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Authors: Don Winslow

Tags: #Intriga, Policíaco

El poder del perro (47 page)

BOOK: El poder del perro
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Pero es una especie de obligación. Por definición, los escasos momentos de espontaneidad no tienen lugar durante el tiempo estipulado, y se pierde pequeñas cosas. Prepararles el desayuno, leer cuentos, pelearse en el suelo. La triste realidad es que no existe eso llamado «tiempo de calidad», sino solo «tiempo», y se echa de menos.

También echa de menos a Althie.

Dios, cómo la echa de menos.

Pero tú la expulsaste de tu lado, piensa.

¿Y para qué?

¿Para convertirme en el Señor de la Frontera? Así le llaman ahora en la DEA, a sus espaldas, claro está. A excepción de Shag, que se lo dice a la cara. Entra en su despacho con una taza de café y pregunta: «¿Cómo está el Señor de la Frontera esta mañana?».

Desde un punto de vista técnico, es el jefe del Destacamento Especial de la Frontera Sudoeste, y dirige un grupo de coordinación de todas las agencias que combaten en la Guerra contra las Drogas: la DEA, el FBI, la Patrulla de Fronteras, Aduanas e Inmigración, la policía local y estatal. Todos se hallan bajo el mando de Art Keller. Con base en San Diego, tiene una oficina enorme, y personal en consonancia.

Es una posición de poder, justo la que exigió a John Hobbs.

También es miembro del Comité Vertical. Es un grupo pequeño (consiste en John Hobbs y él) que coordina las actividades de la DEA y la CIA en las Américas, para evitar que se hagan la zancadilla mutuamente. Ese es el propósito oficial: el extraoficial es evitar que Art Keller haga algo que estropee los planes de la Compañía.

Ese fue el trato. Art consiguió el Destacamento Especial de la Frontera del Sudoeste para poder continuar su guerra contra los Barrera. A cambio, pasa por el aro.

¿Día de los Muertos?, piensa, sentado en un coche aparcado en una calle de La Jolla. No estaría mal ir a depositar caramelos sobre mi propia tumba.

Entonces ve a Nora Hayden salir de la tienda de modas.

Es una persona de costumbres, y así lo ha sido durante los meses que la ha tenido bajo vigilancia. La primera vez que llamó su atención fue gracias a sus fuentes de Tijuana. El rumor de que Adán Barrera tenía una novia, una amante, que había alquilado un apartamento en el distrito de Río y la iba a ver con regularidad.

Un descuido impropio de Adán, elegir a una mujer norteamericana para ser infiel, piensa Art, mientras ve a la mujer acercarse por la acera con bolsas de compras en ambas manos. Algo extraño en Adán, que tenía fama, al menos hasta hace poco, de ser un devoto padre de familia.

Pero Art comprende la tentación cuando ve a Nora.

Tal vez la mujer más hermosa que ha visto en su vida.

Por fuera, piensa, al recordar que esta puta se está tirando a Adán Barrera.

En plan profesional.

Había ordenado seguirla tres meses antes, cuando había vuelto a cruzar la frontera. Obtuvo un nombre y una dirección, y muy pronto algo más.

Haley Saxon.

La DEA tenía fichada a la madame desde hacía años. Y también el IRS. El Departamento de Policía de San Diego lo sabía todo sobre la Casa Blanca, por supuesto, pero nadie había efectuado el menor movimiento, porque la lista de clientes de Haley Saxon era un avispero político que nadie tenía pelotas de remover.

Y ahora resulta que la
segundera
de Adán es una de las mejores chicas de Haley. Mierda, piensa Art, si Haley Saxon fuera Mary Kay, a estas alturas Nora Hayden sería la propietaria de una flota de Cadillacs.

Espera a que se acerque un poco más, sale del coche, exhibe su identificación.

—Tenemos que hablar, señorita Hayden.

—Me parece que no.

Tiene unos ojos azules asombrosos, y su voz es educada y segura de sí misma. Art tienes que recordarse que solo es una puta.

—¿Por qué no vamos a sentarnos en mi coche? —sugiere Art.

—Porque no.

Empieza a alejarse, pero él la toma por el codo.

—¿Por qué no ordeno que detengan a su amiga Haley Saxon por dirigir una casa de prostitución? —pregunta Art—. ¿Por qué no cierro su negocio de una vez por todas?

Nora deja que la conduzca hasta el coche. Art abre la puerta del pasajero y ella sube. Después Art da la vuelta y se sienta en el asiento del conductor.

Nora consulta sin disimulos su reloj.

—Mi intención es ir al cine a la sesión de la una y cuarto.

—Hablemos de su novio —dice Art.

—¿Mi novio?

—¿O Barrera es su «cliente»? Enséñeme la jerga.

Ella ni pestañea.

—Es mi amante.

—¿Le paga por el privilegio?

—Eso no es asunto suyo.

—¿Sabe de qué vive su amante?

—Es restaurador.

—Venga, Nora.

—Señor Keller, digamos que siento simpatía por ciertos placeres que la sociedad considera ilegales.

—Sí, vale —dice Art—. ¿Qué me dice del asesinato? ¿Le parece bien?

