El joven samurai: El camino de la espada (28 page)

BOOK: El joven samurai: El camino de la espada
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Kazuki se lanzó contra él, tratando de abrirse paso entre la desesperada guardia de Jack, que lo esquivó, evadiendo el gancho de Kazuki, y contraatacó con dos puñetazos al estómago. Jack recibió un rodillazo en el muslo por sus esfuerzos e inmediatamente retrocedió.

—¡Vamos, Jack! ¡Puedes con él! —instó Saburo en respuesta.

Jack amagó una patada frontal mientras Kazuki avanzaba hacia él. La treta funcionó y Kazuki bajó la guardia para bloquearla. Jack pasó a la ofensiva con una cegadora combinación de golpe frontal, puñetazo inverso y puño giratorio. Alcanzó con este último golpe a Kazuki en la mandíbula.

Aturdido, Kazuki retrocedió tambaleándose, resbaló en el terreno enfangado y cayó sin más ceremonias de espaldas.

Yamato y Saburo dejaron escapar un grito de alegría.

—He ganado —declaró Jack entre jadeos.

—No ha terminado aún…

—Estás sangrando.

Kazuki se pasó la mano por la boca, un fino hilo de sangre corrió sobre ella antes de desaparecer rápidamente con la lluvia.

—Me he mordido la lengua —escupió Kazuki—. Eso no cuenta como primera sangre.

Lanzó entonces un puñado de barro a los ojos de Jack, cegándolo. En ese momento de distracción, Kazuki se puso en pie y golpeó a Jack en la cara. La cabeza de Jack resonó y saboreó la sangre de su propio labio abierto.

—Eso cuenta como primera sangre —anunció Kazuki con una risa vengativa.

Pero Kazuki no detuvo ahí su ataque. Empezó a golpear a Jack tan rápido como pudo. Por instinto, el entrenamiento
chi sao
de Jack se hizo cargo y se puso en guardia, lanzándose contra los brazos de su oponente.

Jack sintió los ataques de Kazuki mientras lanzaba cada técnica. Esquivó con éxito una serie de puñetazos e intentó un contraataque. Oyó a Kazuki maldecir lleno de frustración ante su inesperada habilidad de luchar sin visión.

Esa habilidad incluso sorprendió al propio Jack durante un tiempo, pero entonces recibió en la mandíbula un golpe imprevisto.

Rota la defensa, Jack empezó a sentir pánico. La presión de una auténtica lucha a ciegas lo abrumó cuando otro golpe de Kazuki lo alcanzó en el estómago. Esto no era lo mismo que entrenar con Yamato. Kazuki luchaba de forma diferente y a Jack le resultaba cada vez más difícil predecir sus movimientos.

Jack perdió todo contacto con la guardia de Kazuki. Un instante después, se encontró volando por los aires y cayó en un gran charco.

Kazuki saltó sobre él.

Antes de que Jack pudiera tomar aire, Kazuki lo cogió por el cuello y le metió la cabeza bajo el agua. Jack jadeó mientras su boca se llenaba de barro. Debatiéndose salvajemente, logró sacar la cabeza del charco para aspirar una bocanada de aire. El agua sucia había limpiado los restos de barro de sus ojos y pudo ver a Akiko y sus amigos, mantenidos a raya por la Banda del Escorpión.

—¡Vas a ahogarlo! —gritó Akiko, mientras arañaba a Hiroto para liberarse.

—Excelente sugerencia —reconoció Kazuki, empujando la cabeza de Jack bajo el agua.

Jack no pudo oír nada más que el remolino de agua sucia en sus oídos. Recordó la última vez que Kazuki había intentado estrangularlo. Si el
sensei
Kyuzo no hubiera detenido el
randori
entonces, Kazuki habría seguido presionando hasta hacerle perder la consciencia.

Esta vez, sin embargo, no había ningún maestro delante.

Kazuki podría matarlo.

