Esta noche no hay luna llena (26 page)

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Authors: Care Santos

Tags: #Fantasía, Romantico

BOOK: Esta noche no hay luna llena
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OSCURA:
Sinceramente?

WEIRDO:
Sí.

OSCURA:
Pero con mucha sinceridad?

WEIRDO:
Sí.

OSCURA:
Con la verdad más descarnada?

WEIRDO:
Sí!!!!

OSCURA:
Me pareces bastante guapo.

WEIRDO:
Uf, qué alivio.

OSCURA:
Aunque lo de raro creo que lo dices para darte ínfulas.

WEIRDO:
Bueno, cree lo que quieras.

OSCURA:
Tengo más preguntas.

WEIRDO:
Ah. Buf. Bueno, dispara.

OSCURA:
Si duermes de día y vives de noche, cuando trabajas?

WEIRDO:
Trabajo en casa.

OSCURA:
Y cuándo sales?

WEIRDO:
No salgo mucho.

OSCURA:
Entonces, si quiero conocerte, tendrá que ser de noche?

WEIRDO:
Me temo que sí.

OSCURA:
Qué vas a hacer esta noche?

WEIRDO:
No sabes hablar si no es con interrogante final.

OSCURA:
Qué?

WEIRDO:
Esto es increíble. Deja de hacer preguntas!

OSCURA:
Quién hace preguntas?

WEIRDO:
Tú, todo el tiempo.

OSCURA:
Por qué lo dices?

WEIRDO:
Estás de broma, verdad?

OSCURA:
Tú crees?

WEIRDO:
Bastaaaaaaaaa!!!

OSCURA:
Te pasa algo? Estás nervioso?

WEIRDO:
Oye, en serio.

OSCURA:
En serio? Quien tiene interés en ser serio? Te importa si me voy a escribir el blog? Te gustaría que escribiera una entrada entera con frases interrogativas? Crees que no soy capaz de hacerlo? Quieres que apostemos algo?

WEIRDO:
Para, por favor…

OSCURA:
Te gustaría ayudarme? Se te ocurre alguna frase que podamos utilizar? Por qué quieres que pare? Te pongo nervioso? Sabes que me encanta hablar contigo? Y mucho más aún hacerte enfadar? Volverás otro día? Me perdonarás por esto? Sabes que comienzas a gustarme mucho, Criatura de la Noche? Y sabes que es la primera vez que me declaro a un chico?

WEIRDO:
Ay, yo me largo.

30

Más allá del mundo,

más allá del viento,

más allá de todo

existe un lugar donde estar a salvo,

donde no estar solos.

Más allá del miedo

y de la luna llena

que asusta a los lobos.

Más allá de normas

que inventaron otros

existe un lugar

llamado Nosotros.

31

Los humanos y los lobos tenemos en común más de lo que imaginamos.

Una manada de lobos está compuesta por el jefe, su hembra y los cachorros que han nacido en diferentes carnadas. Si hubiera otra hembra, tendría un rango inferior y se quedaría en segundo lugar. Siempre.

En el grupo, nadie se atreve a desafiar el poder del fuerte y poderoso jefe. Si alguien lo hiciera, debería atenerse a las consecuencias.

Solo hay dos modos de abandonar la manada:

1.
Los machos jóvenes se van en grupo, a buscar hembras y alimento. Con el tiempo, cada uno terminará fundando su propia manada, regida por las mismas reglas.

2.
Un miembro es rechazado por los demás. Cuando esto ocurre, el extraño debe irse. Lo más probable es que se convierta en un lobo solitario, condenado a vivir, cazar y morir solo.

Hace tiempo que me siento una extraña entre los míos. El jefe me rechaza, no hay lugar para mí entre los hermanos. Creo que se acerca el momento de elegir mi propio camino. Abandonar la manada.

No tengo ni idea de si existen lobas solitarias, pero yo no quiero ser una de ellas.

Sé muy bien con quién quiero estar y por qué. Ahora solo necesito encontrar el camino que me conduce hasta ti, Weirdo.

Epílogo

Una vez fui el único testigo de algo increíble. No me atreví a contárselo a la policía y no he vuelto a hablar de ello. Sin embargo, creo que debo hacerlo. He elegido internet porque es el único lugar que conozco donde lo extraño no impresiona a nadie.

La pelea más horrible que he visto en mi vida ocurrió cuando estaba a punto de salir el sol en el bar llamado Noche Cerrada, que por entonces yo frecuentaba. La mantuvieron mi mejor amigo, Arístides, y un chaval a quien nunca había visto, pero al que yo mismo había citado allí esa misma tarde. Nunca supe quién era ni cómo se llamaba, solo que salía con mi hermana o que estaba colado por ella.

No olvido el modo en que se miraron. Arístides le preguntó al intruso:

—¿Te conozco?

Y el otro contestó:

—Por desgracia.

—¿Se puede saber a qué has venido?

Y el chaval dijo:

—A buscar a Olivia.

Olivia era mi hermana. Arístides estaba obsesionado con ella desde hacía mucho. Más que obsesionado, diría yo, aunque nunca acabé de entender qué le ocurría.

—Olivia es para mí —respondió Arístides, autoritario.

