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Authors: Elisabetta Gnone

Tags: #Infantil y juvenil, #Fantástico

El Secreto de las Gemelas (14 page)

BOOK: El Secreto de las Gemelas
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—¿Me la enseñas, por favor? No, mejor espera, no la toques..., ya voy yo.

Tomelilla rodeó el escritorio y se acercó a Pervinca. Observó con cautela el objeto que asomaba del bolsillo y después, en voz baja, profirió unas palabras mágicas. La varita vibró, se alzó en el aire y fue a posarse en el pupitre de la niña.

—Yo no tengo nada que ver con esto —dijo Tomelilla muy seria—. ¿Quién más ha encontrado un objeto así?

Babú levantó la mano. De nuevo, Tomelilla profirió las palabras mágicas y la varita de Vainilla se posó en el pupitre junto a la otra. Pasaron unos instantes de silencio durante los cuales Tomelilla estudió los dos intrigantes objetos.

—Las brujas y los magos de Verdellano no usamos varitas mágicas... —dijo al fin—. Nuestros poderes están dentro de nosotros. Evidentemente, quien las ha metido en vuestros vestidos no lo sabía.

—¿Quiere decir que alguien ha entrado en la habitación de las niñas... ESTA NOCHE? —exclamé yo—. ¡OH, HADASTÚPIDA, HADASTÚPIDA, HADASTÚPIDA! ¡ESTUPIDÍSIMAHADAS-TÚPIDA! LA CULPA ES MÍA, MÍA, MÍA... —grité volando hacia un lado y otro, furiosa conmigo misma.

Había dejado a las niñas solas y alguien lo había aprovechado.

—¡Estúpida, estúpida, estúpida!

—¡Déjalo ya, Felí! ¡Y detente! No es culpa de nadie. Probablemente habría ocurrido de todas formas —dijo Tomelilla—. Ahora, lo importante es saber quién. Quién y por qué ha metido estas varitas ahí. Venga, cálmate.

La indulgencia de mi bruja me hizo sentir peor incluso. Había sucedido algo tan grave, que mi estupidez pasaba a segundo plano. ¡Y había ocurrido por mi culpa! Me hundí en un negro estado de ánimo y fui a esconderme en el bolsillo de Vainilla.

—Si la intención era la de hacernos daño —preguntó Pervinca—, ¿por qué esa nota de "NO TOCAR"?

—Porque no hay como decir a un niño que no toque algo para que le entren ganas de hacerlo —contestó Tomelilla volviendo con paso decidido al escritorio—. Sea quien sea quien lo haya hecho, conoce muy bien a los niños... Y esto nos lleva directamente al tema "Zonas prohibidas del valle".

—¿Existen lugares prohibidos en estas tierras? —preguntó asombrada Pervinca—. Interesante...

—¡Lo que hay que oír! —farfullé desde el bolsillo.

—Precisamente, así que no te hagas la graciosilla, mocosa —la regañó su tía—. Probablemente, si hubieras tocado esa varita habrías sido transformada en un monstruo, ¡o algo peor! Así, sabed que, si vais a alguna de las zonas prohibidas, ponéis en peligro vuestra vida. La Roca de Arrochar... ¿querías saber algo de ella, verdad, Pervinca? Pues bien, es el lugar más peligroso. Allí lleva el Terrible 21 a sus prisioneros e intenta por todos los medios plegarlos a su voluntad. Quien acepta aliarse con él, vuelve con distinto aspecto al pueblo para sembrar cizaña y causar problemas.

—¿Y quién no acepta? —preguntó Shirley tímidamente.

—Quien no acepta... Bueno, de esto hablaremos en otra ocasión. Ahora recordad bien estas zonas: número 1, la Roca: ¡no os acerquéis a ella por ningún motivo! Número 2, los jardines del viejo Ayuntamiento: no entréis nunca. Número 3, el viejo cementerio celta: manteneos alejadas...

—Lo habría hecho de todas formas —comentó Babú.

—…Número 4, el faro de Aberdur: desde este momento, prohibido acercarse a él. Número 5, la playa de Arran: no podéis ir allí después de la puesta del sol —concluyó Tomelilla.

—Pero los cangrejos salen por la noche —se quejó Vainilla—. ¿Cómo voy a hacer para darles de comer? Me esperan...

