La biblia bastarda (47 page)

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Authors: Fernando Tascón,Mario Tascón

Tags: #Intriga, #Aventuras, #Histórico

BOOK: La biblia bastarda
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El periodista se giró y se encontró de frente con los últimos y desperdigados espectadores que habían acudido en busca del origen de aquel persistente olor a arte hecho cenizas. Cuando su cuerpo apuntaba ya hacia la Castellana, chocó con el hombro contra el abrigo de uno de aquellos curiosos, una prenda muy británica en el corte, con cuello de terciopelo y jalonada de bolsillos que parecían balcones cerrados.

—Lo siento —se disculpó.

—Para nada, ha sido un descuido por mi parte, don Emilio.

Sorprendido de que lo tratasen con tanta deferencia, buscó un rostro familiar en aquel hombre, pero la primera impresión no le devolvió rasgo reconocible alguno.

—¿Estaba dentro? —le preguntó el extraño.

—¿Quién, el dueño?

—No, el libro.

El redactor disponía de una completa ficha mental de cuantos maleantes, pendencieros, ricachones, putas y personajes de mala ralea se había cruzado en los últimos días, pero no era capaz de encajar los rasgos de aquel señor rubio, con bigote y gafas de montura gruesa, que sabía algo sobre el Códex Sinaiticus. Al instante, Emilio, el barbero, se dio cuenta de que aquellas tres propiedades del rostro que tenía frente a él eran precisamente tres soberanas mentiras. El pelo estaba teñido, el bigote era de pega y las gafas, innecesarias. Cuando vio cómo introducía la mano en el bolsillo terminó de reconocer al ruso que un día sacó de allí una Star.

—¡Es usted como las ánimas que deambulan por los montes de mi pueblo, siempre se presenta sin avisar! —protestó el periodista.

—Dígame: ¿estaba ahí el libro?

—¿El facsímil que yo buscaba? Allí estuvo, pero ya ha vuelto a su casa. ¿También era su objetivo? —preguntó Emilio, disfrutando de aquella terminología de espionaje que le había salido de forma espontánea.

—No se haga el ignorante. Está hablando con un profesional. ¿Lo ha visto? ¿Estaba ahí el códice?

Emilio se giró de nuevo hacia la casa carbonizada.

—Desde luego, si estaba dentro, lo estaremos respirando usted y yo ahora mismo.

—Para mi organización, un caso no queda cerrado sin que haya evidencias. Tendré que irme sin terminar mi trabajo.

—¿Irse?, ¿adónde? —le preguntó un vecino de Madrid que ya no concebía la dinámica urbana sin un espía soviético.

—A tierras menos calurosas.

—Por abrigos no será —bromeó el periodista, en tanto se preguntaba dónde habría vivido aquel hombre para que se atreviese a calificar de calurosa una ciudad que se pelaba de frío.

Ivan Kurashov extrajo un grueso sobre del bolsillo en el que mantenía su mano oculta.

—Tenga, un par de regalos de despedida. Uno es mío, el otro se lo envía Irene.

—¡Irene! ¡Qué alegría volver a saber de ella! ¿Sigue empeñada en salvar el mundo? —dijo Emilio, sin percatarse de que ese instante de evocación había sido suficiente para que el ruso se esfumase.

Impaciente, abrió el sobre y se encontró con un libro envuelto por un folio. Empezó por desplegar el papel, en el que identificó de inmediato a una vieja conocida: la carta de los hermanos Maggs que el censor había depositado en Gobernación y sobre la que habían imprimido un sello oficial de tinta azul que decía «CERRADO».

El obsequio de Irene, que había quedado al descubierto, lo dejó atónito: era el manido ejemplar de una novela que ya había estado antes en sus manos. Emilio sonrió, no sólo para sus adentros, y se encaminó a la plaza de San Ildefonso, donde esa misma tarde, o tal vez al día siguiente, o un par de días más tarde, una biblioteca ambulante abriría su puerta trasera para invitarle a un excitante viaje a oscuras que, si aquel libro de Salgari no le fallaba, le llevaría hasta María.

NOTA DE LOS AUTORES

R
afael Berrocal es un prestigioso librero de antiguo de Madrid en cuyo pulcro establecimiento compramos de vez en cuando alguna relación de sucesos u otros viejos ejemplares impresos. En una visita que le hicimos en marzo de 2010 nos pidió ayuda. El anticuario quería documentar la venta en 1934 del Códice Sinaítico entre el gobierno soviético y el británico porque obraba en su poder una curiosa carta. En ella, los libreros Maggs Bross de Londres, que habían sido mediadores en la operación de compra de la Biblia, conminaban al redactor jefe del diario madrileño
La Voz
para que aclarara una información aparecida en su portada y en la que no se les citaba. Pedían al rotativo que se publicara un reportaje sobre la incorporación de la Biblia rusa al patrimonio del Museo Británico basándose en un folleto publicitario que acompañaban.

