Read El Secreto de las Gemelas Online

Authors: Elisabetta Gnone

Tags: #Infantil y juvenil, #Fantástico

El Secreto de las Gemelas (17 page)

BOOK: El Secreto de las Gemelas
6.34Mb size Format: txt, pdf, ePub
ads

—Pues yo creo que él no sabe nada. Los mayores no nos informan nunca, nos tratan todavía como niños.

No me dejaba elección.

—Lo siento, Vi —dije seria—, pero vosotras dos no vais a ir a ninguna parte—. Cerré la puerta con un encantamiento y, para más seguridad, fui a sentarme en el picaporte. Pervinca me miró de mala manera. Incluso trató de apartarme y abrir, pero ningún ser humano puede romper el encantamiento de un hada. Desconsolada, se dejó caer en la cama.

—Está bien —dijo soltando la mochila—. Has ganado tú, no voy... Quizá tengas razón y ya lo sepa...

En el instante en que Vi dijo aquella frase, un extraño perfume, dulce y penetrante, invadió la habitación.

—¿Puedo fiarme? —pregunté frotándome la nariz.

—Sí, puedes fiarte... Vamos a comer antes de que los de abajo se enfaden.

Retiré el encantamiento de la puerta, pero aquel olor me hizo estornudar. Entré en mi tarro en busca de un pañuelo y... ¡CLAC!

Oí cómo se enroscaba rápidamente la tapa sobre mí. En aquel momento reconocí el olor que me había provocado picor en la nariz: ¡era el hedor de la mentira!

—¡ÁBREME INMEDIATAMENTE! —grité fuera de mí. Pervinca se puso la chaqueta, agarró la mochila y desapareció por la escalera. Instantes después, Vainilla la siguió.

—Perdóname, hadita, pero tengo que ir con ella. Volveremos pronto, te lo prometo.

Gran parte de lo que sucedió después lo supe porque me lo contaron, ya que ningún hada puede abrir una tapa cerrada a traición. ¡De aquel terrible día, lo único que vi fue la batalla!

Los pensamientos de Felí

Durante el tiempo que permanecí encerrada en el tarro, pensé en cómo iban vestidas las niñas y qué se habían llevado con ellas: inconscientemente, esperaba que si se encontraban en peligro habría podido reconocer los colores de lejos, o identificar un objeto dejado atrás o perdido.

Un pensamiento extraño que entonces no comprendí. Sabía que si las niñas se hallaran en peligro, advertiría la señal con las antenas y no habría tenido necesidad de verlas para encontrarlas. Sin embargo, todavía hoy puedo describir con detalle qué vestían el día en que se desencadenó el segundo ataque: Pervinca llevaba la camiseta color ciruela con un gran girasol bordado en el centro, y unos pantalones de felpa ligera del mismo color, aunque un poco más oscuros.

Tenía consigo la chaqueta y la mochila de la escuela. Por su parte, Babú llevaba puesto el vestido color geranio con pequeños bordados brillantes y el babi de tela. ¿Llevaba algo con ella? Me parece que nada. Pero no lo recordaba muy bien...

La discusión

Las niñas se encaminaron hacia la casa de Grisam, pero al llegar a la fuente empezaron a discutir.

—Has hecho algo terrible, Vi —dijo Babú, corriendo tras su hermana—. Felí no te lo perdonará jamás.

—No tenía más remedio, ¿no lo entiendes? —respondió Pervinca cortante—. ¿Por qué has venido? Podrías haberte quedado en casa.

—¿Y qué iba a decir a papá y mamá?

—Pues la verdad, tú siempre dices la verdad.

—¿Y qué hay de malo en eso? En cambio, ¡tú no la dices nunca! ¡Ni siquiera ahora! No vas a casa de Grisam porque estés preocupada por su padre...

—¿Ah, no? ¿Y entonces por qué? Venga, dímelo.

—Vas porque quieres verlo y punto.

—¡Eres una tonta, Babú, no comprendes nada!

—Comprendo todo muy bien. Hoy os he visto, juntitos, riéndoos...

—¡Estás celosa, por eso fastidias tanto! ¡Regresa a casa, no quiero que me sigas!

—Nada de eso, voy contigo, así vemos quién tiene razón. Y precisamente espero fastidiarte.

—Vete, Babú, vuelve a casa a contar lapiceros o a ordenar la habitación como una niña buena.

—O a convertir a Rex en un bonito broche. ¿Qué me dices?

—Oh, Babú, tú no sabrías ni convertir a un sapo en una rana, no tienes el poder ni el coraje... ¡Como no has tenido coraje para decir a Grisam que estás enamorada de él y que no quieres que nosotros dos seamos amigos!

