Diferencia de la filosofía de la naturaleza en Demócrito y Epicuro (4 page)

BOOK: Diferencia de la filosofía de la naturaleza en Demócrito y Epicuro
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Volvamos ahora al examen de la desviación misma.

Así como el punto es suprimido en la línea, todo cuerpo que cae queda suprimido en la línea recta que él describe. Su cualidad específica no importa mucho aquí. En su caída una manzana describe también una vertical, de igual modo que lo hace un trozo de hierro. Todo cuerpo, mientras se lo considera en el movimiento de la caída, no es, pues, otra cosa que un punto que se mueve, un punto privado de su autonomía, que en un determinado ser —la línea recta que dibuja— pierde su individualidad. Por eso Aristóteles observa con justa razón contra los pitagóricos: «Vosotros decís que el movimiento de la línea es la superficie, y el del punto, la línea; así, entonces, los movimientos de las mónadas serán igualmente líneas»
[68]
. La consecuencia, tanto para las mónadas como para los átomos, sería, pues, que aunque ellos se mantienen en continuo movimiento
[69]
, no existen ni la mónada ni el átomo sino que más bien desaparecen en la línea recta; porque la solidez del átomo tampoco existe aun en cuanto sólo es concebido como cayendo en línea recta. Ante todo si el vacío es representado como vacío espacial,
el átomo resulta la negación inmediata del espacio abstracto
, es decir,
un punto espacial
. La solidez, la intensidad, que se afirma respecto de la exterioridad del espacio en sí, sólo puede sobreagregarse mediante un principio que niega el espacio en su esfera total, como acaece con el tiempo en la naturaleza real. Además, si no se quisiera conceder ésto, el átomo en tanto que su movimiento es una línea recta, resulta simplemente determinado por el espacio; posee un ser relativo que le es prescrito y una existencia puramente material. Pero hemos visto que un momento del concepto del átomo es la forma pura, la negación de toda relatividad, de todo vínculo con otro ser. Hemos observado al mismo tiempo que Epicuro objetiva ambos momentos que se contradicen en efecto, pero que yacen en el concepto de átomo.

Sin embargo, ¿cómo puede Epicuro realizar la pura determinación de la forma del átomo, el concepto de pura individualidad, que niega todo ser determinado por otra cosa?

Puesto que él se mueve en el dominio del ser inmediato, todas las determinaciones son inmediatas. También las determinaciones contrarias se oponen como realidades inmediatas.

Pero la existencia relativa que se contrapone al átomo,
el ser que él debe negar, es la línea recta
. La negación inmediata de este movimiento es otro movimiento, que representa también espacialmente la
desviación de la línea recta
.

Los átomos son cuerpos puros autónomos, o más bien, el cuerpo pensado en su autonomía absoluta, como los cuerpos celestes. Ellos se mueven, en efecto, como éstos, aunque no en línea recta sino oblicua.
El movimiento de la caída es el movimiento de la dependencia
.

Si entonces Epicuro representa en el movimiento del átomo, según la línea recta, su materialidad misma, él ha logrado mediante la desviación de la línea recta, la determinación formal, y estas determinaciones opuestas están representadas como movimientos directamente contradictorios.

Por eso afirma con razón Lucrecio que la desviación quiebra
[70]
las
fati foedera
, (los pactos del destino), y como él aplica
[71]
en seguida esto a la conciencia, se puede decir del átomo que la desviación es ese algo en su interior que puede luchar y resistir.

Mas cuando Cicerón censura a Epicuro «no alcanzar siquiera el resultado según el cual ha imaginado este proceso, ya que si todos los átomos se desviaran, no se unirían nunca, o bien algunos se separarían y otros se verían, por su movimiento, empujados rectamente, y así sería necesario entonces atribuir a los átomos tareas determinadas: unos tendrían que moverse en línea recta y otros oblicuamente»
[72]
este reproche tiene su justificación porque los dos momentos incluidos en el concepto de átomo están representados como movimientos inmediatamente distintos, y deben, pues, ser asignados a individuos diferentes, inconsecuencia que es, no obstante, lógica, puesto que la esfera del átomo es la inmediatez.

Epicuro advierte muy bien la contradicción que yace aquí. Así busca representar la desviación del modo
menos sensible
que pueda. Ella no está «ni en un lugar cierto ni en un tiempo determinado»
[73]
; ella se produce en el más pequeño espacio posible
[74]
.

También observa Cicerón
[75]
, y, según Plutarco, muchos autores antiguos
[76]
, que la desviación del átomo acaece
sin causa
; y nada más humillante, dice Cicerón, puede sucederle a un físico
[77]
. Pero, ante todo, una causa física, tal como la quiere Cicerón, empujaría la desviación de los átomos dentro del determinismo, del que ella debe precisamente liberarnos.
Así, pues, el átomo no se ha completado del todo antes de haber sido colocado en la determinación por la desviación
. Buscar la causa de esta determinación equivale entonces a inquirir la causa que convierte al átomo en principio, cuestión evidentemente despojada de sentido para quien el átomo es la causa de todo, pero él mismo carece de causa.

