El año que trafiqué con mujeres (23 page)

BOOK: El año que trafiqué con mujeres
12.77Mb size Format: txt, pdf, ePub
ads

Con semejantes antecedentes, la opinión pública ya sabía lo que podía esperar de la reaparición de Menéndez y Bleda —quien, por cierto, había dirigido durante un tiempo la revista de Mario Conde, MC—. Desde su primer número, en que arremetía contra la periodista Karmele Mardiante desde la portada, Dígame se ganó las antipatías de toda la comunidad periodística española. Un pacto de silencio se cernió sobre la publicación de Rodríguez Menéndez y Javier Bleda, dispuestos a publicar lo que nadie se atrevía ni tan siquiera a sugerir en las tertulias televisivas sobre el mundo del corazón. Dígame se propuso no respetar nada ni a nadie, y lo demostró sin duda al llegar a su tercer número, publicado el día 6 de noviembre del año 2000. El titular de portada era tan grosero como elocuente: «Descubrimos una red de prostitución de famosas: Malena Gracia ejerce de puta».

En su línea de un seudoperiodismo salvaje y brutal, la revista Dígame había preparado una encerrona a Malena Gracia, con la que Rodríguez Menéndez había mantenido una relación sentimental, aunque intuyo más profesional que afectiva, que había saltado a la prensa rosa ese mismo año. La vedette y el abogado aparecían en actitud muy cariñosa —imagino que amor de pago— durante unas vacaciones en Miami. Ya he explicado que las meretrices deben aceptar prácticas sexuales que rozan las parafilias...

En venganza por el evidente desplante, supongo, ya que hasta la ramera con más estómago tiene un límite, un supuesto periodista había contratado los servicios de Malena en la misma agencia en la que trabajaba Priscila, citándose en un conocido hotel madrileño con la famosa cantante y actriz, que por aquellas fechas trabajaba con Arévalo en una serie de Antena 3.

El autotitulado periodista de Dígame había acudido a la agencia del edificio Eurobuilding-2 para ver el catálogo de prostitutas, pagando 15.000, pesetas por el derecho a ver el book, y 25.000, más en concepto de adelanto. Tras escoger a Malena Gracia para el servicio, pidió que se la mandasen al hotel Meliá Casfifia hacia las 20:30 horas de aquel 30 de octubre del año 2000, y Malena acudió a la cita. Una vez allí, exactamente en la habitación XXX, le abonó las 115.000 pesetas restantes, para completar las 150.000 estipuladas por acostarse con Malena Gracia. Y durante la siguiente hora y media mantuvieron dos contactos sexuales completos. Omitiré, por respeto, todos los detalles escabrosos que el pretendido periodista no omite en la revista de Rodríguez Menéndez.

Después del humillante montaje del falso Anglés en Ya, probablemente nadie conferiría ninguna credibilidad al reportaje sobre mesalinas famosas de Dígame, si no fuese porque el seudoperiodismo había grabado todo el episodio, escondiendo una cámara de vídeo en la habitación del hotel. Sin ninguna compasión por los sentimientos de Malena Gracia, Rodríguez Menéndez incluía varios fotogramas del vídeo, en los que la cantante aparece practicando el sexo explícito con su cliente, tanto en la portada como en el reportaje de Dígame. Pero pocos privilegiados pudieron ver aquel ejemplar del número 3 de la revista.

