Sasha sentía las miradas de deseo y se preguntaba cuántos de esos despreocupados chicos hacían algo en la vida aparte de follar y divertirse. Él iba camino a Oxford y le parecía que no importaba nada más.
—¿Por qué tienes esa sonrisa diabólica? —preguntó Tommy gritándole al oído mientras bailaban.
—Porque soy feliz —confesó Sasha íntimamente satisfecho—. Oxford será el inicio de muchas cosas.
Tommy sonrió pero una punzada de angustia lo hizo suspirar imperceptiblemente. Sasha se alejaría un veintiún meses, quizá más. Iría a una enorme ciudad universitaria llena de la gente más diversa. ¿Y si se enamoraba? No estaba seguro de poder soportarlo. Sasha era tan guapo, tan brillante… Si se enamoraba sería correspondido, era simplemente irresistible. Si Sasha se enamoraba, no habría más futuro para ellos dos.
—¿Qué pasa? —preguntó el ruso al verlo abstraído.
—Nada. —Tommy esbozó una brillante sonrisa. No quería pensar en lo que pasaría luego. Viviría el momento y lo disfrutaría mientras durase—. Bailemos. —Y uniendo la acción con la palabra, pegó sus caderas a las de Sasha mientras la voz de Robert Palmer cantando
Simply Irresistible
los envolvía.
Ebenezer se instaló en Thot Labs en febrero, después de culminar los arreglos de la herencia, pero para indignación de Alex, vendió Averbury a un tipo del cual sólo sabían su nombre, Sean Michael, y se compró un moderno piso en Chelsea.
—Se ha vuelto insoportable —gruñó Alex luego del primer encontronazo del día con su hermano mayor—. Quiere cambiar el diseño de su oficina por algo más funcional y ha convencido a Lloyd de hacerlo.
—Lloyd lo hace seguramente por orden de McAllister y para fastidiarte. No pierdas la calma y no dejes traslucir que eso te enfada, ya buscaremos algo para contraatacar —dijo Sasha. Se hallaban en la enorme oficina de la presidencia de Thot Labs y el ruso consideró por un momento que la idea de Ebenezer no era del todo mala. Las oficinas de los directivos tenían un diseño clásico y el mobiliario era muy lujoso, pero era poco funcional y contrastaba con el resto de instalaciones, mucho más modernas.
—Ya. No pensaré en ello, es mejor. Pero tú tienes que ayudarme a decidir cómo celebrar mi aniversario con Angel —dijo Alex, mirando su agenda, en la que un enorme corazón señalaba como fecha próxima el 14 de febrero, también aniversario de su boda.
—¿Una cena romántica, flores, música y una noche en un hotel? —sugirió el ruso, sin prestar demasiada atención. No solía preocuparse demasiado de ese tipo de celebraciones. De hecho, jamás había celebrado el 14 de febrero y estaba saturándose de ver corazones y florecitas por todos lados.
Alex asintió y escribió en su agenda «Cosas para hacer». Siempre era muy cuidadoso y le gustaba planificar detalladamente todo. En eso se parecía a Sasha, quien sostenía que cualquier cosa podía hacerse con una adecuada planificación.
—Hum… a ver… —Alex comenzó a enumerar varios costosos restaurantes, anotándolos meticulosamente en su libreta. Estaba emocionado ante la perspectiva de pasar ese día con Angel, ya que Ariel se quedaría con su nana todo el fin de semana.
Sasha entrecerró los ojos, observándolo sin verlo, pues no era Alex en quien pensaba en ese momento.
Pensaba en Tommy.
Comenzó a hojear con aire desdeñoso algunos muestrarios de tarjetas que había sobre el escritorio de Alex. Todas traían pensamientos sobre el amor y se detuvo en uno:
«Tan imposible es avivar la lumbre con nieve, como apagar el fuego del amor con palabras», y lo decía Shakespeare.