Fueron las últimas palabras que escuché de su boca. Faltaba poco para el amanecer. El extraño se abalanzó sobre él y comenzaron a pelear. Fue una batalla horrible, despiadada. Jamás había visto a nadie agredirse con tanta saña. Después de arrojarse contra la barra, contra la mesa de billar y contra las paredes —destrozándolo todo con su virulencia—, salieron fuera, al bosque, y allí continuaron combatiendo, cuerpo a cuerpo, un buen rato más. Luego los perdí de vista sin que hubieran terminado. Hubiera jurado que el combate era muy igualado.

Fue entonces cuando descubrí que en la parte trasera del bar había una jaula con una loba en su interior. No era un animal cualquiera. Era el mismo al que mi padre había descubierto dentro de nuestra casa un par de noches antes.

Creo que ese fue el momento en que lo comprendí todo. También fue el momento en que la idea que tenía del mundo cambió para siempre.

Maldije a Arístides mientras esperaba su regreso. Le maldije por engañarme, por aprovecharse de mí para conseguir a mi hermana y por hacerle daño a ella. Nunca he tenido mucho carácter. Me avergüenza reconocer que en aquellos días había prometido a Arístides ayudarle a conquistar a mi hermana a cambio de que me prestara su coche deportivo.

Intenté acariciar a la loba a través de los barrotes de la jaula, pero intentó morderme.

Al rato escuché pasos y vi al desconocido. Venía ensangrentado y maltrecho, pero en la cara llevaba pintada la satisfacción de haber vencido a un rival poderoso.

Destrozó a golpes la cerradura de la jaula y liberó al animal, que nada más verse libre se acercó a él y le lamió las manos muy despacio.

Pensé que debía hacer algo. Me acerqué al desconocido y le entregué una mochila. Me miró con un profundo desprecio.

—Aquí está su ropa —le dije—. La que Olivia se quitó.

—¿Por qué la tienes tú? —preguntó.

—Arístides me pidió que se la trajera.

Me observó en silencio. La dureza de su mirada se hizo más soportable. Agarró la mochila.

—Gracias, Benjamín —dijo.

Y se marchó, custodiado por el hermoso animal de lomo pardo.

Me quedé un buen rato meditando sobre lo que acababa de ocurrir, tratando de reaccionar, pensando que tal vez Arístides regresaría, sirviéndome una copa tras otra.

Al amanecer, me pareció escuchar unos alaridos en el bosque. Corrí entre los árboles como un loco. En el tronco de un castaño encontré una cuerda que sujetaba con holgura la ropa de mi amigo, bañada por la luz del sol recién nacido. Dentro de la ropa solo había polvo gris. Parecían cenizas.

Aún estaban calientes.

La última de las leyendas que cuentan las gentes del Valle del Silencio habla de dos jóvenes enamorados que habitan entre los árboles, cerca del Arroyo Negro. Él es un chupasangre, una criatura nocturna a quien el solo contacto con la luz del sol puede reducir a cenizas. Está condenado de por vida a alimentarse de sangre fresca, y cualquier otra cosa que se lleve a la boca puede ser mortal para él. Las noches en que hay luna llena, ella es una loba joven y esbelta, de pelaje pardo y mirada astuta, que estremece el valle con sus aullidos. Para muchos, son dos pobres víctimas de la maldición de su naturaleza. Ellos, en cambio, son dichosos por haberse encontrado.

De día, ella vela el sueño de él con los instintos despiertos de la loba. De noche, llevan una vida normal, aunque secreta. Se dice que ambos salen a cazar entre los árboles. Él protege a su amada de los cazadores furtivos, que ya no se atreven a entrar en estos bosques. En las noches de la transformación, permanece atento al regreso de su amada, para guiarla hasta sus ropas humanas y evitar que quede convertida en loba para siempre. Habitan en un lugar que nadie conoce, pero algunas noches de verano se les oye reír junto al Arroyo Negro, en cuyas aguas les gusta refrescarse. Ningunos ojos humanos los han visto jamás, pero todos dicen que su amor vive 27 noches de cada ciclo lunar y que es limpio y eterno como el silencio del valle.

Care Santos
nació el 8 de abril de 1970 en Mataró, Barcelona. Rodeada de libros desde siempre, el amor por la literatura por su parte no fue nada difícil. No obstante, estudió Derecho sin demasiada convicción.

Desde jovencita colaboró como periodista para diversos medios escritos de comunicación (
Tiempo
,
Quimera
,
El Observador
,
Diari de Barcelona
,
ABC
,
La Razón
) así como para los diarios mexicanos
La jornada
y
Siglo XXI
. En 1992 fundó la Asociación de Jóvenes Escritores y la presidió hasta su desaparición seis años después. Ha impartido talleres literarios de los que dice haber aprendido más de lo que enseñaba.

Con 25 años publicó su primera novela
Cuentos Críticos
y, desde entonces, han visto la luz más de una veintena de títulos entre novelas, libros de relatos y novela breve dirigida a lectores más jóvenes.

Los premios tampoco se hicieron esperar en su carrera como literata, logrando el Premio Ciudad de Alcalá de Narrativa (1995), el Premio Ana María Matute de cuentos (1998), el Ateneo Joven de Sevilla (1999), el Premio Gran Angular (en catalán en el 2000; en castellano en el 2004), el Premio Edebé (2003), el Alfonso de Cossío de libros de cuentos (2003), el Premio Alandar de literatura juvenil (2005) y el Premio El Barco de Vapor (2009), además de la mención como finalista del Premio Primavera en 2007.

Notas

[1]
Del inglés: Después de esta noche / Recordarás…
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