—¿Por qué, únicamente, a su eminencia parece inquietarle el
congressus
que tendrá lugar hoy?
—La Iglesia está cayendo en manos de movimientos laicos. Todos los cardenales nos hemos olvidado de protegerla como debemos. Representamos a los antiguos
episkopos, presbíteros y diakonos.
—El cardenal Münch y el secretario de Estado pasaron junto a un enorme olivo rodeado de mimosas—. Somos los que en el Nuevo Testamento mencionan como «apostólos», y sobre nosotros ha recaído la providencial responsabilidad de proteger a la Iglesia, cada vez más debilitada.
—Los cardenales debemos elegir al Papa, asistirle en la universalidad de su gobierno, en su pastoral y aguardar con humildad a que el Espíritu Santo tenga a bien agraciar a uno de nosotros para que pueda calzar las Sandalias del Pescador. Debemos confiar en la tercera corona que Bonifacio VIH añadió a la tiara papal —dijo Nicodemius, en referencia a la que declaraba que el Papa era superior a todos los soberanos del mundo, simbolizando su autoridad como rey, además, de obispo de Roma y de Santo Padre.
—Tiene razón, eminencia, pero nadie quiere darse cuenta de que en la tiara también está representada la corona de espinas de Jesucristo. El Sumo Pontífice la lleva ceñida a su frente, aunque se trata de una corona que, en lugar de ser de punzantes espinas, está bordada en oro y finamente rematada en su interior con un fieltro acolchado.
—¡Siempre será el mismo…! Münch… —exclamó el secretario de Estado moviendo la cabeza—. Probablemente ya sabe que se han producido novedades de última hora respecto al tema que usted, de un modo indebido, ha calificado de «mito pagano». Tenemos indicios muy alarmantes, y hemos hecho grandes esfuerzos de última hora para contactar con las personas que los han protagonizado; sobre todo para aclarar los malos entendidos.
—¿Con quiénes han contactado? —preguntó, inquieto, Münch.
—Debería unirse a nuestro espíritu, cardenal, siempre será bienvenido. Su eminencia pertenece a «uno» de los —Nicodemius carraspeó levemente al decir la cifra— grupos más influyentes del Vaticano, quizás el que más, y conoce «claves» que yo mismo, siendo secretario de Estado, desconozco. Y eso a pesar de no tener un apellido, digamos, «italiano». ¿Cómo llegó a formar parte de un grupo tan influyente de la curia, eminencia?
—Siendo fiel a la tradición.
—Precisamente de eso se ocupa el
congressus
que hemos convocado para hoy. Los tiempos están cambiando y debemos estar a la altura.
Se oyó un sonido grave en el preciso momento que llegaron al final del Passeig deis Tillers. El móvil del «número dos» del Vaticano estaba sonando.
—Disculpe, eminencia. Sin duda se trata de un asunto muy urgente para que me llamen por teléfono —se excusó el cardenal Nicodemius antes de contestar.
Una vez que hubo atendido la llamada retomó la conversación en el punto en que la había abandonado.
—Hemos hecho un gran esfuerzo para recabar información de primera mano acerca de los nuevos datos que tenemos en relación con el «mito pagano», como usted lo ha definido. —El cardenal secretario de Estado se detuvo y miró hacia un pequeño bosquecillo de bambú.
Fedor Münch, al instante, giró la cabeza en la misma dirección. Vio al portavoz Vaticano en el rincón más oculto del recodo del jardín, acompañado de una mujer a la que reconoció al instante.
El cardenal Nicodemius no se percató de esa circunstancia.
—Hemos contactado con Catherine Raynal, profesora de Historia en la Universidad de Lille, que anteriormente fue la Universidad de Douai, que, como sabe, eminencia, fundó el cardenal Antonio Perrenot de Granvela. Es una verdadera autoridad en el tema de Pieter Brueghel; en especial durante el periodo de A los cuatro vientos, de Jerónimo Cock. Seguro que el tema no le es del todo desconocido.
