Y la lista sigue y sigue.
¿Qué explicación tienen esos descubrimientos? En opinión de Krippner, la afirmación de Bohm de que la mente puede acceder al orden implicado es una explicación.
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Puthoff y Targ creen que la interconexión cuántica no local juega un papel en la precognición, y Targ ha afirmado que, en una experiencia de visión remota, la mente parece ser capaz de acceder a algún tipo de «sopa holográfica» o dominio holográfico, en donde todos los puntos están interconectados infinitamente no sólo en el espacio, sino también en el tiempo.
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El doctor David Loye, psicólogo clínico y antiguo miembro de las facultades de Medicina de Princeton y de UCLA, está de acuerdo. Según él, «la teoría de la mente holográfica de Pribram-Bohm parece ofrecer a aquellos que reflexionan sobre el enigma de la precognición, la mayor esperanza lograda hasta el momento de que estamos progresando hacia la solución tan buscada». Loye, que actualmente es codirector del Institute for Future Forecasting de Carolina del Norte, sabe de lo que habla. Ha pasado las dos últimas décadas investigando la precognición y el arte de predecir en general y desarrolla técnicas para permitir a la gente ponerse en contacto con su propia consciencia intuitiva del futuro.
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La naturaleza tipo holograma de muchas experiencias precognitivas ofrece más indicios de que la habilidad de predecir el futuro es un fenómeno holográfico. Como ocurre con la retrocognición, los psíquicos cuentan que la información precognitiva se les muestra a menudo en forma de imágenes tridimensionales. El psíquico Tony Cordero, nacido en Cuba, dice que cuando ve el futuro es como si contemplara una película en la mente. La primera película de ese tipo la vio de niño y tuvo una visión de la toma del poder por parte de los comunistas en Cuba. «Le conté a mi familia que vi banderas rojas por toda Cuba y que iban a abandonar el país y que iban a disparar contra muchos miembros de la familia —dice Cordero—. En realidad vi cómo disparaban a mis parientes. Podía oler el humo y oír el ruido del tiroteo. Me parece que estoy allí ahora mismo. Oigo hablar a la gente pero ellos no pueden oírme ni verme. Es como viajar en el tiempo o algo así».
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Para describir sus experiencias, los psíquicos utilizan palabras similares a las de Bohm. Garrett describía la clarividencia como, «una intuición extraordinariamente intensa de algunos aspectos de la vida en funcionamiento y, como en el plano de la clarividencia, el tiempo es
un todo no dividido
[las cursivas son mías], a menudo se percibe el objeto o el acontecimiento en sus fases pasada, presente y/o futura en una sucesión que cambia abruptamente».
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Todos somos precognitivos
La afirmación de Bohm de que toda consciencia humana tiene su origen en lo implicado significa que todos poseemos la capacidad de acceder al futuro, y también hay pruebas que lo respaldan. El descubrimiento de Jahn y Dunne de que hasta personas normales obtienen buenos resultados en las pruebas de visión remota precognitiva indica el carácter extendido de dicha aptitud. Hay muchos descubrimientos, procedentes tanto de experimentos como de anécdotas, que proporcionan datos adicionales. En un programa de la BBC de 1934, Edith Lyttleton, dama de la Orden del Imperio Británico y miembro de la familia Balfour, una estirpe destacada política y socialmente en Inglaterra, así como presidenta de la British Society for Psychical Research, invitó a los oyentes a que enviaran relatos de sus experiencias precognitivas. Recibió un aluvión de cartas y, tras eliminar los casos que no ofrecían pruebas demostrables, todavía le quedaron los suficientes como para escribir un volumen sobre el tema.
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De manera similar, sondeos dirigidos por Louisa Rhine revelaron que la precognición es mucho más frecuente que cualquier otra clase de experiencia psíquica.
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También hay estudios que demuestran que las visiones precognitivas tienden a ser visiones de tragedias y que las premoniciones de hechos desgraciados sobrepasan en número a los acontecimientos felices en una proporción de cuatro contra una. Los que predominan son los presentimientos de muertes, en segundo lugar están los accidentes, y la enfermedad ocupa el tercer lugar.
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La razón parece obvia. Estamos tan absolutamente programados para creer que
no
es posible percibir el futuro, que nuestras capacidades precognitivas se han vuelto capacidades durmientes. Al igual que la fuerza sobrehumana que se exhibe en aquellas emergencias que ponen en peligro la vida, las capacidades precognitivas acuden a la mente en tiempos de crisis únicamente, cuando alguien cercano a nosotros está a punto de morir, cuando están en peligro nuestros hijos u otros seres queridos, etcétera. El hecho de que las culturas primitivas casi siempre obtuvieran mejores resultados en las pruebas de percepción extrasensorial (PES) que las llamadas culturas civilizadas, pone de manifiesto que nuestra interpretación «sofisticada» de la realidad es la causante de nuestra incapacidad tanto para comprender como para utilizar la verdadera naturaleza de nuestra relación con el tiempo.