—Lo siento, Vainilla, pero desde ahora esas zonas son de alto riesgo. Ahora marchaos. Continuaréis la lección de botánica en el jardín de los perfumes de los Burdock. Felí os acompañará. Yo tengo que enterarme sin falta de qué son estas varitas. ¡Del Reglamento Mágico hablaremos otro día!

Mientras las niñas ordenaban sus cosas en la maletita roja, Tomelilla me hizo una seña para que me acercara.

—No las pierdas de vista ni un instante, ¿entendido, Felí? —dijo en voz baja—. Avisaré a los Burdock de que vais para allá. Al final de la clase te asegurarás de que el señor Poppy, el padre de Shirley, esté fuera esperándola. Después de eso, acompañarás a Flox a su casa y volveréis aquí inmediatamente.

—Puede estar tranquila, bruja Tomelilla, haré lo que dice —afirmé con voz de soldado. Y añadí—: ¿Debo creer, entonces, que el Terrible 21 se ha vuelto peligroso incluso de día?

—Es posible. Las señales son las mismas que en los ataques pasados, pero el comportamiento de nuestro enemigo es extraño... muy, muy extraño...

Tomelilla volvió a observar con atención las dos varitas sin hablar más.

—¡Vamos, niñas! —dije con voz baja.

El secreto de la Roca

Cuando salimos del pasillo, la luz del día nos cegó. Era un bonito día soleado.

—¿Vamos a ir así vestidas? —preguntó Pervinca arrugando la nariz.

—Podéis quitaros los sombreros —dije—. Pero tenéis que dejaros puesto el uniforme. También Grisam llevará puesto el suyo.

—¿Estará Grisam? —preguntó Babú poniéndose colorada. Giró sobre sus talones y corrió arriba—. ¡Esperadme, vuelvo enseguida!

Cuando bajó de nuevo, noté que se había peinado.

—¡Ya podemos irnos! —dijo.

A la puerta, el hada Devién esperaba a Flox.

—Voy con vosotras —anunció—. En estos tiempos, cuantos más seamos, más seguros iremos.

—Muy bien. Bueno, ¿nos vamos?

Camino del jardín, hablé a Docesutilessoplosdeviento de las varitas y de los problemas que mi imprudencia había causado aquella noche.

—¿Crees que entró por la ventana? —me preguntó.

—Bueno, la puerta estaba cerrada con llave, pero la ventana... Cada vez que lo pienso, me dan ganas de encerrarme en una jaula para siempre. ¿Cómo he podido ser tan ingenua? Y sin embargo estábamos allí delante...

—¿Sospecháis de alguien?

—No, no, de nadie. Pero quienquiera que fuera, tenía que saber trepar bien —dije.

—Quizá se hizo invisible —sugirió Flox—. Y en vez de trepar, voló.

—Sólo sé que esta noche voy a dormir en la cama grande con papá y mamá —anunció Babú.

—No será necesario, tesoro. Esta noche, y todas las noches desde ahora, os vigilaré cada minutoinstante y la ventana estará bien cerrada con el hechizo de un hada.

—Pero tarde o temprano te entrará el sueño. También las hadas dormís, ¡te he visto! —dijo Pervinca.

—Es verdad, pero podemos decidir no hacerlo si queremos, y sin ningún esfuerzo —expliqué.

—¿También las brujas tienen ese poder? —preguntó Vainilla—. Porque si lo tenemos, tampoco dormiré yo. Y cuando alguien intente entrar en nuestra habitación, lo convertiré... ¡en un colibrí! —dijo.

—¡Bien hecho! ¡Y yo lo carbonizaré! —le hizo eco su hermana.

—¡VINCA! —exclamé estupefacta.

—Oh, ya no hará falta, porque yo lo habré transformado en un pajarito inofensivo —continuó Babú.

—Sí, pero podría transformase otra vez y entonces es mejor que yo acabe con él.

—¡NIÑAS! —protesté otra vez.

—¡Imagínate, no lograrías achicharrar a un verdadero colibrí, te daría demasiada pena...!

—Eres tonta. No sería un auténtico colibrí, sería el enemigo...

—¡BASTA YA! —grité—. Nadie carbonizará a nadie. Lo que nos faltaba. Cuando volvamos a casa, quiero que releáis el Reglamento Mágico y os lo aprendáis de memoria. Los poderes son algo serio y no armas arrojadizas contra quien os parezca. Y otra cosa, las brujas no tienen el poder de la vigilia eterna. Son seres humanos, como los magos. Y necesitan comer y dormir exactamente como los Sinmagia, deberíais saberlo.

