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Authors: Michael Talbot

Tags: #Autoayuda, Ciencia, Ensayo

El Universo holográfico (34 page)

BOOK: El Universo holográfico
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Tercera parte

ESPACIO Y TIEMPO

El chamanismo y otras áreas misteriosas de investigación similares han cobrado importancia porque proponen ideas nuevas sobre la mente y el espíritu. Hablan de cosas como la vasta extensión del terreno de la consciencia…, las creencias, el conocimiento e incluso de la experiencia de que el mundo físico de los sentidos es una mera ilusión, un mundo de sombras; dicen que la herramienta tridimensional que llamamos cuerpo sirve sólo de contenedor o lugar de morada de Algo infinitamente más grande y comprensivo que el cuerpo, que constituye la matriz de la vida real.

H
OLGER
K
ALWEIT,

Ensoñación y espacio interior: el mundo del chamanismo

C
APÍTULO 7

El tiempo se origina en la mente

El «hogar» de la mente, como de todas las cosas, es el orden implicado. En ese nivel, que es el plenum fundamental de todo el universo manifiesto, el tiempo lineal no existe. El dominio de lo implicado es atemporal; los momentos no están unidos en serie como las cuentas de un collar.

L
ARRY
D
OSSEY,

Recovering the Soul
{xx}

Cuando el hombre levantó la vista, la habitación en la que se encontraba se volvió transparente y fantasmal y, en su lugar, se materializó una escena del pasado lejano. De repente, se encontró en el patio de un palacio, ante una joven muy guapa de piel aceitunada. Vio que llevaba joyas de oro alrededor del cuello, de las muñecas y de los tobillos, así como un vestido blanco translúcido y el pelo negro y trenzado recogido regiamente bajo una alta tiara cuadrada. Cuando la miró, su mente se llenó de información sobre su vida. Supo que era egipcia e hija de un príncipe, pero no de un faraón. Estaba casada. Su marido era esbelto y llevaba el pelo recogido en pequeñas trenzas que le caían a ambos lados de la cara.

El hombre vio también que la escena avanzaba rápidamente y recorría los hechos de la vida de la mujer como si fuera una película. Vio que murió de parto. Contempló los largos e intrincados pasos del embalsamamiento, la procesión del entierro, los rituales que la acompañaban mientras la introducían en el sarcófago; cuando terminó, las imágenes se desvanecieron y volvió a ver la habitación.

El hombre se llamaba Stefan Ossowiecki, un polaco nacido en Rusia y uno de los clarividentes más dotados del siglo XX, y la fecha era el 14 de febrero de 1935. Había evocado aquella visión del pasado cuando manipulaba un fragmento de una huella humana petrificada.

Ossowiecki demostró tanta destreza en la psicometría de útiles que acabó por atraer la atención de Stanislaw Poniatowski, catedrático de la Universidad de Varsovia y el etnólogo más famoso de Polonia en aquellos tiempos. Poniatowski le sometió a varias pruebas con herramientas de sílex y otras piedras encontradas en excavaciones arqueológicas del mundo entero. La mayoría de aquellos «litos», que así se llaman, eran tan inclasificables que sólo alguien acostumbrado a verlos podía decir que estaban tallados por manos humanas. Varios expertos habían certificado su autenticidad previamente, de manera que Poniatowski conocía su antigüedad y sus orígenes históricos, pero ocultó esa información cuidadosamente para que no lo supiera Ossowiecki.

No importaba. Una y otra vez, Ossowiecki identificaba correctamente los objetos, describía la era a la que pertenecían, así como la cultura que los había producido y las localizaciones geográficas donde se habían encontrado. En varias ocasiones, lo que mencionaba Ossowiecki no coincidía con la información que Poniatowski había escrito en sus notas, pero Poniatowski descubrió que el error siempre estaba en sus notas y no en la información que daba Ossowiecki.

Ossowiecki trabajaba siempre igual. Sostenía un objeto en las manos y se concentraba hasta que la habitación, y su propio cuerpo incluso, se cubrían de sombras y casi dejaban de existir. Una vez finalizada la transición, se encontraba viendo una película tridimensional del pasado. Entonces, podía dirigirse a cualquier parte de la escena que quisiera y ver todo lo que deseara. Mientras miraba el pasado, Ossowiecki llegaba a mover los ojos de un lado a otro como si lo que describía tuviera una presencia física real que estuviera delante de él.

Veía la vegetación, la gente y las moradas en las que vivían. En una ocasión, tras sostener en la mano una herramienta de piedra de la cultura Magdaleniense, una cultura de la Edad de Piedra que floreció en Francia de 15.000 a 10.000 años antes de Cristo, Ossowiecki le dijo a Poniatowski que los peinados de las mujeres magdalenienses eran muy complejos. El comentario pareció absurdo en aquel entonces, pero descubrimientos posteriores de estatuas de mujeres magdalenienses con peinados muy decorados demostraron que Ossowiecki tenía razón.