Vainilla sintió que los ojos se le llenaban de lágrimas.

—¡Te odio, Vi! ¡Te odio con todo mi corazón y espero no verte más! —dijo con rabia.

Pervinca se puso a correr lo más deprisa que pudo y desapareció en las calles del pueblo.

Al quedarse sola, Vainilla no supo qué hacer. Seguir a su hermana... ni pensarlo, y en casa recibiría una buena regañina. Decidió ir a sentarse en la plaza. A aquella hora y con aquel calor estaría vacía y nadie la vería llorar, aparte de Roble.

El viejo árbol se percató en seguida de la presencia de la niña.

—¿QUEEÉ SUCEEEDE, PEQUEEEÑA PERIWIIINKLE? PAREEECES UUUNA CORTEEEZA DE TAAAN CEÑUUUDA...

—Me he peleado con mi hermana... —respondió Vainilla arrastrando los pies.

—¡OOOH, ACAAABO DE VEEERLA COOORRER COOMO SI LA PERSIGUIEEERA EL FUEEEGO!

—Ya...

—VEEEN A SENTAAARTE A LA SOOOMBRA, PEQUEEEÑA PERIWIIINKLE. SI TE QUEEEDAS MAAÁS AL SOOOL, LAS LAAÁGRIMAS EMPEZARAAÁN A HERVIIIRTE EN LA CAAARA...

Vainilla se dejó caer en uno de los bancos que rodeaban el tronco de Roble. A sus pies podían verse aún las huellas de la tormenta.

—El enemigo te arrancó unas cuantas ramas, ¿eh? ¿Te hizo daño?

—¿DAAAÑO? MMM, SÍÍÍ, UN POOOCO, PEEERO, COOOMO VEEES, SOOON RAAAMAS PEQUEEEÑAS, NOOO TARDARÉÉÉ EN REMPLAZAAARLAS. ME HEEE ENTERAAADO DE LO QUE SUCEDIOOÓ EN VUEEESTRA CAAASA AYEEER POR LA NOOOCHE. UNA AVENTUUURA HORRIIIBLE.

—Sí, tuve la oportunidad de quedarme como hija única, ¡pero la suerte me volvió la espalda justo al final!

—OOOH, UUUSAS TU LEEENGUA COOOMO UN CUCHIIILLO. ¡EEESO SÍÍÍ QUE HAAACE DAAAÑO!

—No he empezado yo... Ha sido ella, ¡esa víbora de Pervinca!

—¿HAAA DIIICHO FALSEDAAADES?

—¡Claro, como siempre!

—COMPREEENDO. ENTOOONCES SUS PALAAABRAS NO DEEEBERÍÍÍAAN HABEEERTE HERIIIDO DEMASIAAADO...

Vainilla pensó que había llegado el momento de cambiar de conversación:

—¿Sabes que Pervinca es una Bruja de la Oscuridad? —dijo, acogiendo en su regazo uno de los mininos que vivían en la plaza.

—CLAARO. SI NOO LO FUEERA, EL TERRIBLE 21 NOO HABRÍÍA INTENTAADO RAPTAARLA…

—No comprendo...

—EL ENEMIIIGO RAAAPTA A LOS MAAAGOS DE LA OSCURIDAAAD PARA CONVENCEEERLES DE QUE SE PAAASEN A SU BAAANDO, ¿NOOO LO SABIIÍAS?

—Sí, pero no los rapta solamente a ellos... —replicó Vainilla liberando uno de los hilos de su babi de las zarpitas del gato.

—¡NORMALMEEENTE SÍÍÍ! AYEEER DEBIOOÓ DE HACEEER UNA EXCEPCIOOÓN, O QUIZAAÁ SE EQUIVOCOOÓ...

Vainilla miró perpleja a Roble.

—FRAGAAARIA FREEES EEES UUUNA BRUUUJA DE LA LUUUZ, ¡PEEERO LA RAPTOOÓ TAMBIEEÉN A EEELLA!

—¿Y dices que nunca había raptado a Magos de la Luz?

—¡NOOO, JAMAAÁS!

—Esto no nos lo ha dicho tía Tomelilla.

—¿AH NOOO? ENTOOONCES HAAAZ CUEEENTA DE QUE NOOO HEEE DIIICHO NAAADA. AHOOORA VEEE A CAAASA. A PROPOOÓSITO, ¿COOÓMO EEES QUE VAAAS POR AHIIÍ SOOOLA, DOOÓNDE ESTAAÁTU HAAADA?

—Venía detrás de mí, se habrá parado en algún sitio...