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Podemos encontrar más indicios de que hemos relegado nuestras capacidades precognitivas innatas al interior del inconsciente en la estrecha relación que existe entre las premoniciones y los sueños. Hay estudios que revelan que entre un 60 y un 68 por ciento de las precogniciones ocurre durante el sueño.
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Puede que hayamos desterrado de la mente consciente la capacidad de ver el futuro, pero todavía sigue estando muy activa en las capas más profundas de la psique.
Las culturas tribales son plenamente conscientes de este hecho y las tradiciones chamanísticas hacen hincapié casi universalmente en la importancia de los sueños en la adivinación del futuro. Incluso nuestros textos más antiguos rinden homenaje al poder premonitorio de los sueños, como pone de manifiesto el relato bíblico del sueño del faraón con las siete vacas gordas y las siete vacas flacas. La antigüedad de la tradición indica que la tendencia de las premoniciones a suceder durante el sueño se debe a algo más que al escepticismo actual hacia la precognición. Quizá juegue un papel en este sentido la proximidad del inconsciente con el reino atemporal de lo implicado. Como nuestro ser soñador está más hondo en la psique que nuestro ser consciente —y por tanto más cerca del mar primordial, en el cual pasado, presente y futuro se convierten en uno— quizá le es más fácil acceder a la información sobre el futuro.
Cualquiera que sea la razón, no debería sorprendernos que otros métodos de acceso al inconsciente puedan proporcionar también información precognitiva. Por ejemplo, en los años sesenta, Karlis Osis y el hipnotizador J. Fahler averiguaron que los sujetos hipnotizados tenían más aciertos en las pruebas de precognición que los sujetos no hipnotizados, en un porcentaje significativamente más alto.
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Otros estudios han confirmado asimismo que la hipnosis aumenta la percepción extrasensorial.
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No obstante, los fríos datos estadísticos, por abrumadores que sean, jamás producen el mismo impacto que un ejemplo de la vida real. En su libro
The Future is Now: The Significance of Precognition
{xxiv}
, Arthur Osborn recoge los resultados de un experimento de hipnosis/precognición en el que participó la actriz francesa Irene Muza. Tras ser hipnotizada, le preguntaron si podía ver su futuro y ella contestó: «Mi carrera será corta; no me atrevo a decir cuál será mi fin; será terrible».
Los investigadores se quedaron perplejos y decidieron no decirle lo que había contado y sugestionarla para que, tras la hipnosis, olvidara todo lo que había dicho. Cuando se despertó, no recordaba la predicción que había hecho para sí misma. No obstante, aunque lo hubiera sabido, no habría causado la clase de muerte que sufrió: a los pocos meses, su peluquero derramó accidentalmente alcohol sobre una estufa encendida, provocando que se incendiara el pelo y la ropa de la actriz. En unos segundos se vio rodeada por las llamas y murió en un hospital horas después.
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Holosaltos de fe
Lo que le sucedió a Irene Muza suscita una cuestión importante. Si hubiera sabido el destino que se había predicho a sí misma, ¿habría sido capaz de evitarlo? Dicho de otra forma: ¿está el futuro fijado y predeterminado totalmente o se puede cambiar? A primera vista, la existencia de fenómenos precognitivos parece indicar que la opción correcta es la primera, pero supondría un estado de cosas muy inquietante. Si el futuro fuese un holograma con los detalles más nimios fijados de antemano, significaría que no tenemos libre albedrío. Seríamos meras marionetas del destino que se mueven mecánicamente siguiendo un guión que ya está escrito.
Afortunadamente, hay datos abrumadores que indican que no es así. La literatura está llena de ejemplos de personas que utilizaron sus visiones precognitivas del futuro para evitar desastres: personas que predijeron acertadamente que un avión se iba a estrellar y evitaron la muerte porque no lo cogieron, o que tuvieron una visión de que sus hijos se ahogaban en una riada y los pusieron a salvo justo en el último segundo. Hay diecinueve casos documentados de personas que tuvieron destellos precognitivos del hundimiento del
Titanic
: entre ellos figuran viajeros que prestaron atención a sus premoniciones y sobrevivieron, pasajeros que no hicieron caso de sus presentimientos y se ahogaron, y personas que no entraban en ninguna de esas dos categorías.