Durante los experimentos, Ossowiecki dio más de cien datos semejantes, detalles sobre el pasado que no parecían exactos a primera vista y después se probó que eran ciertos. Dijo que pueblos de la Edad de Piedra utilizaban lámparas de aceite, lo cual quedó confirmado con el hallazgo de lámparas de aceite del mismo tamaño y estilo que las descritas por él en las excavaciones de Dordogne, Francia. Realizó dibujos detallados de los animales que cazaban diversos pueblos, del estilo de las cabañas en las que vivían y de sus costumbres de enterramiento, declaraciones todas ellas confirmadas posteriormente por descubrimientos arqueológicos.
[1]

El trabajo de Poniatowski con Ossowiecki no es único. Norman Emerson, catedrático de Antropología de la Universidad de Toronto y fundador y vicepresidente de la Canadian Archaeological Association, también ha investigado la utilización de clarividentes en trabajos arqueológicos. Centró su investigación en un conductor de camión llamado George McMullen. Al igual que Ossowiecki, McMullen también tiene la capacidad de psicometrizar objetos y de usarlos para sintonizar con escenas del pasado. Asimismo, puede conectar con el pasado tan sólo visitando una excavación arqueológica. Una vez allí, camina de un lado a otro hasta que se orienta. Entonces, empieza a describir el pueblo y la cultura que antaño floreció allí. En una de esas ocasiones, Emerson le vio saltar sobre un trozo de tierra vacío y medir con los pasos lo que según él correspondía al emplazamiento de una cabaña iroquesa. Emerson delimitó la zona con estacas y a los seis meses desenterró la antigua estructura exactamente donde McMullen había dicho que estaba.
[2]

Aunque al principio Emerson se mostraba escéptico, su trabajo con McMullen le convirtió en creyente. En 1973, durante una conferencia anual de los arqueólogos más importantes de Canadá, hizo la siguiente declaración: «Estoy convencido de haber recibido datos sobre útiles y emplazamientos arqueológicos de un psíquico, que me daba la información sin dar muestras de estar haciendo un uso consciente de la lógica». Concluyó su conferencia afirmando que, a su juicio, las manifestaciones de McMullen abrían «un panorama completamente nuevo» para la arqueología y que se debería dar «prioridad absoluta» a estudiar la utilización de los psíquicos en las investigaciones arqueológicas.
[3]

En efecto, la retrocognición, o la capacidad que tienen ciertas personas para cambiar el foco de atención y contemplar el pasado literalmente, ha sido confirmada repetidamente en varias investigaciones. En una serie de experimentos realizados en la década de 1960, W.H.C. Tenhaeff, director del Parapsychological Institute de la Universidad Estatal de Utrecht, y Marius Valkhoff, decano de la Facultad de Arte de la Universidad de Witwatersrand de Johanesburgo (Sudáfrica), descubrieron que el gran psíquico holandés Gerard Croiset podía psicometrizar hasta un fragmento mínimo de hueso y describir acertadamente su pasado.
[4]
El doctor Lawrence LeShan, psicólogo clínico de Nueva York, además de ser otro escéptico convertido en creyente, ha realizado experimentos similares con la famosa psíquica americana Eileen Garrett.
[5]
En la reunión anual de 1961 de la American Anthropological Association, el arqueólogo Clarence W. Weiant reveló que no habría hecho el famoso descubrimiento de Tres Zapotes, considerado universalmente como uno de los hallazgos arqueológicos de América Central más importantes que se han hecho jamás, si no hubiera contado con la ayuda de un psíquico.
[6]

Stephan A. Schwartz, antiguo miembro del departamento editorial de la revista
National Geographic
y miembro del Discusion Group on Innovation, Technology and Society de la Secretaría de Defensa del MIT, cree que la retrocognición no sólo es real, sino que acabará precipitando un cambio en la realidad científica tan profundo como los cambios que siguieron a los descubrimientos de Copérnico y Darwin. Sus opiniones sobre el tema son tan firmes que ha escrito la voluminosa historia de la asociación entre clarividentes y arqueólogos, titulada
The Secret Vaults of Time
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. «La arqueología psíquica ha sido una realidad durante las tres cuartas partes del siglo —asegura Schwartz—. El nuevo enfoque ha jugado un papel importante a la hora de demostrar que el marco temporal y espacial, tan crucial para la filosofía de la Gran Materia, no es bajo ningún concepto una idea tan absoluta como cree la mayoría de los científicos».
[7]