El cardenal Münch permaneció en silencio, tratando de analizar la compleja situación planteada.
—Veamos qué asunto tan urgente tiene que comunicarme el señor portavoz, ya que no puede esperar ni un minuto. Sin duda, sabrá excusarme, eminencia, quizá tenga que poner en mi conocimiento alguna novedad de última hora, ya sabe que con los atribulados tiempos que corren siempre surgen nuevos retos a los que hay que hacer frente con total prontitud.
El cardenal Münch vio alejarse al secretario de Estado del Vaticano en dirección hacia el bosquecillo de bambú.
Inmediatamente después, se dispuso a hacer una urgente llamada telefónica.
Grieg recorrió, uno por uno, todos los lucernarios de la torre de Babel con el puntero del ordenador: el puerto y sus muelles; el río donde estaban atracadas las embarcaciones que aportaban el material para la inconmensurable obra.
Apuntó con el puntero hacia las misteriosas paredes inacabadas del coronamiento superior. El pueblo y sus casas. Los caminos junto a la loma. La línea del horizonte. Las enormes nubes.
Rebuscó en el cielo alguna señal.
La flecha no cambió de forma en ningún momento.
«Estoy seguro de que tiene que haber datos encriptados.»
Grieg observó que la proporción del cuadro era perfecta. Estaba estructurado en dos mitades.
Una mitad era para el Cielo; otra, para la Tierra.
Dividió mentalmente el cuadro en cuatro partes iguales y colocó el cursor en el mismo centro de la pantalla.
Se percató de que en ese punto, a la misma altura del horizonte y a la mitad de la distancia entre el Cielo y la Tierra, destacaba de un modo intenso la figura roja de un cardenal que avanzaba, bajo palio, en una solemne procesión ascendente. Grieg apuntó con el puntero, que a escala de la pintura aparecía como una gigantesca alabarda, hacia la figura del cardenal.
No sucedió nada.
Grieg volvió a centrar el puntero en la figura purpurada y la asaeteó repetidas veces.
De repente, la torre de Babel se desvaneció.
Apareció una nueva pantalla, en la que Grieg creyó ver la ampliación de uno de los lucernarios de
La torre de Babel,
de Brueghel. Sin embargo, inmediatamente se dio cuenta de su error. En realidad, se trataba del detalle, bajo un pináculo, de una de las torres del Templo Expiatorio de la Sagrada Familia, de Gaudí.
En la nueva pantalla se distinguían dos archivos.
El referente a la Chartham, y el de Natsumi Oshiro. Grieg miró el reloj incorporado en el programa. La cuenta atrás indicaba que faltaban diez minutos para que se desactivase.
Grieg introdujo el nombre japonés.
Cuando entró en el archivo, se encontró con un informe de 150 páginas. Al azar, bajó la guía situada a la derecha de la pantalla y se desplazó aproximadamente hacia la mitad del dosier. Empezó a tratar de comprender quién era y por qué se encontraba encriptado junto al apartado de la Chartham.
… el Consejo de Administración del grupo que preside Oshiro tomó hace años la decisión estratégica, al precio que fuera, de no perder el derecho de obras e investigación que actualmente tiene en el Templo Expiatorio de la Sagrada Familia, de Antoni Gaudí […] la proyección turística de los turoperadores japoneses durante las próximas décadas y siglos […] el análisis pormenorizado de los materiales, llevados a cabo mediante investigaciones avanzadas en los estudios de la piedra artificial, que no pueden ser realizados por gabinetes de arquitectura comerciales convencionales […] generarán millones en concepto de patentes en el futuro […] numerosas corporaciones niponas ansían la contrata de colaboración preferente que mantiene la compañía de Oshiro […] conocedoras de que en los últimos años las relaciones con los josefinos, los verdaderos propietarios del templo, cada vez están más deterioradas porque […] Oshiro ha financiado una muy costosa investigación en torno a un «valioso documento» que una parte muy importante, «aunque no la más influyente», de los 2.550 miembros que forman la curia romana estarían interesados en apoderarse de él, para presionar…
No quedaba tiempo.