La publicación de Bleda/Menéndez era un semanario que aparecía los lunes, pero alguien había filtrado a la popular vedette que el lunes 6 saldría en portada de Dígame un reportaje sobre su doble vida, ilustrado con imágenes de uno de sus contactos sexuales. Ese alguien era Ana María B., una madre y esposa, ex miembro de la Guardia Civil, destinada en la vigilancia de la Casa Real, junto a otros compañeros de la III Comandancia, que había sido expulsada del cuerpo por ejercer la prostitución. Tras una investigación de Asuntos Internos, con expediente abierto el día 12 de agosto de 1997, una sentencia del Supremo confirma su expulsión del cuerpo «por ofender la dignidad de la institución y mantener conductas contrarias al Reglamento y a las Reales Ordenanzas». Había permanecido casi diez años en el cuerpo con un excelente expediente, hasta que se descubrió su doble vida, ilustrada en un sórdido vídeo grabado en la agencia en la que trabajaba, a través de una cámara escondida en el burdel para grabar a los dientes importantes. Sus compañeros de la III Comandancia, y después los de Asuntos Internos, contemplaron con morbosa curiosidad la imágenes registradas en esa cinta de vídeo, en la que el encargado del lupanar aparece enmascarado, cobrando a cada uno de los clientes que contratan los servicios de la guardia, señal inequívoca de que él sí sabía que una cámara grababa los encuentros sexuales de Ana María. Su posado, desnuda, en la portada de Interviú aún aparece, a mediados del 2003, en algunos books de famosas que yo he visto personalmente, en agencias de prostitución de lujo de Madrid y Barcelona, ignoro si con el consentimiento de la ínclita, que ahora posee varias peluquerías en Leganés. Al conocer su historia, inevitablemente recordé los apuntes del agente Juan sobre el injusto binomio Guardia Civil—burdeles...

El domingo 5 de noviembre, a las 17 horas, Malena Gracia se presentó en el juzgado de Instrucción número 18 de Madrid, acompañada de Ana María B., para interponer una denuncia contra la revista Dígame, en un intento desesperado por evitar que la publicación de Rodríguez Menéndez llegase a los quioscos de Madrid. Por suerte para la vedette, la distribución de Dígame se limitaba prácticamente a la capital de España.

A las 8 de la mañana del lunes 6, sin haber podido pegar ojo por la angustia y el terror de que su familia, amigos y fans descubriesen su vida secreta, Malena se personó en el juzgado de Instrucción número 2 de Alcobendas, acompañada por la ex guardia civil, para interponer una nueva denuncia contra Dígame, como último intento por evitar la distribución del número, que ya había salido de imprenta. Y lo consiguió, parcialmente.

A primera hora de la tarde la secretaria judicial se personó en la redacción de la revista para paralizar la distribución del número 3 de Dígame. Sin embargo algunos ejemplares estaban ya en circulación y, a pesar del tabú que se cernía sobre el tema de las famosas, algunos medios de comunicación, pocos y marginalmente, se hicieron eco de la noticia. A la semana siguiente, el número 4 de Dígame se agotó en todos los quioscos de Madrid, y Rodríguez Menéndez, envalentonado por el éxito editorial de aquella portada, que tenía aspecto más de vendetta personal que de interés periodístico, inició una campaña brutal y salvaje contra Malena Gracia, y contra otras famosas que, según él, ejercían la prostitución.

Durante varios meses se publicaron muchas noticias, comentarios de opinión —entre ellos, algunos muy hirientes firmados por Nuria Bermúdez, articulista fija en Dígame, que terminaría siendo también acusada por Menéndez de ejercer la prostitución—, y reportajes aportando infinidad de pruebas irrefutables sobre el trabajo de Malena Gracia como prostituta. La puntilla llega en el número 30 de Dígame, donde se publica una entrevista a Susana Iglesias, presente en todos los saraos de serie B del famoseo nacional de la época, desde el programa Tómbola hasta la portada de Interviú. En dicha entrevista, Susana Iglesias confiesa que ella también ha ejercido la prostitución, y se atreve a afirmar que no sólo Malena Gracia, sino otras muchas famosas presentadoras, modelos y actrices, cuyos nombres cita, eran sus compañeras de gremio. En el siguiente número de Dígame se reproduce una nueva entrevista a la Iglesias —quien, por cierto, hizo un pequeño papel, precisamente interpretando a una ramera de lujo, en Torrente 2—, y en la que se incluía copia de la denuncia presentada en una comisaría, al parecer tras recibir varias amenazas de muerte por haber revelado la doble vida de sus famosas compañeras de burdel de lujo.

