—¿Pero no dañaremos a la niña?
—No, Santo Padre. Se han tomado todas las precauciones para asegurar que el vector de contagio llamado Aenea sea capturado con vida.
—Eso es muy importante, Simón Augustino —murmuró el papa, como si hablara consigo mismo. Habían revisado estos detalles un centenar de veces—. Debemos capturar a la niña con vida. Sus acompañantes son prescindibles, pero la niña debe ser capturada. Cuéntanos de nuevo el procedimiento.
El cardenal Lourdusamy cerró los ojos.
—En cuanto el
Rafael
sea interceptado y destruido, las naves del Núcleo se pondrán en órbita de T’ien Shan e incapacitarán a la población del planeta.
—Rayo de muerte, entonces —murmuró Su Santidad.
—Técnicamente no. Como sabes, el Núcleo nos asegura que los resultados de esta técnica son reversibles. Se parece más a la inducción de un coma permanente.
—¿Los millones de cuerpos serán transportados esta vez, Simón Augustino?
—No al principio, Su Santidad. Nuestros equipos especiales irán al planeta, encontrarán a la niña y la llevarán a un convoy arcángel que la traerá a Pacem, donde será revivida, aislada, interrogada y...
—Ejecutada —suspiró el papa—. Para mostrar a esos millones de rebeldes de sesenta mundos que su presunta mesías no lo es más.
—Sí, Su Santidad.
—Ansiamos hablar con esta persona, Simón Augustino. Aunque sea Hija del Diablo.
—Sí, Su Santidad.
—¿Y cuándo crees que el capitán De Soya morderá el anzuelo y se presentará para ser destruido?
El cardenal Lourdusamy miró su comlog.
—Dentro de horas, Su Santidad. Dentro de horas.
—Recemos por una feliz conclusión —susurró el papa—. Recemos por la salvación de nuestra Iglesia y nuestra raza.
Ambos hombres inclinaron la cabeza en la Sala de las Lágrimas.
Al regresar del palacio del Dalai Lama, veo los primeros indicios del alcance de los planes y del poder de Aenea.
Me asombra la recepción que nos brindan. Rachel y Theo sollozan al abrazar a Aenea. A. Bettik me palmea la espalda con su única mano y me estrecha con ambos brazos. El lacónico Jigme Norbu abraza a George Tsarong y luego a cada uno de los peregrinos, con lágrimas en las mejillas. Todo el templo ovaciona, aplaude y llora. Comprendo que muchos no esperaban que regresáramos de la recepción. Comprendo que ha faltado poco para que no regresáramos. Nos ponemos a trabajar para finalizar la reconstrucción de Hsuan'k'ung Ssu. Trabajo con Lhomo, A. Bettik y los demás en el paseo más alto, mientras Aenea, Rachel y Theo supervisan los detalles en todo el complejo.
Esa noche sólo puedo pensar en acostarme temprano con mi amada, y por nuestros apresurados pero apasionados besos durante los pocos minutos que tenemos a solas en la vereda alta, después de la cena comunitaria, sospecho que Aenea comparte ese deseo de una intimidad intensa e inmediata. Pero esta noche se reúne un «grupo de discusión» —el último— y al atardecer hay más de cien personas en la plataforma de la gompa central. Por suerte los monzones se han contenido después de esa primera lluvia gris, y el ocaso es encantador cuando el sol se pone al oeste del K'un Lun. Las antorchas crepitan en las escaleras y los pendones rezadores flamean.
Me asombran algunos de los que asisten esta noche: el Tromo Trochi de Dhomu ha regresado de Potala a pesar de su presunta necesidad de seguir al oeste con sus mercancías; la Dorje Phamo viene con sus nueve sacerdotisas favoritas; hay mucha gente de renombre que estuvo en la recepción palaciega, en general gente joven, y el más joven y más renombrado de todos, que procura estar de incógnito con una túnica roja sencilla y su capucha, es el propio Dalai Lama, sin su regente ni su chambelán, acompañado sólo por su guardaespaldas personal y heraldo principal, Carl Linga William Eiheji.
