La materia nebulosa del alma
El doctor Joel Whitton, catedrático de Psiquiatría de la Facultad de Medicina de la Universidad de Toronto, también ha utilizado la hipnosis para estudiar lo que la gente sabe de sí misma inconscientemente. Sin embargo, en vez de preguntarles por el futuro, Whitton, que es licenciado en Neurobiología y un experto en hipnosis clínica, les pregunta por el pasado, por el pasado lejano para ser exactos. Durante las últimas décadas, en silencio y sin alharacas, ha estado reuniendo pruebas que apuntan a la reencarnación.
La reencarnación es un tema difícil porque se han dicho tantas tonterías sobre él que mucha gente lo descarta de antemano. La mayoría no se da cuenta de que, además de las pretensiones increíbles de las celebridades (y uno diría que a pesar de ellas) y de las historias de Cleopatras reencarnadas que atraen la atención de gran parte de los medios, también hay muchas investigaciones serias en marcha sobre ella. En las últimas décadas, un grupo pequeño pero creciente de investigadores con magníficos historiales ha recopilado una colección impresionante de datos sobre el asunto. Whitton es uno de ellos.
Los datos no demuestran que la reencarnación exista, ni tampoco es el objeto de este libro discutirlo. De hecho, es difícil imaginar cuál sería la prueba perfecta de la reencarnación. No obstante, los hallazgos que trataremos aquí se plantean únicamente como posibilidades intrigantes y porque vienen al caso. Así pues, merecen ser considerados sin prejuicios.
La tendencia principal de la investigación de Whitton sobre la hipnosis se basa en un hecho simple y asombroso. Cuando una persona está hipnotizada, con frecuencia tiene lo que parecen ser recuerdos de vidas previas. Hay estudios que revelan que más del 90 por ciento de las personas hipnotizables pueden recordarlos.
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Es un fenómeno ampliamente reconocido, incluso por los escépticos. Por ejemplo, en el manual de psiquiatría
Trauma, Trance and Transformation
, se advierte a los hipnotizadores primerizos que no se sorprendan si recuerdos como ésos afloran de manera espontánea en pacientes hipnotizados. El autor del texto rechaza la idea del renacimiento pero constata que, con todo y con eso, ese tipo de recuerdos puede tener un potencial curativo extraordinario.
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Naturalmente, el significado del fenómeno es objeto de arduas discusiones. Muchos investigadores argumentan que recuerdos tales son fantasías o elaboraciones del inconsciente y sin duda es así muchas veces, especialmente cuando la sesión hipnótica o «regresión» la realiza un hipnotizador inexperto que desconoce las técnicas adecuadas de interrogación requeridas para garantizar que no se provocan fantasías. Pero también hay numerosos casos documentados de personas que, guiadas por profesionales expertos, han tenido recuerdos que no parecen fantasías. A este grupo pertenecen los datos recopilados por Whitton.
Para llevar a cabo su investigación, Whitton formó un grupo básico de unas treinta personas. Entre ellas había gente de todas las profesiones y condiciones sociales, desde conductores de camión a científicos informáticos; unos creían en la reencarnación y otros no. Después, les hipnotizó uno a uno y pasó literalmente miles de horas grabando todo lo que tenían que contar sobre sus supuestas existencias previas.
La información era fascinante, incluso a grandes pinceladas. Un aspecto sorprendente era el grado de coincidencia que había entre todas las experiencias. Todos contaban muchas vidas pasadas, algunos hasta veinte o veinticinco, aunque en la práctica se llegaba a un límite cuando Whitton les hacía regresar a lo que él llamaba «existencia cavernaria», donde una vida se hacía indistinguible de la siguiente.
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Todos decían que el género no era específico del alma y muchos habían vivido por lo menos una vida como sexo opuesto. Y todos contaban que el propósito de la vida era evolucionar y aprender y que vivir múltiples existencias facilitaba el proceso.
Whitton encontró también indicios vehementes de que las experiencias eran vidas pasadas reales. Un rasgo inusual era la capacidad de los recuerdos para explicar una amplia gama de acontecimientos y experiencias de la vida actual, aunque aparentemente no guardaban relación alguna con ellos. Veamos por ejemplo el caso de un psicólogo nacido y educado en Canadá que de niño tenía un acento británico inexplicable. Tenía asimismo un miedo irracional a romperse una pierna, fobia a viajar en avión, un problema terrible con morderse las uñas y una fascinación obsesiva por la tortura. Cuando era un adolescente, poco después de utilizar los pedales de un coche durante una prueba de conducción, tuvo una visión breve y enigmática en la que se vio en una habitación con un oficial nazi. Durante la hipnosis, el hombre recordó que había sido un piloto británico durante la Segunda Guerra Mundial. Cuando estaba sobre Alemania en una misión, su avión fue alcanzado por una lluvia de balas, una de las cuales penetró en el fuselaje y le rompió la pierna. Aquello a su vez le hizo perder el control de los pedales del avión y le obligó a hacer un aterrizaje forzoso. Posteriormente le capturaron los nazis, le torturaron para sacarle información arrancándole las uñas y murió poco tiempo después.