Oyó a Alex comentar algo sobre hacer unas reservas, pero su mente se disparó por completo con esa pequeña frase en la tarjeta.
¡Cuánta razón tenía Shakespeare! Sasha había luchado mucho tiempo con ese sentimiento, hasta que comprendió que era inútil porque se hacía daño. Entonces dejó de negarse a sí mismo que amaba a Tommy.
Pero una cosa era amarlo y otra muy distinta decírselo y formalizar una relación. Sasha, a pesar de toda su seguridad, se moría de miedo. Siempre había mantenido con Tommy una relación muy liberal: se acostaban juntos, se acostaban con otros; y también se acostaban juntos y con otros.
Por eso creía que Tommy no estaría dispuesto a abandonar ese modo de vida y no quería verse rechazado, ni mucho menos engañado, así que había optado por callar ese amor y disfrazarlo de amistad y de ese modo habían transcurrido varios años.
—… y me parece demasiado grande, preferiría algo más íntimo. ¿Qué te parece el Bibendum? —preguntó Alex, alzando la vista al no oír respuesta—. ¿Sasha?
—¿Hum?
—¿En qué planeta estás?
—Lo siento… estaba distraído.
Alex lo miró atentamente. Tenía esa mirada típica de enamorado y sostenía en las manos una tarjeta. Entonces reflexionó brevemente. No le conocía a Sasha ninguna novia, pero era probable que la tuviera. Era muy guapo, se preocupaba mucho por cuidar su apariencia y era sabido que una parte del personal femenino de Thot Labs estaba interesada en él... En todo caso, dada la extraña conversación en la comida de Navidad, sería genial que Sasha hubiera conseguido una novia.
—Si quieres a alguien, demuéstraselo —dijo Alex con cautela, conociendo lo circunspecto que solía mostrarse Sasha en el trabajo—. Se puede celebrar el 14 de febrero por muchas razones, la amistad, el amor, la fraternidad… No importa cómo lo celebres, puedes hacerlo muy especial.
—Ajá —dijo Sasha, deduciendo que Alex había llegado a alguna disparatada conclusión sobre él y dejó la tarjeta sobre el escritorio. Pero las palabras de su amigo, que estaba hablando por teléfono con el restaurante, se le quedaron grabadas.
No importa cómo lo celebres, puedes hacerlo muy especial.
Era cierto. Podía celebrar la amistad y hacerlo muy especial. Después de todo, Tommy era su mejor amigo y todo el mundo sabía eso. Richie también le había dicho que Tommy necesitaba cariño y era una buena ocasión para dárselo.
Era una idea audaz, y jugó con ella por unos momentos. Podría ser su última oportunidad de celebrar el 14 de febrero con Tommy, de que estuvieran tan unidos… No era que fuesen a dejar de ser amigos cuando partiera a Oxford, pero en ocasiones, Sasha se sentía un poco fatalista, de modo que se decidió: celebraría con Tommy el Día de los Enamorados, la Amistad o como quisiera llamarse.
—Ya hice la reserva —anunció Alex y tachó la actividad de su lista.
—Perfecto —repuso Sasha y siguió jugando con su pequeña idea. Una pequeña idea, tan sólo la expresión de un deseo, que comenzó a transformarse en algo grande. Algo tan fuerte que arrasó todo lo que encontró a su paso.
En su mente comenzó a formarse una imagen de él y Tommy entrando del brazo al Trojka, un restaurante ruso bastante conocido en Londres. Tommy vestiría de negro y Sasha iría de blanco, le gustaba el modo en que el blanco resaltaba su palidez y el color casi plateado de sus cabellos. Formaban un extraño contraste, como el día y la noche, y…
—Sasha.
—¿Sí?
—Dije que si hago poner flores en la mesa o si se las entrego yo mismo.
—Tú… debes entregárselas tú. ¿Qué flores serán? —preguntó Sasha, vislumbrándose con un enorme ramo de rosas rojas que entregaría a Tommy.