Estoy en el fondo de la atestada habitación. Durante una hora el grupo de discusión es un grupo de discusión, a veces conducido pero nunca dominado por Aenea. Pero lentamente sus preguntas orientan la conversación. Comprendo que es una maestra del budismo tántrico y zen, y responde a monjes que se han pasado décadas estudiando koans y el Dharma. Un monje pregunta por qué no deben aceptar el ofrecimiento de Pax de la inmortalidad como una forma de renacimiento. Aenea cita a Buda y su enseñanza de que ningún individuo renace, que todas las cosas están sujetas a la
annicca
, la ley de la mutabilidad, y luego se explaya sobre la doctrina del
analta
, literalmente «no yo», por la cual Buda niega la existencia de esa entidad personal conocida como alma.
Respondiendo a otra pregunta sobre la muerte, Aenea cita un zen:
—Un monje le dijo a Tozan: «Un monje ha muerto. ¿Adonde se ha ido?» Tozan respondió: «Después del fuego, un brote de hierba.»
—M. Aenea —dice Kuku Se, su rostro ruborizado—, ¿eso significa
mu
?
Aenea ha enseñado que
mu
es un elegante concepto zen que se podría traducir como «desformular la pregunta».
Mi amiga sonríe. Está sentada lejos de la entrada, cerca de la pared abierta, y las estrellas brillantes son visibles sobre la Sagrada Montaña del Norte. Oráculo no ha despuntado.
—Significa eso hasta cierto punto —murmura. Hay silencio en la habitación—. También significa que el monje está tan muerto como un clavo. No se ha ido a ninguna parte. Mejor dicho, se ha ido a ninguna parte. Continúa, pero de otra forma. Los corazones se acongojan por la muerte del monje, pero la vida no ha disminuido. Nada se ha extraído del equilibrio de la vida en el universo. Pero todo ese universo, tal como se representa en la mente y el corazón del monje, ha muerto. Seppo le dijo una vez a Gensha: «El monje Shinso me preguntó adonde había ido cierto monje muerto, y le dije que era como hielo tornándose agua.» Gensha respondió: «Eso está bien, pero yo no habría respondido así.» Seppo preguntó: «¿Qué habrías dicho?» Gensha respondió: «Es como agua regresando al agua.»
Al cabo de una pausa, alguien pide desde el frente de la habitación:
—Háblanos del Vacío Que Vincula.
—Érase una vez —comienza Aenea, como de costumbre— el Vacío. Y el Vacío estaba allende el tiempo. En un sentido real, el Vacío era un huérfano del tiempo, un huérfano del espacio.
»Pero el Vacío no era de tiempo ni de espacio, y por supuesto no era de Dios. Tampoco el Vacío Que Vincula es Dios. En verdad, el Vacío evolucionó mucho después que el tiempo y el espacio fijaron los límites del universo, pero el Vacío Que Vincula, no circunscrito por el tiempo ni sujeto al espacio, ha saltado hacia atrás y hacia delante en el continuo, hasta el Big Bang del comienzo y el Pequeño Gemido del final de las cosas.
Aenea se lleva las manos a las mejillas en un movimiento que no le he visto desde que era niña. Esta noche no parece una niña. Sus ojos están cansados pero llenos de vida. Hay arrugas de fatiga o preocupación alrededor de esos ojos. Amo esos ojos...
—El Vacío Que Vincula es una cosa con mente —dice con firmeza —. Viene de cosas con mente, muchas de las cuales fueron creadas, a la vez, por cosas con mente.
