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Authors: David Bravo

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BOOK: Copia este libro
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Pedro Farré. Entrevista on line en EL PAÍS. 20/4/05.

ABC.
España es el país de Europa occidental con mayor índice de piratería musical
. 23/07/04.

Entrevista de Guillem Martínez a King África para Interviú (nº 1485, 11/10/04).

Reseña del Corte Inglés al disco de SJK: «Guille, Teté, Boliche y DVD, estos cuatro personajes de la serie Los Serrano, en plena adolescencia y sin apenas saber tocar una nota, han formado un grupo músico-vocal de nombre SJK»

Manual de Propiedad Intelectual
. Coordinado por el Prof. Dr. D. Rodrigo Bercovitz.

Juan Montero Aroca.
La legitimación colectiva de las entidades de gestión de la propiedad intelectual

Eduardo Galeano.
Patas Arriba. La escuela del mundo al revés
.

Entrevista a Victor Manuel. Elmundo.es 5/5/01.

Entrevista a Victor Manuel. Ciberpaís. 10/5/01.

Entrevista a Natalia Verbeke. Elmundo.es. 11/7/02.

Entrevista a Natalia Verbeke. La Gaceta de los Negocios. 1/4/05.

Entrevista on line a Presuntos Implicados. El País. 27/04/05.

El Mundo.
¿El precio justo?
. 15/11/02

Entrevista a Loquillo. Emisión digital. 22/11/02.

Titiriteros
El plan antipiratería

El Plan, en primer y último término, se dirige a la ciudadanía en su conjunto. Sólo con un reconocimiento social de la propiedad intelectual y de la figura del creador será posible disminuir, si no eliminar, estos hábitos perversos".

Extracto del Plan Antipiratería.

El 21 de Junio de 2004, día Internacional de la Música, un grupo de autores y artistas se reunieron en el palacio de la Moncloa con Rodríguez Zapatero. Como es lógico, oír los problemas laborales de personas como Alejandro Sanz y David Bisbal, toca el corazón de cualquiera, y el presidente, que no es de piedra, prometió la adopción de un grupo de medidas destinadas a mejorar las condiciones de la industria. Un mes después del encuentro, Antonio Guisasola, de Promusicae, dijo en ABC que si no se cumplen esas acciones prometidas «la siguiente visita no será tan agradable».

No hizo falta una siguiente visita, y el 8 de Abril de 2005 el Consejo de Ministros aprobó el Plan Antipiratería. El texto consiste en una declaración de intenciones que busca demostrar a la industria que el gobierno ha hecho sus deberes. El Plan, mientras acaricia a las grandes corporaciones, riñe a los ciudadanos por hacerlas rabiar con su mal comportamiento.

Lo primero que llama la atención de este trabajo de encargo es que divide el panorama cultural en productores y consumidores. Unos crean, otros compran. No hay ciudadanos ni derechos, sino un sistema de mercado que otorga unas misiones muy claras: vender y ganar, a unos, y comprar y callar, a todos los demás.

Las sociedades de gestión y algunas asociaciones de autores parecen más redactoras del plan que los redactores del plan. La ideología de éstas se ha plasmado en él sin el más mínimo debate con la sociedad a la que se dirige. El hecho de que los ciudadanos son consumidores y que Internet debe suponer únicamente el salto de un mercado a otro mercado, ha sido defendido por estas asociaciones que creen que los sistemas económicos no son creados por los humanos sino que son solo un reflejo del estado natural de las cosas.

En ese mundo en el que los modelos económicos han sido trazados por la mano de Dios, las revoluciones se convierten en la posibilidad de dar un gran salto que te traslade de lo mismo a lo mismo. Para Teo Cardalda, Internet presagiaba una revolución que consistía en el paso de «un mercado físico» a un «mercado virtual». Para los que creen que hemos llegado al final de la historia, las revoluciones no representan un nuevo futuro sino la sofisticación del presente.

Para Teo, esa revolución ha sido entorpecida por el «amotinamiento civil de los consumidores». Cuando a los ciudadanos se les considera meros consumidores, todas las reivindicaciones que hagan y que vayan más allá de las protestas por el precio de la banda ancha, de los sistemas anticopia de los discos o de los plazos de garantía, se consideran amotinamientos o reivindicaciones trasnochadas.

En la discusión sobre los derechos de autor, a la sociedad se le ha reservado el papel de oyente. Pero esa conversión de ciudadanos que intervienen en los asuntos que les conciernen a consumidores que pagan y callan, no la inicia el Plan Antipiratería sino que simplemente la sacraliza. Esta consideración ya se viene pidiendo desde hace tiempo por un sistema económico que solo sabe lidiar con clientes. Para Teo Cardalda, el hecho de que en Internet comiencen a proliferar las empresas de venta de música, es el cumplimiento del «sueño de finales del siglo pasado». Ese sueño lo enuncia, textualmente, con una frase: «Cada hogar, una tienda. Cada ciudadano, un consumidor».