Grieg salió del archivo y quiso dedicar los últimos minutos a leer el apartado de la Chartham.
Cuando entró en el dosier, comprobó que tenía doscientas treinta y ocho páginas. De nuevo, hizo descender el cursor al azar y se deslizó hasta la página 199. Grieg se dispuso a leer lo más velozmente posible.
… la hipótesis de trabajo que me produce más credibilidad y que llamaré hipótesis A […] a pesar de los problemas que plantea la interpretación de la muy escasa documentación de la época […] Antonio Perrenot de Granvela, que aplicaba un muy estricto pragmatismo político a la hora de cumplir las órdenes de Felipe II, era, por otra parte, un hombre cultivado que hablaba siete idiomas, sensible y multidisciplinar, y en muchos aspectos podía considerarse un sabio […] El cardenal Granvela reflexionó muy detenidamente acerca del invento de Gutenberg […] intuyó que la imprenta acababa con el que hasta entonces había sido el modo principal de escritura, es decir, la arquitectura: la Escritura Universal […] y ese Libro Granítico, como siglos más tarde lo denominaría Víctor Hugo, tuvo sus orígenes en Oriente […] continuado por los antiguos griegos […] y romanos […] y escribe sus últimas páginas en la Edad Media. Perrenot, creo que intuyó la muerte de un modo de expresión y el auge de la escritura, potenciada por el nuevo invento de la imprenta […] quiso fusionar ambos […] aquel día de 1563, en el estudio de Jerónimo Cock denominado «A los Cuatro Vientos» y situado en la esquina de la Corta Calle Nueva, en ángulo con la muralla de Santa Catalina y junto a la Nueva Bolsa en Amberes, Perrenot se adelantó a su tiempo y concibió el Alfabeto de Amberes […] le encargó a Jerónimo Cock, tras contemplar
La torre de Babel,
de Pieter Brueghel, un extraño pedido artístico […] que fabricase los veintiocho lucernarios centrales de la Torre, en tipos móviles de imprenta…
Grieg contempló la reproducción en
offset
que tenía junto a él.
… fue la decisión de un hombre que en una ocasión reprodujo las termas de Diocleciano, por un impulso […] un verdadero fanático de los edificios y las construcciones […] y las letras. Su biblioteca, actualmente en Besangon, contiene […] sin embargo, no evaluó adecuadamente el impacto del que hoy se conoce como el Alfabeto de Amberes […] un hito conceptual en su época, pero que presumiblemente por motivos religiosos y políticos fue completamente silenciado…
Grieg dio un salto hasta llegar a la página 225.
… en la realización del encargo intervinieron […] Brueghel, que realizó la ampliación en papel apergaminado de los veintiocho lucernarios, para ello […] su amigo Plantin, […] en aquellos momentos estaba considerada como la mejor imprenta de la época […] estaba elaborando la Biblia Políglota por encargo directo de Perrenot […] es posible que contase con la colaboración de Johannes Richard, el prestigioso tipista de los atlas de Mercator […] Cock contactó, sin que Perrenot tuviese conocimiento de ello, con Mercator y Ortelius, a los que fascinó el asombroso proyecto […] creyeron adivinar la genial idea de un alfabeto secreto para sus Cartas Marinas […] seguía ocupado en el oficio de gobernante, que en aquel contexto histórico atravesaba un momento muy delicado, porque Isabel de Parma […] Cock, experto editor, quiso impresionar a su protector y elaboró el formidable cartapacio que contendría el dibujo esquemático de
La torre de Babel,
de Brueghel, y los veintiocho tipos móviles de las
letras-lucernarios…
… Granvela no fue consciente de que un encargo de esa índole no pasaría desapercibido a los confidentes del Vaticano, que hacía años vigilaban secretamente a Plantin, intocable porque estaba protegido por Felipe II […] tenía el colosal trabajo de la traducción e impresión de la Biblia Políglota […] un libro muy temido por la iglesia…
Grieg miró el reloj: 00.04.44… 00.04.43… 00.04.42…
… los informes que llegaron hasta Roma acerca de la creación de un código secreto […] financiado por Perrenot […] unido a los nombres de Ortelius, Mercator, Plantin, Richard […] fue mal interpretado […] y lo que, en principio, únicamente era un
capricho
y una
filigrana
intelectual de Perrenot […] despertó gran alarma […] podía quedar camuflado el texto, no escrito, sino dibujado, igual que los, para la época, indescifrables jeroglíficos egipcios […] «dibujados-escritos» en los planos de las iglesias y de las futuras catedrales que se construirían en el Nuevo Mundo […] y que la propia Iglesia no podría saber interpretar adecuadamente…
Gabriel Grieg saltó cinco páginas más.