»El Vacío Que Vincula está cosido con materia cuántica, tejido con espacio Planck y tiempo Planck, cubriendo el espacio-tiempo como el paño de una manta cubre el algodón que la rellena. El Vacío Que Vincula no es místico ni metafísico. Surge de las leyes del universo y responde a ellas, pero es un producto de ese universo evolutivo. El Vacío está estructurado a partir del pensamiento y el sentimiento. Es producto de la conciencia que el universo posee de sí mismo. Y no sólo del pensamiento y el sentimiento humano. El Vacío Que Vincula es obra de cien mil razas sentientes a través de miles de millones de años. Es la única constante en la evolución del universo, el único terreno común para razas que evolucionarán, crecerán, florecerán, se extinguirán y perecerán con diferencias de millones de años y cientos de millones de años-luz. Y hay una sola llave para entrar en el Vacío Que Vincula...
Aenea hace otra pausa. Su amiga Rachel está sentada junto a ella, atenta y con las piernas cruzadas. Noto por primera vez que la mujer de quien he sentido absurdos celos en estos últimos meses es realmente bella: cabello cobrizo corto y rizado, mejillas rubicundas, grandes ojos verdes con motas pardas. Tiene la edad de Aenea, y está bronceada por meses de trabajo bajo el sol amarillo de T'ien Shan.
Aenea toca el hombro de Rachel.
—Mi amiga era un bebé cuando su padre descubrió un interesante dato del universo —dice Aenea—. Su padre, un estudioso llamado Sol, estaba obsesionado por la relación histórica entre Dios y el hombre. Un día, en circunstancias muy extremas, al enfrentarse por segunda vez con la pérdida de su hija, Sol alcanzó el
satori
: vio total e intuitivamente lo que muy pocos han tenido el privilegio de ver con claridad a través de millones de años de lentas reflexiones. Sol vio que el amor era una fuerza real e igual en el universo, tan real como el electromagnetismo o la fuerza nuclear débil. Tan real como la gravedad, y gobernada por muchas de las mismas leyes. La ley del cuadrado inverso, por ejemplo, con frecuencia funciona tanto para el amor como para la atracción gravitatoria.
»Sol comprendió que el amor era la fuerza unificadora del Vacío Que Vincula, el hilo y la tela de la prenda. Y en ese instante de
satori
, Sol comprendió que la humanidad no era la única costura de ese magnífico tapiz. Sol entrevió el Vacío Que Vincula y la fuerza del amor que lo sustentaba, pero no pudo obtener acceso a ese medio. Los seres humanos, que han evolucionado recientemente desde sus primos primates, aún no han obtenido la capacidad sensorial para ver claramente el Vacío Que Vincula o entrar en él.
»Digo "ver claramente" porque todos los humanos de corazón y mente abierta han tenido raros pero potentes atisbos del paisaje del Vacío. Así como el zen no es una religión, pero es religión, el Vacío Que Vincula no es un estado mental, pero es el estado mental. El Vacío es pura probabilidad, como olas erguidas, olas que interactúan con ese frente ondulatorio que es la mente y la personalidad humana. El Vacío Que Vincula es tocado por todos los que hemos llorado de felicidad, nos hemos despedido de un amante, nos hemos exaltado con el orgasmo, nos hemos detenido ante la tumba de un ser amado, o hemos observado a nuestro hijo cuando abría los ojos por primera vez.
Aenea me mira mientras habla, y siento carne de gallina en los brazos.
—El Vacío Que Vincula está siempre por debajo y por encima de la superficie de nuestros pensamientos y sentidos —continúa—, invisible pero tan presente como la respiración de nuestro amado en la noche. Su presencia real pero inaccesible en nuestro universo es una de las causas primordiales para que nuestra especie elabore el mito y la religión, para nuestra terca y ciega creencia en los poderes extrasensoriales, en la telepatía y la precognición, en demonios y semidioses y la resurrección y la reencarnación y los fantasmas y los mesías y muchas otras categorías de patrañas complacientes pero no del todo satisfactorias.
