello—. Me encantan las rosas. —Le dio más besos—. Me encantan las velas. Me encantan los pétalos de rosa. —Siguió dándole besos—. Y me encanta que lo hayas hecho por mí…
—¿De verdad? —susurró Sasha, aún avergonzado—. ¿No lo dices por compromiso? Quizá exageré, tienes razón… Es que todo me parecía poco para este día…
—De verdad, me encanta todo.
La sonrisa volvió al rostro de Sasha y también su seguridad, momentáneamente perdida. Había planeado todo con tanto cuidado que lo último que esperaba era que le dijeran que su decoración estaba recargada. Y tampoco se esperaba haberse visto acorralado para confesar. Su suspiro de alivio se convirtió en una risa alegre y se dijo que era mejor así, que era el destino.
—Entonces… ¿qué quieres probar primero?
—Pues… ¿Qué tal si descorchas el champán mientras yo voy a ver el jacuzzi? —sugirió Tommy con una sonrisa provocativa.
—De acuerdo. —Sasha se adelantó hacia el pequeño bar y sirvió el champán en dos copas. Luego se quitó la chaqueta y se acercó con ellas.
Tommy se desvistió más rápido que un bailarín de
striptease
y completamente desnudo, se sentó en el borde de la bañera para esperar a Sasha mientras jugaba con los pétalos que flotaban en el agua.
El ruso entró y lo devoró con la mirada mientras le alcanzaba su copa. La piel de Tommy tenía un brillo dorado que lo enloquecía, que lo excitaba hasta límites insospechados. Y su actitud despreocupada no hacía más que incentivar esa excitación.
—¿Te gustan las rosas rojas? —preguntó Sasha, para dejar su copa en el borde de la bañera y comenzar a desvestirse a su vez.
—Me encantan. —Tommy bebió pequeños sorbitos de champán mientras devoraba con la vista cada pedazo de piel de Sasha que quedaba al descubierto—. Las rosas son unas flores contradictorias, son tiernas y hermosas, delicadas como cualquier flor, pero tienen espinas. Algo que yo creo que incentiva su hermosura. Aumenta su valor.
Sasha alzó las cejas. Sólo Tommy podría ponerse a filosofar en un momento como ese, cuando todo lo que deseaba era saltarle encima. Sonrió mientras se sentaba junto a él.
—No hay rosa sin espina, no hay amor sin dolor — dijo, citando un pensamiento propio de la fecha que había leído mientras elegía la tarjeta de felicitación para Tommy.
—El amor nos hace sentir vivos —añadió Tommy jugando ya a filosofar más en serio—. Pero el dolor nos hace sentir la vida mil veces más. Sólo cuando sufres eres más consciente de todo lo que hay a tu alrededor. Pero no estamos aquí para filosofar, ¿verdad?
—Claro que no —respondió Sasha—. Y no tengo intenciones de sufrir —dijo firmemente, manifestando así su mayor temor respecto a Tommy: que lo hiciera sufrir. Finalmente decidió que la filosofía no le gustaba en absoluto y alzó su copa—. A tu salud.
—A nuestra salud. —Tommy alzó la copa a su vez y se la bebió de un trago—. ¿No has traído la botella? Voy por ella. —Y se levantó para ir hacia la salita. Segundos después volvió, bebiendo nuevamente.
Sasha observó sus movimientos, disfrutando la forma en que la luz jugaba en su piel desnuda. Su mirada se posó en la entrepierna de Tommy, en la que el objeto de su deseo comenzó a despertar a causa de su intensa mirada.
—Por nosotros —brindó el ruso, repitiendo las palabras dichas en el restaurante, y apuró su copa de un trago, para meterse a la bañera.
—¡A la porra las copas! —Con una sonrisa traviesa Tommy terminó la suya, tomó la de Sasha y las dejó encima de una mesita para luego amorrarse a la botella y darle un largo trago. Con una risita tonta comenzó a meterse en la bañera sentándose sobre los muslos de Sasha para poder verlo de frente.
El ruso lo aprisionó por la cintura y comenzó a besar su lugar favorito: llenó de besos los hombros y la clavícula de Tommy, para concentrarse luego en su cuello. Sus manos ágiles le acariciaron la espalda, atrayéndolo más.
Era la primera vez que compartían un baño en jacuzzi. De hecho, era la primera vez que Sasha estaba en un jacuzzi, y la sensación era deliciosa. El agua burbujeante los cubría más arriba de la cintura, los pétalos de rosa acariciaban su piel, el perfume de las velas encendía la atmósfera. Algo se le desató dentro, provocado por el ambiente y la compañía, o quizá por el destino al que se sabía atado.
—Te quiero —comenzó a decir lentamente—. Te quiero, te quiero…
—Yo… hum... yo también… Ahm… te quiero —consiguió responder Tommy entre gemidos de placer—. Más que a nadie en el mundo —susurró sin saber si el otro lo oiría, tal vez sin querer que lo oyera.
Pero Sasha sí lo oyó, y sintió un calor muy dulce en el corazón.