—MMM, QUEEÉ RAAARO…

En el soleado aire de la plaza irrumpieron las notas de un violín desafinado, señal de que el luthier McMike trabajaba también el domingo. Vainilla no quería que la viera allí sola, pero la información sobre los raptos que le estaba dando Roble era demasiado interesante para perdérsela. Tenía que saber más y saberlo en seguida.

—¡Qué tonta soy! —dijo dándose una palmada en la frente—. Claro que nos lo ha dicho. Figúrate, tía Tomelilla ya nos lo ha contado todo sobre la Roca de Arrochar, incluso que el enemigo tortura allí a sus prisioneros para convencerles de que se alíen con él, y que los que no aceptan... ¿Cómo ha dicho? No me acuerdo de las palabras exactas...

—¡SOOON CONVERTIIIIDOS EN PIEEEDRAS! POR EEESO LA ROOOCA CREEECE UN PAAALMO DESPUÉÉÉS DE CAAADA RAAAPTO —respondió Roble picando el anzuelo que le había lanzado Babú. Esta contuvo a duras penas su sorpresa.

—¡Ah, sí, cierto! Te-terrible, ¿verdad?

—TERRIIIBLE, SÍÍÍ. LOS SINMAAAGIA NOO CREEEEN EN EEESTA HISTOOORIA, PERO BAAASTA CON APROXIMAAARSE A LA ROOOCA PARA OÍÍÍR EL LAMEEENTO DE EEESOS POBRECIIITOS. DIIICEN QUE EEES EL VIEEENTO QUE SOOOPLA ENTRE LAS AFILAAADAS AGUUUJAS. PERO YOOO CONOOOZCO AL VIEEENTO: SOOOPLA, GRIIITA, ULUUULA, PERO NOOO LLOOORA. CUAAANDO SE SUUUBE AL MOOONTE ADUUUM, SE OOOYE EL LLAAANTO DE LOS MAAAGOS Y LAS BRUUUJAS DE LA OSCURIDAAAD, PRISIONEEEROS PARA SIEEEMPRE. ¿SABIIÍAS EEESTO?

—¡Tengo que avisar a Pervinca! —exclamó Vainilla saltando del banco, un movimiento que no le gustó nada al gato.

—¿COOÓMO?

—Nada, bueno... que tengo que ir a buscar a mi hermana... Mamá nos espera para comer y se está haciendo tarde... Gracias por la inform... eh, por la compañía. ¡Nos vemos más tarde!

Roble movió las ramas en gesto de despedida.

—MMM, SIEEENTO UN EXTRAAAÑO OLOOOR… —dijo después para sí.

Vainilla se puso a correr hacia la casa de los Burdock: ya no le importaba la discusión, lo único que quería era ver a su hermana y ponerla al corriente de sus nuevos descubrimientos.

Pero cuando llegó, sus buenos propósitos se convirtieron súbitamente en humo: a través de las barras de la cancela vio a Pervinca sacar de la mochila el pergamino del Reglamento Mágico, mientras Grisam sostenía papel y pluma... ¡Vi había decidido escribir el contra-reglamento con él!

¿Por qué? Cuando se lo había pedido a ella, había aceptado con entusiasmo. Le había hecho mil cumplidos por la idea y le había dado su máximo apoyo para reunir firmas. Creía en aquel proyecto, le agradaba la idea de realizarlo con su hermana. ¿Por qué Pervinca la había excluido? Estaba enamorada de Grisam, pues. Y él, ¿estaba enamorado de ella?

Escondida entre las grandes hortensias que cubrían el muro, Vainilla vio al joven mago sacar algo que tenía escondido a sus espaldas. Era una cajita roja con un lazo dorado, Grisam se la entregó a Pervinca. Cuando esta abrió el paquete, un pequeño objeto brilló a los rayos del sol: ¡una joya!

Vainilla sintió un dolor en el estómago, como si una espada la traspasara de parte a parte, y se le puso un nudo en la garganta. Escapó antes de llorar. Decepcionada, traicionada y humillada, decidió que se marcharía para no volver nunca. Así que tomó el camino del acantilado, sin saber que durante todo aquel tiempo no había estado sola...

Mientras tanto, en casa...

BOOK: El Secreto de las Gemelas
6.34Mb size Format: txt, pdf, ePub
ads

Other books

The Wonder of Charlie Anne by Kimberly Newton Fusco
Filthy: A Bad Boy Romance by Lace, Katherine
Black Widow by Isadora Bryan
Eden Falls by Jane Sanderson
Obscura Burning by van Rooyen, Suzanne
Edge by Brenda Rothert
El sol sangriento by Marion Zimmer Bradley
Parish by Murphy, Nicole