Cuando, en fin, Bayle
[78]
, apoyado sobre la autoridad de Agustín
[79]
, según la cual Demócrito atribuyó a los átomos un principio espiritual —autoridad por lo demás sin la menor importancia, dada su contradicción con Aristóteles y los autores antiguos— reprocha a Epicuro haber inventado la desviación en lugar de ese principio espiritual, habría así, por el contrario, con la expresión del alma del átomo, obtenido simplemente una palabra, mientras que en la desviación está representada la verdadera alma del átomo, el concepto de individualidad abstracta.

Antes de examinar la consecuencia de la desviación del átomo de la línea recta, es aún de la mayor importancia subrayar un momento completamente subestimado hasta ahora.

La desviación del átomo de la línea recta no es, en efecto, una determinación particular que acaece por azar en la física epicúrea. La ley que ella expresa penetra, profundamente a través de toda la filosofía de Epicuro, de tal modo que, como se comprende de suyo, la determinación de su aparición depende de la esfera en que ella es aplicada
.

La individualidad abstracta puede, en efecto, actualizar su concepto, su determinación formal, el puro ser para sí, su independencia de la existencia inmediata, la supresión de toda relatividad, sólo si
ella prescinde del ser que se le contrapone
; pues para superarlo verdaderamente ella debería idealizarlo, lo que sólo la universalidad es capaz de hacer.

Así como el átomo se libera de su existencia relativa —la línea recta— a medida que prescinde de ella y se separa de ella, así también toda la filosofía epicúrea se aleja del ser limitativo, en todo aquello en que el concepto de individualidad abstracta, la autonomía y la negación de todo vínculo con otra cosa, debe ser representada en su existencia.

De igual modo, el fin de la acción es la prescindencia, la fuga ante el dolor y la angustia, la
ataraxia
[80]
. Por tanto, el bien consiste en el alejamiento del mal
[81]
, y el placer en la exclusión de las penas
[82]
. Finalmente, allá donde la individualidad abstracta aparece en su suprema libertad y autonomía, en su totalidad, el ser de que se separa es lógicamente
todo ser
; y
por eso los dioses evitan el mundo
, no se preocupan por él y habitan fuera de él.

Han sido objeto de burla estos dioses de Epicuro que, semejantes a los hombres, moran en los intermundo real, no tienen cuerpo sino un casi cuerpo ni sangre sino casi sangre, y hieráticos en su calma bienaventurada no atienden ninguna súplica, no se preocupan ni de nosotros ni del mundo y son reverenciados no por interés sino por su belleza, su majestad y su excelsa naturaleza
[84]
.

Y sin embargo, estos dioses no son una ficción de Epicuro. Han existido.
Son las divinidades plásticas del arte griego
. Cicerón, el romano, ironiza con justa causa sobre ellos
[85]
; mas Plutarco, el griego, ha olvidado toda la concepción helénica cuando dice que esta doctrina de los dioses suprime el temor y la superstición; no les acuerda ni alegría ni valor, sino que nos relaciona con ellos del mismo modo que con los peces de Hircania, de los que no esperamos ni perjuicio inutilidad
[86]
. La calma teórica es un momento capital del carácter de las divinidades griegas, como lo dice el mismo Aristóteles: «Lo excelso no tiene necesidad de ninguna acción porque ello es en sí el fin»
[87]
.

Consideremos ahora la consecuencia que inmediatamente se deriva de la desviación del átomo. Se expresa en ella que el átomo niega todo movimiento y relación en que él es determinado por algo distinto como ser particular. Es así manifiesto que el átomo prescinde del ser que se le opone y se sustrae a él. Pero lo que aquí está contenido,
la negación del átomo de toda relación con algo distinto, debe ser realizada y puesta positivamente
. Esto sólo puede acontecer si el ser con el cual él se relaciona no es otro que él mismo, es decir, también un átomo, y puesto que es determinado inmediatamente, una pluralidad de átomos. Así
el rechazo
(
repulsión
)
de los átomos múltiples es la realización necesaria de la lex atomi
, (ley del átomo), como Lucrecio llama a la declinación. Mas, porque aquí toda determinación es puesta como un modo de ser particular el rechazo se agrega como tercer movimiento a los precedentes. Lucrecio dice con razón que si les átomos no se desviaran no habría rechazo ni mezcla entre ellos y el mundo jamás se hubiera formado
[88]
. Pues los átomos son el
único objeto para sí mismos
;
sólo pueden relacionarse entre ellos
, y también expresado espacialmente, mezclarse, mientras que toda existencia relativa en la que ellos se vincularon con otra cosa, es negada. Y esta existencia relativa es, según hemos visto, su movimiento original: la caída en línea recta. Así, pues, los átomos sólo se mezclan al desviarse de esta línea. El hecho no tiene nada que ver con la fragmentación puramente material
[89]
.