—A ella le gustan las violetas…
—Rosas —dijo el ruso sin pensar, recordando la vez que había visto a Tommy en el invernadero de los Andrew, caminando desnudo entre las rosas rojas.
—¿Rojas? —preguntó Alex. Sasha asintió.
—Bien… ¿música de fondo? ¿Violín?
Música…
La música tenía para Sasha y Tommy un sabor especial. Se habían hecho amigos por la música, compartían una gran admiración por Freddie Mercury, adoraban cada una de sus canciones. La música tendría que ser muy especial…
—¿
Put your head in my shoulder
? —preguntó Alex.
—No… —murmuró el ruso, perdido en sus pensamientos—.
Love
of my life
, de Queen.
Alex alzó las cejas.
—¿Le gusta a Angel? ¿Te lo ha dicho?
«A Angel no sé… a Tommy le fascina», pensó Sasha y se apresuró a sacar a Alex de su error.
—No. Para Angel creo que estará bien
Sacrifice
, de Elton John.
—Bien. —Alex anotó todo puntualmente—. Queda el hotel… algo íntimo, pero no demasiado audaz.
«Para Tommy algo íntimo y audaz», se dijo Sasha. Una habitación con una hermosa vista, un jacuzzi, atmósfera romántica… rosas rojas por todos lados, la cama llena de pétalos de rosa y sexo desenfrenado toda la noche. Sonrió ampliamente… Sí, esa sería su noche perfecta.
Salvo que había un pequeño detalle…
Tendría que decírselo a Tommy.
Pero no estaba seguro de poder hacerlo. Tommy seguramente tendría otros planes. Se había vuelto muy popular en la universidad e iba a todos lados con su amiga Alison o sus compañeros del club literario.
Alex hizo las últimas llamadas y sonrió radiante.
—Angel no olvidará jamás esta noche —le confió a su amigo—. Será una noche mágica.
Esas palabras decidieron a Sasha. Una noche mágica para los dos, planeada cuidadosamente hasta el mínimo detalle. Podría hallar un modo de no delatarse, tenía mucho ingenio para eso. Y si Tommy no olvidaba jamás esa noche, habría valido la pena.
Sólo tenía que hallar un momento y un modo de decírselo.
El momento llegó ese fin de semana.
Era domingo y Sasha había acudido al
college
de Tommy, para recordar viejos tiempos. Se hallaban en su lugar favorito: el bosque, al pie del viejo roble que había sido testigo de discusiones, confesiones y apasionados besos, y que ese día sería testigo de una singular proposición.
Tommy mordisqueaba distraído una brizna de pasto mientras leía
La Historia Interminable
. Sasha, fingiendo estar concentrado en la lectura de
Diez Megatendencias
, lo espiaba.
—El próximo sábado es el día de la amistad —aventuró. Se había asegurado de emplear la palabra amistad en lugar de amor.
—Lo sé —dijo Tommy tratando de disimular. Él también había estado pensado en cómo celebrar el día, ya que nunca lo había hecho porque Sasha siempre veía esas cosas con desdén. Hacía años que había aprendido a reprimir sus sentimientos hacia Sasha, pero era incapaz de imaginar celebrar ese día con otra persona. Tratando de parecer indiferente preguntó—: ¿Tienes algún plan especial?
—Pues no realmente —dijo Sasha con cautela—. Sólo se me ocurrió que si todo el mundo lo celebra, podría ser divertido hacerlo. No me apetece demasiado ir a bailar así que no sé exactamente qué voy a hacer. ¿Tú tienes algún plan?
—No… —respondió Tommy vagamente, pero una luz de esperanza se iluminó para él—. Yo tampoco sé muy bien qué hacer, había pensado ir a ver a Richie, aunque creo que tiene planes, así que al final no creo que vaya.