«Fudoshin.
»

La palabra destelló en su mente como un relámpago mientras volvía a salir a la superficie.

Kazuki se reía encantado por su victoria y, empujando con más fuerza, volvió a meter a Jack en el charco una última vez.

«Un samurái debe conservar la calma en todo momento… incluso ante el peligro.» Las enseñanzas del
sensei
Hosokawa se rebulleron en la mente de Jack.

Debes aprender a mirar la muerte a la cara…

Luchando con su miedo, Jack recuperó el control de sí mismo y, contra todo instinto natural, dejó que su cuerpo no se resistiera y se quedó flácido.

Oyó gritar a Akiko:

—¡Lo has matado! ¡Lo has matado!

Kazuki lo soltó de inmediato, súbitamente consciente de que había llevado la pelea demasiado lejos.

Jack permaneció inmóvil un segundo más.

Entonces, con fuerza, salió del charco.

Tomando a Kazuki completamente por sorpresa, Jack le dio un codazo en la cara a su rival y se lanzó sobre él. De nuevo al control, agarró con una llave a Kazuki por la cabeza, y se la metió bajo la superficie del charco embarrado.

—¡ríndete! —exigió Jack—. ¡ríndete, tramposo!

Jack sacó del charco la cabeza de Kazuki para permitirle tomar una bocanada de aire antes de volver a sumergírsela.

—Admite que hiciste trampa, Kazuki. ¡Admite que escondiste la linterna!

Jack lo mantuvo esta vez más tiempo en el agua, pero no liberó su presa.

—¿Que hice qué? —jadeó Kazuki, esforzándose por controlar su creciente pánico.

—No me tomes por tonto, Kazuki. Cuéntale a todo el mundo cómo pusiste ramas delante de la linterna de piedra. ¡Revela que eres un samurái sin honor! —exigió Jack, metiendo la cabeza de Kazuki bajo la superficie entre frase y frase.

—Yo no… —farfulló Kazuki con la voz ronca y ahogada bajo la presión de la llave—. Yo no hice trampas…. Iba por delante de Tadashi y Akiko durante ese desafío. ¡Es imposible que fuera yo!

—¡Mentiroso! —dijo Jack, zambulléndolo una vez más.

—¡JACK, BASTA! —gritó Akiko, zafándose de Hiroto y corriendo para detener a Jack—. Está diciendo la verdad.

Jack interrumpió su ataque.

—Pude ver la linterna de piedra cuando pasé —explicó Akiko.

Jack la miró y supo que estaba diciendo la verdad. De repente, toda su suposición quedó destruida. Soltó a Kazuki y permitió que Akiko lo apartara de él. Se sentó a mirar aturdido la forma temblorosa de su rival.

Kazuki rodó de costado, tosiendo agua y barro.

—Tadashi iba delante de ti, no Kazuki —continuó Akiko—. Tuvo que ser él quien hizo trampas. Eso explicaría por qué, durante el desafío de la Mente, Tadashi chocó contra mí en la cascada. En ese momento, no pensé que fuera intencionado, pero ahora no estoy tan segura.

—Tadashi… también tropezó conmigo —confesó Jack, mientras la retorcida verdad emergía en su cabeza—, pero pensé que fue un accidente.

—Está claro que no —escupió Kazuki, dirigiéndole una mirada cargada de veneno.

Jack se sintió avergonzado y traicionado. Había acusado a Kazuki de hacer trampas sin ninguna prueba real. Se había precipitado en sacar conclusiones basándose sólo en su baja opinión de su rival, mientras que había sido Tadashi todo el tiempo, a quien consideraba un amigo. Su propia conducta no era mejor que la de Kazuki, que lo discriminaba por ser un
gaijin.

—Yo… lo siento —admitió Jack. La disculpa se le atascó en la garganta, cada palabra tan pesada y amarga como el plomo—. No hiciste trampas. Estaba equivocado.

