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Authors: Michael Talbot

Tags: #Autoayuda, Ciencia, Ensayo

El Universo holográfico (42 page)

BOOK: El Universo holográfico
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Como las EFC, las ECM parecen ser un fenómeno universal. Se habla de ellas tanto en el Libro de los Muertos tibetano del siglo XVIII como en el Libro de los Muertos egipcio de 2.500 años de antigüedad. En el Libro X de
La República
, Platón cuenta con detalle la experiencia de un soldado griego llamado Er, que volvió a la vida segundos antes de que se encendiera su pira funeraria y dijo que había abandonado el cuerpo y alcanzado la tierra de los muertos a través de un «pasadizo». Beda el Venerable hace un relato similar en su libro del siglo VIII
A History of the English Church and People
{xxxiv}
, y Carol Zaleski, profesora de Harvard sobre el estudio de las religiones, señala en un libro titulado
Otherworld Journeys
{xxxv}
que la literatura medieval está repleta de historias de experiencias cercanas a la muerte.

Las personas que han tenido tales experiencias tampoco poseen características demográficas únicas. Diversos estudios han revelado que no existe relación alguna entre las ECM y la edad, el sexo, el estado civil, la raza, la religión y/o creencias espirituales, la clase social, el nivel educativo, los ingresos, la frecuencia con que se asiste a la iglesia, el tamaño de la comunidad o la zona de residencia. A semejanza de la iluminación, las ECM pueden sorprender a cualquiera en cualquier momento. Los religiosos devotos no tienen más probabilidades de tener una que los no creyentes.

Uno de los aspectos más interesantes de este fenómeno es la coherencia que encontramos de experiencia en experiencia. Un resumen de una ECM típica sería el siguiente: un hombre que se está muriendo se encuentra de repente flotando por encima de su cuerpo y contemplando lo que ocurre. En cuestión de momentos, viaja a gran velocidad por una zona oscura o por un túnel. Entra en un reino de una luz deslumbrante en el que le brindan una cálida acogida sus amigos y parientes que han muerto hace poco. A menudo oye una música indescriptiblemente bella y ve un panorama maravilloso —prados ondulados, valles llenos de flores, y arroyos resplandecientes— más que ninguno de los que ha visto en la tierra. En ese mundo lleno de luz no siente dolor ni miedo y le embarga un sentimiento de alegría, amor y paz extraordinario. Se encuentra con un «ser (y/o seres) de luz» del que emana un sentimiento de compasión enorme, que le anima a hacer una «revisión de vida», una repetición panorámica de su vida. Tan extasiado está por esa experiencia de la realidad superior, que no desea más que quedarse. Sin embargo, el ser le dice que todavía no ha llegado su hora y le convence para que regrese a su vida terrenal y vuelva a entrar en su cuerpo físico.

Convendría observar que ésta es sólo una descripción general y que no todas las ECM contienen todos los elementos descritos. A unas les faltan parte de los rasgos mencionados y otras pueden contener ingredientes adicionales. También puede variar la parafernalia simbólica. Por ejemplo, aunque en las culturas occidentales se tiende a entrar en el reino del más allá atravesando un túnel, en otras culturas se puede llegar bajando por un camino o atravesando una extensión de agua.