—¿Y vosotras, qué es lo que sois, Felí? —preguntó Shirley, que no tenía hada niñera.

—¡Las hadas somos criaturas mágicas! —afirmé quizá con demasiada brusquedad. Es comprensible, todavía estaba trastornada por las palabras que acababa de oír... Carbonizar, acabar con alguien. .. ¡qué extravergüenza!

—¿Y vivís eternamente? —preguntó Shirley.

—Bueno, sí y no, vivimos mucho más que los seres humanos... —intervino Devién con voz amable.

—¡Ella tiene 1435 años! —exclamó Flox orgullosa—. De hecho, es muy sabia y ha visto de todo. ¿Verdad, Devién?

—¿Incluso has estado en la Roca de Arrochar? —preguntó Pervinca.

—¿A qué viene esa pregunta?

—Tomelilla ha hablado hoy de ella en clase... —dije.

—Entiendo, las zonas del valle que la Suma Asamblea declaró "prohibidas". Pues sí, Arrochar es, sin duda, una de ellas.

—¿Da miedo, como dice mi tía? —preguntó Vainilla.

—¿Miedo? Oh, sí, también da mucho miedo. Pero hay algo peor que el miedo, algo que sólo se siente cerca de esa terrible torre.

—¿Peor que el miedo? ¿Qué puede haber peor?

—Por increíble que os parezca, el miedo no es un sentimiento tan malo: advierte del peligro y a veces puede salvarte la vida. Lo que sientes al subir a la Roca, en cambio, es ¡que te roban la vida!

Las niñas se sobresaltaron.

—¿Cómo puede una roca... robarte la vida?

—Es una manera de hablar, Vi. Significa que... —Devién me interrumpió.

—Es una buena pregunta —dijo—, y muchos se la han hecho, pero es un misterio, el misterio más antiguo del valle. Lo que ocurre es que, cuando subes hacia la Roca, algo te entra en el corazón, una especie de amor por ella. Una atracción irresistible que te empuja a seguir subiendo, a subir cada vez más. El sendero es accidentado y espinoso, y en el último tramo grandes piedras obstaculizan el camino. Sin embargo, todo el que haya emprendido ese camino ha llegado hasta el final y nunca ha regresado. Por eso la Roca debe daros miedo.

—¡Pero tú has vuelto!

—¡Es que ella es Devién! El hada más fuerte y valiente del mundo...

—Soy un hada y con eso es suficiente, mi querida Flox. Pero sí, las criaturas mágicas son inmunes a la llamada de la Roca.

—¡La próxima vez naceré hada! —refunfuñó Babú.

Cuando llegamos a casa de los Burdock, las niñas todavía seguían hablando de la Roca y de todas las veces que se habían acercado, quién más y quién menos.

Marta Burdock nos esperaba en la puerta de la Tienda de las Exquisiteces. El jardín de los perfumes estaba allí al lado.

Un corazón tiembla

—Venid, Duff y Grisam ya están en el jardín —dijo la señora Marta. Babú enrojeció hasta las orejas y Flox lo notó.

—¡Sé fuerte! —le susurró al oído, dándole un empujón en broma. Fue un empujoncito amable, pero bastó para desencadenar la tragedia: Babú, incapaz de controlar las piernas de pura emoción, tropezó con el escalón y cayó justo a los pies de Grisam Burdock.

—¿Has perdido algo? —le preguntó el maguito para burlarse de ella. Si la dignidad y las ganas de vivir significan algo, Vainilla estaba segura que acababa de perder ambas. Esbozó una sonrisita y se levantó. Tenía las rodillas, la barbilla y las palmas de las manos sucias de hierba. Flox le pidió perdón y la ayudó a arreglarse, pero Babú la apartó y estuvo de morros el resto del día. ¡Si sólo se hubiera percatado de lo desgarbado que estaba Grisam con el traje de mago!

—Era de tío Duff. Mi madre ha dicho que subiendo un poco los bajos... —había tratado de justificarse él a nuestra llegada. "Algo más que los bajos", pensé yo. La túnica se arrastraba por el suelo más de dos palmos y Grisam tenía que mantenerla alzada con una mano para no ir tropezando.

¡Estaba realmente cómico!

La señora Burdock llegó con un par de botas para las niñas. Estaban adornadas con hierbas y esencias de su jardín.

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