Y, en efecto, la individualidad existente inmediatamente sólo se realiza, según su concepto, en tanto que ella se relaciona con otra realidad, que es ella misma, cuando la otra se opone en la forma de una existencia inmediata. Así el hombre sólo cesa de ser producto natural cuando el otro que se relaciona con él no es una existencia diferente sino él mismo un hombre individual, aunque no el espíritu todavía. Pero para que el hombre como hombre devenga para sí mismo su único objeto real debe haber aniquilado en él su ser relativo, la fuerza del deseo y de la simple naturaleza.
El rechazo
(
repulsión
)
es la primera forma de autoconciencia
; corresponde por tanto a la autoconciencia que se aprehende como ser inmediato, como individualidad abstracta.

En el rechazo se realiza también el concepto de átomo según el cual éste es la forma abstracta, pero a la vez es lo opuesto, la materia abstracta, pues aquello con lo cual el átomo se relaciona son en efecto átomos, mas
otros átomos
.
No obstante, si yo me comporto conmigo mismo como con algo inmediatamente otro el mío es un comportamiento material
. Es la suprema exterioridad que puede ser pensada. En el rechazo de los átomos, su materialidad, que fue puesta por la caída en línea recta, y su determinación formal, que lo fue por la desviación, se reúnen sintéticamente.

Demócrito, en contraste con Epicuro, transforma en un movimiento violento, en un acto de la ciega necesidad, lo que para éste es la realización del concepto de átomo. Hemos visto ya más arriba que Demócrito da como sustancia de la necesidad el torbellino (
dine
), el que proviene del rechazo (
Repellieren
) y del choque recíproco (
Aneinanderstossen
) de los átomos. El aprehende, pues, en el rechazo el lado material, la dispersión, el cambio, y no el aspecto ideal, según el cual toda relación con otra cosa es negada y el movimiento es puesto como autodeterminación. Esto se ve claramente, pues Demócrito se imagina de modo absolutamente sensible un solo y mismo cuerpo dividido en innumerables partes por el espacio vacío, como el oro, que es quebrado en trozos
[90]
. El, entonces, casi no concibe lo uno como concepto del átomo.

Con razón Aristóteles polemiza contra él: «Por tanto Leucipo y Demócrito, que consideran que los cuerpos primeros se mueven siempre en el vacío y el infinito, deberían decirnos de qué clase es el movimiento y cuál es el movimiento adecuado a su naturaleza. Luego, si cada uno de los elementos es movido a la fuerza por algo distinto, es entonces necesario que cada uno de ellos tenga igualmente un movimiento natural, fuera del violento; este primer movimiento no debe ser impuesto sino natural. De lo contrario el proceso se extiendeal infinito»
[91]
.

La desviación epicúrea de los átomos ha modificado también toda la estructura interna del mundo de los átomos, mientras se hace valer la determinación de la forma y se realiza la contradicción que yace en el concepto de átomo. Epicuro fue, por tanto, el primero en comprender, aunque todavía de manera sensible, la esencia del rechazo, en tanto que Demócrito sólo ha conocido su existencia material.

Así hallamos formas más concretas del rechazo empleadas por Epicuro: en materia política, el
contrato
[92]
, y en la social, la
amistad
[93]
, que él ha exaltado como lo supremo.

II. Las cualidades del átomo

El poseer cualidades se contradice con el concepto de átomo, porque, como dice Epicuro, toda cualidad es variable, mientras que los átomos no se modifican
[94]
. Sin embargo, es
una consecuencia necesaria
de dicho concepto atribuírselas. Pues la pluralidad de los átomos del rechazo, que son separados por el espacio sensible, deben por necesidad
diferenciarse inmediatamente entre sí y de su esencia pura, es decir, tener cualidades
.

En el desarrollo siguiente no tomaré para nada en cuenta la afirmación de Schneider y de Nürnberg, según la cual Epicuro no ha atribuido cualidades a los átomos y que los parágrafos 44 y 54, de la carta a Heródoto, en Diógenes Laercio, son interpolados. Si ello fuese cierto, ¿cómo quitar todo valor a los testimonios de Lucrecio, Plutarco y de todos los autores que hablan de Epicuro? Además, no es sólo en esos dos parágrafos donde Diógenes Laercio menciona las cualidades del átomo; lo hace en diez, que son: 42, 43, 44, 54, 55, 56, 57, 58, 59 y 61. La razón que hacen valer aquellos críticos: «que no consiguen concordar las cualidades del átomo con su concepto», es muy superficial. Spinoza dice que la ignorancia no es argumento. Si cada uno quisiese eliminar en los antiguos los pasajes que no comprende qué pronto se llegaría a la
tabula rasa
!

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