—Tú… tú eres a quien más quiero —susurró, apoderándose de la boca de Tommy—. Tú y nadie más.
Quizá habría sido el momento para formalizar una relación, pero ninguno de los dos lo pensó. Besándose y acariciándose, confortados en sus mutuas palabras de amor, se sentían completamente seguros.
—Quiero hacerte el amor —dijo Sasha.
Tommy dejó la botella en el suelo para rodear el cuello del ruso y besarlo mientras se apretaba contra él como si quisiera fundirse en su cuerpo.
Sasha no tardó en alzar las caderas de Tommy y colocarlo sobre su más que preparada erección. Tardaron unos instantes en acoplarse, pero en medio del agua los movimientos eran más fluidos y pudo penetrarlo completamente.
Sin dejar de besarse, ambos comenzaron a moverse en sincronía, y Sasha pensó que eran las piezas de un engranaje que sólo funcionaba con ellos dos. Y deseó que así fuera para siempre. Aceleró sus movimientos, incentivado por los gemidos de Tommy. Adoraba tenerlo así, perdido en ese mar de sensaciones que él le causaba. Amaba cada uno de sus gemidos y gritos desmayados porque sabía que eran por él. Habría querido que durasen para siempre, pero su necesidad por liberarse crecía.
Hizo todo lo posible para prolongar el placer, refrenando sus movimientos acelerados por acometidas lentas y profundas, dejando que fuera Tommy quien marcara el ritmo.
—Tócame… —pidió Tommy entre jadeos, cabalgándolo, perdido en sus sensaciones. Se aferraba con las manos a sus hombros para impulsarse y cada vez que se dejaba caer gemía con fuerza.
Sasha le tomó el miembro con ambas manos, masajeándolo al mismo ritmo de sus movimientos y tuvo un recuerdo fugaz de la primera vez que estuvieron juntos, cuando la enorme erección que sujetaba era sólo un tierno capullo.
Habían recorrido un largo camino, y deseaba que Tommy fuera siempre el compañero de su vida, sin importar si se llamaban amantes o amigos.
—¡Aaah! —Tommy se corrió entre sus manos con un largo grito. Todo su cuerpo se contrajo en espasmos y su espalda se tensó como un arco durante varios segundos mientras el grito moría en su garganta.
Sasha lo sujetó de las caderas mientras embestía con más urgencia hasta que finalmente eyaculó copiosamente en su interior, segundos después de que el grito de Tommy se convirtiera en un murmullo.
—Te amo —dijo claramente Sasha.
Tommy lo oyó entre las nubes del orgasmo, pero pensó que era algo que había salido en el calor del momento así que, aún jadeante, se limitó a abrazarlo y a enterrar el rostro en su cuello tratando de recuperar las fuerzas.
Sasha había dicho las palabras que se había propuesto jamás decir. No pudo evitarlo, todo era tan perfecto, tan hermoso, que simplemente escaparon de su boca en el momento preciso.
Y esperaba escuchar de Tommy las palabras que le confirmarían que sus sentimientos eran correspondidos.
Pero Tommy sólo se le abrazó y ocultó el rostro en su cuello.
Las palabras jamás llegaron.
Con Sasha todavía dentro, Tommy se recostó sobre él y cerrando los ojos, dio un suspiro de placer sin saber todo lo que estaba pasando por la mente de su amigo. Sabía que Sasha lo quería, que lo quería mucho, pero no le entraba en la cabeza que pudiera amarlo. Tantos años de malas opiniones de su familia le habían dejado la autoestima por los suelos. Así que aunque le había encantado oírlo decir eso, no podía creer que fuera más que un error, y para evitar la decepción, no dijo nada.
Continuaron abrazados, meciéndose lentamente en el agua, hasta que Sasha comenzó a darle pequeños besos en el cuello, inseguro de qué hacer a continuación. Las cosas se le habían salido un poco de control y odiaba eso.
—Empiezo a arrugarme, ¿quieres que descorchemos otra y nos tumbemos en la cama? —preguntó Tommy aún recostado contra el pecho de Sasha.
—Claro —susurró el ruso, ocultando muy bien su decepción por las palabras que Tommy no había dicho. No podía enfadarse con él, sólo sentía una creciente tristeza y se recriminaba a sí mismo por haber dicho algo que no debería decir.
Finalmente salieron de la bañera y jugaron un rato con las toallas mientras se secaban. Tommy fue por otra botella de champán mientras que Sasha se acomodaba sobre la cama cubierta de pétalos.
—Eres hermoso —dijo Tommy mirándolo desde el biombo que separaba ambas estancias—. Entre los pétalos rojos que contrastan con la palidez de tu piel, eres una visión.
Sin añadir nada más, descorchó la botella y dio un largo trago antes de reunirse con el ruso en la cama, sin dejar de mirarlo con adoración.
Sasha sonrió y un ligero rubor tiñó sus mejillas. No solía ruborizarse pero parecía que esa noche las pautas que solían marcar sus actos se habían ido de paseo y se dejó atrapar nuevamente por la sensación de girar y girar en una rueda sin fin, en la cual estaba unido a Tommy.
