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Authors: Oliver Sacks

Tags: #Ciencia,Ensayo,otros

El hombre que confundió a su mujer con un sombrero (25 page)

BOOK: El hombre que confundió a su mujer con un sombrero
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Una visión de éstas, ilustrada por un dibujo de estrellas que caen y se apagan en el océano (figura B), significa para ella «La caída de los ángeles»:

Y una gran estrella bella y esplendorosa como ninguna, y con ella una multitud innumerable de estrellas fugaces que con ella seguían hacia el sur… Y de pronto fueron todas aniquiladas, se convirtieron en carbones negros… y fueron arrojadas al abismo de modo que no pude verlas más.

Ésta es la interpretación alegórica de Hildegard. Nuestra interpretación literal sería que experimentó un chaparrón de fosfenos que cruzaron el campo visual, tras lo cual se produjo un escotoma negativo. En su
Zelus Dei
(figura C) y en su
Sedens Lucidus
(figura D) aparecen visiones con formas de fortificación, que irradian de un punto coloreado, brillantemente luminoso y (en el original) chispeante. Estas dos visiones se combinan en una visión compuesta (primer dibujo), y en la que ella interpreta las fortificaciones como el
aedificium
de la ciudad de Dios.

La experiencia de estas auras viene acompañada de una gran intensidad extática, sobre todo en las raras ocasiones en que a la estela del centelleo original sigue un segundo escotoma:

La luz que veo no está localizada, aunque sea más brillante que el sol, ni puedo examinar su altura, longitud y anchura, y la llamo «la nube de la luz viva». Y lo mismo que el sol, la luna y las estrellas se reflejan en el agua, así los escritos, palabras, virtudes y obras de los hombres brillan en ella ante mí…

A veces veo dentro de esta luz otra luz a la que llamo «la nube de la luz viva en sí»… Y cuando la contemplo se borran de mi memoria todas las tristezas y pesares, de tal modo que vuelvo a ser una simple doncella y no una anciana.

Las visiones de Hildegard, impregnadas de este sentido del éxtasis, iluminadas con una significación filosófica y teófora profunda, la encauzaron hacia una vida de santidad y misticismo. Aportan un ejemplo único de cómo un acontecimiento fisiológico, banal, desagradable o intrascendente para la inmensa mayoría de las personas, puede convertirse, para una conciencia privilegiada, en el substrato de una suprema inspiración extática. Tendríamos que llegar a Dostoievski, que experimentó a veces auras epilépticas extáticas a las que asignó sentido trascendente, para encontrar un paralelo histórico adecuado.

Hay momentos, y es sólo cuestión de cinco o seis segundos, en que sientes la presencia de la armonía eterna… es una cosa terrible la claridad aterradora con que se manifiesta y el arrebato extático que te invade. Si este estado durase más de cinco segundos, el alma no podría soportarlo y tendría que desaparecer. Durante esos cinco segundos yo vivo una existencia humana completa y por eso podría dar mi vida entera sin pensar que estuviese pagando demasiado…

CUARTA PARTE

EL MUNDO DE LOS SIMPLES

Introducción

Cuando empecé a trabajar con retrasados, ya hace varios años, creí que sería una experiencia deprimente, y escribí a Luria explicándoselo. Pero, ante mi sorpresa, él contestó hablándome en los términos más positivos sobre la experiencia, y diciéndome que no había pacientes que le resultasen, en general, más «queridos», y que consideraba las horas y los años que había pasado en el Instituto de Defectología unos de los más interesantes y estimulantes de toda su vida profesional. En el prefacio a la primera de sus biografías clínicas (
El habla y el desarrollo de los procesos mentales en el niño
)expresa un sentimiento similar: «Si un autor tiene derecho a expresar sentimientos sobre su propia obra, debo confesar el cálido sentimiento con que vuelvo siempre al material publicado en este librito».

¿Qué es este cálido sentimiento del que habla Luria? Es claramente la expresión de algo emotivo y personal… que no sería posible si los deficientes no «respondiesen», si no poseyesen también ellos sensibilidades muy reales, posibilidades personales y emotivas, sean cuales sean sus defectos (intelectuales). Pero es más. Es una expresión de interés científico… de algo que Luria consideraba de un interés científico muy especial. ¿Qué podía ser esto? Algo distinto, sin duda, a «deficiencias» y «defectología», que son en sí mismas de un interés bastante limitado. ¿Qué es, entonces, lo que es especialmente interesante en los simples?