El pasado como holograma

Facultades como ésa sugieren que el pasado no se ha perdido, sino que existe y es accesible para la percepción humana. La visión habitual del universo no acepta ese estado de cosas, pero el modelo holográfico sí. La idea de Bohm de que el fluir del tiempo es producto de una serie constante de envolvimientos y desenvolvimientos sugiere que el presente, cuando se envuelve y se convierte en parte del pasado, no deja de existir, sino que se limita a volver al almacén cósmico de lo implicado. O, como dice Bohm, «el pasado está activo en el presente como una especie de orden implicado».
[8]

Si la consciencia se origina también en lo implicado, como sugiere Bohm, significa que la mente humana y el registro holográfico del pasado existen ya en el mismo dominio, ya son vecinos, como quien dice. Así pues, puede que lo único que se necesite para acceder al pasado sea cambiar el foco de atención. Quizá personas clarividentes como McMullen y Ossowiecki tengan simplemente una facultad innata para llevar a cabo ese cambio; en tal caso, lo que indica la idea holográfica es que esa facultad está latente en todos nosotros, como tantas otras aptitudes extraordinarias que hemos visto anteriormente.

En el holograma se puede encontrar también una metáfora que explica cómo se almacena el pasado en el orden implicado. Si se graban todas las fases de una actividad, pongamos una mujer soplando una burbuja de jabón, en un holograma de imágenes múltiples como una serie de imágenes sucesivas, cada imagen se convierte en un fotograma de una película. Si el holograma es de «luz blanca» —una placa holográfica cuya imagen se puede ver a simple vista sin necesidad de una luz láser—, cuando el observador se mueva junto a la película cambiando el ángulo de visión, verá el equivalente a una película tridimensional de la mujer soplando la burbuja de jabón. En otras palabras: a medida que se oculten y se revelen las distintas imágenes, parecerá que fluyen todas juntas y crearán una ilusión de movimiento.

Una persona que no esté familiarizada con los hologramas podría suponer erróneamente que las diferentes fases del soplado de la burbuja de jabón son transitorias y que una vez percibidas ya no pueden volver a percibirse, pero no es cierto. En el holograma se graba siempre la actividad completa y lo que produce la ilusión de que se desenvuelve en el tiempo es la perspectiva cambiante del espectador. La teoría holográfica da a entender que ocurre lo mismo con nuestro pasado. En vez de desvanecerse en el olvido, también se queda grabado en el holograma cósmico y siempre es posible acceder a él una vez más.

Otro rasgo de la experiencia retrocognitiva que denota una semejanza con el holograma es el carácter tridimensional de las escenas a las que se accede. La psíquica Rich, por ejemplo, que también puede psicometrizar objetos, afirma que sabe lo que Ossowiecki quería decir cuando declaró que las imágenes que veía eran tan reales y tridimensionales como la habitación en la que se encontraba, o incluso más reales todavía. Según ella, «es como si la escena asumiera el control. Es dominante y en cuanto empieza a desenvolverse me convierto en parte de ella. Es como si estuviera en dos sitios a la vez. Soy consciente de que me encuentro en una habitación, pero también estoy en la escena».
[9]

El carácter no local de la retrocognición es igualmente holográfico. Los psíquicos son capaces de acceder al pasado de una excavación arqueológica en concreto, tanto si se encuentran en ella como si están a muchos kilómetros de distancia. En otras palabras: no parece que la grabación del pasado esté almacenada en una localización única, sino que, al igual que la información en el holograma, es no local y se puede acceder a ella desde cualquier punto del marco espacio/tiempo. El hecho de que algunos psíquicos ni siquiera necesiten recurrir a la psicometría para sintonizar con el pasado subraya el carácter no local del fenómeno. El famoso clarividente de Kentucky, Edgar Cayce, podía meterse en el pasado simplemente tumbándose en un sofá en su casa y entrando en un estado semejante al sueño. Dictaba páginas y páginas de la historia de la raza humana, con frecuencia con una exactitud asombrosa. Por ejemplo, indicó con toda precisión la ubicación de la comunidad esenia de Qumrán y describió su papel histórico, once años antes de que el hallazgo de los manuscritos del Mar Muerto (en las cuevas de Qumrán) confirmara sus declaraciones.
[10]

Es interesante señalar que muchas personas con capacidad retrocognitiva también pueden ver el campo de energía humano. Cuando Ossowiecki era pequeño, su madre le puso gotas en los ojos para intentar librarle de las bandas de colores que según él veía alrededor de la gente; McMullen también puede determinar el estado de salud de una persona mirando su campo de energía. Esto sugiere que la retrocognición podría estar relacionada con la capacidad de ver los aspectos más sutiles y vibratorios de la realidad. Dicho de otra forma: tal vez el pasado no sea más que otra cosa codificada en el dominio de frecuencias de Pribram, una parte de los patrones de interferencia cósmicos que la mayoría de nosotros elimina y solamente unos pocos sintonizan y convierten en imágenes parecidas a los hologramas. Como dice Pribram, «puede que en el estado holográfico —en el dominio de frecuencias— hace cuatro mil años sea mañana».
[11]

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