—¿Richie? —Sasha alzó las cejas—. Creo que tiene una cita con alguien. No sé con quién, anda muy misterioso… pero el caso es que ya está comprometido.
—Sí… algo así me comentó —respondió Tommy sin dejar de notar el tono raro de Sasha—. Imagino que eso me deja sin planes. ¿Quieres que hagamos algo juntos? —preguntó, para añadir rápidamente—. Si no te apetece no importa, puedo quedarme leyendo un rato o ir a la disco… —continuó sin dejar traslucir nada; lo último que quería era que Sasha se sintiera obligado.
El ruso se emocionó, pero no dejó reflejarse nada en su rostro.
—Claro —respondió—. ¿Sabes? Alex estaba planeando una cena con toda clase de detalles románticos para Angel…
—Ajá —Tommy frunció levemente el ceño, sin saber adónde quería llegar con ese cambio de tema.
—¿Qué tal si fuéramos a cenar? —preguntó Sasha—. Hay un restaurante ruso llamado Trojka, me lo han recomendado mucho. No sería una cena romántica como la de Alex, claro está. Pero también es el día de la amistad y podemos celebrarlo. ¿Qué te parece?
—Claro. —Tommy sonrió—. Pero pagaremos a medias.
—De acuerdo. —Sasha sonrió a su vez. Parte de su plan había resultado bien.
El 14 por la noche Sasha, vestido impecablemente de blanco, se dirigió al campus en busca de Tommy. Había insistido mucho en ir a recogerlo, pero estaba muy nervioso, cosa inusual en él. Se sentía extraño: él, que jamás dejaba traslucir sus emociones salvo con Tommy o Richie, nunca habría imaginado celebrar ese día como el más cursi de los enamorados. Pero por algo se dice que el amor es estúpido y cursi… Su pequeña idea se había convertido en una obsesión. Celebrar ese día con Tommy era lo que más deseaba en la vida.
Había reservado una mesa en un ambiente privado del restaurante y había encargado toda clase de detalles románticos. Y también había hecho lo propio en el hotel.
Evidentemente, jamás admitiría haber hecho una cosa así. Diría que fue cosa del restaurante o de la secretaria de Alex, que él no tenía nada que ver, y que probablemente se habían confundido a causa de la fecha.
Aun así, estaba tenso, como si fuera la primera cita de su vida. Ese era el efecto que siempre causaba Tommy en él.
Tomó aire antes de llamar a la puerta.
Tommy había aguardado todo el día con impaciencia, se había arreglado cuidadosamente e incluso se había puesto un impecable traje negro de Armani que había comprado para la ocasión.
Hecho un manojo de nervios se sentó a esperar a que Sasha llegara, preguntándose el por qué de su insistencia en pasarlo a recoger cuando podrían haberse encontrado en el Trojka o él podría haberlo ido a buscarlo en su coche. Apenas oyó la puerta se levantó de un salto y fue a abrir.
—Hola —dijo tímidamente y se quedó admirando a Sasha que lucía como un ángel, todo de blanco.
—Hola —dijo Sasha, recorriéndolo lentamente con la mirada. Sin ponerse de acuerdo se habían vestido de blanco y negro y se dijo que esa combinación le gustaba. Hacían un curioso contraste, pero a la vez se complementaban. «Como un tablero de ajedrez —pensó, pero luego de meditarlo un poco más, cambió de idea—. Somos como el Ying y el Yang», se dijo. Y el pensamiento lo hizo sonreír.
Se quedaron mirándose unos momentos, hasta que alguien pasó por el pasillo preguntándoles si irían a ver a sus novias. Sasha se encogió de hombros.
—Mejor nos vamos. —Echó a andar hacia la salida, pensando en lo mucho que le gustaría poder caminar abrazando a Tommy.
—¿Iremos en taxi? Si quieres saco mi coche —ofreció Tommy mirando el reloj mientras caminaban hacia la salida del edificio.