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Como consecuencia de los traumáticos recuerdos de vidas pasadas que desenterraban, muchas personas del grupo experimentaron también profundas curaciones psicológicas y físicas; por otra parte, proporcionaban detalles históricos de una exactitud increíble sobre los tiempos en los que habían vivido. Algunos hablaban incluso idiomas desconocidos para ellos. Un hombre, un científico conductista de 37 años, mientras revivía una aparente vida pasada como vikingo, vociferó unas palabras que posteriormente fueron reconocidas como noruego antiguo por autoridades lingüísticas.
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Tras regresar a una antigua vida en la Persia antigua, el mismo hombre empezó a escribir con un tipo de letra parecida a la escritura árabe, de trazos delgados e inseguros, que un experto en lenguas de Oriente Próximo identificó como una muestra auténtica del pelvi sasánida, una lengua mesopotámica extinguida hace mucho tiempo que floreció entre los años 226 y 651 después de Cristo.
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Pero el descubrimiento más extraordinario de Whitton se produjo cuando hizo regresar a los sujetos de su prueba al ínterin entre una vida y otra, un territorio deslumbrante y lleno de luz en el que «no existía el tiempo ni el espacio tal y como los conocemos».
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Según ellos, parte del propósito de esa situación era permitirles
planear su próxima vida, esbozar literalmente los acontecimientos y circunstancias importantes que les ocurrirían en el futuro
. Pero este proceso no era simplemente un ejercicio fantástico de buenos deseos. Whitton averiguó que, cuando estaban entre una vida y otra, entraban en un estado inusual de consciencia en el que adquirían un perfecto conocimiento de sí mismos y un acentuado sentido moral y ético. Además, dejaban de ser capaces de justificar sus faltas y delitos y se veían a sí mismos con total sinceridad. Para distinguir ese estado mental profundamente consciente de la consciencia normal cotidiana, Whitton lo denomina «metaconsciencia».
Así, cuando las personas planeaban su siguiente vida, lo hacían con un sentido de obligación moral. Elegían renacer con personas a las que habían tratado injustamente en una vida anterior, para tener así la oportunidad de enmendar sus acciones. Planeaban encuentros agradables con «compañeros del alma», individuos con los que habían construido una relación amorosa y mutuamente beneficiosa durante muchas vidas; y programaban acontecimientos «accidentales» para cumplir otros propósitos y acciones nobles. Un hombre contó que, cuando estaba planeando su siguiente vida, visualizó, «una especie de instrumento de relojería en el que se podían insertar ciertas partes para que se produjeran consecuencias específicas».
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Tales consecuencias no siempre eran agradables. Tras regresar a un estado metaconsciente, una mujer que había sido violada a los treinta y siete años reveló que, en realidad, lo había planeado antes de llegar a esta encarnación. Explicó que para ella era necesario experimentar una tragedia a esa edad para obligarse a cambiar «toda su complexión anímica» y acercarse así a un entendimiento más profundo y más positivo del significado de la vida.
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Otro individuo, un hombre afectado por una grave enfermedad hepática que entrañaba un riesgo para su vida, reveló que había elegido la enfermedad para castigarse por una transgresión que había llevado a cabo en una vida anterior. Sin embargo, desveló también que morir de la enfermedad del hígado no entraba en el guión y que antes de llegar a esta vida había dispuesto un encuentro con algo o alguien que le ayudara a recordar el hecho y le permitiera reparar su culpa y curar su cuerpo. Fiel a su palabra, tras empezar las sesiones con Whitton, experimentó una recuperación completa y casi milagrosa.
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No todos los sujetos de las pruebas de Whitton estaban tan deseosos de enterarse del futuro que les había preparado su ser metaconsciente. Varios censuraron sus recuerdos y pidieron a Whitton que por favor les diera instrucciones posthipnóticas de
no
acordarse de nada de lo que habían dicho durante el trance. Explicaban que no querían tener la tentación de interferir en el guión que les había escrito su ser metaconsciente.
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Es una idea pasmosa. ¿Es posible que el inconsciente no sólo conozca nuestro destino a grandes rasgos, sino que nos lleve a cumplirlo realmente? La investigación de Whitton no constituye la única prueba de que tal vez sea así. En un estudio estadístico de veintiocho accidentes graves de tren en Estados Unidos, el parapsicólogo William Cox averiguó que los días de accidentes cogía el tren mucho menos gente que el mismo día en semanas anteriores.