Se relaciona con cualidades de la mente que están preservadas, potenciadas incluso, de modo que, aunque «mentalmente deficientes» en ciertos sentidos, pueden ser mentalmente interesantes, incluso mentalmente completos, en otros. Las cualidades de la mente no conceptuales: he aquí lo que hemos de investigar con especial intensidad en la mente del simple (como hemos de hacer también en las mentes de los niños y de los «salvajes», aunque, como subraya repetidamente Clifford Geertz, estas categorías nunca deben equipararse: los salvajes no son ni simples ni niños; los niños no tienen ninguna cultura salvaje; y los simples no son ni salvajes ni niños). Sin embargo hay parentescos importantes… y todo lo que Piaget nos ha aclarado sobre la mente de los niños, y Lévi-Strauss sobre la «mente salvaje», nos aguarda, con distinta forma, en la mente y el mundo de los simples
[1]
.

Lo que nos aguarda es igualmente agradable para el corazón y para el entendimiento y, debido a ello, estimula especialmente el impulso que lleva a la «ciencia romántica» de Luria.

¿Qué es esta cualidad mental, esta disposición, que caracteriza a los simples y les otorga su inocencia conmovedora, su transparencia, su integridad y dignidad… una cualidad tan distintiva que debemos hablar del «mundo» de los simples (lo mismo que hablamos del «mundo» del niño o el salvaje)?

Si hubiésemos de utilizar aquí una sola palabra, habría de ser «concreción»… su mundo es vivido, intenso, detallado, pero simple, precisamente porque es concreto: no lo complica, diluye ni unifica la abstracción.

Por una especie de inversión o subversión, del orden natural de las cosas, los neurólogos ven con frecuencia la concreción como algo negativo, indigno de consideración, incoherente, un retroceso. Así para Kurt Goldstein, el mayor sistematizador de su generación, la mente, la gloria del hombre, se centra exclusivamente en lo abstracto y categórico, y la consecuencia de una lesión cerebral, de cualquier lesión cerebral y de todas ellas, es expulsarlo de este reino superior a las ciénagas casi subhumanas de lo concreto. Si un individuo pierde la «actitud categórico-abstracta» (Goldstein) o el «pensamiento proposicional» (Hughlings Jackson), lo que queda es subhumano, carece de importancia o interés.

Yo llamo a esto una inversión porque lo concreto es elemental, es lo que hace la realidad «real», viva, personal y significativa. Todo esto se pierde si se pierde lo concreto… como vimos en el caso del casi marciano doctor P., «el hombre que confundió a su mujer con un sombrero» que cayó (de un modo nada goldsteiniano) desde lo concreto
a
lo abstracto.

Mucho más fácil de comprender, y mucho más natural, es la idea de la preservación de lo concreto en la lesión cerebral… no regresión
a
ello, sino preservación
de
ello, de modo que se preserven la humanidad, identidad y personalidad básicas, el
yo
de la criatura lesionada.

Esto es lo que vemos en Zazetsky («el hombre con un mundo destrozado»), que sigue siendo un hombre, quintaesencialmente un hombre, con todo el peso moral y la rica imaginación de un hombre, pese a la destrucción de sus potencialidades proposicionales y abstractas. Luria, aunque parezca apoyar las formulaciones de Hughlings Jackson y de Goldstein, invierte, a la vez, su significado. Zazetski no es ninguna débil reliquia jacksoniana o goldsteiniana, sino un hombre en su humanidad plena, un hombre que conserva totalmente sus emociones y su imaginación, que quizás se hayan potenciado. Su mundo no está «destrozado», a pesar del título del libro… carece de abstracciones unificadoras, sino que se experimenta como una realidad concreta, profunda y extraordinariamente rica.

Yo creo que todo esto puede aplicarse a los simples… con más motivo aún, pues habiendo sido simples desde el principio nunca han sido seducidos por ello, sino que siempre han experimentado la realidad directa sin intermediarios, con una intensidad elemental y, a veces, abrumadora.