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Estos ejemplos sugieren poderosamente que el futuro no está determinado, sino que es flexible y se puede cambiar. Esta opinión, no obstante, lleva consigo otro problema: si el futuro todavía está en estado de flujo, ¿qué utiliza Croiset para describir a la persona que se sentará en una butaca en concreto, con diecisiete días de antelación? ¿Cómo puede ser que el futuro exista y no exista?
Loye ofrece una posible respuesta. A su juicio, la realidad es un holograma gigante en el cual pasado, presente y futuro están fijados sin duda, por lo menos hasta cierto punto. La cuestión es que no es el único holograma que existe. Hay muchas otras entidades holográficas similares flotando en las aguas de lo implicado, donde no existe el tiempo ni el espacio, nadando y chocando entre sí como tantas y tantas amebas. Y Loye afirma que, «esas entidades holográficas también podrían visualizarse como mundos paralelos, o universos paralelos».
Así, el futuro de un universo holográfico dado
está
predeterminado, y cuando una persona tiene un atisbo precognitivo del futuro, está sintonizando con el futuro de ese holograma en concreto solamente. Pero como las amebas, esos hologramas también se tragan y se engullen unos a otros de vez en cuando, fundiéndose y bifurcándose como globos protoplásmicos de energía, que es lo que realmente son. A veces esos empujones nos sacuden y causan las premoniciones que nos asaltan de vez en cuando. Y cuando actuamos siguiendo una premonición y parece que alteramos el futuro, lo que estamos haciendo realmente es saltar de un holograma a otro. A esos saltos intraholográficos Loye los llama «holosaltos» y en su opinión son ellos los que nos proporcionan nuestra verdadera capacidad para ser libres y perspicaces.
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Bohm resume la misma situación de una manera ligeramente distinta: «Cuando la gente sueña precisamente con un accidente y no coge el avión o el barco, lo que estaba viendo no es el futuro real, sino meramente alguna cosa del presente que está implicado y se dirige hacia la elaboración de ese futuro. De hecho, el futuro que vieron difería del futuro real porque lo alteraron. Creo, por tanto, que es más plausible decir que, si esos fenómenos existen, hay una anticipación del futuro en el orden implicado del presente. Como se solía decir, los acontecimientos venideros ensombrecen el presente. Sus sombras se proyectan hasta el fondo del orden implicado».
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Las descripciones de Bohm y de Loye parecen dos formas diferentes que intentan expresar lo mismo: una visión del futuro como un holograma lo bastante sustancial como para que podamos percibirlo, pero lo bastante maleable como para ser susceptible de cambio. Otros han usado palabras distintas para resumir lo que parece ser la misma idea básica. Cordero describe el futuro como un huracán que se está empezando a formar y a cobrar impulso y que se hace más concreto e inevitable a medida que se acerca.
[42]
Ingo Swann, un psíquico de gran talento que ha obtenido resultados impresionantes en diversos estudios, entre otros la investigación de Puthoff y Targ sobre la visión remota, dice que el futuro está formado por «posibilidades cristalizantes».
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Los kahunas hawaianos, muy estimados por sus poderes precognitivos, hablan del futuro como algo fluido, pero que está en proceso de «cristalización», y creen que los grandes acontecimientos del mundo cristalizan con mucha antelación, al igual que los hechos más importantes de la vida de una persona, tales como el matrimonio, los accidentes y la muerte.
[44]
Las numerosas premoniciones que, como sabemos hoy, precedieron tanto al asesinato de Kennedy como a la guerra civil americana (hasta George Washington tuvo una visión precognitiva de una futura guerra civil relacionada de un modo u otro con «África», con la cuestión de que todos los hombres son «hermanos» y con la palabra «Unión»
[45]
) parecen corroborar la creencia de los kahuna.
La idea de Loye de que existen muchos futuros holográficos distintos y que, saltando de un holograma a otro, elegimos qué acontecimientos se van a manifestar y cuáles no, trae consigo otra secuela. Elegir un futuro holográfico en vez de otro es básicamente lo mismo que crear el futuro. Como hemos visto, hay una gran cantidad de indicios que sugieren que la consciencia juega un papel significativo en la creación del aquí y ahora. Pero si la mente puede traspasar las fronteras del presente y acechar el paisaje nebuloso del futuro en alguna ocasión, ¿intervenimos también en la creación de acontecimientos futuros? Dicho de otro modo: los caprichos de la vida, ¿son azarosos de verdad o desempeñamos un papel en la forja literal de nuestro propio destino? Sorprendentemente, hay algunos datos intrigantes que insinúan que la segunda opción podría ser la correcta.