Kazuki se puso en pie con ayuda de Nobu y Hiroto. Miró a Jack con una mirada de desprecio.

—Eso es,
gaijin.
Estabas equivocado. Pero no te confundas: me desquitaré.

Jack sintió un helado escalofrío correrle por la espalda, pero extrañamente no fue en respuesta a la amenaza de Kazuki. Fue por la clara sensación de que lo estaban observando.

—¿Habéis visto eso? —susurró Nobu, señalando por encima del hombro de Kazuki hacia un tejado cercano.

Todos se volvieron a mirar en la noche lluviosa.

No había nada visible en la oscuridad, ni siquiera el castillo del Fénix Blanco.

Un segundo más tarde, un relámpago cruzó el cielo y durante un aterrador momento pudieron ver una figura vestida de negro recortada contra el cielo.

El trueno rugió mientras Nobu, con su cara regordeta tensa de miedo, gritaba:

—¡NINJAS!

43
Huida

Escaparon en distintas direcciones.

Jack, Akiko, Yamato y Saburo corrieron por la plaza llena de lodo hacia un callejón lateral que los conduciría de vuelta al templo. Kazuki y su Banda del Escorpión tomaron el camino contrario, dirigiéndose hacia el castillo. Mientras corrían, Jack alzó la mirada y divisó varias sombras que cruzaban los tejados sobre ellos.

—¡Rápido! —instó Jack—. Son un montón.

Redoblaron sus esfuerzos y casi habían llegado al callejón cuando Saburo perdió pie y cayó de boca en el barro.

—¡Continuad! —gritó Yamato a los demás, mientras se daba la vuelta para ayudar a su amigo caído.

Jack y Akiko siguieron corriendo, y entraron en el callejón en el momento en que un ninja saltaba de los aleros. Al mirar por encima del hombro, Jack esperó ver al asesino lanzarse contra ellos. Sin embargo, el ninja los dejó escapar y se volvió para cerrar el paso a Yamato y Saburo e impedirles huir.

—¡Nos veremos en el templo! —gritó Yamato, arrastrando a Saburo hacia un callejón distinto.

Akiko empujó a Jack hacia delante.

—¡Vamos! ¡Perderemos al ninja en las callejuelas!

Giraron a la izquierda, luego a la derecha, después de nuevo a la derecha, antes de entrar en un patio cerrado con sólo un pasadizo a oscuras como salida.

—Creo que lo hemos dejado atrás —susurró Akiko, mirando por encima del hombro para comprobar si los perseguían.

Jack escrutó los recovecos del patio, pero sólo había un gran cubo de madera y un arbolillo en una maceta en un rincón. Se asomó al negro agujero del pasadizo, donde la lluvia caía a raudales de los aleros y desaparecía, pero ningún enemigo amenazó con salir de allí. Estaban fuera de peligro y Jack dejó escapar un suave suspiro de alivio.

—¿Crees que es Ojo de Dragón? —le susurró a Akiko.

Akiko se llevó un dedo a los labios, mientras estudiaba el patio con la mirada.

De repente, dos ninjas se materializaron en el cielo nocturno, dando una voltereta en el aire hasta aterrizar entre ellos dos.

—¡CORRE! —gritó Akiko, dando una patada al ninja más cercano.

Lo alcanzó entre las piernas y el ninja se desplomó al suelo con un débil gemido. Girando a la velocidad del rayo, Akiko lanzó una patada de gancho directamente a la cabeza del otro ninja.

Pero este ninja, más rápido que su compañero, detuvo el pie de Akiko en el aire. Alzó el otro brazo para romperle la pierna con un aplastante golpe del antebrazo.

Akiko no vaciló. Saltó, dando una voltereta trasera, y lanzó el otro pie para conectar con la mandíbula de su atacante.

El golpe lanzó hacia atrás la cabeza del ninja, quien tuvo que soltarle la pierna. Akiko continuó volando por el aire antes de aterrizar hábilmente en el alero.