Penetramos en un mundo de fascinación y paradoja, que se centra todo él en la ambigüedad de lo «concreto». Se nos invita, se nos fuerza en realidad, en particular, como médicos, como terapeutas, como maestros, como científicos,
a una investigación de lo concreto
. Ésta
es
la «ciencia romántica de Luria». Las grandes biografías clínicas, o «novelas» de Luria pueden considerarse sin lugar a dudas investigaciones de lo concreto: su preservación, al servicio de la realidad, en Zazetsky, con su lesión cerebral; su exageración, a costa de la realidad, en la «supermente» del mnemotécnico.

La ciencia clásica no ve nada provechoso en lo concreto, en neurología y en psiquiatría se equipara a lo trivial. Hace falta una ciencia «romántica» para prestarle la atención debida, para apreciar sus posibilidades extraordinarias… y sus peligros: y en los simples nos encontramos con lo concreto directamente, lo concreto puro y simple, con una intensidad sin reservas.

Lo concreto puede abrir puertas, y puede también cerrarlas. Puede constituir una puerta de acceso a la sensibilidad, la imaginación, la profundidad. O puede limitar al posesor (o al poseído) a pormenores intrascendentes. En los simples vemos, amplificadas en cierto modo, estas dos posibilidades potenciales.

Las capacidades potenciadas de la imaginería concreta y la memoria, compensación de la naturaleza por la deficiencia en lo conceptual y abstracto, pueden seguir direcciones completamente opuestas: la de una preocupación obsesiva por pormenores y detalles, el desarrollo de una memoria y una imaginería eidética y la mentalidad del Actor o «joven superdotado», como ocurría con el mnemotécnico, y en tiempos antiguos con el hipercultivo del «arte de la memoria» en su aspecto concreto
[2]
; vemos tendencias en este sentido en Martin A. (capítulo veintidós), en José (capítulo veinticuatro) y sobre todo en los Gemelos (capítulo veintitrés), exagerado, sobre todo en los Gemelos, por las exigencias de la actuación en público, unidas a su propio exhibicionismo y su propia obsesión.

Pero el uso
adecuado
y el desarrollo de lo concreto es algo que tiene mucho más interés, es mucho más humano, mucho más conmovedor, mucho más «real», aunque apenas si se admite siquiera en los estudios científicos de los simples, a pesar del hecho de que es algo de lo que se dan cuenta inmediatamente los maestros y los padres inteligentes.

Lo concreto puede llegar a ser también un vehículo de misterio, belleza y profundidad, una vía de acceso a las emociones, a la imaginación, al espíritu… tan plenamente como cualquier concepción abstracta (de hecho quizás más, tal como ha sostenido Gershom Scholem (1965) en su comparación de lo conceptual y lo simbólico o Jerome Bruner (1984) en su comparación de lo «paradigmático» y lo «narrativo»). Lo concreto se empapa enseguida de sentimiento y de sentido… más de prisa, quizás, que cualquier concepción abstracta. Penetra rápidamente en lo estético, lo dramático, lo cómico, lo simbólico, todo ese mundo ancho y profundo del arte y del espíritu. Los deficientes mentales pueden ser, pues, lisiados
conceptualmente
… pero en su capacidad para captar lo concreto y lo simbólico pueden ser plenamente iguales a cualquier individuo «normal». (Esto es científico, y es romántico también…) Nadie ha expresado esto mejor que Kierkegaard, en las palabras que escribió en su lecho de muerte. «
¡Tú hombre simple!
» (escribe, y parafraseo ligeramente). «El simbolismo de la Sagrada Escritura es algo infinitamente elevado… pero no es «elevado» en un sentido que tenga nada que ver con elevación
intelectual
, o con las diferencias intelectuales entre un hombre y otro… No, es para todos… todos pueden alcanzar esa infinita elevación.»

Un individuo puede ser muy «limitado» intelectualmente, puede ser incapaz de meter una llave en una cerradura, y aun más incapaz de comprender las leyes newtonianas del movimiento, totalmente incapaz de comprender el mundo
como conceptos
, y sin embargo plenamente capaz, y muy dotado incluso, para entender el mundo como concreción,
como símbolos
. Éste es el otro aspecto, el otro aspecto casi sublime, de las criaturas singulares, de los simplones con talento, Martin, José y los Gemelos.