Localizar la documentación inicial a través de Internet fue un trabajo sencillo gracias a la hemeroteca digital de la Biblioteca Nacional de España (). En el archivo online del diario
ABC
() comprobamos que allí sí dedicaron un amplio reportaje a la historia de aquella Biblia y a los anticuarios londinenses. También lo hicieron
La Vanguardia
y
El Sol
. Tras una semana de entretenida investigación enviamos a Rafael unos cuantos artículos relevantes de diarios de aquellas fechas y algunas páginas de la Red con la historia del códice.

Pero a medida que nos adentramos en el descubrimiento de la Biblia sinaítica y su posterior recorrido por Europa seguimos un ovillo narrativo real de gran interés y no demasiado conocido en el mundo hispano. Los personajes que habían participado en la agitada aventura y los diferentes cambios de propiedad iban tejiendo uno de los principales hilos argumentales que se desarrollaban a través de unos extraordinarios escenarios y épocas.

El otro cabo del nudo que constituye la carta es el diario vespertino
La Voz
. Fundado por José Nicolás de Urgoiti fue un periódico que llegó a vender 130.000 ejemplares, más de la mitad de ellos en «provincias», ocupando el primer puesto en la distribución callejera. Inicialmente monárquico, al comienzo de la II República derivó hacia posiciones republicanas moderadas y progresistas. Estaba muy bien escrito, a pesar de tratar temas populares, y por sus páginas pasaron algunos de los mejores articulistas de aquellos años: Maeztu, Ortega o Pérez de Ayala. Muchas de sus fotografías pertenecen al conocido maestro Alfonso. Destaca, por supuesto, la figura de la corresponsal, Irene de Falcón, que más tarde sería mucho más conocida por su trabajo como ayudante personal de Dolores Ibarruri
La Pasionaria
.

El diario
La Voz
desapareció el 27 de marzo del año 1939, jornada en la que entraron las tropas sublevadas en Madrid.

Dos días después su rotativa arrancaba de nuevo, pero esta vez para imprimir ejemplares del diario de la Falange,
Arriba
, que a partir de entonces será el periódico oficial del régimen franquista.

El Códex hoy

Si tiene interés en el Códex Sinaiticus puede consultarlo on-line en la dirección web .

Si se acerca a Londres, puede acercarse a verlo porque actualmente es una de las joyas de la British Library ().

La Biblioteca Nacional de España conserva —creemos ;-)— desde 1866 un facsímil que el zar Alejandro II regaló a Isabel II. La Biblioteca Nacional rusa tiene también un sitio web en inglés dedicado al Códex en .

Pero la historia del original continúa viva: además de alguna que otra hoja aparecida a finales del pasado siglo, en septiembre de 2009, un estudiante descubrió en el mismísimo monasterio de Santa Catalina () un nuevo fragmento que servía de encuadernación de otro libro y que habrá que añadir ahora a los que se encuentran todavía esparcidos entre Londres, Leipzig, San Petersburgo y el Sinaí.

Unos meses después de este «penúltimo» descubrimiento, y gracias a la minuciosidad de Rafael, fue cuando nos encontramos con estas fascinantes Escrituras. Poco más tarde apareció en nuestros ordenadores Emilio Ruiz buscando un texto sagrado en 1934 desde su cuartel general: un periódico de Madrid en la calle de Larra nº 8.

Puede conseguir más información sobre esta novela, su historia y sus autores en .

Mario y Fernando tienen las cuentas de Twitter @mtascon y @fernandotascon.

AGRADECIMIENTOS

A
l inspirador trabajo de Irene de Falcón y Sofía Casanova, pioneras entre las mujeres periodistas de comienzos del siglo pasado. Ellas sí vivieron su oficio en tiempos difíciles.

A Ángeles Aguilera por aceptar un café, participar de nuestro entusiasmo y animarnos.

A Purificación Plaza por su paciencia y buen humor con dos escritores «digitales».

Al equipo editorial de Planeta, que apostó por un libro de autores desconocidos, sobre todo por hacerlo en estos tiempos.

A todos los que creyeron en que nuestra historia merecía publicarse.

A los padres jesuitas y trinitarios que nos orientaron y al personal del archivo general del Ministerio de Asuntos Exteriores español.

Al oficio artesano del periodismo que hemos ejercido los autores y al que tanto debemos.

A nuestros compañeros de Bierzo 7, RCE, Radio Nacional, Cadena SER, Agencia EFE,
El Mundo, El País
, Prisacom y lainformacion.com

Y, por supuesto, queremos agradecer la generosidad de nuestra familia, a la que le hemos robado tiempo por divertirnos escribiendo para así intentar entretener a otros. Para Encarna y María y nuestros hijos Mario, Marta, Lía y Sofía.

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