—Adán nunca ha matado a nadie.

—Pregúntele por Ernie Hidalgo. Ya que estamos en ello, pregúntele por Pilar Méndez. Le cortaron la cabeza. Y por sus hijos. ¿Sabe qué hizo su novio con ellos? Los arrojó desde un puente.

—Eso es una vieja patraña que Güero Méndez ha propagado...

—¿Es eso lo que le dijo Adán?

—¿Qué desea, señor Keller?

Es una mujer de negocios, piensa Art. Va al grano. Bien. Ha llegado el momento de efectuar tu lanzamiento. No la cagues.

—Su colaboración —dice Art.

—Quiere que le informe sobre...

—Digamos que se encuentra en una posición única para...

Ella abre la puerta del coche.

—Voy a llegar tarde a la película.

Art la detiene.

—Vaya a la sesión de más tarde.

—No tiene derecho a retenerme contra mi voluntad —replica Nora—. No he cometido ningún delito.

—Permítame que le explique algunas cosas —dice Art—. Sabemos que los Barrera tienen dinero invertido en el negocio de Haley Saxon. Solo eso puede provocarle problemas económicos. Si alguna vez han utilizado la casa para celebrar un encuentro, a Haley le caerán un mínimo de veinte años, y será culpa de usted. No obstante, tendrá mucho tiempo para pedirle disculpas, porque la encerraré en la misma celda. ¿Puede explicarme de dónde proceden todos sus ingresos, señorita Hayden? ¿Sabe de dónde sale el dinero que Adán le está pagando por ser su «amante»? ¿O está lavando el dinero de las drogas junto con las sábanas sucias? Está metida en un pozo muy profundo, señorita Hayden. Pero puede salvarse. Incluso puede salvar a su amiga Haley. Le estoy tendiendo la mano. Acéptela.

Ella le dirige una mirada de puro odio.

Me da igual, piensa Art. No necesito que me quieras, solo que hagas lo que quiero.

—Si pudiera hacer lo que ha dicho que puede hacer a Haley —dice Nora con calma—, ya lo habría hecho. En cuanto a lo que pueda hacerme a mí... haga lo que pueda.

Se dispone a salir de nuevo.

—¿Y Parada? —pregunta Art—. ¿También se lo está tirando?

Porque saben que ha ido a ver al cura a Guadalajara, e incluso a San Cristóbal, en numerosas ocasiones.

Ella se vuelve y le fulmina con la mirada.

—Es usted un pedazo de cabrón.

—No lo dude.

—Por si quiere saberlo, Juan y yo somos amigos.

—¿Sí? —pregunta Art—. ¿Seguiría siendo amigo suyo si supiera que es una puta?

—Lo sabe.

Me quiere igual, piensa Nora.

—¿Sabe que se ha vendido a un cabrón asesino como Adán Barrera? —pregunta Art—. ¿Seguiría siendo amigo suyo si lo supiera? ¿Quiere que descuelgue el teléfono y le llame? Hace tiempo que nos conocemos.

Lo sé, piensa Nora. Me ha hablado de ti. Lo que no me contó era lo horrible que eras.

—Haga lo que le dé la gana, señor Keller —dice Nora—. Me da igual. ¿Puedo irme?

—De momento.

Nora sale del coche y baja por la calle. Su falda revolotea alrededor de sus hermosas piernas bronceadas.

Tan serena como si acabara de tomar el té con una amiga, piensa Art.

Capullo de mierda, piensa, la has cagado.

Pero me encantaría saber, Nora, si le cuentas a Adán nuestra pequeña charla.

México

1994

Adán se ha pasado todo el día en cementerios.

Tenía que visitar nueve tumbas, construir nueve altarcitos, preparar nueve laboriosas comidas. Nueve miembros de la familia asesinados por Güero Méndez en una sola noche, hace apenas un mes. Sus hombres, vestidos con el uniforme negro de los
federales
, los habían sacado de sus casas o secuestrado en plena calle, en Ciudad de México y Guadalajara, conducido a pisos francos y torturado, para luego arrojar sus cadáveres en esquinas concurridas, con el propósito de que los encontraran los barrenderos al amanecer.

Dos tíos, una tía y seis primos, dos de ellos mujeres.

Una de las primas era una abogada que trabajaba para el
pasador
, pero los demás no estaban implicados en los negocios de droga de la familia. Su única relación era ser parientes de Miguel Ángel, Adán y Raúl, con eso fue suficiente. Bien, fue suficiente para Pilar, Güerito y Claudia, ¿verdad?, piensa Adán. Méndez no inició esta historia de diezmar familias.

Fuimos nosotros.

Por lo tanto, todos los que sabían algo en México del tráfico de drogas se esperaban el «Septiembre Sangriento» de Méndez. La policía local apenas investigó los asesinatos. «¿Qué se creían? —era la opinión general—. Asesinaron a su mujer y a sus hijos.» Y no solo los asesinaron, sino que enviaron a Méndez la cabeza de su esposa y una cinta de vídeo de sus hijos cayendo desde el puente. Fue demasiado, incluso para México, incluso para los
narcotraficantes
. El
pasador
de los Barrera se convirtió en alguien inaceptable, y si Méndez se vengó asesinando miembros de la familia Barrera, bien, era de esperar.