Pese a ello, el día 16 de noviembre del año 2000, Malena Gracia tuvo el valor de acudir al programa Crónicas marcianas de Tele 5, para negar categóricamente que trabajase como cortesana en una agencia de prostitución de lujo. En aquella intervención televisiva, alegó que los fotografías reproducidos por Dígame pertenecían a un vídeo sexual doméstico, que ella había grabado tres años atrás con un novio italiano.

Rodríguez Menéndez, sin ninguna compasión, concentró páginas y páginas de su revista en aportar nuevas evidencias sobre Malena, y en el editorial del número 5 de Dígame, exactamente en la página 3, deja caer una amenaza velada a la famosa vedette: «... nos vamos a ver obligados, en nuestro próximo número, a regalar el vídeo en la revista para que nuestros lectores te puedan ver y, además, oír esa vocecita cuando le decías a nuestro periodista que te encantaría repetir con él, o esos grititos de pasión mientras hacías el acto por el que te pagaba ... ». Furiosa, avergonzada y humillada, Malena Gracia terminó confesando públicamente que el vídeo era auténtico, y que ella ciertamente había trabajado como prostituta de lujo, en la misma agencia que la rumana Priscila.

Pero Rodríguez Menéndez ya había descubierto el filón, y durante las siguientes semanas las portadas de Dígame alcanzaron cotas inimaginables de grosería y amarillismo, nunca antes visto en la historia de la prensa española. El controvertido abogado, sin pelos en la lengua, acusaba de ejercer la prostitución de lujo a una lista interminable de actrices, modelos y presentadoras famosas. Por supuesto, requeriría mucho tiempo, esfuerzo y sobre todo dinero averiguar si todas esas famosas llevan una doble vida como mesalinas de lujo, o si se trata de un nuevo embuste de Rodríguez Menéndez. Además, y en el supuesto de que fuese cierto, tampoco se trata de un delito.

Sin embargo, y sin ánimo de entrar en polémicas, me consta que algunas famosas trabajan como prostitutas en agencias de alto standing. Lo sé porque durante esta investigación yo mismo he negociado con sus madames un servicio sexual concreto. Y mientras lo hacía, pensaba de nuevo en Susy, la nigeriana de Murcia. Y me reafirmaba en que nada diferencia a Susy de Malena Gracia o cualquier otra ramera de gran lujo, salvo lo que pueden pagar sus dientes. El precio sigue siendo lo único que marca la diferencia entre una y otra.

En el número 43 de Dígame, y tras lo que imagino fue un angustioso suplicio familiar y profesional, Malena Gracia concede una entrevista a Emilio Rodríguez Menéndez, para aparecer con él en la portada y reconocer públicamente que el abogado tenía razón. En lo que a mí me parece una cruel humillación innecesaria, Malena se ve obligada a posar con el editor de Dígame —que terminaría despidiendo a Bleda, por lo que él asumiría también la dirección de la revista—, y a redactar una carta manuscrita en la que reconoce la veracidad de lo publicado, pidiendo perdón al abogado por haberse atrevido a negar públicamente su trabajo como ramera. Triste.

Esa confesión pública, aunque forzada por las circunstancias, es la única razón por la que yo publico el nombre de Malena Gracia como una de las prostitutas de lujo que trabajaba con Priscila en la agencia del Eurobuilding-2. Servirá para dar al lector una referencia del tipo de famosas al que me referiré más adelante, ya que dentro del mundo de las escorts de lujo existe un curioso sistema al valorar el precio que puede cobrar una mesalina.

Manuel, el empresario barcelonés, fue uno de los clientes de Malena Gracia. Pero también contaba, en su particular currículum, con otras famosas que habían pasado por su cama. Entre ellas, una de las top—model españolas más importantes, habitual en las pasarelas Gaudí, Milán o Cibeles y modelo del año; o una conocida presentadora de televisión, improvisada náufraga en una famosa isla. Fue precisamente él quien me pondría al corriente del sistema de valoración de las prostitutas más caras de España.