No obstante, hay un grado de coincidencia asombroso entre las experiencias relatadas por diversas culturas a lo largo de la historia. La revisión de la vida, por ejemplo, una característica que se da una y otra vez en las experiencias modernas, aparece también en el Libro de los Muertos tibetano, en el Libro de los Muertos egipcio, en el relato de Platón de la estancia y experiencia de Er en el más allá y en los textos yóguicos de dos mil años de antigüedad del sabio indio Patanjali. También se han hecho estudios formales que confirman las semejanzas transculturales. En 1977, Osis y Haraldsson compararon casi novecientas visiones de pacientes en el lecho de muerte confiadas a médicos y otro personal sanitario, tanto en la India como en Estados Unidos, y descubrieron que aunque había varias diferencias culturales —por ejemplo, los americanos tendían a ver el ser de luz como un personaje religioso cristiano, mientras que los indios lo percibían como uno hindú— el «núcleo» de la experiencia era sustancialmente el mismo y análogo al de las ECM descritas por Moody y Kubler-Ross.
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Aunque según el punto de vista ortodoxo las ECM no son más que alucinaciones, hay datos esenciales que demuestran que no es así. Como en las EFC, las personas que viven una experiencia cercana a la muerte, cuando están fuera del cuerpo, son capaces de dar detalles que no pueden saber por medios sensoriales normales. Por ejemplo, Moody cuenta el caso de una mujer que dejó su cuerpo durante una operación, flotó por la sala de espera y vio que su hija llevaba unas prendas de tela escocesa que no pegaban bien. Resultó que la niñera había vestido a la niña tan deprisa que no se había dado cuenta del error y se quedó perpleja cuando la madre, que no había visto físicamente a la niña aquel día, comentó el hecho.
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Otro caso es el de una mujer que, después de dejar el cuerpo, fue al vestíbulo del hospital y oyó a su cuñado decir a un amigo que parecía que iba a tener que cancelar un viaje de negocios y convertirse en cambio en uno de los portadores del féretro de su cuñada. Cuando la mujer se recuperó, echó una reprimenda a su asombrado cuñado por quitarla de en medio con tanta rapidez.
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Y no son éstos los ejemplos más extraordinarios de percepción sensorial extracorpórea durante las ECM. Investigadores del fenómeno han descubierto que incluso pacientes ciegos que no han percibido luz durante años, son capaces de ver y de describir con precisión lo que sucede a su alrededor, una vez que han dejado sus cuerpos. Kubler-Ross ha encontrado a varios de ellos y les ha hecho una larga entrevista con el fin de determinar la exactitud de sus declaraciones: «Escuchamos asombrados que podían describir el color y el diseño de la ropa y de las joyas que llevaba la gente que estaba presente».
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Pero las más sorprendentes son las experiencias y visiones en el lecho de muerte en las que participan dos personas o más. En una ocasión, una mujer iba andando por el túnel y cuando se acercaba al reino de la luz, vio a un amigo suyo que volvía. Cuando se cruzaron, el amigo le comunicó telepáticamente que había muerto pero que le habían «mandado regresar». Al final, a la mujer también la «mandaron regresar» y cuando se recuperó se enteró de que su amigo había sufrido una parada cardíaca más o menos cuando ella vivió su experiencia.
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Hay registrados muchos más casos de personas que, cuando se estaban muriendo, sabían quién les esperaba en el más allá antes de recibir la noticia de su muerte por conductos normales.
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Por si todavía queda alguna duda, presentamos otro argumento más en contra de la idea de que las experiencias cercanas a la muerte son alucinaciones: las tienen pacientes con encefalogramas planos. En circunstancias normales, cuando una persona habla, piensa, imagina, sueña o hace cualquier otra cosa, su encefalograma registra una gran cantidad de actividad. Los encefalogramas miden las alucinaciones incluso. Hay muchos casos de personas con encefalogramas planos que han tenido una ECM, y si hubiera sido una alucinación, el encefalograma la habría registrado.

En resumen, si se consideran conjuntamente todos estos hechos —el carácter extendido de la ECM, la ausencia de características demográficas, la universalidad del núcleo de la experiencia, la capacidad de quienes han tenido esa experiencia para ver y saber cosas que no pueden ver ni saber por medios sensoriales normales, el hecho de que la tengan pacientes con encefalogramas planos— se llega a una conclusión inevitable: las personas que tienen experiencias cercanas a la muerte no están sufriendo alucinaciones o fantasías delusorias, sino que
están visitando realmente un nivel de realidad enteramente distinto
.

Es la misma conclusión que han sacado muchos investigadores del fenómeno. Uno de ellos es el doctor Melvin Morse, un pediatra de Seattle, Washington. Morse empezó a interesarse por las ECM después de tratar a una joven de 17 años que se había ahogado. Cuando revivió, estaba en coma, tenía las pupilas fijas y dilatadas y carecía de reflejos musculares y de respuesta corneal. En términos médicos, estaba en un coma de grado III según la escala Glasgow, lo que indica que estaba en un coma tan profundo que apenas tenía posibilidades de recuperarse. Con todo, se recuperó completamente y la primera vez que Morse la visitó una vez que recobró la consciencia, la chica le reconoció y le dijo que le había visto trabajar sobre su cuerpo comatoso. Cuando Morse la interrogó, ella le contó que había abandonado su cuerpo, que había ido al Cielo atravesando un túnel y que allí había conocido al «Padre Celestial». El Padre Celestial le dijo que se suponía que aún no tenía que estar allí y le preguntó si quería quedarse o volver. Al principio, ella contestó que se quería quedar, pero cuando el Padre Celestial le advirtió que esa decisión significaba que ya no volvería a ver a su madre, cambió de opinión y regresó a su cuerpo.

Morse, que era escéptico, estaba fascinado, y desde entonces se dispuso a aprender todo lo que pudiera sobre esa clase de experiencias. Por aquel entonces, trabajaba en Idaho, en un servicio de transporte aéreo que llevaba pacientes al hospital, lo cual le dio la oportunidad de hablar con muchísimos niños resucitados. Durante más de diez años, entrevistó a todos los niños que sobrevivieron a una parada cardíaca en el hospital y todos le contaban lo mismo, una y otra vez. Tras quedarse inconscientes, se encontraban fuera del cuerpo, contemplaban a los médicos trabajar sobre ellos, atravesaban un túnel y les consolaban unos seres luminosos.