Jack se quedó clavado en el sitio, anonadado por su agilidad.

—¡He dicho que corras! —ordenó Akiko por encima de la tormenta.

Dos ninjas más aparecieron de pronto en los tejados y empezaron a combatir contra Akiko.

El primer instinto de Jack fue subirse al cubo de agua y ayudarla, pero el ninja que había recibido la primera patada se había vuelto a poner en pie y corría a trompicones en su dirección.

Sin vacilar, Jack cogió la maceta de barro y la lanzó contra él. La maceta chocó contra la cabeza y el ninja se desplomó en el suelo, donde yació inconsciente entre fragmentos de barro.

Jack corrió hacia el cubo, pero esta vez el otro asesino le bloqueó el paso. Su única opción era correr pasadizo abajo.

Se zambulló en la envolvente oscuridad, deteniéndose sólo un instante para mirar hacia Akiko, que había arrojado a un ninja del tejado, pero ahora otro la obligó a saltar de edificio en edificio para escapar. Jack rezó por que sobreviviera.

Entonces huyó.

Jack contuvo la respiración, tratando de permanecer absolutamente inmóvil.

El ninja pasó de largo, ajeno a su escondite en la oscuridad del callejón sin salida, apenas visible como una estrecha abertura entre dos casas. Jack esperó unos instantes más. Entonces, como el ninja no volvió, se permitió relajarse. Había conseguido escapar de su perseguidor por el momento, ¿pero qué debería hacer ahora?

Se hallaba a salvo oculto en la oscuridad, pero al mismo tiempo estaba atrapado en un callejón sin salida. Si aparecía un ninja, no tendría sitio por donde huir.

Jack se estremeció de miedo y frío. Sobre él, el cielo nocturno era una estrecha franja de nubes de tormenta atrapada entre dos edificios desvencijados. La lluvia caía de los tejados al estrecho callejón, y el sonido se repetía en las paredes como si hubiera entrado en una caverna subterránea.

Volvió a estremecerse, esta vez con la misma inquieta sensación de ser observado que había experimentado en la plaza.

Se dio media vuelta.

Pero sólo el negro vacío del callejón sin salida lo recibió.

Con todo, no pudo desprenderse de la siniestra sensación.

Comprobó el pasadizo principal. Estaba desierto.

Tras retirarse a la seguridad del callejón sin salida, Jack se convenció a sí mismo de que estaba imaginando cosas, y que era sólo producto de sus nervios.

Se abrazó para entrar en calor, esperando que Akiko hubiera escapado también de los ninjas. Sería impresionante que ambos pudieran sobrevivir a esta noche. Aunque sabía que Akiko podía apañárselas sola, sabía también que los ninjas eran implacables en su persecución.

La lluvia menguó y Jack alzó la cabeza, esperando que la tormenta estuviera remitiendo.

La lluvia no había aflojado.

Sólo el sonido que hacía. Como si hubiera una sombra de sonido tras él.

Sus sentidos agudizados tronaron una advertencia. La boca se le quedó seca, el aliento detenido en su garganta. Muy despacio, volvió la cabeza y miró una vez más hacia la oscuridad del callejón sin salida.

Allí no había nada.

Entonces la oscuridad pareció alzarse y Jack se encontró ante la capucha sin rasgos de un ninja… cara a cara con el formidable Ojo de Dragón.

44
Interrogatorio

Un grito silencioso brotó dentro de su cabeza, ordenando a su cuerpo que se moviera.

«¡CORRE! ¡CORRE! ¡CORRE!», chilló la mente de Jack.

Pero ya era demasiado tarde.

Mientras Jack se volvía para enfrentarse a su enemigo, Ojo de Dragón había golpeado con la velocidad del escorpión. Sus dedos, como espolones, habían alcanzado centros nerviosos del cuerpo de Jack, paralizándolo con cinco rápidos golpes sucesivos. Jack quedó indefenso, completamente inmóvil.

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