—Mira, una tía como Priscila, reconocerás que es una mujer espectacular. Pues una como ella puede costar de 100.000 a 150.000 pesetas el polvo. Pero si apareciese como portada de Interviú, MAN, Cosmopolitan, o cualquier otra revista importante, ya podría cobrar más. No sé, quizá 200.000 0 250.000. Pero si sale en televisión ahí es cuando realmente empieza a tener morbo. Yo he conocido a muchas azafatas de programas conocidos, o actrices que han hecho pequeños papeles, o que hacen spots comerciales. Una de ésas te puede costar 300.000 o hasta 500.000. Aunque todo esto es muy relativo. Pero las famosas de verdad, las presentadoras, actrices, cantantes, etc., ésas no te bajan del millón de pelas. Y dependiendo de que estén haciendo ahora algún programa importante o alguna película de éxito, te pueden cobrar 3, 4, o 6 millones...

Manuel sabía de lo que hablaba. Se había gastado auténticas fortunas en agencias de alto standing, y sus apreciaciones sobre la valoración de esas súper escorts resultaron ser exactas. Yo lo comprobaría personalmente poco tiempo después, al visitar de su mano varias de esas agencias de gran lujo. En cuanto a la oscilación tan abismal de los precios, tardé en comprender su sentido. Una misma chica, que obviamente gozaría de un físico excepcional, podía cobrar cinco o diez veces más, por hacer el mismo trabajo, dependiendo tan sólo de su fama. Una portada de revista o un trabajo como azafata de televisión eran el único factor determinante para que unos pechos sensuales, unas caderas voluptuosas o unas largas piernas triplicasen su valor de la noche a la mañana, o lo menguasen.

Según Manuel, algunas de esas seudofamosas de medio pelo, a las que conocemos como «freaks» en el mundo de la televisión, se esforzaban en aparecer en cualquier programa o portada, improvisando montajes absurdos y disparatados, sólo para que al volver a aparecer en la pequeña pantalla, su precio como prostitutas volviese a subir. Y es que algunas escorts de lujo, que durante un tiempo trabajaron de azafatas en programas como Goles son amores, Osados o Telecupón, o interpretando pequeños papeles en series de televisión, y podían cobrar casi un cuarto de millón de pesetas por servicio, sufrieron una fuerte depresión al desaparecer de las pantallas, junto con sus respectivos programas, y pasaron a cobrar un tercio o menos de ese dinero, por realizar el mismo servicio. Muy pocas, como Yasmine, «novia» del ex marido de Norma Duval, han confesado públicamente haber ejercido la prostitución.

En cuanto a los clientes de estos servicios, no hace falta ser demasiado brillante para deducir que no todo el mundo puede permitirse gastar 1.000, 3.000, o 6.000 euros en un servicio sexual. Obviamente, los clientes de este tipo de prostitutas son políticos, futbolistas, toreros, empresarios, actores... en definitiva, individuos muy poderosos, que sin duda sienten un morbo especial, una intensa excitación, al observar una revista de un quiosco de prensa, o al disfrutar de un programa de televisión en compañía de su esposa e hijos, y ver en la pantalla o en la portada a la que fue su amante por unas horas. Como decía alguien, lo único peor que no acostarse con Claudia Schiffer es hacerlo y no poder contarlo. Por algún tipo de atávico complejo de inferioridad, los hombres necesitamos reafirmar nuestra virilidad, en base a la cantidad y calidad de nuestras conquistas. Aunque, como en el caso del parchís, por cada una que nos comemos contamos veinte. Por eso, para los puteros de lujo, resulta casi tan satisfactorio como el momento del sexo en sí, el instante en que pueden enseñar a sus amigos la portada de una revista, o señalar en la pantalla a tal o cual azafata de televisión y decir: «A ésta me la tiré yo». Realmente, somos criaturas patéticas.

BOOK: El año que trafiqué con mujeres
12.77Mb size Format: txt, pdf, ePub
ads

Other books

Dead Scared by Curtis Jobling
Sink: The Lost World by Perrin Briar
Up Over Down Under by Micol Ostow
Trophy Wives by Jan Colley
Pennies For Hitler by Jackie French
The Mask of Atreus by A. J. Hartley
Reinventing Leona by Lynne Gentry