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Los descubrimientos de Cox sugieren que, a lo mejor, todos estamos constante e inconscientemente preconociendo el futuro y tomando decisiones basadas en esa información: algunos optamos por evitar el percance y otros quizá elegimos experimentar situaciones negativas para cumplir designios y propósitos inconscientes, como la mujer que eligió vivir una tragedia personal y el hombre que optó por soportar una enfermedad hepática. «Cuidadosamente o caprichosamente, elegimos nuestras circunstancias terrenales —afirma Whitton—. El mensaje de la metaconsciencia es que la situación de la vida de cada ser humano no es aleatoria ni inapropiada. Vista de una manera objetiva desde la perspectiva entre vidas, cada experiencia humana es simplemente una lección más en el aula cósmica».
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Es importante señalar que la existencia de esas agendas inconscientes no significa que nuestra vida esté predestinada rígidamente y que el destino sea inevitable. El hecho de que muchos de los sujetos de las pruebas de Whitton pidieran no recordar lo que decían bajo hipnosis implica que el futuro sólo está esbozado a grandes rasgos y es susceptible de cambio.
Whitton no es el único que investiga la reencarnación y que ha descubierto indicios de que el inconsciente participa en nuestra vida más de lo que pensamos. Otro investigador es el doctor Ian Stevenson, catedrático de Psiquiatría de la Facultad de Medicina de la Universidad de Virginia. En vez de usar hipnosis, Stevenson entrevista a niños que recuerdan espontáneamente aparentes vidas previas. Lleva más de treinta años realizando esa actividad y ha recopilado y analizado miles de casos por todo el planeta.
Según él, el recuerdo espontáneo de una vida pasada es relativamente común entre los niños, tanto que el número de casos que parecen ser dignos de consideración excede con mucho la capacidad de su equipo para investigarlos. Generalmente, los niños empiezan a hablar de su «otra vida» entre los 2 y los 4 años y con frecuencia recuerdan un montón de detalles, como su nombre, los nombres de los miembros de su familia y amigos, dónde vivían, qué aspecto tenía su casa, cómo se ganaban la vida, cómo murieron e incluso información oscura, como el lugar donde escondieron dinero antes de morir y, en los casos relacionados con asesinatos, a veces recuerdan incluso quién les mató.
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De hecho, muchas veces sus recuerdos son tan detallados que Stevenson consigue localizar la identidad de su personalidad previa y verificar prácticamente todo lo que han dicho. Ha llevado a niños a la zona en la que vivieron en su encarnación pasada y les ha visto orientarse sin esfuerzo por vecindarios desconocidos, así como identificar correctamente su antigua casa y sus pertenencias, y parientes y amigos de su vida pasada.
Al igual que Whitton, Stevenson ha reunido también una cantidad enorme de datos que apuntan a la reencarnación y, hasta la fecha, ha publicado seis libros sobre sus averiguaciones.
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Y, como Whitton, ha encontrado pruebas de que el inconsciente interviene en nuestro modo de ser y en nuestro destino mucho más de lo que sospechábamos hasta ahora.
Ha corroborado el descubrimiento de Whitton de que muchas veces renacemos con personas a las que hemos conocido en existencias previas y que la fuerza que guía nuestras elecciones a menudo es el afecto, o el sentido de culpa o la sensación de estar en deuda.
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Está de acuerdo en que el árbitro de nuestro destino es la responsabilidad personal y no el azar. Ha averiguado que, aunque las condiciones materiales pueden variar sobremanera de una vida a la siguiente, la conducta moral de una persona, así como sus intereses, aptitudes y actitudes son las mismas. Individuos que fueron criminales en una existencia previa tienden a verse arrastrados nuevamente hacia una conducta criminal. Las personas que fueron generosas y amables siguen siendo generosas y amables, etcétera. De todo esto Stevenson deduce que lo más importante no son los símbolos externos de la vida, al parecer, sino los internos, las alegrías, las penas y el «crecimiento interior» de la personalidad.
Lo más significativo es que no descubriera indicios convincentes de un «karma punitivo», ni indicación alguna de que recibamos un castigo cósmico por nuestros pecados. «Luego, a juzgar por las pruebas, no hay un juicio externo de nuestra conducta, ni un ser que nos lleve de una vida a otra de acuerdo con nuestros merecimientos. Si este mundo es “un valle donde se forjan las almas”, como dijo Keats, nosotros somos los creadores de nuestras propias almas», declara Stevenson.
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