Morse seguía siendo escéptico, pero, en una búsqueda cada vez más desesperada de una explicación lógica, leyó todo lo que pudo encontrar sobre los efectos secundarios de las medicinas que tomaban sus pacientes y estudió varias explicaciones psicológicas, pero le parecía que nada cuadraba. «Luego, un día leí en un periódico médico un largo artículo que trataba de explicar [las ECM] como manifestaciones engañosas del cerebro —recuerda—. Desde entonces, he estudiado [las ECM] ampliamente y ninguna de las explicaciones que apuntaba este investigador tenía sentido. Al final, quedó claro para mí que se le había escapado la explicación más obvia de todas: que las ECM son reales. Se le escapó la posibilidad de que el alma realmente viaje».
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Morse se hace eco de esta opinión y asegura que veinte años de investigación le han convencido de que las personas que han tenido una EMC, realmente se han aventurado a entrar en otro nivel de la realidad. Cree que la mayor parte de los investigadores piensa lo mismo. «He hablado con casi todos los investigadores [de ECM] que hay en el mundo acerca de su trabajo. Sé que la mayoría de ellos cree en su interior que [las ECM] son un destello de la otra vida. Pero como científicos y como médicos no han dado todavía con la “prueba científica” de que una parte de nosotros va a sobrevivir a la muerte del cuerpo físico. Esta falta de pruebas les impide manifestar públicamente sus verdaderos sentimientos».
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Hasta George Gallup, Jr., presidente de Encuestas Gallup, lo admitió a raíz de la encuesta que su compañía realizó en 1981: «Un número creciente de investigadores ha estado recopilando y evaluando relatos de personas que han tenido encuentros extraños cerca de la muerte. Los resultados preliminares indican claramente que tienen encuentros de algún tipo con un plano de realidad de otra dimensión. Esta exhaustiva encuesta es el último de esos estudios y revela también algunas tendencias que apuntan a la existencia de una especie de superuniverso paralelo».
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Una explicación holográfica de la experiencia cercana a la muerte

Es una afirmación sorprendente. Pero más sorprendente aún es que la mayor parte de la clase científica establecida haya hecho caso omiso tanto de las conclusiones de los investigadores como del enorme conjunto de indicios que les ha obligado a hacer declaraciones como las anteriores. Las razones son complejas y variadas. Una de ellas es que, actualmente, en el mundo de la ciencia no está de moda considerar seriamente cualquier fenómeno que parezca sostener la idea de que existe una realidad espiritual y, como hemos mencionado al principio del libro, las creencias son como adicciones y es difícil salir de sus garras. Otra razón, como menciona Moody, es el prejuicio extendido entre los científicos de que sólo tienen valor o importancia las ideas que se pueden probar en un sentido científico estricto. Aún otra razón es la incapacidad de la interpretación científica actual de la realidad para empezar a explicar siquiera las ECM en el caso de que fueran reales.

Esta última razón, sin embargo, puede que no sea tan problemática como parece. Varios investigadores han observado que el modelo holográfico proporciona una forma de entender las ECM. Uno de ellos es el doctor Kenneth Ring, catedrático de Psicología de la Universidad de Connecticut y uno de los primeros investigadores en aplicar el análisis estadístico y técnicas de entrevistas normalizadas al estudio de este fenómeno. En su libro de 1980
Life at Death
{xxxvi}
, Ring dedica una parte importante a argumentar una explicación holográfica de las ECM. Sin andarnos con rodeos, Ring cree que las experiencias cercanas a la muerte son también incursiones en planos de la realidad muy similares a campos de frecuencias.

Ring basa su conclusión en los numerosos aspectos de sabor holográfico de las ECM. Uno de ellos es la tendencia de quienes las tienen a describir el mundo del más allá como un reino compuesto por «luz», «vibraciones elevadas» o «frecuencias». Algunos dicen incluso que la música celestial que acompaña a menudo a tales experiencias parece una «combinación de vibraciones» más que una combinación de sonidos reales. En opinión de Ring, estas observaciones demuestran que el acto de morir implica un desplazamiento de la consciencia desde el mundo ordinario de las apariencias a una realidad más holográfica de frecuencia pura. También cuentan muchas veces que el más allá es un reino bañado de luz, una luz más brillante que ninguna que hayan visto jamás en la tierra, una luz que, a pesar de su intensidad inimaginable, no hace daño a los ojos, propiedades todas ellas que para Ring constituyen una prueba más de la apariencia de campo de frecuencias del más allá.

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