Así que Adán ha tenido un día ocupado, ha empezado a primera hora de la mañana con las tumbas de Ciudad de México, después ha volado a Guadalajara para cumplir sus deberes, y después un veloz vuelo a Puerto Vallarta, donde su hermano Raúl, muy propio de él, daba una fiesta.

—Anímate —dice Raúl a Adán cuando llega al club—. Es el Día de los Muertos.

Sí, han tenido algunas bajas, pero también han causado algunas.

—Tal vez deberíamos llevar comida a sus tumbas también —dice Adán.

—Mierda, nos arruinaríamos si lleváramos comida a todos los tíos que hemos mandado al infierno —dice Raúl—. Que les den por el culo. Ya les darán de comer sus familias.

Los Barrera contra el mundo.

La cocaína de Cali contra la cocaína de Medellín.

Si Adán no hubiera cerrado el trato con los hermanos Orejuela, hoy serían los Barrera quienes recibirían caramelos y flores. Pero con el suministro regular de producto desde Cali, tienen los hombres y el dinero necesarios para librar la guerra. Y la batalla por la Plaza ha sido sangrienta pero sencilla. Raúl ha presentado a los traficantes locales una clara elección: ¿quieres ser distribuidor de Coca-Cola o distribuidor de Pepsi? Tienes que elegir. No puedes ser ambas cosas. Coca o Pepsi, Ford o Chevy, Hertz o Avis. O uno u otro.

Alejandro Cazares, por ejemplo, había elegido Coca. El inversor en bienes raíces, hombre de negocios y traficante de drogas de San Diego había declarado su lealtad a Güero Méndez, y su cadáver fue encontrado en su coche en una polvorienta calle de tierra de San Isidro. Y Billy Brennan, otro traficante de San Diego, fue encontrado con una bala en la cabeza en la habitación de un motel de Pacific Beach.

Los polis norteamericanos se quedaron perplejos cuando descubrieron que ambas víctimas tenían una lata de Pepsi embutida en la boca.

Güero Méndez se desquitó, por supuesto. Eric Mendoza y Salvador Marechal prefirieron Pepsi, y sus cuerpos carbonizados fueron encontrados en sus coches, todavía humeantes, en un solar desierto de Chula Vista. Los Barrera contestaron del mismo modo, y durante unas semanas Chula Vista se convirtió en un aparcamiento de coches incendiados con cuerpos carbonizados dentro.

Pero los Barrera estaban dejando claro algo: estamos aquí,
pendejos
. Güero está intentando dirigir la Plaza desde Culiacán, pero nosotros estamos aquí. Podemos extender la mano y tocar a quien nos dé la gana, en Baja o en San Diego, y si Güero es tan duro, ¿por qué no puede tocarnos en nuestro territorio de Tijuana? ¿Por qué no nos ha matado Güero? La respuesta es sencilla, amigos míos: porque no puede. Está atrincherado en su mansión de Culiacán, y si queréis militar en su bando, adelante, hermanos, pero él está allí y nosotros estamos aquí.

La falta de acción de Güero es una demostración de debilidad, no de fuerza, porque la verdad es que se está quedando sin recursos. Puede que domine Sinaloa con mano de hierro, pero su amado estado natal carece de accesos al mar. Sin poder utilizar la Plaza, Güero tiene que pagar al Verde para transportar droga a través de Sonora, o pagar a Abrego para transportarla a través del Golfo, y no cabe duda de que esos dos avariciosos bastardos le cargan una buena cantidad por cada gramo de producto que atraviesa sus territorios.

No, Güero está casi acabado, y la matanza de los tíos, la tía y los primos de los Barrera era el último coletazo de un pez moribundo sobre la cubierta de un barco.

Es el Día de los Muertos, y Adán y Raúl aún siguen con vida, algo que vale la pena celebrar.

Cosa que hacen en su nueva disco de Puerto Vallarta.

Güero Méndez peregrina al cementerio de los Jardines del Valle, en Culiacán, hasta una cripta anónima con columnas talladas en mármol, esculturas en bajorrelieve y una cúpula adornada con frescos de dos angelitos. Dentro hay las tumbas de su mujer y sus hijos. Fotografías en color encerradas en cajas de cristal cuelgan de la pared.

Claudia y Güerito.

Sus dos
angelitos
.

Pilar.

Su
querida esposa
.

Seducida, pero aún amada.

Güero ha traído la
ofrenda a los muertos
.

Para sus
angelitos, papel picado
, papel de seda cortado en forma de esqueletos y calaveras de animalitos. Y galletas, y caramelos en forma de calavera con sus nombres en azúcar escarchado. Y juguetes, muñequitas para ella, soldaditos para él.

Para Pilar ha traído flores (los tradicionales crisantemos, maravillas y celosías) que forman cruces y guirnaldas. Y un ataúd hecho de azúcar hilado. Y las galletitas con semillas de amaranta que tanto le gustaban.

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