El Plan Antipiratería apoya ese sueño de unos pocos y mantiene la idea de que Internet solo es respetable en la medida en que convierta al mundo en un Corte Inglés infinito. El ciudadano, que solo tiene la opción de ser comprador o ser pirata, es parte de un sueño que nunca quiso.

Uno de los objetivos del Plan es realizar un retrato robot del pirata modelo con cuestionarios que los identifique y los clasifique. El problema es que «los infractores» no son un grupo abarcable por un cuestionario. Varios millones de personas descargan obras de las redes P2P que después copian a amigos que las disfrutan con sus padres que las prestan a los compañeros de trabajo. El término piratería que usa el gobierno es tan amplio que el cuestionario revelará que de él no se salva ni la mayor parte de los que lo han redactado. Las demandas llevadas a cabo en buena parte del planeta por el uso de las redes P2P, ya han hecho pasar por los tribunales a un juez alemán, un cocinero francés y un concejal inglés. El perfil del pirata, entendido como lo malentiende la industria, es tan expansivo que podría englobarnos a todos. Ni patas de palo ni parches en el ojo, solo ciudadanos corrientes y molientes atosigados por usar los aparatos que a veces venden las mismas empresas que más se quejan por la «piratería».

El Plan parte de las mismas bases de las empresas a las que sirve. La inmoralidad e ilegalidad del uso de las redes P2P se presenta como lugar común que nadie en su sano juicio sería capaz de discutir. El hecho de que las usen millones de personas, que las tesis jurídicas de la industria sean discutibles en unos casos y ridículas en los demás, y que la moral no es un monopolio del Estado, no importa a aquellos que han terminado por creer que los ciudadanos son sus hijos y que no hay nada que discutir con ellos.

Para educar a los descarriados, el Plan prevé, como medida urgente, la realización de una campaña de concienciación. Y no serán un par de anuncios, sino todo un bombardeo que puede sorprenderte en cualquier esquina, en cualquier canal y en cualquier emisora de radio. Extirpar los pensamientos incorrectos es el plan que tiene el plan. Tu conciencia no es la adecuada y papá gobierno te ayudará a encontrar el buen camino.

Las palabras concienciación, sensibilización y educación son las más repetidas a lo largo del texto. La palabra «adoctrinamiento», sin embargo, no aparece. La educación da libertad de opción mientras el adoctrinamiento inculca ideas, y eso último es justo lo que se procura.

El sueño de Teo Cardalda que convertía las casas en tiendas y a sus habitantes en compradores, tropieza con los ciudadanos despiertos. Es por eso por lo que el Plan Antipiratería tiene principalmente una función sedante. La distracción, el engaño y la manipulación saltan de las hojas del Plan a las televisiones, las radios y los periódicos. Esa es la solución propuesta por los que no aceptan el papel activo de los ciudadanos en la regulación de sus propios actos. Los medios de comunicación, diseñados para informar a los ciudadanos, serán los encargados de hipnotizarlos.

Fabricando mentes

En la guerra ideológica de la propiedad intelectual, los medios de comunicación solo permiten bombardear a uno de los bandos. Esa lucha, en la que se usan como soldados a ciertos artistas de este país, está destinada a la «concienciación», que es como a los que se consideran progresistas les gusta llamar a la manipulación.

Cuando Teddy Bautista apareció en El País con unas declaraciones que a la par que llamaban «pendejos electrónicos» a muchos internautas, parecían quejarse de la existencia de la libertad de expresión y de información en Internet, la red se inundó de protestas, pero ninguna de ellas se reflejó ni en ese ni en ningún otro diario. Ese es, supongo, el tipo de libertad de expresión que a Teddy le satisface. Aquella libertad que a él, por ser él, le da la posibilidad de aparecer en cualquier medio y aquella que tú tienes de patalear en tu casa siempre que no molestes al vecino.

Se llama libertad de expresión al monólogo del poder y el hecho de que Internet ponga en duda esa ley eterna pone nervioso a más de uno que ve cómo se tambalea el monopolio de la expresión y la información.

Entre los actuales medios de comunicación, la televisión gana por goleada y ella es, en nuestro tiempo, el verdadero cabeza de familia. Lo que ella dice va a misa y pocas veces se ponen en duda sus enseñanzas. Cuando a los comerciantes de noticias les dio por hablar de los juegos de rol, las madres de este país se santiguaban si sus hijos decían que ellos querían jugar a uno. Parece que al final nada de tonta tenía la «caja tonta» que sabe fabricar eficazmente ideas, moral y sentimientos.