Monjes, operarios, intelectuales, políticos y hombres y mujeres santos se agitan un poco ante esta declaración. El viento arrecia y la plataforma se mece suavemente, tal como está diseñada para hacer. El trueno rueda al sur de Jo-kung.
—Las «Cuatro declaraciones de la secta zen», atribuidas a Bodhidharma en el siglo seis de nuestra era, constituyen claras indicaciones para encontrar el Vacío Que Vincula, al menos para encontrar su contorno en cuanto ausencia de cháchara sobre el trasmundo —continúa Aenea—. Primero, no depender de palabras y letras. Las palabras son la luz y el sonido de nuestra existencia, el rayo de calor que ilumina la noche. El Vacío Que Vincula se halla en los secretos y silencios más profundos de las cosas, el lugar donde mora la infancia.
»Segundo, transmisión especial fuera de las Escrituras. El artista reconoce a otro artista en cuanto mueve el lápiz. Un músico puede diferenciar a otro músico de los millones que tocan notas en cuanto comienza la música. Los poetas identifican a los poetas en pocas sílabas, sobre todo cuando se desechan los sentidos y formas comunes de la poesía. Chora escribió:
Dos vinieron aquí,
dos se fueron volando.
Mariposas.
»Y en el crisol caliente de palabras e imágenes consumidas permanece el oro de cosas más profundas, lo que R. H. Blyth y Frederick Franck dieron en llamar "la oscura llama de la vida que arde en todas las cosas" y "ver con el vientre, no con los ojos", con "entrañas de compasión".
»La Biblia miente. El Corán miente. El Talmud y la Torah mienten. El Nuevo Testamento miente. El
Sutta-pitaka
, los
nikayas
, el
Itivullaka
, y el
Dhammapada
mienten. El Bodhisattva y el Amitabha mienten. El
Libro de los Muertos
miente. El
Tiptaka
miente. Todas las Escrituras mienten, tal como yo miento al hablar ahora con vosotros.
»Estos libros sagrados no mienten por intención o ineptitud expresiva, sino por su naturaleza misma, por estar reducidos a palabras; todas las imágenes, preceptos, leyes, cánones, citas, parábolas, mandamientos, koans, zazen y sermones de estos bellos libros fracasan, en última instancia, porque sólo añaden más palabras entre el ser humano que busca y la percepción del Vacío Que Vincula.
»Tercero, señalar directamente el alma del hombre. El zen, que comprendió lúcidamente el Vacío al percibir claramente su ausencia, abordó el problema de señalar sin dedo, de crear arte sin instrumentos, de oír un potente sonido en un vacío sin sonido. Shiki escribió:
Una aldea pesquera
bailando bajo la luna
al son del olor del pescado fresco.
»Esto, y no me refiero al poema, es la esencia de buscar la llave del portal del Vacío Que Vincula. Cien mil razas en un millón de mundos en días muertos tiempo atrás han tenido sus caseríos sin casas, su baile bajo la luna en mundos sin luna, olor a pescado fresco en mares sin peces. Esto se puede compartir más allá del tiempo, más allá de las palabras, más allá del período de existencia de una raza.
»Cuarto, escudriñar nuestra naturaleza y el logro del estado de Buda. No se requieren décadas de zazen ni el bautismo de la Iglesia ni la reflexión sobre el Corán para ello. El estado de Buda es, a fin de cuentas, la esencia de ser humano cuando ha pasado por el crisol. Todas las flores alcanzan su estado de flor. Un perro salvaje o una cigocabra ciega alcanzan el estado que les es propio en cuanto perro o cigocabra. Un lugar, cualquier lugar, tiene la condición de lugar. Sólo la humanidad lucha para devenir lo que es y fracasa en ello. Las razones son muchas y complejas, pero todas surgen del hecho de que hemos evolucionado como uno de los órganos autovidentes de un universo evolutivo. ¿Puede el ojo verse a sí mismo?