Puede alegarse, sin embargo, que son casos extraordinarios y atípicos. Por eso empiezo esta última sección con Rebeca, una joven «sin nada extraordinario», una simplona con la que trabajé hace doce años. La recuerdo con mucho cariño.

21. Rebeca

Rebeca no era ninguna niña cuando la enviaron a nuestra clínica. Tenía diecinueve años, pero, como decía su abuela, «es igual que una niña en algunos sentidos». No era capaz siquiera de dar una vuelta a la manzana, ni de abrir una puerta con la llave (era incapaz de «ver» cómo entraba la llave, y no parecía capaz de aprender nunca). Tenía confusión derecha-izquierda, se ponía a veces mal la ropa: al revés, lo de atrás para delante, sin darse cuenta o, si se daba cuenta, sin ser capaz de corregirlo. Podía pasarse horas metiendo una mano o un pie en el guante o el zapato equivocado… no parecía tener, tal como decía su abuela, «ningún sentido del espacio». Se mostraba torpe y mal coordinada en todos sus movimientos… un informe decía que era una «subnormal motriz» (aunque cuando bailaba, desaparecía toda esa torpeza).

Rebeca tenía una fisura palatina parcial, por lo que emitía una especie de silbido al hablar; dedos cortos y gruesos, con uñas romas y deformes; y una miopía degenerativa grave que la obligaba a llevar gafas muy gruesas… estigmas todos ellos de la misma condición congénita que había sido causa de sus deficiencias mentales y cerebrales. Era terriblemente tímida y retraída, y tenía la sensación de que era, y había sido siempre, una «imagen ridícula».

Pero era capaz de afectos cálidos, profundos, apasionados incluso. Sentía un profundo amor hacia su abuela, que la había criado desde los tres años (en que se quedó huérfana). Le gustaba mucho la naturaleza, y si la llevaban a los jardines botánicos y parques de la ciudad pasaba allí muchas horas felices. También le gustaban mucho los cuentos y relatos, aunque no había aprendido a leer (pese a sus asiduos, y hasta frenéticos, esfuerzos), y suplicaba a su abuela o a otros que le leyesen. «Tiene auténtica hambre de cuentos y relatos», decía su abuela; y, por suerte, a la abuela le encantaba leer y tenía una voz muy agradable que a Rebeca la ponía casi en trance. Y no sólo le gustaban los relatos… también le gustaba la poesía. Esto parecía un hambre o necesidad profunda en Rebeca… una forma necesaria de alimento, de realidad, para su mente. La naturaleza era hermosa pero muda. No bastaba. Rebeca necesitaba que le representaran el mundo en imágenes verbales, en lenguaje, y parecía tener poca dificultad para seguir las metáforas y símbolos, incluso de poemas muy profundos, en agudo contraste con su incapacidad para las instrucciones y proposiciones más simples. El lenguaje del sentimiento, de lo concreto, de la imagen y el símbolo, formaba un mundo que ella amaba, y en el que, en una medida considerable, podía entrar. Aunque inepta conceptualmente (y «proposicionalmente»), se sentía en su elemento con el lenguaje poético, y era además, de un modo sorprendente y conmovedor, una especie de poeta natural, «primitiva». Utilizaba metáforas, comparaciones, símiles un tanto sorprendentes, de forma natural, aunque impredecible, como súbitas exclamaciones o alusiones poéticas. La abuela era bastante devota, aunque sin exageraciones ni estridencias, y lo mismo le sucedía a Rebeca: le encantaban las luces de las velas del sábado, las bendiciones y plegarias que componen la liturgia judía; le encantaba ir a la sinagoga, donde también se la quería (y la veían como a una hija de Dios, una especie de tonta santa, inocente); y comprendía perfectamente la liturgia, los cantos, las oraciones, los ritos y símbolos de que se compone el servicio ortodoxo. Todo esto era posible para ella, accesible, le encantaba, pese a los graves problemas perceptuales y espacio-temporales, y a las graves deficiencias en la capacidad de sistematización… era incapaz de contar una vuelta, los cálculos más simples le resultaban insuperables, jamás pudo aprender a leer o a escribir, y daba una media de sesenta o menos en las pruebas de inteligencia (aunque lo hacía muchísimo mejor en las partes verbales de la prueba que en las prácticas).

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