—Tú también eres hermoso. La forma en que te mueves, tu voz, la forma en que me miras… No hay nada más bello que eso, Tommy… Y yo te… —No dijo que lo amaba, recordando la indiferencia anterior y dejó flotando la frase en el aire.
—Yo también te quiero —completó Tommy sin imaginar lo que quería decir el otro. Lo abrazó con fuerza y cobijó el rostro en su pecho—. Si no fuera por ti mi vida sería una mierda, no imagino mi existencia sin ti a mi lado.
—Ni yo —susurró Sasha, recorriendo la espalda de Tommy en una lenta caricia—. Voy a echarte muchísimo de menos cuando me vaya a Oxford.
—Dios, no quiero pensar en eso… ¿Qué será de mí si no te puedo ver tanto como ahora? Te voy a echar tantísimo de menos. —Se apretó aún más contra él—. Prométeme que nos veremos siempre que podamos, que nos llamaremos y quedaremos… yo me escaparé todo lo que pueda sólo para verte…
—Claro, tonto —dijo Sasha, llenándole el rostro de besos—. ¿Crees que dejaré que estés por allí saliendo con cualquiera?
—Seguro que conocerás a un sexy universitario más guapo y más listo que yo y te olvidarás de mí —replicó Tommy medio juguetón, medio en serio, con un mohín en los labios.
—Tonto —repitió Sasha—. ¿Cómo crees que podría olvidarme de ti? ¿No te has puesto a pensar lo distintos que somos, pero aún así seguimos juntos? No me he podido librar de ti en todos estos años… ¿qué te hace pensar que ahora será diferente?
—¿Te… te quieres librar de mí…? —El labio inferior de Tommy comenzó a temblar mientras el mohín aumentaba. Sasha apartó disimuladamente la botella de champán.
—No —dijo firmemente—. No me quiero librar de ti… Era una broma. Pero creo que ya has bebido bastante.
—No he bebido bastante —replicó enfurruñado Tommy tratando de alcanzar la botella—. Quiero más…
—De acuerdo. —Sasha se puso de pie y llevó la botella lejos—. Si puedes caminar en línea recta sin perder el equilibrio, te daré más.
Una mirada de determinación cruzó el rostro de Tommy, que se levantó y respiró hondo un par de veces. Tras eso, comenzó a caminar lentamente, con paso vacilante en algunos momentos pero bastante recto.
—Dámela —pidió cuando estuvo a la altura de Sasha y éste le entregó la botella titubeando y luego rió. ¿Qué más daba? Era su noche, si Tommy quería, podía emborracharse. Tenían el hotel pagado hasta el mediodía siguiente.
—Si tú lo quieres…
—Lo quiero —Tommy se apoderó de la botella y le dio un largo trago—. ¡Qué rico! —añadió y comenzó a reírse.
Sasha lo condujo nuevamente a la cama y lo sentó en el borde, para colocarse entre sus piernas y mirarlo divertido.
—¿No prefieres beber de otra botella?
Tommy lo miró con picardía y tras dar otro trago a la botella, tomó en su boca de un solo gesto la semierección del ruso, aferró sus manos al firme trasero, y comenzó a mover su boca a un experto ritmo, pillándolo totalmente por sorpresa, mientras sus dedos lo exploraban.
—No estabas tan ebrio —jadeó Sasha, acariciando la cabeza de Tommy y durante bastante rato sólo se oyeron sus gemidos y las forzadas respiraciones de su amigo.
Las rodillas de Sasha no lo sostenían más y se aferró a los hombros de Tommy buscando un ángulo que lo estimulara mejor. Sus gemidos subían de intensidad y aunque no eran tan sonoros como los de su compañero, se alegró de no tener que refrenarlos.
—Tommy… Oh, Tommy —jadeó finalmente, eyaculando en la experta boca de su amigo.
Tommy siguió lamiéndolo un poco más hasta que sintió que Sasha dejaba de temblar. Luego, lo ayudó a tumbarse boca abajo en la cama para inmediatamente después empezar a lamer el tentador canal entre sus nalgas.
Sasha gemía bajito y se dejaba hacer. Aunque normalmente era el dominante, le encantaba que Tommy tomase las riendas. Onduló sobre la cama, completamente saciado, abriendo las piernas para facilitar la caricia.
—¿Te gusta lo que te hago? —preguntó Tommy—. ¿Alguien te lo hace mejor que yo? ¿Alguien te come la polla mejor que yo?
—Nadie —jadeó Sasha, y era verdad. Nadie había sido jamás tan audaz con él como lo era Tommy. Y nadie le provocaba tanto placer, aunado a la total desinhibición que tenía en el sexo.
—Y dime ¿de quién es este culito? —Tommy le dio un azote, fuerte pero sin exagerar, lo justo para que picara pero no doliera.
—¡Ay! —Sasha pegó un respingo, y volteó a mirarlo. Había un brillo travieso en sus ojos que le causó ligera alarma. Le gustaban los jueguitos de dominación, pero nunca había sido el dominado.