Aunque en cierta medida ya había empezado, el Plan Antipiratería ha dado la orden de bombardear masivamente a la opinión pública con lo que ocurre por estos mundos de Internet, y no serán pocos los padres que, asustados, interrogarán a sus hijos preguntándoles si ellos también son «piratas de esos». Los medios de comunicación condenan sin dar derecho a réplica y la sociedad se encarga de ejecutar sentencia.

La televisión, que es un vehículo idóneo para el ejercicio de la libertad de expresión, se ha convertido en la mejor arma para exterminarla. Ese aparato crea, homogeiniza y esteriliza la opinión de tal modo que ya hasta se permite el derecho a expresarla. Lo que antes se controlaba sectorialmente a golpe de porra ahora se consigue globalmente a golpe de zapping, y donde no llega la televisión llega la sociedad que se encarga de marginar a los disidentes que reciben, con la exclusión, su castigo ejemplar.

En esta guerra en la que se enfrenta el interés económico de las empresas que explotan la propiedad intelectual y el acceso a la cultura, los que defienden el primado absoluto del primero tienen todas las armas para difundir su opinión a través de unos medios que le rinden pleitesía. La repetición continua de opiniones parciales genera verdades absolutas.

Parece que es solo cuestión de tiempo que la sociedad termine defendiendo con uñas y dientes intereses que no son los suyos.

La sociedad sin conciencia
.

El usuario de internet, convertido en consumidor digital, está obligado a hacer un examen de conciencia.

Teo Cardalda, presidente de ACAM

El pensamiento único, que cada vez se parece más al pensamiento cero, es la principal consecuencia del monólogo del poder, que imparte sus clases magistrales en los salones de cada casa. La televisión construye mentes y fotocopia personas. «Cada uno es un mundo», aseguran los clones.

El «pensamiento único», aunque extendido, no se llama así por ser el único que existe sino porque se presenta a sí mismo como el único posible. El «pensamiento único» no acepta ser una idea más sino que se autoconsidera sentido común, palabra de Dios o designio de la naturaleza. Todo lo que lo contraríe es loco, blasfemo o contranatura.

Las opiniones del poder económico no admiten rival y cuando la práctica social las contradice es porque el pueblo debe ser educado y su moral necesita de mejor guía espiritual. Teo Cardalda, presidente de ACAM, en relación con los futuros juicios por «piratería» dice que los autores esperan que impere el «sentido común en las sentencias cuando éstas se produzcan, un sentido común que seguro irá arraigando en los ciudadanos». Es decir, el sentido común ya no necesita ser común para que pueda llamarse así, sino que es suficiente con que lo posean unos pocos elegidos que esperan que el resto termine aceptándolo como única opción posible. En la fabricación del consentimiento uno sabe que ha llegado al éxito total cuando consigue imprimir la ideología hasta tal punto que la transforma en un sentido común artificial. Como lo obvio, por definición, se argumenta por sí mismo es difícil luchar contra tanta evidencia postiza y tanto sentido común sin sentido.

La SGAE, los artistas superventas y las multinacionales discográficas se han lanzado a una campaña destinada a la educación del desviado pueblo. A pesar de que Internet es buen reflejo de que hay opiniones distintas y de que el tema no es ni mucho menos indiscutible, los medios de comunicación solo emiten y difunden las ideas de una de las partes del conflicto. Ya dice Noam Chomsky que la propaganda es a la democracia lo que la violencia a la dictadura. Hay que controlar lo que la gente piensa. No se puede permitir que la sociedad hable de sus intereses sino que hay que hacer ver que el único interés digno es el de la SGAE y sus mil portavoces. «Pienso, luego existo», decía Descartes. «Piensan, luego hay que remediarlo» diría la SGAE.

El fenómeno no es nuevo. Toda sociedad ha tenido que aceptar verdades absolutas creadas por el interés de los ricos de no dejar de serlo. Antes se usaba a Dios para que hiciese de portavoz y todos aceptaran, ahora se usa a la televisión. Los intereses de clase se convierten mediante la repetición en todos los medios de comunicación en una moral absoluta, eterna e inmutable que no admite discusión. Posteriormente los legisladores se encargan de sacralizar en los códigos lo que ya todos aceptan como verdadero en sus casas y en las calles.

En la búsqueda de la moral única no son pocos los artistas que se han convertido en profesores del descarriado pueblo. La teoría que dice que el pueblo es un grupo de niños que necesita de personas más sabias y elevadas que los guíen, no es nueva. El periodista Walter Lippman ya elevó la manipulación a la categoría de arte hace unas décadas. Según él los ciudadanos son un «rebaño desconcertado» que tiene que ser eficazmente guiado. La sociedad es demasiado estúpida como para saber lo que es legal y su moral es despreciable y debe corregirse.

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