… cuando Jerónimo Cock le rindió el pedido a Antonio Perrenot, éste comprendió, al escuchar la categoría de las personas que estaban al corriente del mismo, que había cometido un error de proporciones incalculables […] su reacción, seguramente muy enérgica, amonestaría severamente a Cock sin paliativos […] ordenó que nunca más se volviera a hablar del tema […] que se destruyeran todas las copias […] creerían que podría estar conspirando contra Felipe II…
Pulsó repetidamente el salto de página.
… Plantin, entusiasmado con la idea del cardenal Granvela, le había fabricado cinco tipos móviles extras […] para añadir otras letras […] por si eran necesarios para completar en otros idiomas…
Grieg se detuvo en una frase que podía resultar concluyente para salvar su vida: «esos cinco tipos móviles eran la esencia del misterio de la Chartham…»
… los dos dibujos que realizó Brueghel […] el primero fue el de
La torre de Babel,
tal como lo conocemos actualmente en el cuadro, y que está en el museo […] el otro, el segundo, contenía los cinco lucernarios distintos […] uno es el que se conoce como la Chartham desaparecida de Granvela que […] y el otro dibujo conocido como la Chartham del Vaticano […] resulta extraordinariamente difícil, extramuros, calcular exactamente cuánto tiempo tardó la Iglesia en conseguir uno de los dos originales sin copia que hizo Brueghel […] nos consta que contactaron con Raphelengius, corrector en la imprenta de Plantin; Johannes Richard, tipista de caracteres en los atlas de Mercator; e incluso con Peter Paul Rubens, que trabajó años más tarde en la imprenta de Plantin y que colaboró con Jan, el hijo Pieter Brueghel…
Grieg miró el reloj. Apenas quedaba un minuto.
… Granvela conservó la Chartham […] desconocemos cuál de los dos originales […] se ignora el lugar donde finalmente fueron a parar los cinco nuevos tipos que fabricó Plantin […] el suceso fue silenciado […] el episodio fue cayendo en el olvido […] el Vaticano observó con preocupación que Granvela se convertía durante los diez últimos años de su vida en presidente del Gobierno de Felipe II […] Roma creyó que el código secreto de comunicación, que denominaron el Alfabeto de Amberes, había sido activado […] destinó grandes recursos, para que de un modo subrepticio, se pudiera conocer la equivalencia […] letras y lucernarios…
… es muy probable que en los últimos años de su vida, a Antonio Perrenot de Granvela le fuera remitida una misiva procedente de la Universidad de Douai y firmada por el cardenal Sadolet Richardot, su director […] le hiciera saber que espías vaticanos estaban practicando cautelosos interrogatorios acerca de un «extraño código de comunicación», sobre el que carecía por completo de información, pero en el que, según los agentes, el nombre del cardenal estaba directamente relacionado […] Granvela comprendió que quizás el código se había activado sin haberlo puesto él nunca en funcionamiento […] vislumbró la trascendencia que podría reportar la importancia del hecho […] y adoptó medidas para que el código quedase archivado definitivamente […] final, sin ser destruido, por si era requerido…